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conde de Tolosa por medio del matrimonio del hijo de este con Ermesinda de Pelet, condesa de Melgueil.

El rey

de Aragon sucede en el condado

1172.

Un nuevo pueblo vino á reclamar la atencion y cuidados del reytrovador, como llaman las crónicas rosellonesas á nuestro Alfonso de Aragon. Guinardo II, conde del Rosellon, que no tenia hijos, hizo su de Rosellon. testamento fechado en 4 de las nonas de julio de 1172, legando todos sus dominios, á saber, el condado de Rosellon y los derechos que tenia sobre los de Peralada y Ampurias, al rey Alfonso II de Aragon su señor, hijo del conde de Barcelona Ramon Berenguer IV (1).

Si hemos de dar crédito al cronista Bosch (2), el conde Guinardo, que él llama Guirart, hallándose afectado por una grave dolencia y viéndose sin hijos, convocó á muchos de sus vasallos y á los síndicos de las villas y lugares del Rosellon, á quienes pidió que deliberasen y eligiesen el rey y señor que debia gobernarles, muerto él. La asamblea, dice Bosch, se pronunció unánimemente por el rey de Aragon, el conde dictó entonces su testamento en conformidad con lo deliberado y resuelto por sus vasallos.

y

Muerto el conde Guinardo (I), Alfonso pasó inmediatamente á Rosellon, y probablemente permaneció en Perpiñan, la capital de su nuevo condado, todo el tiempo que medió hasta principios del 1174, que es solo cuando le volvemos á ver presentarse en nuestras crónicas aragonesas-catalanas. Debió permanecer en el Rosellon durante todo el año 1173.

nes de paz y tregua, dadas por Alfonso al Rosellon. 1173.

A su llegada á Perpiñan, Alfonso confirmó los privilegios que te- Constitucionian ya los habitantes, uno de los cuales era el de regirse por sus leyes propias y por el derecho romano, y se ocupó en aumentar las fortificaciones de la plaza. Dueño del Rosellon, dice Henry, Alfonso puso toda su solicitud en purgar aquella tierra de los males que la infestaban. Inmediatamente despues de haber tomado posesion, convocó en Perpiñan á los principales barones y señores del pais y les hizo jurar la observancia de una ley que habia mandado redactar bajo el título de Constituciones de paz y tregua, de acuerdo con el arzobispo de Tarragona y los obispos de Barcelona y Elna. Estas Constituciones, que fueron despues aplicadas á toda Cataluña, dan á conocer cuales eran los males á que el monarca aragonés creia

(1) Puede leerse este testamento en las pruebas núm. VIII del tomo I de la Historia de Rosellon por Henry.

(2) Titols y honors, pág. 172.

Otras leyes dadas

deber aplicar pronto remedio. El primer artículo era concerniente á
las iglesias y cementerios á cada instante profanados; el segundo pres-
cribia que aquellos á quienes se hubiese despojado, y cuyos objetos
robados se hallaran en las iglesias, debian dirigirse al rey ó al obis-
po para obtener justicia; el cuarto y el quinto garantizaban la se÷
guridad de los clérigos, de los monjes, de las viudas, de los religio-

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de los templarios y hospitalarios de San Juan de Jerusalem; el sexto ponia especialmente bajo la proteccion real á todos los cultivadores con sus capitales de esplotacion. El príncipe prohibia muy en particular por el séptimo artículo robar ó destruir los animales de cualquier especie, fuesen ó no consagrados á la agricultura, así como los instrumentos aratorios. Se conoce que esta disposicion era quizá la mas principal para el monarca, pues se le ve insistir en ella en los otros artículos, encomendando que estos capitales de las granjas ó casas de labranza se hallen constantemente bajo el beneficio y amparo de la paz y tregua. Las vias y caminos públicos quedaron tambien colocados bajo la proteccion de la ley, y el monarca quiso que los viajeros pudiesen discurrir de allí en adelante con toda tranquilidad, advirtiendo que quien osara atacarles fuese castigado por crímen de lesa majestad (II).

Esta ley produjo grandes beneficios al Rosellon, cuyo condado, al recibir el impulso que le dió la mano justiciera del aragonés monarca, comenzó á florecer progresivamente en industria, en artes y en ciencias. Los roselloneses aman mucho la memoria de Alfonso II, v no es por cierto de estrañar, ni de loar tampoco, pues con ello cumplen un deber de justicia y de gratitud para con un rey que fué para ellos humano, sabio, activo, buen padre y mejor legislador.

