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resco alarde enviarles un mensaje de aviso por una barca armada diciéndoles que se preparasen y retándoles al combate.

El afortunado Roger se dirigió inmediatamente á Siracusa, desde cuyo punto envió correos por toda la isla, portadores de la nueva feliz, despachando asimismo un buque al rey de Aragon con el anuncio de la victoria. En seguida regresó á Mesina, en cuyo puerto entraron por segunda vez las galeras catalanas y sicilianas llevando á remolque una sarta de buques prisioneros con sus estandartes arrastrando por el mar.

Roger de Lauria se

el puerto de
Nápoles
é incendia

Los aplausos y los festejos de la ciudad y de la córte no hicieron olvidar al bravo almirante, restablecido ya de su herida, que esta- introduce en ba en vena de fortuna y que era preciso aprovecharla. Hízose bien pronto á la mar, y recorrió triunfalmente las costas de Calabria, las naves. llegando á introducirse en el puerto mismo de Nápoles, tan cerca de la ciudad, que alcanzaban á sus galeras, dice Desclot, las ballestas que desde la playa disparaban. Nadie sin embargo se atrevió á salir en demanda de aceptar aquel reto temerario del brioso almirante, el cual llevó su atrevimiento hasta prender fuego á los buques y construcciones navales que habia en el astillero, retirándose en seguida á las islas de Capri y de Ischia cuyos castillos tomó por asalto. Esta afortunada correría le valió muchas presas, y cargado de despojos regresó á Mesina á invernar y á prepararse para las gloriosas empresas que le aguardaban con la llegada del buen tiempo (1).

Sin perjuicio de volver luego á las cosas de Sicilia, digamos ahora lo que sucedia en nuestros reinos y que es lo que en ellos hizo D. Pedro á su regreso de Burdeos; pero antes, importa poner en antecedentes á los lectores.

en Cataluña.

Parece ser, atendido lo poco que de estos reinos nos dicen los Descontento cronistas durante la ausencia del rey, que el llamamiento de don Pedro al trono de Sicilia no fué recibido con mucho entusiasmo por aragoneses y catalanes. La guerra de Sicilia tardó en hacerse popular en este pais, á donde desde Collo habian regresado varios, barones sin querer seguir á D. Pedro á Italia, y estos sembraron aquí ideas generales de descontento, haciendo ver los grandes perjui

(1) Desclot, cap. CXV y siguiente. Muntaner, como siempre exajerado y novelesco, refiere esta correría del almirante como anterior à la batalla de Malta, y la cuenta con detalles muy bellos, pero que están algunos en contradiccion con los que dan Saba Malaspina, Neocastro, Speciale ý Desclot.

Privilegio del

próceres.

cios que podia ocasionar á la nacion la enemistad del papa, la de Cárlos de Anjou y la del rey de Francia. No hay pues nada de estraño en que los catalanes, disgustados de su rey, tan poco adicto por otra parte á las venerandas instituciones del pais, manifestasen su desagrado al ver que por la ambicion de su monarca, que ni siquiera se habia dignado consultarles empresa de tal gravedad, estaban abocados á una guerra que podia traer al pais funestísimas consecuencias, algunas de las cuales se comenzaban á tocar con el entredicho puesto por el papa. ¿Qué mucho pues que llamáran entonces á Sicilia la isla del dolor? (1). El brillo de las victorias por nuestras. armas alcanzadas y la continuidad de ellas vinieron poco a poco á obrar una reaccion en los ánimos, declarándose por fin general el entusiasmo cuando ya vieron los naturales de estos reinos que se trataba de atacar su nacionalidad.

