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20. Estipulóse en otro artículo que no entrasen españoles à la tierra de indios para comerciar, á excepcion de las tres ó cuatro ferias, que debian celebrarse cada año con asistencia de los cabos y de alguno de los misioneros; y que los contratos ó permutas se harian al contado. Fuera de esto, se les quitaron los capitanes de amigos (1). ¡Cuán persuadidos estarian el Gobernador y demás personajes influyentes en aquel parlamento de los graves motivos que los capitanes de amigos y los comerciantes habrian dado para el alzamiento! Digna es ciertamente de elogio la integridad con que trataron de poner coto á estos males, aun con cierta mengua de los españoles; pues que, no permitiéndose á ninguno de estos internarse en el territorio araucano, se permitia á los indios venir al español siempre que quisiesen, con pleno permiso de acudir directamente á cualquier jefe, hasta el mismo Gobernador del Reino.

21. ¿Quién no creyera que se restablecerian cuanto antes las misiones de los jesuitas, que tan bellos resultados habian producido para la conversion de los indios, y para la conservacion de la paz; la que probablemente no se habria perturbado siquiera, si las autoridades españolas hubieran sabido aprovecharse oportunamente de su prestigio y buena voluntad? Pues no fué así; á pesar de estar prontos los PP. y deseosos de volver á ellas. Querian los ministros reales economizar los fondos del real erario; economía que llevaban hasta la injusticia. No contentos con haber en el año 1699 reducido el sínodo de cada uno de los misioneros à quinientos pesos, y su suma total en el año 1702, por muchos que estos fuesen, á cuatro mil ochocientos pesos, ahora en 1723, con ser siete las misiones existentes y doce los PP. que las servian, la rebajaron á tres mil novecientos cincuenta y dos pesos con seis reales y medio (2).

22. Para remediar tan manifiesta injusticia pidió el P. procurador de la Provincia al veedor general del Reino en 1727 un informe sobre el número de misiones y de sujetos que se ocupaban en ellas (3); y fué como sigue: En Castro, colegio incoado y mision del archipiélago de Chiloé, cinco PP.; Guar, para los chonos, dos PP.; Arauco, dos PP.; S. José de la Mocha, dos Padres; Buena-Esperanza, colegio y mision, cuatro PP.; Sta. Fe, dos PP. Total diez y siete PP. ocupados en las misiones. En Buena-Esperanza pone este informe cuatro PP., no siendo más que dos los designados para la mision; y no pone las misiones de S. Cristóbal y de Sta. Juana, que no se habian arruinado en el alzamiento. Probablemente agregaria los dos PP. que las servian à la mision de Buena-Esperanza, donde morarian á la sazon, así para mirar por su seguridad, como por la facilidad de servirlas desde allí; pues que S. Cristóbal solo distaba una legua, y tres Talcamahuida, à donde se habia trasladado la de Sta. Juana. En el mismo informe se ponen los cuatro PP. del colegio de Chillan, por haber sido dotados de su real Majestad; aunque no tuviesen entonces ningun indiecito, pues se habian retirado todos cuando el alzamiento. En él no se hace mencion de los PP. de Valdivia, por cobrar estos su sínodo del real situado, que iba directa y especialmente à aquella plaza.

(1) Sínodo del 1734 en Concepcion.-(2) Memoria del Sr. Virrey D. José Armendariz, marqués de Castel-Fuerte.-(3) Archivo del ministerio del interior.

