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gar distinguido en la sociedad que vd. me ofrece en nombre del rey de la nación española, ni cuanto el mismo rey y toda su nación puedan darme iguala en mi estimación el precio de la absoluta independencia de mi patria.- La independencia absoluta es la que yo pronuncié, y esta es la que he de sostener. Las medidas conciliatorias que vd. propone del decoro del gobierno español con los verdaderos intereses de este país, y las ventajas y mejoras que pueda tener, se asemejan demasiado á la independencia nominal que algunos también habían imaginado, ó esperan como vd. de la leeción que ha recibido la España y con que creen alucinar á Jos incautos, no siendo ni pudiendo ser en substancia más que la antigua gravosa dependencia de tres siglos, en que constantemente se han decantado y preconizado los desvelos del gobierno español por la prosperidad de este país. ¿Cree V., señor mío, que este gobierno haya llegado al conocimiento de los verdaderos intereses de los habitantes de N. E. á la hora en que se le salió de las manos, ni que mientras permaneciese en ella su dominación pudiese, aun conociéndolos, anteponerlos á los suyos? ¿Cuál es pues en esta parte la perspectiva que V. me presenta de la felicidad de este país, que es la única que me podría mover? ¿O á qué se reduce esa oferta de conciliación de decoro é intereses, sino al antiguo yugo siempre dorado con diversos títulos, hasta venir últimamente al muy vano que puso á la N. E. entre las partes integrantes, la monarquía española y dizque le comunicó sus derechos constitucionales?-Si á este sue. lo amenazan algunas desgracias, no serán otras que las que le prepare en la península el gobierno español, y aquí algún insensato de sus partidarios: pero á él toca considerar si puede con justicia intentarlas, y si nosotros tendremos suficiente.fuerza para repelerlas y hacer que vuelvan sobre su nacimiento. Yo con mucho sentimiento llamo la atención de vd. á las funestas resultas de la intentona de una parte de las

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tropas expedicionarias que se arrojaron á violar la fe de las capitulaciones. Igual suerte espera á todos los que de cualquier modo presuman hostilizarnos y turbar nuestra tranquilidad. La nación que defiende su libertad podrá sufrir los males de una injusta violenta agresión, pero siempre está segura de su triunfo.-No son, dice V., los diputados del congreso mexicano los pilotos que necesita una nave que surca por mares desconocidos y por escollos no situados, y añade, que faltan los conocimientos sublimes y el cálculo, sin lo enal aquella se estrellará siendo todos víctimas del demasiado amor propio y poco juicio; pero cuando V. dice esto no podrá desconocer la generosidad de los mismos diputados. Tal vez el extremo de esta es lo que ha dado motivo para tan agria censura, y aliento á V. para manifestármela con sus demás proposiciones. No hay necesidad por ahora de decir más sobre esto. El tiempo manifestará cuáles son las virtudes características de la nación mexicana, y de qué son capaces sus dignos representantes. Mi genial moderación me limita á estas breves insinuaciones; pero en cambio del cuidado é interés que V. manifiesta por mi persona, y para demostración de cuánto agradezco las expresiones de amistad con que V. me hopra, reproduzco lo que tantas veces he significado á V. para que se decida á la entrega de ese castillo. El imperio mexicano que puede exigir de V. este acto con voz poderosa, lo admitirá con gratitud cuando V. lo haga obrando por el libre movimiento de su prudencia. Yo nada propongo á V. que pueda empañar su gloria. El valor nunca se confunde con la temeridad, ni se falta á la fidelidad cuando es necesario ceder á fuerza superior. La humanidad, la razón y la justicia son los objetos que guían las operaciones de un general valiente, y V. ha recibido del cielo dotes que lo deben fijar invariablemente en los mismos objetos. Si V. me da testimonios de abrazarlos en su ulterior conducta con respecto á la entrega del castillo, me gloriaré de ser su

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verdadero amigo y seguro servidor Q. B. S. M.-Agustín de Iturbide.-Sr. D. José Dávila."

Ambas cartas fueron publicadas á solicitud del mismo Iturbide diciendo al gobierno:

