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Pasa después el Dr. Gimeno á considerar la sociedad en sus analogías con el organismo individual, señalando su anatomía, su fisiología y por ende la patología, igual en la sociedad que en el individuo, y más importante y digna de atención en aquella que en éste, pues si grande es el deber de velar por la conservación del individuo, más grande es, á todas luces, el de mirar por el bien de la pluralidad.

Reconoce que, prescindiendo de ciertas exageraciones, la escuela positivista ha estado afortunada al establecer la igualdad entre los organismos individual y social.

Aduce como uno de los fundamentos en que debe apoyarse la concepción de una Medicina social que, así como existen células, que unidas entre sí constituyen tejidos distintos, según la naturaleza de aquellas; así, reuniéndose los individuos, se llega á la formación de pueblos y, por lo tanto, á la formación de la Sociedad.

Para demostrar que todo cuanto pudiéramos decir de la anatomía y fisiología individual tiene aplicación á la social, aduce el siguiente juicio: El elemento que vive, se nutre, nutrición que es debida á diferentes substancias que, venidas del exterior, han de transformarse en un alimento apropiado y, según sea la naturaleza de esta substancia, así han de ser sus manifestaciones. Aplicando esto á la Sociedad, no se extrañará que Geoffroy Saint-Hilaire haya afirmado que Inglaterra no dominaría tantos años sobre los indios si no fuera por la diferencia tan notable que existe entre la alimentación de ambos pueblos, que, mientras los ingleses tienen una alimentación excesivamente nutritiva, que podría relacionarse con las ámplias manifestaciones de su actividad social, en cambio los indios, merced á la deficiencia de los principios nutritivos, constituyen una raza apática y lánguida, cuyas manifestaciones sociales son insignificantes.

Estudia después otra serie de razones que demuestran claramente la referida similitud, evocando á este fin los recuerdos de la teoría, de la evolución y de la selección.

Entiende y demuestra que existe una patología y una clínica social, cuyo libro es la Historia, que hasta el presente no se ha ocupado de estudiar más que la sintomatología, olvidándose ó descuidando la patogenia, cuestión importante, y de la que ya parece ocuparse la Filosofía de la Historia.

Considera el orador que, tanto las guerras como las emigraciones, las revoluciones y el hambre, no son sino entidades morbosas que constituyen una buena parte de la patología social.

Termina el Dr. Gimeno su conferencia, asegurando que las leyes, reguladoras de la vida, de los pueblos y las Constituciones que los rigen, son otros tantos medios que pueden emplearse, sabiamente dirigidos, como poderosos modificadores higiénicos y terapéuticos de la patología social. La conferencia del Dr. Gimeno fué muy aplaudida y celebrada.

Bibliografía y Prensa

La auscultación y la exploración eléctricas.-Por Hipólito Guiu Gutierrez, Médico-Cirujano.

Una nueva y, al parecer, interesante aplicación de la electricidad á la patología ha conseguido el Sr. Guiu Gutierrez, á juzgar por los conceptos que encierran las curiosas notas que ha tenido á bien remitirnos, y de las que damos conocimiento á nuestros lectores.

«No es mi ánimo, dice el citado Profesor, tratar de las diversas aplicaciones del fluido eléctrico á la curación de algunas enfermedades. Basta recordar los satisfactorios resultados obtenidos con tan interesante agente en el tratamiento de algunas afecciones del sistema nervioso, especialmente las caracterizadas por paralisis y trastornos de la sensibilidad (anestesias).

Pero, si bien es verdad que la Medicina no ha dejado de utilizar las provechosas y útiles aplicaciones de la electricidad, en lo que á la terapéutica se refiere, no sucede ciertamente lo mismo en lo que atañe á su aplicación como poderoso auxiliar del diagnóstico, muy particularmente tratándose de la investigación de enfermedades que radican en organos poco asequibles, por su situación anatómica, á nuestros sentidos.