23. En cuanto á la mision de Sta. Fe encontramos datos muy diversos. El informe cronológico de las misiones, presentado por los PP. franciscanos del colegio de Chillan en 1789, dice que se fundó en 1727; pero querrá decir que se restableció; pues consta haberse fundado por Baydes en 1643. Carvallo nos asegura que en este año se trasladó á Colué; advirtiendo que los PP. de la Compañía trabajaron aquella iglesia á su costa, y mantenian su culto. Si fuese así, duraria poco en aquel lugar; porque veremos posteriormente fundada de nuevo la mision de Colué, existiendo al mismo tiempo la de Sta. Fe. En Arauco hicieron tambien la iglesia á su costa los PP. misioneros en el mismo año 1727, es decir, tan pronto como el Gobernador restauró aquella plaza (1); pero esta iglesia, trabajada en tan críticas circunstancias, no fué, ni con mucho, tan buena, ni tan hermosa como la anterior. En ella restablecieron los ministerios para españoles é indios, con redoblados trabajos; á causa de haberse retirado de allí no pocos de los que antes llevaban una vida arreglada, y haberse corrompido los demás con el ejercicio de las armas; con cuyo ruido hasta los rezos y la doctrina habian olvidado la mayor parte. Por cierto que los misioneros soportaban aquel trabajo con invicta paciencia; la cual les remuneraba el Señor con el gran consuelo de ver que volvian poco á poco á la iglesia los neófitos que el alzamiento les habia arrebatado, mientras con amor paternal iban ellos á buscar á los remisos de rancho en rancho, internándose en los valles y quebradas más retirados.

24. En tanto que estos apostólicos varones andaban santamente ocupados en reparar las iglesias y cristiandades arruinadas por el último alzamiento general, tuvieron el sentimiento de perder á uno de los más ejemplares y antiguos misioneros; á saber, el P. José de Zúñiga, que en este mismo año falleció, á los ochenta y dos de su edad. Por haber empleado este insigne P. parte de sus bienes de fortuna y tres cuartas partes de su vida en el servicio de esta Provincia, desempeñando los más árduos é importantes cargos de ella, bien merece que hagamos de él honorífica mencion en esta Historia. Hijo legítimo de D. Francisco de Zúñiga, marqués de Baydes y conde de Pedroso, nació en Chile en 1645, siendo su padre Gobernador de este Reino y presidente de su real audiencia. Solo lo que este hizo para la pacificacion de los indios, y en favor de la Compañía, mereceria mucho más largo elogio, que el que pusimos de él al final del capítulo X, del libro segundo, á donde remitimos á nuestros lectores. Ahora solamente recordaremos lo que allí dijimos de su desgraciada muerte. En 1647, volviéndose para España con su esposa y demás familia, fué sorprendido á la vista de Cádiz por una escuadra inglesa. Defendióse con el vigor correspondiente á sus antiguas hazañas en la guerra; mas, por desgracia, se prendió fuego en su navío, y él y su señora fueron víctimas de las llamas; siendo sus dos hijos libertados de ellas por los ingleses, que los llevaron prisioneros à Londres. Recobrada la libertad, se fueron á la corte de Madrid; y aunque los méritos de su desgraciado padre daban á nuestro José fundadas es

(1) P. Olivares, cap. vin, § 13.

