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rato, mientras (1) aguardaba la merced real del canonicato de Santiago, para el que habia sido dignamente presentado, en premio de lo que habia trabajado con los araucanos. Tal fué el fin que tuvo el tan decantado proyecto de los clérigos misioneros. Estos dos varones apostólicos duraron pocos años en este penoso ministerio; y solo tuvieron entonces dos imitadores por un corto tiempo: no sabemos que despues haya habido en Chile ningun sacerdote secular que los imitara.

25. Más felices fueron los dos franciscanos establecidos en Tucapel (2), pues tuvieron quien les sucediera en aquella mision; y en el año 1694 vieron fundarse jurídicamente otra en Maquehua á cargo de su misma órden. Pero esta se acabó el año 1707, y aquella poco despues; y hasta el año de 1758 no volvió la órden seráfica á encargarse de mision alguna: y ninguna otra corporacion religiosa se ensayó siquiera en este laudable ministerio, por más que lo solicitaron Pobeda y sus ministros.

26. Las cuatro misiones, cuya fundacion acabamos de anotar, se hallaban en territorio verdaderamente araucano, lejos de las poblaciones, fuertes y plazas españolas; y sin tener por consiguiente à su lado los misioneros escolta militar, ni siquiera familia alguna civilizada, que les pudiera servir de amparo ó consuelo. Sin embargo, nuestros PP. vivian contentos entre las privaciones necesarias en tal situacion, y á pesar del contínuo riesgo à que tenian á expuesta su vida entre aquellos bárbaros. Con estas cuatro misiones y la de Culé, que se fundó cuatro años despues, y las anteriormente establecidas, se asistia á casi toda la indiada, excepto á los de Villarrica, Osorno, y Cunco. Los jesuitas no estaban quietos en su mision; cada uno de ellos recorria su jurisdiccion una vez al año por lo menos, y frecuentemente andaban de una á otra parte, para asistir á los moribundos (3). Ya dijimos anteriormente cómo los indios ofrecian con gusto sus hijos al bautismo. ¡Con cuánta mayor satisfaccion y consuelo se lo administraban los Padres! Tambien bautizaban á algunos adultos, sobre todo en artículo de muerte; aunque en verdad poco gustaban ellos de esta clase de conversiones, así como no gustaban de las de los clínicos (+) los PP. de la Iglesia en los primeros siglos; sin embargo, á su ejemplo, les administraban tambien el agua de salud, por no poder conseguir otra conversion más satisfactoria; y Dios manifestó más de una vez, con rasgos especiales de su providencia, que estas conversiones de última hora no siempre le eran desagradables. Además, se casaban algunos, y se confesaban otros estando en buena salud; y en sintiéndose gravemente enfermos lo hacian los más de los bautizados.

27. En este año de 1696 los PP. de Chiloé tuvieron sobrado que trabajar, no en catequizar nuevos indios, sino en auxiliar á sus neófitos; los cuales se vieron aflijidos otra vez con la horrorosa calamidad de las viruelas. Encendió

(1) P. Olivares, cap. xvi, § 4.—(2) Informe cronológico de las misiones, tomo 2.° Documento P. Mr. Gay.—(3) P. Olivares, cap. xvn, § 5.−(+) Clínicos se llamaba á los paganos, que, postrados en la cama por grave enfermedad, y con la muerte ya á los ojos, pedian ser admitidos en el seno de la Iglesia por medio del bautismo. (Nota del editor).

