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Obispo de la dicha provincia, con el cual acordastes de salir con los cuatro dichos hombres y esclavos, juntamente con el Capitan Melchor Verdugo, á la calle pública, junto á donde estaba el dicho tirano, y lo hecistes así y alzastes bandera en nuestro Real nombre, y hecistes tocar atambores, apellidando el nuestro servicio, y vos solo con vuestras armas y caballo, dejando al dicho vuestro hermano con la dicha bandera y con la gente que habíades sacado de vuestra casa, anduvistes á caballo apellidando nuestra voz y juntando y allegando toda la gente para que viniesen á nuestro Real servicio y á meterse debajo de nuestra bandera y estandarte Real. Y de esta manera anduviste toda una noche fasta que amaneció, y encontrastes con un capitan del dicho tirano que se decia Francisco Moreno, mulato, el cual durante el tiempo de la dicha rebelion hizo muchos delitos y mató á un vecino de la dicha ciudad, y fué el principal de los que se hallaron en las heridas que se dieron á Don Rafael Figuerola, nuestro Gobernador de la dicha provincia; y yendo en huida el dicho capitan, le alcanzastes, y echándose á nado en la mar, le distes de lanzadas y le matastes. Y despues hasta que fué desbaratado el dicho tirano y puesta la tierra allanada y en quietud, servistes muy bien con las dichas vuestras armas y caballo; y que lo mesmo habíades hecho el año pasado de cincuenta, al tiempo que los Contreras se rebelaron contra nuestro servicio en la dicha provincia de Tierra Firme, como todo ello nos constaria por ciertas informaciones que en el nuestro Consejo de las Indias fueron presentadas; y me fué suplicado que, atento á los dichos vuestros servicios, y porque de vos y de ellos quedase perpetua memoria, vos mandase dar por armas un escudo fecho tres partes: que en la una de la mano izquierda esté un hombre armado de armas de plata con una lanza en la mano, en campo verde, caballero en un caballo rucio rodado, que va hacia el cuarto derecho en alcance de un hombre que

está en el dicho cuarto derecho que va huyendo hasta la mar, caballero en un caballo morcillo, en campo rojo, y las aguas del mar azules, el rostro descubierto, armado de armas blancas ó plata; y en el cuarto de abajo del dicho escudo, en campo azul, esté un castillo de oro con un estandarte en lo alto dél, rojo, con una cruz de oro; y por orla del dicho escudo, diez cruces de Jerusalen coloradas, en campo de plata, y por divisa y cimera un yelmo abierto con un brazo armado con una espada en la mano, con sus trascoles y dependencias é follages de azul y oro, ó como la nuestra merced fuese, etc.

Dada en Madrid á 18 de Febrero de 1567.-Yo el Rey.

ARMAS

PARA MARTÍN DE SALAS.

Don Carlos é Doña Juana, etc. Por cuanto por parte de vos Martin de Salas, vecino de la ciudad del Cuzco, nos ha sido hecha relacion que há muchos dias que vos, con deseos de nos servir, pasaste á la provincia de la Nueva Castilla, llamada Perú, é nos habeis servido en la pacificacion é alzamiento de los indios de aquellas provincias con vuestras armas y caballo á vuestra costa y mision, especialmente en el alzamiento del Inga, cuando Hernando Pizarro, teniente de Gobernador de la dicha provincia, fué en siguimiento suyo hasta el pueblo de Lirie, en el cerco del Cuzco, estando cercados vos y los dichos españoles de mucho número de indios, con los cuales tuvistes muchos recuentros é peleas; que teniendo los dicho indios la fortaleza de la dicha ciudad, que estaba fuera de ella, donde hacian mucho daño á los españoles, subistes vos y otros españoles, aventurando vuestras vidas, á la dicha fortaleza, y matastes mucho número de indios é se la tomastes, donde