peranzas de ascender y medrar en el mundo, tomó la resolucion de abandonarlo, desengañado de la vanidad de las cosas mundanales. En virtud de este desengaño entró en la Compañía de Jesús, y comenzó su noviciado en Madrid. Ya dejamos dicho en el cap. XXIV núms. 5 y 16 del mismo libro II cómo vino a terminar su noviciado en S. Borja, y la gruesa suma que á esta casa donó. Habia dado, además, trece mil pesos al noviciado de Madrid (1); é hizo otras muchas y cuantiosas limosnas, invirtiendo en ellas cuanto pudo salvar del caudal que habia adquirido el marqués su padre, y que este perdió casi por entero, junto con la vida, en el mencionado combate. Nada reservó para sí, ni buscó jamás la menor comodidad; viviendo siempre como el más pobre y humilde religioso. Enamorado, por imitar á Cristo, de la santa virtud de la pobreza, fué constantemente su vestido y el ajuar de su aposento lo peor de casa. En esta parte cumplió exactamente las reglas de la Compañía; siendo igualmente exacto en el cumplimiento de todas las demás. El P. Olivares, que vivió con él muchos años, atestigua haber sido en toda su larga vida un vivo ejemplar de modestia y humildad; por lo cual, aun siendo profundo teólogo y elocuente predicador, se tenia por inferior à todos sus hermanos. Por lo mismo se confundió sobremanera cuando lo nombraron rector de uno de los colegios; cargo que desempeñó tan á satisfaccion de súbditos y superiores, que lo hicieron sucesivamente superior de varias casas, hasta elevarlo á Provincial á fines del siglo XVII, y fué el 5.o de esta Provincia (2). Hijo de un excelente Gobernador, parecia haber heredado de su padre el don de gobierno; pero sus aspiraciones fueron los ministerios; y así, por muchos años fué misionero ú operario. No sabemos en cuál de las misiones estables residiria; pero si que estuvo en Calihuaca, á unas catorce leguas de Nahuelhuapi, doctrinando á los pehuenches y puelches. Habiéndolo retirado de aquella mision los superiores, à insinuaciones del Gobernador, el humilde misionero, al dejar su amada grey, se fué à Chiloé á pié, pasando por Nahuelhuapi y cordillera intermedia. Cuando dejó de ser Provincial, pidió y consiguió irse á la mision de Sta. Juana, de la cual pasó despues al colegio de Concepcion; y ya que sus muchos años no le permitian trabajar más tiempo en aquel penoso ministerio, se esmeraba en ayudar con sus prudentes consejos y caritativos servicios á los misioneros, que frecuentemente concurrian á aquel colegio. Por lo demás, su vida fué en Concepcion el retiro y la oracion; hasta que, lleno de merecimientos y virtudes, entregó su alma al Criador, á los ochenta y dos años de edad, en el de 1727.

(1) P. Olivares, cap. vII.-(2) P. Olivares, cap. VII, pag. 264.

CAPITULO XII

1. Feliz estado del seminario de Concepcion.-2. Necrología del P. Granado.—3. El Rey manda pagar lo atrasado á las misiones.-4. Se entrega á la Compañía la de Tucapel.—5. En S. Juan auxilian á los apestados.-6. Celébrase la canonizacion de S. Luis.-7. El colegio máximo dedica una capilla á Ntro. Sto. P. Ignacio.—8. Daños que causa en nuestras casas de Santiago el temblor.-9. Y en las otras casas de la Provincia.-10. El mar lo arrasa todo en Penco.-11. Mocion espiritual que ocasionó.-12. Efectos del temblor en Valparaiso.-13. Inaugúrase la iglesia de Mendoza.-14. Fundase la residencia de S. Luis de la Punta.-15. El colegio máximo repara su iglesia y sus clases.-16. Considerable auxilio dado á Penco.-17. En el parlamento de Arauco se decreta la restauracion de las misiones.-18. Corto número de neófitos en las del Biobio.-19. Restablécese la mision del bajo Tolten.-20. Con poca disposicion de los indigenas.-21. Un P. recorre las tierras bautizando niños. -22. Progresos de Buena-Esperanza.-23. Y de las otras misiones.-24. Desgraciada muerte de Cano.-25. Su justo elogio.-26. Gobierno de Sanchez de Barreda.

1. La fundada confianza de la salvacion y del alto grado de gloria á que habria sido elevado en el cielo el P. Zúñiga consoló á esta Provincia, y sobre todo al colegio de Concepcion, que entonces mantenia y recibia en su comunidad dignos émulos de su virtud, celo y amor al trabajo. En él vivia á la sazon el P. Juan Pedro Mayoral, de quien haremos á su tiempo honroso recuerdo; y en aquel año el P. Ignacio García fué nombrado ministro de su seminario (1). Este establecimiento, floreciente en virtud y letras desde sus principios, recibió con la venida de este fervoroso P. un nuevo impulso, sobre todo en lo tocante à la virtud: principal ornamento de toda casa de educacion, y mucho más de un seminario conciliar. Es verdad que el de S. José no lo era exclusivamente, por no ser más que seis las becas fundadas; y aun dificultad habria para mantenerlas, por haber bajado los diezmos de aquella diócesis à siete mil pesos al año, con ocasion del alzamiento de los araucanos (2). Empero así los seminaristas como los demás colegiales, segun sus propios deseos y los de sus familias, aspiraban á una educacion sólida y eminentemente religiosa. Otro tanto podríamos decir del convictorio de S. Javier en Santiago, y á proporcion, de todos nuestros colegios.