se esta tanto, que ninguna isla y tal vez ninguna familia quedó libre de ella. La gravedad y asquerosidad del mal por una parte, y el temor del contagio por otra retraian á muchos de servir á los enfermos, y huian de ellos aun sus más allegados por razon de amistad ó parentesco. Los de la Compañía tomaron á su cuenta tambien ahora el cuidado de las almas y de los cuerpos de aquellos infelices; á cuyo socorro volaban así de noche como de dia, repartiéndose en cuatro direcciones diversas de la ciudad y de sus contornos, y alojándose en el rancho en que los cogia la noche auxiliando algun enfermo (1). Otro tanto hicieron en los otros lugares de aquella isla, y en las demás de aquel archipiélago; acudiendo ya á una ya otra, segun el curso de la peste lo exigia; vadeando de continuo en débiles piraguas aquellos golfos inseguros y aquellos canales de rápida corriente, cuando las viruelas atacaban simultáneamente en diversas islas. Estos sacrificios solo podrá apreciarlos quien tenga conocimiento exacto de aquellos lugares. Si tan miserables y tan desprovistos estaban de lo más necesario á la vida del hombre civilizado en tiempos normales y de relativa abundancia, ¿qué seria en circunstancias tan calamitosas? El celo y caridad ardiente del jesuita arrostraba con todas las privaciones y con todos los sacrificios; y los soportaba no solo con serenidad de ánimo, sino con gusto y placer.

28. Esta terrible peste pasó al continente; y despues de haber hecho grandes estragos en los naturales, cundió tambien entre los españoles, recorriendo todo su territorio, sin perdonar la capital; ofreciendo en esta y en todas partes á los de la Compañía una ocasion oportuna para ejercitar su caridad. A la epidemia juntose la esterilidad de los campos; con graves perjuicios, no solo para los hombres, sino para los animales. Fué tal, por ejemplo, la mortandad de caballos, que el Gobernador tuvo que pedir mil, para reponer las pérdidas habidas en el ejército; y el cabildo de Santiago se vió en grandes apuros, para podérselos proporcionar. Mas aquel Señor, que vela cuidadosamente por los suyos, no solo proporcionó en tiempos tan difíciles à las casas de la Compañía lo preciso para pasar pobremente la vida, sino tambien para socorrer á los necesitados, ya con limosnas, ya con el estipendio de su trabajo, que pudo pagar fielmente á los muchos obreros que empleaba en la construccion de las iglesias del colegio máximo, de S. Borja y de S. Pablo; la cual, gracias á la buena administracion de sus procuradores, ni aun entonces se tuvo que interrumpir.

29. Este colegio, cuyo rector era el P. Nicolás de Lillo, habia comprado en el año 1690 al general D. Melchor de Carvajal y Sarabia, en cuatro mil pesos, (los tres mil trescientos pesos á censo en favor de los dominicos, y los setecientos pesos restantes en favor del P. Fr. Manuel de Toro mercenario, al cinco por ciento anual), la hacienda (2) llamada comunmente la Viña del mar; la cual contenia dos viñas al norte del estero de Margamarga, la quebrada de Reñaca, y el valle de Peuco. Este año de 1696 hizo otra más importante ad

(1) P. Olivares, cap. x, § 5.-(2) Archivo del ministerio del interior.

quisicion: fué esta la grande hacienda de Chacabuco, con sus casas, ganados y aperos de labranza, situada á doce leguas de Santiago, al norte, sobre el camino de Aconcagua; la que donó á la Compañía á 26 de Junio el capitan D. Antonio Martinez de Vergara, alguacil mayor del cabildo de esta capital. A este efecto, anulando en dicho dia su anterior testamento, declaró ser su voluntad libre y espontánea que todos sus bienes pasasen á la Compañía de Jesús; á la cual instituia su heredera, á fin de que, con la plata labrada, se costease para el colegio de S. Pablo una estátua de este santo, y una lámpara de dicho metal, que ardiera perpétuamente delante del santísimo Sacramento; y se le diesen cada año al mismo colegio cincuenta arrobas de vino; y que de lo sobrante se hiciese lo que habia comunicado al P. Antonio Aleman (1): á quien daba facultad de testar en su nombre, si aquella declaracion de su voluntad no tuviese bastante valor ante la ley.