Alentado por la consideración de la importancia que encierra el mayor acopio posible de elementos que tiendan á aumentar los medios de exploración en el terreno de la patología y de la clínica, no ha dudado ni un momento el referido profesor, en dar á conocer el resultado de sus experiencias, con respecto á la aplicación de un aparato amplificador, de los ruidos cardiacos, pleuríticos y abdominales, cuya utilidad puede ser indudablemente reconocida, tanto más, cuanto que son bien sabidas las deficiencias que en la apreciación de estos ruidos, tanto normales como patológicos, se observan con el uso de los actuales medios de auscultación que poseemos.

Cuando tuve ocasión, dice, de conocer y admirar los maravillosos aparatos destinados á trasportar á grandes distancias la palabra y la música, lo primero que se me ocurrió, como creo sucedería á otros muchos, fué el pensar, si aplicados estos instrumentos á nuestro cuerpo, podrían exteriorizar la multitud de ruidos que en nuestros órganos se producen, y sustituir con ventaja á los antiguos estetoscopios destinados á este objeto.

Inmediatamente comencé mis ensayos, empleando una serie de micrófonos de varios sistemas, con la idea de ver cuál era el más sensible de todos. Sucesivamente he experimentado los aparatos de los autores siguientes, que cito por ser muy conocidos: Berthon, Ader, Hugues, Blak, Darsonval, Edison, Mildé, y otros con algunas modificaciones de los anteriores. Como todos saben, estos micrófonos son: unos de polvo de carbón, otros, de carbones poco movibles colocados en forma de parrillas, otros, en fin, de carbones fijos con polvo de carbón intermedio, pero, todos responden á la misma idea: recepción de las vibraciones del sonido por el carbón y trasmisión de las mismas á la corriente eléctrica, que á su vez las reproduce fielmente en la placa vibrante del teléfono.

Partiendo de esta verdad indiscutible, claro es que, teóricamente, de

bía obtenerse un resultado satisfactorio con cualquiera de los aparatos dichos, pero, ¡cuán grande fué mi decepción! La construcción de estos micrófonos está destinada sólo á trasmitir las vibraciones de la palabra y de la música, pero no los ruidos sordos y casi apagados que nuestras vísceras producen.

Además, en los micrófonos ordinarios, el sonido impresiona directamente el carbón, ó á lo sumo, con el intermedio de una ligera placa de madera que también vibra, mientras que en nuestro cuerpo hay una pared de malísimas condiciones para trasmitir sonidos, dadas sus cualidades de blandura y espesor.

Necesitaba, pues, un cuerpo sensible á los ruidos más insignificantes, de poco peso y que trasmitiera bien las vibraciones.

Y después de algunos ensayos, observé que lo mejor de que podía haser uso, era el aire; pero faltaba la segunda parte; necesitaba un mecanismo de una sensibilidad tal, que respondiese al movimiento ondulatorio de la masa gaseosa y la trasmitiese al teléfono.

Pensando en la mejor manera de resolver el problema, pasó como una ráfaga por mi imaginación el aparato del oído humano; traté de copiar en lo posible la admirable construcción de la naturaleza, y obtuve un éxito lisonjero. Y, efectivamente; el aparato que presenté é hice funcionar en la sesión del Ateneo Antropológico, tiene alguna semejanza con nuestro oido, que describiré brevemente si se me perdona la comparación.

El pabellón de la oreja está sustituido por una especie de trompeta; el conducto auditivo externo, por un tubo flexible que comunica con una placa vibrante que podría compararse á la membrana timpánica; en el hombre las vibraciones de esta membrana son trasmitidas á una cadena de huesecillos; también en el aparato hay un sistema mixto de carbones y puntas de platino que reciben las vibraciones de la placa, las cuales modifican la corriente eléctrica que pasa por los carbones, y á su vez se amplifica en un aparato inductor que hace el papel del caracol, conductos semicirculares y fibras de Corti para arreglar y purificar el sonido.

De este aparato inductor parten los hilos que, como los nervios acústicos, van á terminar á un receptor final que aquí es un teléfono y en el hombre es un cerebro (1).

