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y dignidad y cargo del oficio; que yo, por el que tengo, juzgo cumplir en esta parte con significar por ésta lo que siento, que es sólo el ver la falta de vnion y charidad, y desear que introducida ésta, y exiuidas las raizes de las discordias con otros más verídicos ynformes a la Silla Apostólica, ésta determine los medios más favorables para la conuersion de este reyno, embiando ministros de espiritu, virtud y zelo de las almas, que es lo único que esta Mision necesita y Dios de nosotros espera, sin dar ya más crédito a ynformes que no vayan llenos de zelo y espíritu de la mayor gloria de Dios y bien de las almas, quales son los que hasta ahora, si no de todos, an sido dados por muchos, llenos más de carne y sangre que de la charidad de Jesuchristo, la qual, segun la define San Pablo non est ambitiosa, non quaerit quae sua sunt, sed quae Jesuchristi (1). Pido y oro al Señor tal nos la dé a todos, para que ya jamás se oiga en la China, ego sum Pauli, ego sum Apolli, ego sum Cephae (2), adonde se sigue el nunquid divissus est Christus (3), si sólo se verifique el que todos vnidos in vinculo pacis, honorificemus Jesum Christum Dominum nostrum.»

Como ya se ha dicho, estas Misiones empezaron a apaciguarse en 1698 con motivo de la nueva división de los obispados y vicariatos apostólicos de China que Inocencio XII hizo en 1696; pero hasta el año de 1699, en que los misioneros españoles recibieron instrucciones de los Provinciales de Manila, no se pudieron poner en práctica las nuevas disposiciones de la Santa Sede.

Por lo que atañe a los Franciscanos, el día 6 de Enero de 1699 el P. Jaime Tarín, comisario de la Misión, escribió al Padre Provincial manifestándole la conveniencia de que todos los Provinciales de Manila resolviesen la forma en que sus súbditos debían quedar en la China, tomando en consideración los nuevos decretos de la Silla Apostólica. He aquí sus palabras (4):

(1) I Cor., XIII, 5,

(2) 1 Cor., I, 12. Ego quidem sum Pauli, ego autem Apollo, ego vero Cephae.

(3) 1b., 13.

(4) Carta del P. Jaime Tarín de 6 de Enero de 1699, autógrafo del AP, sig. Caj. 11, leg. 2, n. 1.

El Rdo. P. Fr. Aluaro de Benauente, aora nueuamente electo obispo y Vicario Apostólico para la China, tiene escrito varias cartas pidiendo el pareçer de todos para acceptar el obispado, y aunque no necessita de consejos para acceptar la carga, pues sabe muy bien qué cosa es la China, a todos nos pareze el que conuiene que accepte y venga luego, pues sin él tendremos trabajo todas las Missiones de Manila con la nueua determinacion de Roma, assentando los obispados de Portugal en las seis prouincias que les dexan, y las otras nueue repartiéndolas en Vicarios Apostólicos. Antes que venga el Rmo. Sr. Obispo Fr. Aluaro, era puncto muy esencial el que todos los Prelados de Manila que aquí tienen sus Missiones, assentaran el estilo que emos de tener los españoles con los señores Ordinarios de Portugal en las yglesias nuestras que caen debaxo de su jurisdicion. Y tambien en qué punctos emos de estar sujetos a los Vicarios Apostólicos en sus vicariatos; pues lo que ay se determinare, esso aurán de seguir todos los missionarios y no aurá confusion en opiniones y dictámenes particulares, porque aora es el tiempo en que se asientan las cosas de jurisdiccion en estas Missiones».

Habiéndose puesto de acuerdo los Provinciales de Santo Domingo, San Agustín y San Francisco, viendo que ya no ofrecía género alguno de duda que la jurisdicción de los Vicarios Apostólicos franceses habia cesado en las provincias de Kwang tung y Kwang-si, por haber sido asignadas al Obispo de Macao, resolvieron que debían los misioneros someterse sin reservas a dicho Sr. Obispo de Macao, lo que con sumo contento hicieron los Franciscanos, como dice el P. Jaime Tarin en carta que escribió al P. Provincial el día 25 de Abril de 1700, con estas palabras (1): «Agora se ofrece el dar noticia a V. C. de otros punctos más esenciales que tenemos pre manibus en la Mission, con la entrada del Sr. Ascolosense (2). Luego que llegó a Canton, después de las cortesías y agasajos necesarios y leídas las cartas de V. C. y demás Prouinciales de estas Missiones y oidas tambien las razones del Sr. Obispo Ascolo

(1) Tarín, carta de 25 de Abril de 1700, Autógrafo del AP, sig. cit.
(2) Ilmo. Sr. D. Fr. Alvaro de Benavente, O, S. A., obispo titular de Askalán.

sense, todos nos dimos por contentos en seguir las ordenaciones de Manila.

