Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tulo de médico en el caso de los que ejercen ilegalmente una profesión liberal.

VIII. Deben prohibirse de un modo absoluto las exhiciones públicas de los llamados sujetos así como los gabinetes de sonámbulas.

IX. No debe permitirse á la pedagogía utilizar el hipnotismo como procedimiento educativo. En todo caso el médico es quien puede resolver el problema de corrección de ciertos impulsos ó tendencias viciosas, por medio de la sugestión.

X. Deben carecer de verdadero valor legal las declaraciones hechas por un procesado, sumido en un sueño hipnótico ó sonambúlico, y no se intentará en modo alguno indagación de este género que no esté provocada por una comisión de médicos especialistas.

XI. Los procesados reconocidamente sonámbulos ó hipnotizados en distintas ocasiones, serán estudiados por los médicos legistas para indagar cuantos particulares puedan relacionarse con la comisión del delito de que son acusados.

XII. El estudio hecho por la ciencia médica de los fenómenos del hipnotismo y sugestión, no solo tiende á destruir las preocupaciones y errores que todavía, por desgracia, perturban el espíritu público, sino que conduce. á vigorizar la voluntad humana, señalando los peligros que acarrean las sugestiones conscientes ó inconscientes que han amenazado y amenazan al hombre, y procurando, en fin, que nuestra generación sea ahora más que nunca fuerte y sana, mental y físicamente, y sobre todo inteligente y libre.

Monografia acerca de la difteria, por D. Francisco de P. Salgado y Faura, Licenciado en Medicina y Cirugía, con un prólogo del Dr. Calatraveño. Madrid 1889. La Monografía del Sr. Salgado está consagrada al estudio de la diftería en sus dos principales manifestaciones: laringitis diftérica ó crup y angina diftérica, consignando préviamente los datos históricos acerca de esta enfermedad, y un ligero bosquejo sobre los micro-organismos.

Los principales capítulos de este trabajo están dedicados al estudio de la anatomía y fisiología de la laringe; á la descripción, etiología, anatomía patológica, síntomas, curso, diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la laringitis diftérica y al estudio de la angina de la misma especie.

Contiene también este trabajo una exposición muy provechosa de algunos casos prácticos.

La Monografía del Sr. Salgado, va precedida de un buen prólogo en que se traza á grandes rasgos el plan de la obra, debido á la fecunda pluma del Dr. Calatraveño.

HE DICHO

[graphic][merged small][merged small]

La expulsión de los moriscos españoles,

por el Señor Don Manuel Danvila

PRIMERA CONFERENCIA

(4 de Febrero de 1889.)

EÑORES: Vivo está en la memoria de todos el recuerdo de aquella noche, tan grata como inolvidable para el Ateneo, en que su dignísimo Presidente inauguró las conferencias del actual curso, presentando á vuestra ilustrada consideración, aquella serie de interesantes relatos, de encantadoras descripciones y de juicios claros, serenos y profundos, acerca de una de las más enmarañadas épocas de nuestra historia nacional. Pero aquel triunfo del talento de un hombre insigne, creó una difícil situación para las medianías, que no pueden presentar ante vuestros ojos más que el resultado de su laboriosidad y su buen deseo, para haber aceptado un puesto de honor en estos verdaderos certámenes de la inteligencia. Así y todo, se trata de un compromiso que no es posible rehusar; y al empezar esta serie de conferencias acerca de un hecho interesantísimo de nuestra historia, mi primer cuidado es solicitar vuestra indulgencia, tanto más seguro de obtenerla, cuanto con mayor sinceridad declaro que la necesito.

La historia de la patria española, ofrece al crítico y al filósofo anchos y dilatados horizontes que recorrer; la crítica, aquilatando los hechos, y la filosofía investigando sus causas, contribuyen por diversos caminos á la averiguación de la verdad, que es la base de la histo

