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antes que sucumbir á este martirio, á buscar á tu madre, que es tan buena, y en el nombre del cielo y en el tuyo pedirle protección para mi pena; y si, rehuyendo mis amantes lazos, se negase á piedad el pecho suyo, á correrá morirme entre tus brazos. No puedo más; adiós, perdón te pido otra vez por mis frases de agonía; ; si algunafte ofendió, dala al olvido, que no quisiera, ni aun en este día en que hasta el sol encuentra oscurecido, darte pesar ninguno tu

Alegría

စား

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Velada literario-musical dada por el Sr. Presidente de la Sección,
en la noche del 28 de Enero último

I

EÑORES: La extrema benevolencia con que se ha dignado honrarme el Ateneo, en las dos veces que he tenido el honor de dirigirle la palabra desde esta cátedra, me anima á presentarme en ella de nuevo, con el deseo de dar la mayor importancia posible á la Sección de Bellas Artes, cuya presidencia habeis tenido á bien conferirme por segunda vez.

Es, sin duda, este centro intelectual, espejo fiel y verdadero de las ideas y de las corrientes de opinión dominantes en nuestro país; por eso es completamente lógico y natural que hasta hace poco tiempo hayan tenido aquí mayor importancia los temas políticos y filosóficos, que los de Ciencias Exactas ó Naturales y que los puramente históricos, literarios ó artísticos; pero el creciente desarrollo entre nosotros de la ciencia, de la critica, de la literatura y del arte, ofrece ocasión propicia para que el Ateneo ejerza su influencia sobre la opinión pública y sobre los gobiernos, contribuyendo, tan poderosamente como puede, á que aquellas fuerzas y manifestaciones de nuestra vida intelectual produzcan en nuestro país tan beneficiosos resultados morales y materiales como en otras naciones de Europa.

De todas las Bellas Artes, la música es, en mi concepto, la más necesitada de protección oficial entre nosotros. Para ella no hay Exposiciones ni encargos oficiales y la pensión de Roma es contraproducente, si el compositor pensionado vuelve á su patria para verse en la dura

alternativa de dar lecciones, ó de escribir para los teatros por horas, si no quiere luchar con la inacción ó la pobreza. Deber es, por tanto, de todo buen español y aún más del que tiene la honra inmerecida de ocupar este puesto, el de tratar de hacer comprender la importancia de un arte que tanto desarrollo ha adquirido en la vida moderna, y obedeciendo á esta idea, vengo hoy ante vosotros con el propósito de bosquejar la figura de uno de los hombres más extraordinarios que ilustran con su nombre los anales artísticos.

Como artista y como hombre, Beethoven presenta un conjunto de circunstancias especiales que sintetizan en su personalidad las aspiraciones de la época en que vivió. Sus ideas, sus obras, su vida misma, son los mejores argumentos para hacer comprender toda la grandeza del arte á que aquel espíritu sublime dedicó todos sus trabajos. Nadie que comprenda á Beethoven, podrá desconocer que la música es, por esencia, el verbo artístico del siglo XIX. Sus célebres sinfonías, su música instrumental proceden, si bien indirectamente, de dos movimientos del espíritu tan importantes como el filosófico del siglo XVIII y el romántico del actual. Tratando de ensalzar la música, de colocarla en el lugar que le corresponde en el cuadro de los conocimientos humanos, no puede presentarse personalidad ni figura más alta que la del célebre sinfonista, ni obras cuyo ideal sea más elevado y trascendental. Dentro de la esfera artística, allí donde figuran los nombres más gloriosos, Homero, Fidias, Virgilio, Dante, Miguel Angel, Rafael, allí podrá siempre figurar el nombre de Beethoven, y su música instrumental será estimada con justicia como una de las más altas cimas á que ha llegado la inteligencia humana, en su deseo de acercarse á los tres grandes ideales: lo bueno, lo bello y lo verdadero.