Cada año iba Alfonso á pasar algun tiempo en Perpiñan, y su prepor Alfonso. sencia era siempre marcada por algun acto legislativo en beneficio de los habitantes. Por uno de estos actos, que tiene su fecha en el mismo 1173, .dió á los acreedores el derecho de hacer poner en venta los bienes de sus deudores, escepto los bueyes de labranza que se consideraban como sagrados. En 1175 confirmó por segunda vez los privilegios de la ciudad, añadiendo esta vez algunas nuevas disposiciones. La mas importante fué que ningun perpiñanés pudiese ser juzgado sino en su ciudad, y esta disposicion, que mas tarde se estendió á todo el Rosellon, dió lugar al establecimiento de un tribunal soberano en la provincia, cuando esta pasó bajo la domina

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cion francesa (1). Alfonso dictó tambien varias leyes de policía urbana que cambiaron el aspecto de la ciudad, remedió no pocos males, atendió á las necesidades públicas, y acabó por hacerse adorar de sus súbditos.

El rey abandonó por fin á Perpiñan y regresó á Zaragoza en donde el 18 de enero de 1174 celebró sus desposorios con la infanta D. Sancha de Castilla, á tenor ya de antiguos conciertos, segun no podrán menos de recordar los lectores. Sin embargo, este matrimonio, aunque de tan lejos venia pactado, estuvo á punto de no efectuarse. El porque y como lo esplica un historiador (2) diciendo que con motivo de su guerra con Navarra, nuestro D. Alfonso se habia concertado con el rey de Castilla para repartirse entre los dos las tierras de Navarra, como tambien las de los moros, poniendo para la mútua seguridad varias plazas en rehenes por una y otra parte.

En este número entró Ariza, que era una de las llaves de Aragon para defenderse de Castilla, pero con la condicion de que entregándose su castillo al castellano, quedase la villa por Aragon. Efectuóse así, mas el alcaide castellano tuvo maña de atraerse el pueblo y hacerse suya la villa. Pidió el aragonés monarca la restitucion por ser semejante usurpacion contraria á los tratados; pero como la prenda era tan apreciable, sentia en estremo soltarla el castellano y daba pocas esperanzas de quererlo hacer; por lo cual, sentido nuestro D. Alfonso, quiso despicarse desechando á la infanta de Castilla, con quien desde su niñez tenia tratado el casamiento. A este fin, envió á pedir la hija del emperador de Constantinopla Manuel Comeno I, y este admitió el partido con tanta priesa, que sin esperar la ratificacion, despachó luego á su hija Matilde (3); pero al llegar esta princesa con su comitiva à Montpeller, recibió la noticia de que ya el rey de Aragon se habia casado con D. Sancha de Castilla, porque habiéndole restituido el castellano á Ariza, cesó con el motivo la queja y se convino en cumplir sus primeros empeños.

de

Casamiento de Aragon

del rey

con Sancha de Castilla. 1174.

de Montpeller

casa

Por lo que toca á la desairada princesa griega, no pasó de Montpe- Guillermo ller. Queria desde allí volverse á su pais, acompañada del obispo y los dos magnates que la escoltaban, pero le ofreció su mano Guillermo emperador señor de Montpeller, y de fuerza mas que de grado se vió obligada

con la hija del

de Constantinopla.

(1) Henry, lib. 1, cap. V.

(2) Historia de Aragon por el Anónimo adicionada por Foz, tom. II, pág. 24.

(3) Segun los historiadores del Languedoc, tom. III, pág. 38, esta princesa se llamaba Endoxia,

Desembarco

en Tarragona

1174.

á aceptarla, segun se desprende de la relacion que hace de este suceso el rey D. Jaime en la crónica que escribió de su propia vida este gran monarca (1). Los acompañantes de la princesa hubieron de ceder á la voluntad de Guillermo de Montpeller, que amenazaba con no dejarles partir de la ciudad si no accedian á su matrimonio. Dióles Guillermo el breve plazo de un dia para resolverse, y entonces ellos, viendo que no tenian otro recurso, accedieron á dar á Guillermo la mano de la princesa, sacando el mejor partido posible de aquella boda y estipulando que el hijo ó hija que naciese de ella tuviese durante su vida el señorío de Montpeller. Conformóse Guillermo, celebróse aquel forzado matrimonio, y de él nació con el tiempo una hija que se llamó María, y que fué, segun veremos, la madre de nuestro gran D. Jaime. A esta circunstancia especial y estraña debió nuestro Conquistador el descender por línea materna de los emperadores de Constantinopla, como si todo debiese ser sobrenatural y estraordinario en el hombre de cuya fama aun hoy mismo va lleno el mundo todo.