ria. Pero la narración de los hechos históricos viene sufriendo, desde mediados del presente siglo, una transformación esencial; antes, á los cronistas é historiadores les bastaba la mera narración, transmitida y copiada las más de las veces, de una en otra generación, sin que nadie se cuidara de penetrar en el estudio de la crítica histórica; pero ya, desde la mitad del presente siglo era necesario, como lo había dicho el insigne Durán en su Romancero general, documentar lo que se afirmaba, y esta es la moderna tendencia, que exige á todo historiador la prueba de lo que asegura. Esta es la tendencia, este el carácter que viene desenvolviendo la crítica histórica; pero cualquiera que haya dedicado sus ocios ó sus aficiones al estudio de la historia, ha tenido que tropezar con el inconveniente del mal estado de nuestros archivos y de la falta de la publicación de documentos inéditos, para basar sobre datos ciertos, el juicio que hubiera de emitirse acerca de ciertos y determinados sucesos. España en esta parte, como en otras muchas, viene bastante atrasada; sus archivos, comenzando por el de Simancas, son depósitos de grandes preciosidades; el de Simancas, como el de Alcalá, el Histórico nacional y otros, encierran tesoros para el hombre estudioso; pero desde hace algún tiempo, esos archivos son también almacenes ó depósitos de los papeles administrativos del Estado, y los empleados que á su frente se hallan, no pueden dedicarse á la organización de los documentos históricos, porque tienen que prestar otra clase de servicios en la esfera administrativa. Basta decir, por ejemplo, que en el archivo de Simancas, que conserva toda la documentación relativa á la dominación de la Casa de Austria, solo se han redactado hasta el presente, las papeletas de setenta legajos de papeles de Estado, cuando son seiscientos ó setecientos los legajos de esta índole que en dicho archivo se conservan, para que comprendais que la situación de los archivos, que nuestro célebre Riol juzgaba ya severamente hace bastantes años, deja hoy mucho que desear.

Nada especial digo del archivo general central en Alcalá, que como inmediato á la corte, es depósito de todos los papeles inútiles y residuos de los Ministerios; y en cuanto al archivo Histórico nacional, que como sabeis encierra tantas preciosidades como el Gobierno recogió de los extinguidos conventos y comunidades religiosas, reune una inmensidad de legajos, de pergaminos y de documentos inéditos, cuyo contenido nadie conoce, y que indudablemente, si se publicaran é interpretaran, constituirían un tesoro, ó mejor dicho, un raudal de tesoros para escribir la historia patria.

Se necesitará, pues, llamar muy seriamente la atención de todos los Gobiernos para que se preocupen un poco más de organizar nuestros archivos nacionales, sin lo cual toda investigación resulta no solo cara, muy cara, sino también muy difícil, porque hay que abandonar el trabajo y la residencia habituales para ir á buscar en Simancas, en el Archivo general central, en el Histórico nacional, en las casas de los Grandes, en los archivos de los Ayuntamientos, en diferentes puntos donde están dispersos y desconocidos, datos que muchas veces modifican ó rectifican por completo puntos importantes de la historia, atribu. yéndoles un carácter completamente diverso de aquel con que los hemos venido oyendo, leyendo y explicando hasta el presente.

Análogas consideraciones podría también hacer respecto de la falta de una publicación especial que tienen todos los países, como Italia, Francia, Bélgica, Portugal y otros, donde el Estado se ha cuidado mucho de dar á conocer los documentos inéditos por reinados ó por épocas, para facilitar, á los que emprenden esta clase de estudios, el conocimiento de preciosos documentos, merced á los cuales han podido escribirse las obras de crítica histórica que todos conoceis. Nosotros, fuera del antiguo Memorial histórico y de la publicación de Saenz de Baranda, que después continuó Torres de Mendoza y ahora prosigue la Academia de la Historia, no contamos con una publicación especial de documentos inéditos bastante completa y bien organizada por reinados y conceptos dentro de cada reinado, para facilitar el estudio de la historia de España. Así es, que para tratar de cualquier acontecimiento de los que tan rica es la historia de nuestro país, hay que comenzar por hacer esfuerzos y gastos de gran cuantía, y dedicar todo el tiempo y toda la actividad de que sea capaz el más entusiasta aficionado, á fin de poder investigar datos y documentos, que es la primera necesidad que se siente al querer estudiar ó escribir sobre historia, si se ha de seguir la corriente general, la corriente que domina ya en todas partes, de que no se trate un solo hecho histórico sin poner la prueba al lado de la afirmación que se haga; es decir, que ya no se cree á nadie por su palabra, que tratándose de historia el que no prueba lo que dice no sea creido; y esta tendencia que responde perfectamente á las exigencias críticas y filosóficas de los estudios históricos, es la que ofrece mayores dificultades para esclarecer cualquier fenómeno ó hecho histórico, de los que está ricamente dotada nuestra historia nacional.

