II Bajo el moral frondoso del cercado, en medio de las aves y el ganado. que la ha abierto, plegado y escondido, entre llantos, suspiros y lamentos, la carta solamente contenía estos simples y alegres pensamientos. III -«Sabrás como he logrado, vida mía, (1) Leido por el autor en el Ateneo, en la Velada del 14 de Enero último. por verme á tal altura remontado, que á mí no me infla de la gloria el viento. Quien te quiso soldado, cabo te quiere, y te querrá sargento. para hacerte sufrir, un mal pensado, á quien la leche que bebió en su madre Una semana escasa he pasado en mi pueblo, ¡qué alegria! todo estaba como antes en mi casa, menos la madre mía que, de tanto llorar y haber sufrido, lo mismo que una pasa se ha arrugado en mi ausencia y consumido. Yo también cada vez estoy más flaco. Desde que te dejé, perdida el hambre, manténgome de sueños y tabaco, y al fin me dejarán como un alambre el humo y la ilusión de que me atraco. No tomara estar flaco á desventura, si no fuera perdiendo el alborozo á medida que pierdo la gordura. ¡Cuánto me extrañarías si me vieses! Ya no juego, ni bailo, ni retozo, he aborrecido el zumo de la parra, y ¿qué te diré más? ¡Hace dos meses que no cojo en mis manos la guitarra! El sargento primero, que es un pillo con más letra menuda que un breviario, me dice que padezco de un moquillo que no cura ningún veterinario. -Enfermedad-añádeme el sargentoque no tiene más cura que la muerte, ú otra cosa peor, el casamiento.— ¡Quién pudiera curarse de esta suerte! Contigo y con dinero yo me vea, (ó contigo no más, que tú me bastas), aunque toda la gente diga y crea que dinero y mujer son las dos astas con que el diablo á los hombres nos cornea. En lo que harás pensando, me consumo. Recógete en tu casa, que no quiero mujer que, como el humo, ande siempre buscando el salidero. Del barberillo y de su gente loca, que tienen la malicia por sistema, quien, como siempre, seguirá, discurro, siempre acaban en coces y bocados. No dejes de escribirme, sandunguera, Mi capitán, al darme la noticia ni armo pendencias, ni me entrego al ocio, Dime, de haber parido ya la vaca, Adiós; que me perdones te suplico el leal corazón de tu Perico.» IV En unas hojas de papel de barba que sirve al abuelico de gobierno y los jornales que pagó en invierno, Alegría con ansia se dispone á escribir á su amante la respuesta. Mas todo á su propósito se opone. La pluma el papel rasga, y no lo pinta EL ATENEO-TOMO II 6 Ni el vinagre de yema saca tinta Escrita de tal suerte, ¿qué letrado descifrará su carta malhadada? ¿Habrá quien la comprenda? Sí, el soldado; que todo el que bien ama entiende luego aquello que le escribe el ser amado, aunque lo escriba en alemán ó en griego, por tener el amor, cuando es profundo, más comprensión y más sabiduria que todos los polígrafos del mundo. V -«Perico de mi alma escribe en letras gordas Alegría cuando comienza á recobrar la calma:— Perdona que á tus frases de contento con otras te responda de profundo y amargo sentimiento. Es ¡ay! mi desventura tan sin remedio, tan inmensa y honda, Y prosigue: «No habrá quien me convenza de que existe tormento tan profundo como este mío, ni mayor vergüenza. Para toda desdicha hay un consuelo; para la mía ni lo tiene el mundo, ni tampoco quizás lo tenga el cielo. ¿A quién iré que no me lo rehuse? ¿A quién que, con el gesto avinagrado, en vez de remediarme no me acuse? ¿Contaré al señor cura mi pecado, si no hay vez que me vea que no me diga:-Adios, gala y dechado ¿Y no fuera locura abrir los ojos á mi pobre abuelo, para quien soy tan pura como las castas virgenes del cielo? ¡Ay! ¿Por qué se murió la madre mía? Ella más que yo misma atribulada, y leyéndolodo en mi mirada, Y si alegre me besa y me sonríe, angustiada me grita la conciencia; de que se dicen lo que callo tanto, y estoy por exclamar:-¡Eso es mentira!que no encuentra la culpa en su quebranto, adonde quiera que los ojos gira, sino fantasmas que le dan espanto. A veces llega á tal mi desvarío, que temo que tu amor faltarme pueda... de rodillas á Dios pido la muerte; ¡Ya ves cuán poco tiempo es necesario para que el bien se trueque en desventura! Ayer me viste triunfadora y pura; hoy, vencida, marchando á mi calvario por la calle fatal de la amargura. ¿Qué de mí, si la Vírgen no me ampara? La Vírgen ¡ay! Desde que estoy perdida no me atrevo á mirarla cara á cara. Pedro, será un delirio, mas hállome del todo decidida, |