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allá del cabo del Llobregat, mientras otras no pararon hasta llegar á Salou. Todas, sin embargo, se salvaron, aun cuando mejor hubiera sido para aquellos infelices prisioneros que el mar les hubiese sepultado aquel dia en sus entrañas, y mejor tambien para la historia catalana, ya que al lado de una gloriosísima página no hubiera tenido que colocar otra tristísima por cierto.

Hallábase aun el rey D. Pedro en Barcelona cuando llegaron las galeras, y hubo grande alegría y júbilo en la ciudad por la nueva feliz que ellas trajeron. Pero, en medio del regocijo público, el rey <«mandó sacar aquellos trescientos hombres heridos que habia prisioneros en las galeras,-es Desclot quien habla,—y los desembarcaron una mañana muy temprano, y los hizo ensartar en una maroma, y luego atarlos á la popa de una galera, y en seguida arrastrarlos mar adentro á vista de cuantos verlo quisieron, pereciendo así todos ahogados.» Y prosigue diciendo Desclot: «Despues, á los doscientos sesenta prisioneros que aun quedaban y no estaban heridos, mandó sacar los ojos á todos, menos á uno á quien dejó tuerto para que pudiese guiar á sus compañeros, y atados todos con una cuerda, los envió al rey de Francia. En cuanto á los otros cincuenta, por ser de clase distinguida, el rey se los retuvo en calidad de prisioneros (1).»

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Zurita, y en pos de él los autores todos, atribuye este hecho á Roger de Lauria. Debió leerlo en Desclot con referencia al rey, pues se ve que tenia ante sus ojos la obra de aquel cronista al escribir esta parte de sus Anales, pero no tuvo el valor y la independencia de Desclot para contar la verdad, y creyendo aquella demasiada barbarie para el rey, atribuyósela buenamente al almirante, de quien por otra parte se cuenta un hecho parecido, si bien que en otra ocasion y mas adelante, habiéndole quizá servido de ejemplo el del rey don Pedro. Por mi parte, creo lo que dice Desclot, y no hay que alterar su testo para adular la memoria del monarca aragonés, que otros hechos dignos de elogio tiene en su vida, ya que este lo sea de censura y vilipendio (2).

(1) Desclot, cap. CLXVI.-Es muy de notar el silencio que este cronista guarda sobre el almirante que se supone hecho prisionero, bien fuese Escoto ó Bailleul, aunque yo, en caso, me inclino al primero.

(2) Admfrome, no de Zurita, pero sí de un autor contemporáneo nuestro que haya consentido en alterar el testo de Desclot, que no podia ignorar, pues en su artículo sobre los sucesos del reinado de D. Pedro, lo cita á cada paso; y sin embargo, este autor, que así oculta á sabiendas la verdad, es aristarcamente severo para criticar á los demás.

Roger penetra en

el castillo.

Mientras tanto, Roger de Lauria iba siguiendo la costa, señor ya del mar y sin que nadie se opusiese á su marcha victoriosa. Penetró Rosas y toma en Rosas atrevidamente y se apoderó de los buques que habia en aquel puerto, haciendo prisionero á otro almirante enemigo, Simon de Tursi (1), desembarcando luego para tomar el castillo en el que habia guarnicion francesa. Cayó el castillo en su poder, pero al retirarse otra vez á sus naves, tuvo que sostener un violento choque con un cuerpo de caballería francesa llegada rápidamente para oponerse á los progresos del bravo almirante. Este fué tan afortunado en tierra como lo era en mar. La caballería enemiga fué destrozada por sus intrépidos marinos y muerto su caudillo, el conde de SaintPaul, á cuyo cadáver cortaron los nuestros una mano, que se llevaron como trofeo de victoria y que fué luego rescatada por la suma de siete mil marcos de plata (2).

Reembarcándose el almirante, hízose al mar con su presa y sus lauros para ir á ganar otros en Cadaqués, villa del conde de Ampurias pero declarada entonces por el rey de Francia. En este puerto se apoderó de una nave del duque de Bravante, en la cual halló gran suma de dinero que se traia para la paga del ejército, y de varios leños cargados de armas y de víveres. En seguida, intimó la rendicion al presidio francés que guarnecia el castillo, y su capitan, como estaba ya noticioso del descalabro de la armada francesa y de la fuga á Provenza de las naves que se habian salvado, se rindió sin esperar el asalto. Roger de Lauria desembarcó, pues, para tomar posesion de la villa y de la fortaleza ( 3 ).

que

entonces, al incentivo de estas espléndidas jornadas,

Se apodera

de Cadaqués.

Levantamiento de

de la

costa.

Es fama hubo una reaccion general en todos los pueblos de la costa que al los pueblos principio se habian sometido, y alzándose en masa y corriendo á las armas, arrojaron á los franceses que los presidiaban y se apoderasen de las varias y dispersas naves en ellos refugiadas, siendo en esta ocasion y no en otra, segun parece, cuando fué hecho prisionero el almirante Enguerrando de Bailleul (4). Con este fueron cuatro los almirantes, ó á lo menos los oficiales superiores de la marina francesa que durante aquella guerra cayeron en nuestro poder: Guillermo de Lodeva en el combate ganado por Marquet y Mayol; Juan de

(1) Hist. del Lang. tom. IV, nota VII, párrafo VIII.

(2) Amari, tom. I, pág. 335.

(5) Desclot, cap. CLXVI; Zurita, lib. IV, cap. LXVIII. (4) Hist. del Lang. tom. IV, pág. 51.

Embajada del rey

á Roger.

Escoto, que hemos de suponer fué este, en la batalla con Roger de
Lauria; Simon de Tursi en la sorpresa de Rosas, y Enguerrando de
Bailleul en un pueblo de la costa, que hay sospechas para creer fue-
se Palamós.

Roger de Lauria, despues de haber mandado á Barcelona sus prede Francia sas, habíase quedado á reposar un poco de sus luchas y de sus fatigas en Cadaqués, y sabiéndole allí envióle el rey de Francia una embajada por el conde de Foix y por Ramon Roger, hermano del conde de Pallás, que seguia las banderas del ejército cruzado, haciendo armas contra su patria. Parece que estos dos señores pidieron al almirante que guardase lo asentado en la tregua de Gerona, pero Roger de Lauria contestó que no se incluia él ni la armada de mar en aquella tregua, á mas de que jamás la haria él con franceses ni provenzales, mientras viviese, aun cuando la pactase el rey de Aragon.

Orgullosa respuesta de Roger de Lauria.

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Replicóle entonces airado el conde de Foix que podria arrepentirse de esta respuesta, pues tenia poder el rey de Francia para armar trescientas galeras antes de un año, cosa que jamás podria hacer el de Aragon; y á estas palabras del de Foix contestó Roger con estas otras, que se han hecho célebres : Ya se yo que el rey de Francia podrá armar esas trescientas galeras que decís, y mas aun, pero si él pone en el mar trescientas, yo armaré ciento, ni mas ni menos, en honor y gloria del rey de Aragon y de Sicilia. Ciento me son bastantes para oponerme á todo el poder de Francia, y yo os juro que con ellas solo me bastan para que ninguna galera ni nao ose surcar el mar sin guiaje del rey de Aragon; y no solo nao ó galera, sino que ningun pez se atreverá á asomarse sobre el mar como no lleve grabado en su cola el escudo de Aragon (1). »

Orgullosa respuesta que no falta quien haya tomado como una fanfarronada de Roger, pero que, dígase lo que quiera, tiene cierta sublimidad en boca de quien la pronunció.

(1) Desclot, cap. citado.

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