"Sermo. Sr. La suprema ley que me he impuesto en todas mis operaciones es la salud de mi patria, y cuando esta de algún modo puede hallarse comprometida, ninguna consideracion es para mí más imperiosa, que la de ocurrir con oportunidad al daño. Por este principio, luego que recibí la carta que en 23 de marzo me dirigió el gobernador español D. José Dávila, que retiene el castillo de San Juan de Ulúa, me apresuré á dar el debido conocimiento al soberano congreso; y por la misma razón me he decidido á que lo tome tambiéu la nación consignando a la imprenta, si fuere del agrado de V. A., la enunciada carta y la contestación que le he dado. Aquel gobernador tuvo sobrada ligereza para presumir que podría seducir contra la independencia del imperio mexicano, al mismo que la pronunció en Iguala y supo llevarla al término más glorioso, y de esta ligereza pasó á la temeridad de probar el poder de su seducción. ¡De qué tentativas no es capaz el que aspira á encadenar una nación que ha destrozado el yugo que la esclavizaba! ¡Lo que se ha intentado respecto del primer jefe de la independencia, dejará de intentarse ó haberse intentado respecto de otros individuos á quienes se juzgue más dispuestos á un alucinamiento 6 á un desliz? Necesario es por tanto, que todos los habitantes de este imperio se hallen. preparados contra sugestiones pérfidas, y advertidos de los lazos que se tienden para hacer presa en los incautos, y trastornar desde los cimientos la obra magnífica que acaba de presentarse á la admiración del orbe. Y no es menos necesario que sepan con puntualidad lo que podría llegar á sus oídos tergiversado y por conductos infestos. Por tanto, suplico á V. A. se sirva mandar que se publiquen la carta del general Dávila

y mi contestación, para que se rectifiquen las ideas de los pueblos, precaviendo equivocaciones en materia tan importante.-Dios guarde á V. A. S. muchos años. México, abril 8 de 1822.-Sermo. Sr.-Agustin de Iturbide."

Tales coincidencias, que aun podían decirse combinaciones, porque no podían ser de ninguna manera casualidades, inclinaron la opinión de algunos diputados más en contra de Iturbide que á favor de los borbonistas, principalmente los españoles, porque se advertía que las tendencias de éstos se habían de seguir explicando, siempre favorables, y contrarias á México y á su libertador.

Estos sucesos dieron margen á que los partidos de iturbidistas y borbonistas se acabasen de marcar, y á que el de los patriotas antiguos se uniese á estos últimos más formalmente bajo el plan y combinación de derribar al héroe de los primeros, dejando para después el contrariar las miras ó los fines de los segundos, que eran el establecimiento de la dinastía de los Borbones en el trono de México conforme al plan proclamado en Iguala, ó tal vez, por parte de algunos españoles se aspiraba realmente á la retrogradacion, hasta querer la vuelta del sistema colonial y dependencia que había muerto eu 1821. Este modo de raciocinar de los insurgentes y de los republicanos, que después se les unieron con el objeto de evitar que Iturbide se hiciera de un poder omnímodo, no era muy exacto en aquellas circunstancias; pero sin duda él decidió en su contra abiertamente y de un modo resuelto á los enemigos de este caudillo, no por la fuerza de convicción, sino por la de las pasiones y los resentimientos de unos y el temor de los otros, cosa muy cierta si atendemos á la falta de política con que el general Iturbide trató á los insurgentes, y reflexionamos en la ostentación, vanidad y brillo con que se le halagaba, y que tal vez, maliciosamente por hacerlo odioso, se daba á su autoridad y á su persona.

Esta conducta preparó los posteriores sucesos hasta la coronación.

En aquellos días se anunció y aun casi se conocía muy claramente que debía haber un próximo rompimiento, ó una variación de cosas: los espíritus se hallaban en grande agitación: Iturbide y sus partidarios luchando con obstáculos, y sus enemigos pulsando también dificultades en sus combinaciones y planes. La imprenta animaba, por decirlo así, y daba pábulo al fuego: el gobierno no podía caminar, y en fin, la situación general era violenta y embarazosísima. Al congreso lo figuraban con estudio el émulo del libertador, ó decididamente su enemigo, y comenzó á ocuparse de algunas cuestiones, que unidas á algunas particulares ocurrencias, que relataré y veremos después, acabaron de indisponer los ánimos, y fomentaron la división y los partidos.

La renovación de la primera regencia y formación de la segunda tuvo lugar en la noche del 11 de abril de 18221 y fué esta variación una de las ocurrencias más notables, y que dió un triunfo al partido borbonista; pero que le perjudicó, porque descubrió y animó una oposición que se iba formando entre aquellos mismos diputados que eran víctimas de sus secretas maquinaciones. Cincuenta y tres de ellos convinieron y presentaron una proposición, pidiendo, que calificada que fuera la necesidad de variar la regencia, la nueva eleccción de sus individuos se hiciera proponiendo los dipu tados de cada una de las provincias una persona, y que del número que resultase se sacaran por suerte los regentes. Esta proposición, aunque fué enérgicamente sostenida en la discusión, no fué admitida, pero se publicó en una instrucción que sus autores remitieron á sus provincias, y en un impreso que yo dí á luz con el título de "Carta de un payo á

1 Era compuesta de los Sres. Iturbide, Yáñez, Velázquez de Leon, obispo de Puebla Pérez, y Bárcena. Los reemplazaron, el general Bravo, el conde de Heras Soto y el Dr. Valentin. Estas fueron las dos regencias en su personal.

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