30. Deseaba este piadoso caballero fundar una casa de misioneros, que recorrieran anualmente los valles de Lampa, Colina y Aconcagua, al modo que recorrian el partido de Promocaes los de Bucalemu; y que esta casa se estableciese en su hacienda de Chacabuco. Previendo las dificultades que los superiores podrian tener en admitir la tal fundacion precisamente en Chacabuco, y conociendo el deseo que tenian de trasladar la casa de tercera probacion á Santiago, no quiso expresar su voluntad en forma de testamento; contentandose con expresarla á dicho P. Aleman, á quien facultó confidencialmente, para que entregase aquella su hacienda al colegio de S. Pablo, para sosten de los PP. misioneros, y de los de tercera probacion; dado caso que no pudieran lograrse del todo sus deseos (2). Prohibido está en nuestro instituto el que los nuestros puedan ser testamentarios ó ejecutores de cosas civiles; mas en este caso se le permitió al P. Aleman, por ser ya del todo interior este negocio, desde que la Compañía habia sido jurídicamente instituida heredera de aquellos bienes por su legítimo poseedor; y porque este P. conocia à fondo las exigencias de la Provincia, y podria fácilmente arreglar tales asuntos con los actuales superiores de ella, y con nuestro muy R. P. General. En virtud, por lo tanto, de esta autorizacion, y convencido de que no convenia la tal fundacion en Chacabuco, por ser una simple hacienda de campo, declaró, ante escribano público (3) y los competentes testigos, que aquella hacienda debia entregarse, como en efecto se entregó, al colegio de S. Pablo; con obligacion expresa de mantener á los PP. que cada año deberian misionar por los lugares arriba dichos; dejando indeciso por entonces el punto de los de la tercera probacion, para declararlo cuando lograse allanar las graves dificultades que esto ofrecia. A su tiempo veremos cómo lo declaró.

31. Por aquellos años se estaba construyendo la nueva iglesia de S. Borja; á que probablemente daria principio el P. Francisco Ferreyra, que era rector

(1) Archivo del ministerio del interior.-(2) P. Olivares, cap. xi, § único.-(3) Como consta del expediente que se corrió en el año 1768, para que se costearan con el producto de las temporalidades las misiones que daban los PP. de la Compañía por diversos partidos de esta diócesis. Archivo del ministerio del interior.

de aquella casa en el año 1692, ó el P. Alciato, que habia sido su antecesor. En su rectorado este habia comprado á censo la hacienda de Pitama, y unas quinientas cuadras más de un tal Frias, contiguas á ella. El que continuaba la obra de la iglesia en el año 1695 era el P. Miguel Angel Serra, á quien el R. P. Provincial, en vista de los progresos que bajo su activa y acertada direccion espiritual hacian los PP. y H. de aquella casa, y de las relevantes prendas que tenia para gobernar, lo hizo simultáneamente prefecto de espíritu, maestro de novicios, director de tercera probacion y rector de ella. La experiencia probó el acierto de esta eleccion, progresando en gran manera el noviciado, no solo en lo espiritual, sino tambien lo material.

32. Sus posteriores adquisiciones no habian bastado à sacarla de apuros; antes bien los habian acrecentado por de pronto, á causa de tener que pagar los censos, y gastar mucho en poblar de ganados la nueva hacienda, y disponerla de manera, que á su tiempo pudiera ser productiva. Mas no por esto se acobardó el P. Serra, ni creyó que debia coartar en nada el espíritu limosnero de que estaba animado (1). Al contrario; mandó dar limosna á cuantos pobres concurriesen à la portería. A muchos de ellos se la daba por su propia mano; favorecia con generosidad y disimulo à no pocos vergonzantes; y repartia á otros infelices muchas camisas y vestidos, así para proporcionarles abrigo, como para atender à la decencia. Cuando alguno ponia reparo en su liberalidad, contestaba resuelto: Seamos liberales con Dios, que no nos faltará cosa alguna. No salió fallida su esperanza; pues que en todo su gobierno estuvo bien provisto el noviciado; y le sobraron, además, gruesas sumas, que invertir en el trabajo de su iglesia. Es verdad que esta es de una sola nave, de nueve á diez varas de ancho, y unas treinta y seis de largo; más por ser de cal y ladrillo, fué muy costosa. La obra salió bastante bonita para aquella época; y lo que más importa, muy sólida; como lo comprueba el haber resistido sin detrimento á tantos temblores y á la incuria de tantos años, como ha estado en manos extrañas y poco cuidadosas. El P. Serra no tuvo el consuelo de verla concluida; porque el Señor lo llevó á su gloria, segun prudentemente creemos, el 21 de Enero de 1697, á los cincuenta y nueve años de su edad y cuarenta de Compañía. Para pagar un corto tributo á los beneficios que á esta Provincia prestó, insertáremos su biografía en el capítulo siguiente.

