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ejército

Retirada del enfermedades y de hambre, ó salir de Cataluña por los sitios que francés. guardaban D. Pedro y sus capitanes. Decidiéronse los jefes por este

segundo medio y movieron el campo de Castellon, llevándose en una litera al rey moribundo y en otras ochenta á varios de sus principales capitanes. De esta manera, y con un cuerpo de ejército que ni era sombra siquiera del que con tanta soberbia habia cruzado aquellas mismas vegas tres meses antes, se dirigió el príncipe Felipe à Vilanova de la Muga, cerca las ruinas de la abrasada Peralada, donde acampó dos ó tres dias. Por falta de acémilas, pues habian tenido en Gerona gran mortandad de ellas, hubieron de abandonar en Castellon muchos cofres en los que habia vagillas de oro y plata, ropas de seda y brocado y muchos otros objetos preciosos, mientras que por todos los lugares que pasaban iban dejando fardos y joyas, al propio tiempo que gentes y caballerías estenuadas, famélicas y moribundas. Fué una triste y dolorosa retirada la de aquella hueste que se juzgaba invencible y que habia venido á combatir en nombre de Dios, sin que su causa por lo visto fuese de Dios aprobada.

CAPITULO XXXIX.

EL PASO DE LOS PIRINEOS.

(30 de setiembre de 1285).

Felipe pide al rey de Aragon que le permita pasar los Pirineos.

DESDE Vilanova el príncipe Felipe, de quien debe decirse que El principe aparece como una interesante figura en las memorias de aquel tiempo, envió un mensaje á su tio el rey de Aragon diciéndole que su padre estaba enfermo y próximo á morir, y pidiéndole que, pues estaba decidido á abandonar Cataluña, no le impidiese el paso y le asegurase á él y á los suyos. Á esto contestó D. Pedro, portándose con nobleza digna de elogio, que por su parte y la de sus caballeros le ofrecia que él y los suyos serian respetados, pero que no podia comprometerse á ofrecer lo propio por lo tocante á los almogaváres y somatenes, gente á la que era fácil mandar, pero de la cual era difícil hacerse obedecer.

Los franceses en

Obtenida esta contestacion y esta oferta, que prueba por cierto hidalguía y nobleza de sentimientos en D. Pedro, el príncipe real de la Junquero. Francia abandonó con los suyos el lugar de Vilanova, torciendo en su ruta y dirigiéndose hacia el Pertús en vez de tomar por el collado de Masana. Dícese que llevaba la vanguardia el conde de Foix con cuatrocientos caballos, marchando en pos el príncipe Felipe, su hermano Carlos y el legado á los lados de la litera real con mil caballos, y siguiéndoles lo restante del ejército con las literas en que iban los enfermos y los bagajes. De Vilanova pasó la hueste á la

Discurso del rey de

barones.

Junquera donde acampó aquella noche, que fué la del sábado 29 de setiembre. Por lo que toca al rey D. Pedro, que iba siguiendo á los franceses, parándose cuando paraban ellos, acampó tambien con su caballería en un cerro muy poco distante de aquella poblacion.

ha

Allí fué donde el rey de Aragon reunió á sus barones, siendo faAragon a sus ma que les dirigió la siguiente notable plática: << Barones, grande merced nos ha hecho Dios nuestro Señor, no por méritos nuestros, sino por su piedad y misericordia; ya que, segun es de todos sabido, el rey de Francia entró en esta tierra con gozo y alegría, y de ella sale ahora con dolor y con gran pérdida y quebranto de su gente y de su hacienda. Cúmpleme decir que, por mí, muchos de mi tierra han sufrido grandes males y han perdido sin culpa sus haberes, lo cual tanto mas me mortifica y me duele, cuanto que sido en parte por no haber yo querido tomar consejo de vosotros, que leal У bueno me lo dabais. Menor hubiera sido ciertamente el daño causado por los enemigos, si de acuerdo con vosotros y conforme à vuestro parecer hubiese obrado. Por esto os digo ahora y os confieso que erradamente me he portado y conducido, pero afortunadamente el Señor Dios, á quien no place orgullo, sino humildad, se ha dignado favorecernos á mí y á vosotros, ya que los trabajos y desventuras que hemos padecido en esta guerra no los creerá quien no los haya visto. De todo hemos triunfado con la ayuda de Dios, y me complazco en confesar y reconocer mis yerros, así como lo que os debo por el ausilio que me habeis prestado y la buena y leal voluntad con que mé habeis acudido. Ruégoos pues á vosotros todos que si algo hice antes en vuestro desplacer, perdonado me sea y echado al olvido por amor á mí. Y ya que Dios nos ha permitido que veamos vencidos á nuestros enemigos, tomemos venganza de ellos no con el rigor, sino con la misericordia, que tenerla debemos de ellos, pues el Señor la ha tenido de nosotros. Comunicadme ahora vuestro parecer, si el mio no os agrada (1).»

Ramon de Moncada, senescal de Cataluña, contestó al rey en nombre de los barones aragoneses y catalanes, siendo noble y digna su respuesta como digna y noble habia sido la plática del monarca. Este no pudo lograr, sin embargo, con todos sus buenos deseos que los franceses fuesen respetados en su retirada.

(1) Desclot, cap. CLXVII. — No en vano ha dicho Buchon, anotador de este cronista, que este discurso pronunciado por un rey vencedor teniendo à la vista un enemigo fugitivo, es una de las mas bellas páginas que se encuentran en Desclot.

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