¡Bondad! ¡Verdad! ¡Belleza! Trinidad augusta, emanada del ser supremo; aspiración incesante del hombre en todo tiempo y lugar, ideal reconocido por toda civilización, desde que, pasado el primer período de lucha con los elementos de la naturaleza, se crea la familia, la sociedad, la justicia, el derecho, la ciencia y el arte, cuyo concepto, en su más alta significación, es como cadena que une la vida espiritual de unas generaciones á otras y con sus no interumpidos eslabones mantiene en el espíritu el fuego sagrado del amor á lo inmaterial, libre de los azares y miserias de la vida real, ofreciéndonos, como refugio en nuestras tribulaciones, aquel riquísimo tesoro donde uno y otro genio van dejando muestra de su potencia creadora, tesoro tan vario y tan diverso como lo son las religiones, las sociedades y los sistemas de las distintas épocas y pueblos que lo van eleborando poco á poco. Por eso el católico ferviente admira las misteriosas aterradoras construcciones de los cultos primitivos, las luminosas y perfectas de Grecia y de Roma, y sus artes y su literatura, á pesar de proceder de orígenes tan poco semejantes de aquellos que inspiran sus creencias morales y sociales. Y es que todas las creaciones del hombre destinadas á las necesidades de la vida real, desaparecen ó cambian con el medio social que las creó; pero aquellas destinadas á satisfacer las aspiración infinita del alma, á perpetuar la vida moral é intelectual de una en otra generación, conservan siempre pura, perenne, la expresión de belleza del espíritu creador, como sello indeleble de su origen divino.

¿Qué realidad ni qué influencia tienen en nuestra sociedad los trabajos de Solón ó de Licurgo, ni las conquistas de Jerges ó de Alejandro? En cambio, el espíritu de Sócrates ó de Platón, de Fidias, de Homero, de Tácito ó de Virgilio, aun vive para nosotros y habla á nuestra inteligencia en tan distinta cultura y civilización de aquella en que vivieron genios tan ilustres.

La ciencia, la filosofía, la historia, la guerra, el arte de gobernar, son grandes ideales, anchos y dilatados campos que se ofrecen á nuestra actividad; pero ¡es tan corta y frágil la vida humana! El arte es eterno como emanación de Dios, el alma es una, como la fuerza increada que le dió el ser; y sobre esta bases de unidad, de eternidad, se asienta firme, se alza indestructible y fulgurante el templo del arte y de la gloria. En sus aras arde inextinguible el fuego creador, y sobre sus campos, eternamente fecundos, surge como de limpio é inagotable manantial la fuente de la inspiración y de la belleza.

Dispensadme, señores, si me he apartado algo del tema esencial de mi discurso; pero tratándose de Beethoven, parece como que el aliento que inspiró sus obras sublimes, arrebata á sus admiradores en alas del entusiasmo, haciendo salir de su centro aun á los espíritus más humildes y prosáicos.

No voy á hacer la biografia del célebre sinfonista: es muy conocida, y no he de citar de su vida más que aquellos hechos que pueden dar luz sobre sus obras, en las cuales no es posible separar al hombre del artista. Si es cierto que el pintor, el escultor y el poeta, al realizar su pensamiento en el cuadro, en la escultura ó en la obra literaria, dan sello personal á su obra valiéndose de los elementos intelectuales que recibieron de la naturaleza ó de la educación adquirida, tratándose de la música, arte cuya misión es expresar el sentimiento por medio del sonido, no puede dudarse que el trabajo del compositor es espejo de su alma y de su inteligencia, donde se reflejan sus dolores y alegrías, sus ideas, sus sentimientos y sus aspiraciones, como resultado de su propia existencia. Nunca puede confirmarse tanto esta verdad como en el caso presente: el artista y el hombre se compenetran de tal manera en la vida y en el genio de Beethoven, que son inseparables y aparecen igualmente grandes inspirándose en el más levantado espíritu, lo mismo en los trabajos de su inteligencia, que en los actos de su vida.