2. En el año siguiente de 1728 fué nombrado asistente de la asistencia española el P. Sancho Granado, despues de haber sido Visitador y sucesivamente Provincial de Chile por más de seis años. Muy relevantes habian de ser sus prendas cuando lo nombraron para este elevado puesto, teniendo dicha asistencia tantos y tan buenos sujetos así en las Provincias de la península como en las otras del Asia y América. Mas el P. Granado no alcanzó á desempeñar este cargo, por habérselo llevado el Señor á otro puesto mucho más elevado

(1) Vida del P. García.—(2) Archivo nacional y P. Villarreal, Historia de Chile.

allá en la gloria, como de sus méritos y virtudes piadosamente lo creemos. Sensible es no poder insertar aquí su biografía por falta de datos; à lo que era, por cierto, muy acreedor, siquiera por los importantes servicios que prestó á esta Provincia en tiempo de la gran tribulacion, suscitada por las persecuciones externas y disensiones interiores, que son el cáncer más peligroso para las sociedades (1). Unamos nuestros votos á los de los PP. de aquella época, que rindieron afectuosas gracias al P. Granado por haberlas cortado de un modo paternal; y subsanádolas de manera, que no tuvieran tristes consecuencias.

3. Viniendo de ordinario la prosperidad despues de la tribulacion, como tras la tormenta viene la bonanza, comenzemos á ver la prosperidad de nuestra Provincia despues de las graves tribulaciones que la acababan de afligir. Ya hemos visto su honor reparado por la prudencia y celo del P., cuyos servicios, empleos y santa muerte acabamos de recordar. Su pobreza, verdaderamente extrema para muchas misiones, fué remediada en 1729 por una cédula, en que, reconociendo el Rey de España ochenta y un mil cincuenta y siete pesos de los ciento noventa y tres mil novecientos catorce de que á su real erario habia hecho cargo el P. procurador general de esta Provincia (2), segun dijimos en el núm. 20 del cap. X, se los mandaba pagar de las cajas de Lima, satisfaciéndole diez mil pesos cada año: el resto de aquella cantidad lo mandó pagar de las cajas de Chile en 1736, á ruego del P. Ignacio Araya procurador general.

4. En reemplazo de alguna de las misiones perdidas, diósele por acuerdo de la real junta del mismo año la de Tucapel, que desde el año 1691 al 1714 habia estado á cargo de los PP. franciscanos, renunciando estos solemne y espontáneamente cualquier derecho que pudieran tener á ella; y esto á instancias del cacique D. Miguel Melita (3). El P. Francisco Kuen fué su primer misionero; y por cierto que obtuvo los mejores resultados. A su tiempo veremos cómo esta mision fué una de las más provechosos de la Araucania.

5. El alzamiento de los araucanos comunicóse al fin á los pehuenches; que no obtuvieron ningun resultado, por no haber sido secundados por los fronterizos de la provincia de Cuyo. Así que, nuestros PP. continuaron á la otra banda de la cordillera tranquilamente sus ministerios; y fué una singular providencia de Dios en favor de muchas almas, que de lo contrario habrian perecido miserablemente, víctimas de la peste de viruelas, que, recorriendo todo el Reino de Chile, hizo los mayores estragos en aquella provincia. Felizmente tuvieron los caminos expeditos para recorrerla por todas partes en auxilio de los apestados, á quienes llevaban los medicamentos corporales al mismo tiempo que los espirituales. A no pocos salvaron verdaderamente la vida; á muchos más proporcionaron consuelos y alivio, ya que el Señor habia decretado su muerte; y á todos administraban los importantes auxilios de la religion, por medio de los santos sacramentos y de sus saludables consejos. En la ciu

(1) Archivo del ministerio del interior.—(2) Archivo del ministerio del interior.—(3) Carvallo.

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