El príncipe D. Alfonso gobernó bien estos estados mientras esRecognoverunt tuvo al frente del poder, y como parece que, en Cataluña particularmente, el descontento era por lo poco adicto que el rey se mostraba á las instituciones del pais y por haber tomado á su cargo aquella peligrosa y gravísima empresa sin anuencia de las córtes, buscóse medio de tranquilizar los ánimos y de hacer que el trono recobrase las simpatías que iba perdiendo. Conveníale al rey sobremanera granjearse y conservar el afecto de sus súbditos, ya que, escomulgado por el papa, malquistado con el rey de Castilla por la alianza que contrajera con D. Sancho, enemistado con Francia que podia por Navarra y Rosellon amenazar sus estados, declarada la guerra con el de Anjou, turbado su reino por las pretensiones y movimientos de gran parte de la nobleza y de algunos de sus pueblos, no tenia en realidad otro recurso que confiar en aquellos y tenerlos prontos y dispuestos a todo para conjurar la tormenta que amenazaba estallar sobre su frente. En esto, y no en otra cosa, me parece hallar la causa de que se diese á los barceloneses aquella carta confirmatoria de sus libertades, costumbres y fueros, que citan los autores con el nombre de privilegio del Recognoverunt Próceres, y digo creerlo así por haberse dado esta carta ó privilegio hallándose el rey en Sicilia todavía. No es esta la creencia general, ya lo sé, pero es la humilde mia.

Otros han dicho, y ha sido esta por largo tiempo opinion admitida

(1) Doloris insula la llama en su cap. XXVIII el autor del Gesta comilum.

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PEDRO III DE ARAGON RATIFICANDO LAS CONSTITUCIONES DE BARCELONA RECOGNOVERUNT PROCERES

como punto de fé en historia, que cuando D. Pedro se vió amenazado por los franceses, (conforme veremos en 1285) se vino á Barcelona, despechado por haberse negado los aragoneses á darle los recursos y asistencias que pedia, y convocando á los catalanes les representó la entrada cercana de sus enemigos instándoles á prevenirse para la defensa de la patria. Los catalanes, dicen los que de ello hablan (1), estaban descontentos porque el rey no les atendia en sus demandas á favor de sus libertades, y se presentaron al monarca vistiendo mallas У embrazando escudos, pero sin llevar hierros en las lanzas ni en las vainas espadas y puñales, pretendiendo indicar con esto que quienes no eran libres no podian usar las armas solo á hombres libres concedidas. Entonces, añaden, movido el rey por este rasgo, mandó en el acto congregar á los mas inteligentes y sabios para ver los privilegios que faltaban, y comprendió en uno solo la confirmacion de cuantos habian conseguido nuestros mayores. A esta recopilacion se le dió el nombre de Recognoverunt Próceres.

Esto es en resúmen lo que cuentan Carbonell y otros, pero no es de estrañar que en nuestros tiempos se haya mirado como una fábula. De que lo es hay una prueba convincente. Los que refieren el hecho citan un privilegio que lleva la fecha del 3 de los idus de enero de 1283, mientras que el hecho, á ser cierto, hubo de tener lugar en 1285 y por consiguiente mucho tiempo despues de haberse otorgado el privilegio. ¿Cómo no han reparado esta contradiccion evidente? (2).

En el libro verde de Barcelona (3) hallo en efecto el privilegio que citan ó mejor la carta confirmatoria de las libertades, costumbres y fueros de los barceloneses concedida por el rey D. Pedro el Grande, pero está dada por el príncipe ó infante D. Alfonso en Barcelona el dia citado, aun cuando lleve el nombre y la firma de D. Pedro. Aténgome pues á lo dicho, y creo que esta carta se dió por las razones indicadas, durante la ausencia de D. Pedro, y á fin de preparar los ánimos y atraerse las simpatías á su regreso. No es por esto de admirar que concediese entonces aquel privilegio á Barcelona, tanto

(1) Véase la crónica de Carbonell, fol. 76 y siguientes.

(2) Véase la lámina que acompaña á este número, copia de un bello cuadro del Sr. Lorenzale, cuya belleza es superior à la que puede espresar un sencillo grabado. Repito con este motivo, es decir por lo que toca al cuadro y á la leyenda que le acompaña, lo dicho en una nota anterior. Así como el tener gran reputacion de fidelidad histórica ha hecho que leyésemos mucho y detenidamente la crónica de Muntaner hallándole poeta ya que no historiador, así la fabula del Recognoverunt Próceres nos ha valido por lo menos el admirable cuadro de Lorenzale. ¡Benditas sean las fábulas si tan bellos frutos nos han de dar!

(3) Llibre vert 1, fol. 240. (Archivo municipal de esta ciudad).

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