El año 1174 comenzó pues para la CORONA DE ARAGON con el casamiento de D. Alfonso con la infanta Doña Sancha, hija del emperador Alfonso de Castilla y de aquella Riquilda que al enviudar habia casado con el conde de Provenza. Grandes fiestas tuvieron lugar en Zaragoza á causa de este enlace, á las cuales asistieron los mas renombrados señores de Aragon y Cataluña.

Poco despues de este matrimonio, es cuando debió tener lugar de moros aquella furiosa embestida contra Tarragona, de que nos hablan las historias árabes y que callan por cierto nuestras crónicas. A tenor de lo que dicen los historiadores recopilados por Conde (2), la fortuna favoreció tanto al emir llamado el Amuminin, que se vino sobre Tarragona y la conquistó, penetrando sus vencedoras tropas en nuestra tierra como espantosa tempestad de truenos y relámpagos, y talaron y arrasaron á sangre y fuego, matando y cautivando á los moradores, robando sus ganados, y estragando frutos. Sin embargo, si hemos de dar crédito á los autores de la misma nacion consultados por Romey (3), el emir no consiguió entrar en Tarragona, cuya ciudad se defendió valerosamente. No pudiendo pues rendirla,

(1) Crónica del rey D. Jaime traducida y anotada por los Sres. Flotats y Bofarull, cap. I.
(2) Cap. XIX de la 3. parte.

(3) Cap. III de la tercera parte de su Historia de España.

se desagravió talando campiñas, degollando á diestro y siniestro, y volviéndose á embarcar despues de haber recogido un pingüe botin de cautivos y tesoros.

Antes de terminar este año, volvió el monarca aragonés á su fiel y adicta ciudad de Perpiñan donde sabemos que estaba en noviembre, gracias á una escritura que firmó y se halla en las pruebas de la Historia del Languedoc (1). Esta escritura nos descubre tambien precisamente el objeto que aquella vez llevó al rey á la otra parte de los Pirineos, pues se lee al final la siguiente cláusula : « Actum est hoc apud Perpinianum, mense novembri, anno D. I.—MCLXXIIII. cum scilicet dominus rex veniens de partibus Aragoniæ, ad colloquium comitis Raymundi tendebat.» Es decir, que Alfonso habia partido de Aragon para celebrar una conferencia con el conde Raimundo de Tolosa. Dónde tuvo lugar esta conferencia y qué resultado dió, es lo que se ignora. Por lo que dicen los historiadores del Languedoc, puede sospecharse que la entrevista de ambos príncipes fué en Meuillon, pero no pasa de ser esto una conjetura. Mas o menos encendida, y apelando, ya á las armas ya á la diplomacia, la guerra entre rey de Aragon y el conde de Tolosa continuó hasta 1176, como

el

veremos.

Tambien, aunque sin éxito, habia mediado entre ambos príncipes el rey Enrique II de Inglaterra, al objeto de ponerles en paz. Para conseguirlo, provocó una gran asamblea en Beaucaire antes de terminarse el año 1174. Ni el rey de Aragon ni el conde de Tolosa asistieron por ciertas razones, dice la crónica, de modo que de nada sirvió todo aquel gran aparato. Sin embargo, se presentaron muchos señores y caballeros de Provenza y de otras provincias vecinas, atraidos por el deseo de desplegar su galantería y magnificencia. El conde de Tolosa dió cien mil sueldos á Raimundo de Agout, señor provenzal, que al momento los distribuyó entre los diez mil caballeros que asistieron á la asamblea. Se hicieron estravagancias de lujo. Beltran Raibaut hizo labrar los alrededores de su castillo У mandó sembrar hasta treinta mil sueldos en dineros. De Guillermo Gros de Martell, que llevaba trescientos caballeros en su comitiva, se çuenta que hizo guisar todos los manjares en su cocina con fuego de hachas. de cera. La condesa de Urgel envió una corona estimada en cuarenta mil sueldos, que parece debia ser el premio destinado para el

(1) Tom. III, prueba XIII, col. 124.

ΤΟΠ. 11.

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