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en busca de las huestes que mandara juntar al objeto de caer sobre Valencia al rayar la primavera, cuando supo por conducto de dos frailes predicadores que los del Puig, en cuanto él se ausentase, trataban de abandonar aquel punto, descorazonados y faltos de ánimo por la muerte de su capitan. Entonces D. Jaime tomó una de aquellas grandes resoluciones que le caracterizan como figura histórica. Reunió a todos los principales de la hueste en la iglesia que habia mandado levantar en el Puig, y allí, ante todos, en pié, solemnemente y tendiendo su diestra sobre el ara santa, les dijo estas palabras:

-«Puesto que á todos os pesa que marche, y temeis que os abandone, hago voto à Dios y al altar donde está su madre de que no pasaré Teruel ni el rio de Tortosa, hasta que Valencia haya caido en nuestro poder. Y para que mejor entendais que es mi voluntad quedarme aquí y conquistar este reino para el servicio de Dios, sabed que en este momento voy á dar órden para que aquí vengan la reina mi esposa y mi hija.»

El efecto producido por estas palabras del rey fué májico. Todos cuantos estaban en la iglesia se pusieron á llorar «y yo con ellos>> dice D. Jaime con la sublimidad del laconismo (1).

(1) Crónica real, cap. CLXV.

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JURAMENTO DE D. JAIME EN EL PUIG DE SANTA MARIA.

UNI

OF

CAPITULO IV.

SITIO Y RENDICION DE VALENCIA.

(1238).

que

abandone la conquista

Y la reina fué en efecto á reunirse con su esposo, habiéndola salido Se pide al rey á recibir D. Jaime solo hasta Peñíscola para guardar su voto de no pasar el Ebro. Iba acompañando á D. Violante el tio del rey y se niega. D. Fernando, y uno y otro al llegar á Burriana comenzaron á pedir al monarca que abandonase la idea de tomar á Valencia. Fué vana su porfía. Cuantos mas obstáculos se oponian á la realizacion de su proyecto, mas crecia en D. Jaime la firme voluntad de vencerlos. En vano fué que le aconsejaran sus barones poniendo en evidencia los grandes peligros que la empresa llevaba consigo; en vano que le suplicara D. Fernando; en vano que porfiara la reina; en vano tambien el mismo Zeyan, alarmado á la vista de aqueque lla firme resolucion, le enviara á decir por conducto de un moro llamado Alí Albatá que si abandonaba su empresa le daria todos cuantos castillos y fuerzas se encontraban desde Guardamar á Tortosa У desde Tortosa á Teruel, haciéndole fabricar un alcázar suntuoso en el punto llamado la Zaydia, y prometiéndole pagar todos los años y por siempre diez mil besantes de renta en la ciudad de Valencia. Todo en vano. D. Jaime hizo contestar á Zeyan que lo que queria era Valencia (1).

ya

(1) Crónica real, cap. CLXVII. El moro Alí Albatá ó el Batha era literato y poeta de reputacion entre los garracenos.

Rindesele Almenara.

Se entregan varias plazas

El rey pone cerco

Poco tiempo despues, hallándose él en el Puig y la reina en Burriana, recibió una embajada de parte de los moros que tenian la plaza y castillo de Almenara, proponiéndole la entrega mediante algunas mercedes, entre las cuales habia la singular de tener que dar cuarenta trajes de grana para otros tantos deudos de los embajadores. Accedió el rey á todo, y Almenara se le entregó, trasla― dándose en seguida allí la reina como punto mas fortificado aun y seguro que Burriana (1).

El ejemplo de Almenara fué seguido por las poblaciones y castillos de Uxó, Castro, Nules y Alfandech, y tanto se iba adelantando, y era ya lugar tan seguro el Puig de Santa María, que no se tuvo reparo en que la reina pasase á habitarle. Allí se trasladó en efecto, de allí, en compañía de D. Jaime y de cien caballeros, fué luego á tomar posesion de la villa y fortaleza de Paterna que tambien se rindieron, haciendo en seguida otro tanto las plazas de Betera y Bulla (2).

У

Llegada era ya la hora de poner sitio á Valencia; aquella Valena Valencia. cia, «vergel de las amenidades de España,» segun las historias árabes (3); aquella Valencia, que en una elegía de un poeta de la misma raza es llamada «alegría y solaz en que todos los mozos folgaban y habian sabor y placer (4).» Cuando el rey dispuso comenzar el cerco, no le habia llegado aun toda la gente que esperaba, pero sobrábale á D. Jaime en corazon lo que faltaba en número á sus legiones. Solo tenia entonces con él á Hugo de Folcalquier maestre del Hospital, á un comendador del Temple con veinte caballeros, al comendador de Alcañiz, á D. Rodrigo de Lizana con otros treinta, al comendador de Calatrava, á Guillermo de Aguiló con unos quince, á Jimeno Perez de Tarazona, á los de su mesnada real que eran ciento cuarenta caballeros, y finalmente á ciento cincuenta almogaváres y mas de mil peones. Con no mayor número de gente ni con mas pujante ejército que este, tuvo la caballeresca osadía de poner sitio á una plaza que podia habilitar para campaña un número de soldados diez veces mayor.

1) Crónica real, cap CLXVIII, CLXIX y CLXX. Los vestidos de grana prometidos á los de Almenara, se los entregó el rey valiéndose de un negociante de Tortosa llamado Pedro Ramon que habia ido á poner fábrica de paños en Burriana.

(2) Crónica real, cap. CLXXI y siguiente.

(3) Conde, parte cuarta, cap. IV.

(4) Traslada esta elegía la crónica real de España y tambien Vicente Boix en los apéndices al primer tomo de su Historia de Valencia.

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