Hace muchos años, señores, que me preocupa grandemente el estudio de una cuestión, que desde los comienzos del siglo XVII hasta el presente, ha merecido la atención de los escritores españoles y extranjeros, y que representa, á mi juicio, uno de los hechos más importantes de la historia de España; me refiero á la expulsión de los moriscos españoles. Este tema ha merecido desde hace muchos años mi atención, mis investigaciones y mi constante actividad. Trazadas tengo las líneas para escribir un libro que no ha de tardar mucho en ver la luz pública: pero he creido que al comprometerme á dar unas conferencias en el Ateneo de Madrid, nada podía seros más grato que disfrutar las primicias, digámoslo así, de mi trabajo, presentando á vuestra consideración en varias conferencias el estudio de ese suceso importantísimo: tan importante, que no es posible atribuirlo ni á motivos personales ni á inspiraciones divinas, ni á las exigencias de un Arzobispo de Valencia, el Beato Juan de Rivera; porque en una nación como España, que ha estado siempre tan falta de brazos, donde hay una desproporción tan grande entre la extensión de la tierra cultivable y el número de hombres que la cultivan, es cosa demasiado fuerte creer, que por causas de familia, por preocupaciones religiosas, ni por razones de un orden secundario, haya habido un Monarca español que se atreviese á expulsar de la Península, á arrojar á las playas africanas 500.000 hombres que en su inmensa mayoría eran inteligentes labradores y han merecido las simpatías de todos cuantos han estudiado este suceso. Lo repito, 500.000 hombres no se lanzan de España sin una causa grave, profunda, sin

una causa que no dependa únicamente de la antipatía ó animadversión de ningún personaje, sino que por el contrario tenga su fundamento en la razón de Estado, si bien no ha de negar que la razón de Estado ha sido frecuentemente motivo ó pretexto de grandes injusticias.

Me propongo, pues, en las varias conferencias que me he comprometido á dar en el Ateneo de Madrid acerca del indicado tema, desarrollar los siguientes puntos. En la primera, el estado de las causas originarias de esta expulsión, examinando el suceso desde D. Jaime I de Aragón hasta los Reyes Católicos. En la segunda, tercera y cuarta, lo que aconteció respecto de este mismo acontecimiento durante los reinados de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II. Y en la quinta, si me prestais vuestra benevolencia, terminaré el examen del mismo suceso dentro del reinado de Felipe III, que es quien decretó la expulsión en 1609, con las consecuencias políticas y económicas que produjo.

Yo bien sé que queda aquí una gran laguna para explorar y que me preguntareis: Si de tan antiguo y tan largo tomais el suceso, ¿por qué no comenzais la historia de los moros en España desde la invasión de los árabes, en el año 711? Porque conozco mi insuficiencia, os contestaría, y porque creo que la época de los moros españoles no deben examinarla más que los arabistas, que están hace medio siglo restableciendo muchos de los hechos ignorados, dando lugar á que en el extranjero se hagan grandísimos elogios de las especialidades que España posee para estos estudios, y que se llaman los Gayangos, los Saavedras, los Coderas, los Fernandez y Gonzalez, los Simonet, los Riberas y tantos otros como ilustran los anales de los tiempos de los árabes en España. Es necesario, pues, dejar á estas eminencias el estudio de esta época, todavía no bien delineada ni esclarecida, y cuando por virtud de los esfuerzos de los talentos de todos estos compañeros ilustres, se haya recompuesto y reorganizado la época árabe, entonces será ocasión de que los profanos entremos á examinarla, apoderándonos de los conocimientos ajenos para enlazarlos con los propios.

Pero tampoco es posible penetrar y venir á concretarse al reinado de Don Jaime I de Aragón, como primer eslabón de la cadena que forma el asunto de que voy á ocuparme esta noche, sin decir algo de lo que á mi juicio representa esa invasión árabe y de lo que significan aquellos hombres refugiados en los riscos de Asturias, que dieron origen á la Monarquía española, en virtud de unos principios que constituyen la historia nacional. Cuando por la traición de los hijos de Witiza y por la corrupción del imperio godo, vino Tarik á España, y como ola avasalladora inició la dominación en toda la Península; cuando se presentó aquel fenómeno, para el historiador inexplicable, de una nación que se deja subyugar de tal modo que sus hijos se convierten en súbditos de los árabes, que tan fácilmente ocupan todo el territorio, respetando las leyes, las costumbres, los bienes y todos los derechos de que gozaban los antiguos españoles; cuando se ve esto, cuando se examina este acontecimiento y cuando se contempla que solo en las montañas de Asturias los nobles godos se reunen, se conciertan y se refugian sin más lema ni bandera que una cruz, para proclamar la independencia de la patria y comenzar la reconquista de España, y que

« AnteriorContinuar »