(1) P. Machoni en sus Siete estrellas.

CAPÍTULO III

A. El P. Serra entra en la Compañía.-2. Sus ministerios en Europa.—3. Viene á América.-4. Es doctrinero en el Paraguay.-5. Sus obras en Córdoba y Sta. Fe. -6. Sus ocupaciones en Chile.-7. Sus virtudes.-8. Sus devociones y santa muerte.-9. Milagro de S. Francisco Javier.-10. Se comprueba juridicamente.-11. El Rey delibera sobre las cartas de Pobeda.-12. Real cédula en su contestacion.-13. Se recibe en Santiago.-14. Se tiene la junta de misiones.-15. No aumenta su número; y rebaja el sinodo.-16. Suprime los colegios incoados.-17. Se abstiene de recomendarles á los PP. misioneros el celo, y la formacion de pueblos.-18. Tampoco manda que no tengan propiedades.-19. Nada inmutó desde el artículo 3.o al 7.o —20. Mezquindad con que fundó el colegio de indios: no amparó á los de la Mocha. —21. En vano fundó clases de araucano.-22. Porqué se fundó en Chillan el colegio de indios.-23. Se inaugura con doce alumnos.-24. Sus progresos.-25. Fúndase la mision de Culé.-26. Número de sus indiadas, y su fruto.

1. Nacido Miguel Ángel Serra á 7 de Enero de 1638 de nobles y piadosos padres en la ciudad llamada Iglesias en la isla de Cerdeña, educóse en Cáller; y habiendo estudiado humanidades y retórica con los PP. de la Compañía de aquel colegio, pretendió entrar en ella. El P. Provincial rehusó por algun tiempo admitirlo, en razon de su poca salud; mas al fin se resolvió á ello, diciendo á sus consultores: ¡Ea, Padres! Recibámoslo siquiera para santo: tanta era ya la opinion que se tenia de su virtud. Comenzó su noviciado el 6 de Junio de 1656, y lo pasó con el mayor fervor. Hechos los votos simples del bienio, fué enviado á su patria á enseñar retórica; de donde volvió á Cáller á estudiar las artes y la teología.

2. Ordenado de sacerdote, tornó á enseñar por algunos años, con mucho aprovechamiento literario y espiritual de sus discípulos; y á más del trabajo de sus clases, hacia doctrinas y pláticas todos los domingos, no obstante de estar siempre enfermo; instruyendo y moralizando á las gentes pobres, que ordinariamente son las más necesitadas y menos atendidas. Este fué como el ensayo para las misiones; à las cuales dió principio en las campiñas de aquella isla, con tanta mocion de los pueblos, que à él lo llamaban Elías, y á su compañero Enoc. Aunque el buen P. Miguel Angel, buscando únicamente la mayor gloria de Dios, huia de todo lo que pudiera acarrearle alguna honra, se granjeó, sin embargo, el universal aplauso de aquellas gentes, que quedaron prendadas de su relevante mérito. Tan pronto como él lo reconoció, trató de evitar esta estimacion y aplauso, no retirándose del ministerio, sino buscando un lugar retirado en que pudiera ejercitarlo, libre del aura popular; por lo cual pidió y consiguió venirse al Paraguay con el P. procurador Altamirano. 3. Por Agosto de 1672 salió de Cáller á escondidas; disponiéndolo así los superiores para evitar el alboroto que con su salida se habria ocasionado. Llegaron felizmente á España; y no hallando pronto pasaje para América, se re

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