No doy por ahora más detalles, hasta que reciba la sanción oficial y personal, tanto de Centros científicos como de ilustres profesores.

Con respecto á mis experiencias sobre dicho aparato, sólo diré que su sensibilidad es extremada; se perciben no sólo los ruidos pulmonares y cardiacos, sino también los producidos por el roce de la sangre en los vasos y por la contracción muscular, pudiendo servir como un verdadero miófono para estudiar las degeneraciones y cambios de extructura de la fibra contráctil; y, en fin, todos los ruidos normales ó patológicos que puedan producirse en nuestro organismo.

Tengo la seguridad de que algunos me objetarán que no es conveniente la amplificación de los ruídos, á lo que contestaré que puede graduarse á voluntad y, sobre todo, así como se educa el oido en el estetóscopo ordinario, puede adquirirse el hábito este, auscultando primero á individuos sanos y comparando después con los enfermos.

(1) Un diminuto acumulador suministra la corriente.

Es cuestión de práctica, como sucede con el microscopio.>>

De desear es quede comprobada por sucesivas experiencias la utilidad del aparato descrito ó ideado por el Sr. Gutierrez, el que, de todos modos, ha demostrado su laboriosidad, sus conocimientos y su entusiasmo por el progreso de la ciencia que cultiva.

Tiene en estudio, y del resultado de sus experimentaciones ofrece dar cuenta, una sonda eléctrica (que presentó también en la ya citada Sociedad), para la investigación de cálculos, proyectiles, etc., y otros aparatos en construcción, que servirán para la iluminación eléctrica de las cavidades orgánicas, como la vejiga de la orina, intestino, vagina, cuello uterino, etc., y, si logra vencer algunos obstáculos de construcción, el exófago y el estómago.

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La talla hipogástrica en el tratamiento de los cálculos vexicales.— El Dr. Azcarreta ha publicado recientemente, en un folleto, las conclusiones sostenidas en la tesis presentada por él al Congreso médico de Barcelona, que son las siguientes:

La litotricia moderna tritura la inmensa mayoría de los cálculos vexicales.

Los que son superiores á sus fuerzas, exponen á terribles complicaciones si son extraídos por el periné.

-Su extracción es sencilla y casi inofensiva por el hipogastrio.

-El cirujano que, en frente de una piedra triturable practica la talla perineal, comete una falta gravísima, pues su enfermo puede ir englobado en la diferencia de 2 á 12 por 100 de mortalidad en favor de la talla por el periné.

-El operador que, debiendo extraer una piedra mayor de cinco ceutímetros, acude á la vía perineal, comete un crimen de lesa cirugía.

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Extracto de la conferencia dada en el Ateneo de Madrid, por el Sr. D. Eduardo de Saavedra

Una de las divisiones más importantes de la raza berberisca, la de los benegas, habita desde tiempo muy remoto la mitad occidental del gran desierto, donde paga su repugnancia á toda sombra de yugo con las penalidades de una vida azarosa y casi siempre miserable. Á mediados del siglo XI de la era cristiana, un jefe de tribu hizo la peregrinación á la Meca, y la instrucción religiosa que recibió en el viaje, no menos que el conocimiento de la situación política de los diversos estados africanos, le hizo concebir la idea de organizar su gente, empezando por enseñarles las prácticas de la religión mahometana, que conocían apenas de nombre. Asocióse con él para tal empresa, cierto doctor de la tribu vecina de Guezula, que habita en el Sus, pero desalentado por el escaso fruto de sus predicaciones en aquella gente casi idolatra, y falto del necesario apoyo por la muerte de su compañero, resolvió marchar al extremo meridional del Sahara, límite de las correrías de los benegas, estableciéndose con pocos amigos en una isla del río Senegal, cerca de su desembocadura. Fundó allí una rábida, es decir, un puesto religioso-militar, donde los musulmanes fervorosos dividen el tiempo entre los ayunos, las oraciones y la guerra á los infieles, con lo cual pretenden conquistar alto puesto en el cielo, ganando entretanto no poco provecho en la tierra con el botín del enemigo. El éxito de las

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