» El primer negocio de ajustarnos con el Sr. Obispo de Macao de pedir sus licencias para administrar, sin las quales no se podía proseguir adelante en la administracion, ya, gracias a Dios, quedamos en paz, quedando el Sr. Obispo de Macao satisfecho con las cartas que de ay le escriuieron y las que de aquí se le han escrito a Su Señoria, y assí ia no ay controuersia en este puncto, sino que estamos en paz haziendo nuestro ministerio» (1).

El P. Pedro de la Piñuela, nuevo comisario provincial de la Misión, con fecha 8 de Mayo de 1700, escribía al Provincial desde Macao (2): «Primeramente digo que los dos despachos de V. C. tengo receuidos, y en quanto a los puntos que assi en mi carta uienen inclusos, como en la Patente pastoral están expressos, he procurado que se dé puntual cumplimiento a tan religiosos y no molestos órdenes y mandatos, embiando a todos los religiosos el tanto a la letra de la Pastoral, y despues añadiendo otros puntos que son del orden de V. C. y está sólo inclusos en mis cartas, y juntamente alguna otra cosa que yo añadi de mí mismo...

» Con la venida del Ilmo. Sr. D. Fr. Aluaro de Venauente tuue noticia de las cartas que assi V. C. como el M. R. P. Prouincial Fr. Francisco de Zamora (3) escriuieron al Sr. Obispo de Macao, de donde y segun el intento se tomó el motiuo para escriuir a dicho señor. La que yo le escriui, que era en estilo religioso y politico, aunque siempre con algun resguardo, se la ley al Sr. D. Fr. Aluaro, al qual sumamente le agradó; mas al Sr. de Macao le entraron sus escrúpulos en dos puntos, y aunque respondió cortés y fauorable, aun no concedía absolutamente la licencia. Repeti segunda carta, a que respondió dando a entender lo satisfecho que quedaba y lo propicio que nos sería, deseando que se olgaria que tuuiéramos muchos priuilegios y los gozássemos, pues no siendo contra la jurisdicion

(1) Fr. Francisco de Zamora, O. S. A., véase ELVIRO J. PÉREZ, 1. c, pág. 140. (2) Fr. Pedro de la Piñuela, carta del 8 de Mayo de 1700. Autógrafo del AP., sig. Caj. 11, leg. 2, n. 4.

ordinaria, se olgaua dello. Y auiéndole yo embiado una nómina de los religiosos que estáuamos en esta prouincia, no se siguió por ella, si que la embió general para todos los nuestros que llegaren a su jurisdicion; y assi concedió más de lo que se le pidió. Es tambien que nosotros algo hemos cedido de nuestros priuilegios; mas atendiendo a las cosas como están oy en todas las Missiones, nada es. Yo he quedado tan contento y satisfecho en ver este punto tan árduo y escabroso concluido en mi tiempo de comission, que más no puede ser, y que debo tenerlo por timbre, aunque no se haga otra cosa. Con los demás señores Obispo y Vicarios Apostólicos vamos con toda prosperidad, que aunque me falta de uno reciuir carta, no me pareçe responderá aduerso».

P. LORENZO PÉREZ,

O. F. M.

(Concluirá.)

Proyecto de Cruzada franciscana

durante la guerra de Candía

Ardía intensamente en 1654 la guerra entre la República de Venecia y la Sublime Puerta. Estaba ésta empeñada en enseñorearse a todo trance (1) de la isla de Candia, punto estratégico sabiamente escogido para las grandes conquistas que imaginaba realizar; y al efecto, en 1645, valiéndose del pretexto de querer castigar a los Caballeros de Malta por haberle saqueado un navio, desembarcó en la isla sus feroces tropas y ciñó la capital con estrecho sitio. Corrió Venecia a defender su colonia predilecta, y así empezó la guerra sangrienta que debía señalar el principio de la decadencia de la poderosa Reina del Adriático. Impulsadas por su fanatismo religioso, nuevas tropas turcas acudían continuamente a la guerra de todas las regiones del grande imperio, mientras que la República de San Marcos tenía que tocar a rebato, pidiendo socorros a sus vecinos, a los demás Principados italianos y aún a las potencias extranjeras, como Francia y España (2), las cuales, si al principio mandaron algunos refuerzos, no tardaron en escuchar con glacial indiferencia los fatidicos acentos de la Ciudad de las lagunas; otras guerras sangrientas ocupaban toda la atención de ambas naciones rivales.

En 1654 la campaña de Candia iba tomando peor cariz

(1) Sobre la guerra de Candía, véase SISMONDO SISMONDI, Storia delle Republiche Italiane, t. III, Prato, 1864, pág. 777; MURATORI Annali d'Italia, t. XI (1601-1700), Monaco, 1764, años 1615 y sigs.; JERÓNIMO BRUSONI, Historia dell'ultima guerra tra veneziani e turchi. Venecia, 1673.

(2) En cuanto a España, en los Regs. de las Nunciaturas de España y Venecia de este tiempo hay interesantes noticias sobre las gestiones hechas por la República para obtener socorros de Felipe IV por mediación de la Santa Sede. Véase especialmente en el Reg. Nunz. Spagna, n. 105.

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