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estrangeras, comenzando por la córte pontificia y acabando por el Asia y la India Oriental. En la imposibilidad de dar á conocer en una historia general aquellos planes en toda su estension, nos ceñirémos á lo que se desprende de sus mas interesantes epígrafes, que por sí solos dan idea de lo que mas importa saber.

Conocida nos es ya su política en las relaciones con la Santa Sede. Sin embargo, en la Instruccion, despues de reconocer como la primera de las obligaciones del soberano el cuidado de la religion católica y de las buenas costumbres, y la obediencia á la silla apostólica en las materias espirituales, se recomendaba la defensa del patronato y regalías de la corona con prudencia y decoro, la utilidad de hacer concordatos sin perjuicio de aquellas, la de mantener el crédito nacional en Roma con cardenales, prelados y nobleza,

la de procurar que los papas fuesen afectos á la coro

na, y que no se opusieran á las providencias que se dictáran para impedir la amortizacion de bienes, interviniendo además la autoridad real en la eleccion y nombramiento de los superiores regulares.

La Italia en general debia merecer una atencion preferente de parte de España, sobre todo para procurar que ninguna potencia poderosa invadiera y subyugára los principados y repúblicas de aquella hermosa porcion de Europa. «Deberá guardarse buena armonía con la córte de Turin, y con las repúblicas de Venecia

el

y Génova.-La córte de Nápoles es córte de familia... Se ha de vigilar el mantenimiento de la independencia de las Dos Sicilias, pues no conviene que las posea emperador, ni ninguna otra potencia poderosa.-Igual política se deberá seguir por lo respectivo á Tosc na. -Conviene proteger á las otras pequeñas repúblicas de Italia, y á los Cantones suizos, que nos proveen de muchos individuos industriales, y será bueno tener ministro permanente en Lucerna y Berna. »>

Viniendo á Francia, «nuestra quietud interior y esterior, decia, depende en gran parte de nuestra union y amistad con esta potencia, pero debe obrarse con gran cautela y precaucion para que no nos arras-. tre á sus guerras, mirándonos como potencia subalterna.»--«Para ser sus verdaderos amigos necesita-mos ser enteramente libres é independientes, porque la amistad no es compatible con la dominacion.»-La mudanza que habian sufrido ya las ideas de Cárlos III. relativamente al malhadado Pacto de Familia se vé por las siguientes máximas de la Instruccion. «El Pacto de Familia, prescindiendo de este nombre, que solo mira á denotar la union, parentesco y memoria de la augusta casa de Borbon, no es otra cosa que un tratado de alianza ofensiva y defensiva semejante á otros muchos que se han hecho y subsisten entre varias potencias de Europa. » Y luego determina las circunstancias que han de concurrir para que se verifique el casus fœderis: aconsejando además que el ejemplo de lo pasado nos sirva

de leccion para no comprometernos por su alianza, ni en la guerra que podria suscitarse entre rusos y turcos, ni en sus asuntos con la Alemania, y con todo el Norte. «Se ha de cuidar, añadia, de que la Francia no impida los progresos y adelantamientos de la España en su comercio, navegacion é industria; pues aunque la Francia no nos quiere ver arruinados por otra potencia, nos quiere sujetos y dependientes de ella misma,» Y concluia con esta importantísima máxima: La Francia es el mejor vecino y aliado de España, pero puede ser tambien su mas grande, mas temible y mas peligroso enemigo. »

Pasando á Inglaterra, comenzaba con estas notables palabras: Mientras la nacion ingles no tenga otra constitucion ó sistema de gobierno que el actual, no podemos fiarnos de tratado alguno, ni de cualesquiera seguridades que nos dé el ministerio británico, por mas que sus individuos y el soberano estén llenos de probidad y otras virtudes.»-«De aquí nace, continuaba, la necesidad de vivir siempre atentos, vigilantes y desconfiados de la Inglaterra, para no contraer empeños con ella que no sean muy necesarios y sin consecuencia.» Hablábase del recobro de la plaza de Gibraltar, punto en que estaba constantemente fijo el pensamiento de Cárlos III., y se indicaban los medios posibles de recuperar la plaza, ó por la fuerza ó por la negociacion. «En Europa, decia, no nos interesa adquirir de la Inglaterra mas que Gibraltar. En

América todo lo que podemos desear es la Jamaica, y limpiar de ingleses la costa de Campeche y Honduras. En Asia y en Africa no pensamos en adquirir nada.» En punto á relaciones mercantiles, «si nos vemos precisados, decia, á hacer el tratado de comercio en virtud de el de paz de 1783, convendrá que los reglamentos sean de comercio recíproco, las concesiones iguales y recíprocas para los derechos de entrada y salida de los géneros, prohibicion ó libertad de introducirlos, etc.» Aun en la reciprocidad creia el rey salir ganancioso, por la diferencia entre el trato que hasta entonces habian acostumbrado á dar ingleses y franceses á los estrangeros en sus puertos y aduanas, el que ellos recibian de los españoles.

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rey

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Con los príncipes de Alemania, decia la Instruccion, y aun con el emperador, basta tener buena correspondencia, sin comprometerse en los asuntos particulares del cuerpo germánico.» Con arreglo á esta política se estableció un ministro español cerca del de Prusia; se reconocia la conveniencia de poncr otro en Munich, y conservar el que habia en Dresde. Se procuraria ó desunir, ó por lo menos entibiar la amistad entre las córtes de San Petersburgo y Viena, y sobre todo separar á la Rusia de la Inglaterra, y para esto conducia sostener los principios de la neutralidad armada, dándose reglas de cómo habia de ponerse en práctica este principio. En cuanto á Suecia y Dinamarca, era conveniente tambien una bue

na correspondencia, y fomentar su independencia de Rusia.

«

Mientras Portugal, decia, no se incorpore á los dominios de España por los derechos de sucesion, conviene que la política le procure unir por los vínculos de la amistad y del parentesco. He dicho en otra parte que las condescendencias con las potencias pequeñas no traen las consecuencias, sujeciones y peligros que con las grandes. Así, pues, cierto buen trato, el disimulo de algunas pequeñeces, hijas del orgullo y vanidad portuguesa, y varias condescendencias de poca monta, nos son y serán más útiles é importantes con la corte de Lisboa que cuantas tengamos con las demas de Europa.» Consiguiente á este sistema, su máxima era no hacer alianza con Portugal, pero sí tener con él neutralidad y amistosa correspondencia, y procurar matrimonios recíprocos entre príncipes é infantes de ambos reinos.

Ya entonces conocia el gobierno español los proyectos ambiciosos de la Rusia y del emperador de Alemania sobre Turquía; y si bien Cárlos III. no queria una alianza formal con la Puerta Otomana, creia muy conveniente estar en paz con los turcos para contener á las regencias de Africa y hacerlas cumplir los tratados. Es admirable la prevision del monarca español respecto al medio de enfrenar la ambicion y los designios del ruso y del aleman sobre el inperio turco. «Si la Gran Bretaña, decia, quisiera unirse con España y

ΤΟΜΟ ΧΧΙ.

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