Para presentar un cuadro completo de la personalidad de este génio inmortal sería preciso, no una ni varias conferencias, sino un libro bastante extenso; porque su obra es grande y compleja y su biografía exigiría un desarrollo que no cabe en los límites de mi propósito. Forzoso ha sido, por tanto, adoptar un método que, sin fatigar excesivamente vuestra atención, me permita dar idea clara, y tan completa como pueda, de la música y del carácter de Beethoven. He creído que lo más lógico era consagrar una conferencia á cada uno de los géneros musicales que cultivó. En esta primera, después de los detalles biográficos necesarios para dar á conocer el hombre, tendré el honor de analizar algunos de sus trozos sinfónicos, que serán ejecutados en la segunda parte de esta sesión por una orquesta compuesta de profesores de la Sociedad de Conciertos, y dirigida por el ilustre maestro Sr. Bretón. En la segun

da conferencia, que tendrá lugar probablemente en el próximo mes de Abril, trataré de la música de piano. Las otras dos tendrán lugar en el curso del año próximo, y versarán sobre la música vocal y sobre la de conjunto para instrumentos de cuerda, solos ó en combinación con el piano. Aun dando esta extensión considerable á mi trabajo, quedarán excluídos dos de los aspectos más importantes del génio de Beethoven; la música religiosa y la de ópera; pero los medios que exigen para su ejecución no me han permitido comprenderlos en mi plan.

En cada una de estas conferencias, analizaré las piezas del programa, adoptando un punto de vista que me parece nuevo, y que servirá, en mi concepto, para hacer comprender la íntima unión entre el hombre y el artista, entre los sucesos de su vida y sus obras; pero como he dicho, el repertorio de Beethoven es sumamente complejo, y para no exponerme á divagar ó á dar exagerado desarrollo á mi estudio, he debido limitarme á los puntos de vista, á las ideas que más caracterizan su estilo y que mayor influencia han podido tener en sus inspiraciones. El primero y más principal, el que forma, por decirlo así, la base del edificio beethoviano, es el amor á lo sublime, lo épico, lo heróico, lo trágico, ideas que en aquel levantado espíritu estaban íntimamente unidas á su admiración por el mundo antiguo, al culto de Homero, de Sócrates, de Platón, de Tácito y de Plutarco.

El segundo punto de vista, será lo sentimental, lo patético, y veremos los orígenes de inspiración de esta cuerda, una de las más maravillosas de la lira de Beethoven, en sus lecturas, en su correspondencia y en su propia vida.

El tercero será el amor á la naturaleza y lo pintoresco, y del mismo modo que en el anterior, veremos en su existencia y en los sucesos de la misma los elementos de bellezas de este género realizadas en sus obras.

El cuarto, con el mismo carácter y propósito, será lo fantástico, lo maravilloso.

El quinto, tal vez el más importante, será lo romántico, lo dramático.

Este es el plan que me ha parecido más conveniente para realizar mi idea de presentar en la cátedra del Ateneo la augusta figura del más sublime de los compositores de música, del hombre que en nuestro tiempo ha realizado prodigios más grandes y verdaderos que los atribuídos por la fábula á Apolo, á Orfeo, á Anphión, considerados como dioses ó seres extraordinarios. Beethoven fué algo más que todo eso; como artista fué un genio único, como hombre un martir cristiano.

II

Dije antes que no iba á hacer la biografía de Beethoven; pero no puedo prescindir de algunos datos y fechas generales para dar idea de su vida y de sus obras. Nace en Diciembre de 1770, y antes del día 17, en que consta su partida de bautismo, y muere en 26 de Marzo de 1827, á la edad de cincuenta y tres años y tres meses; este período puede dividirse en otros dos: el primero abraza desde su nacimiento hasta 1792, época de su permanencia en Bonn, su patria. El segundo, desde

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