os dieron un flechazo en la cabeza, é que por ganarse la dicha fortaleza del Cuzco, aplacó la guerra por entonces; y que despues subcedieron otros muchos recuentros con el dicho Inga e su gente é con otros muchos indios, en todos los cuales os hallastes así con el Capitan Hernando Pizarro como con el Marqués Don Francisco Pizarro, su hermano, pasando rios á nado y caminando por montañas muy ásperas é de fragosa tierra, y dando de noche sobre los indios que andaban de guerra, andando siempre en los delanteros con las dichas vuestras armas y caballos á mucho peligro é aventura de vuestra persona, padeciendo muchos trabajos, hambres y nescesidades, como dixistes que constaba y parescia por cierta informacion de que ante Nos, en el nuestro Consejo de las Indias fué hecha presentacion, é nos fué suplicado que en remuneracion de los dichos vuestros servicios y porque de ellos quedase perpetua memoria, vos mandásemos dar por armas un escudo, que en el medio de él esté un leon abrazado á un árbol de oro, en campo de oro, y por orla cinco estrellas de oro en campo azul, y por timble un yelmo cerrado, y por devisa un medio leon con sus trascoles é dependencias é follages de azul y oro, ó como la nuestra merced fuese, etc.

Dada en Madrid á 31 de Julio de 1540.-Yo el Rey.

ARMAS

PARA ANDRÉS DE VILLANUEVA.

Don Felipe, etc. Por cuanto por parte de vos, Tomás de Villanueva, vecino de la ciudad de Guadalajara, del Nuevo reino de Galicia, que es en la Nueva España, de las nuestras Indias del mar Océano, me ha sido fecha relacion que vos sois uno de los primeros descubridores y conquistadores de la dicha Nueva España y de aquel reino, donde nos habeis servido en todo lo que se ha ofrecido

como buen soldado y servidor nuestro, con vuestras armas y caballo, especialmente en compañía de Nuño de Guzman, nuestro Gobernador que fué de aquel reino, en el allanamiento y pacificacion dél, estando rebelados contra nuestro servicio los naturales de aquella tierra, en que pasastes muchos trabajos y os dieron grandes heridas, por haber vos puesto á gran riesgo vuestra persona; y que asimismo os hallastes con el capitan Cristóbal de Oñate en Guajailan con los demás españoles que allí habia, donde estuvistes mucho tiempo sin comer, por no daros lugar á ello los dichos indios, teniéndoos peleando todo un dia, fué causa que habiendo muerto á otros doce compañeros vuestros, y quedando vos y otro solos vivos, defendistes á los demás que iban en la retaguarda que estaban muy maltratados, é que viniendo los dichos enemigos tras vos y los demás por una cuesta abajo, donde no podíades aprovecharos de los caballos, visto el daño que recibíades vos y la dicha gente, volvistes á ellos vos y el dicho vuestro compañero, y peleastes tan animosamente, que matastes al capitan de los dichos indios, é fué cabsa de que todos huyeron y dejaron de hacer muchos daños y muertes; y que despues os hallastes con el dicho capitan Oñate en el cerco del peñon que se dice del Mizton, que duró veintitres dias, habiendo cada dia muchas refriegas y escaramuzas; que os señalastes siempre como buen soldado y servidor nuestro, poniéndoos en los primeros peligros, y que estando ordenado entre los vecinos de la dicha cibdad de Guadalajara que todos los casados sacasen sus mugeres y niños, por el peligro que habia, vos no habíades querido firmar el dicho concierto; antes jurastes de no mover vuestra casa hasta ver quieta y pacífica toda la tierra, y que los dichos indios viniesen al verdadero conoscimiento de nuestra Santa Fée Cathólica y á nuestro dominio Real; y que ansí un dia, víspera de San Miguel, habian venido hasta quince mil indios de guerra y cercaron la dicha cibdad, de donde salie

ron treinta y siete de á caballo, entre los cuales fuistes vos uno, y viendo que eran muchos los indios, temieron los españoles de entrar por ellos; é vos, juntamente con Cristó bal de Tapia, os metistes por el escuadron dellos y le pasastes tres ó cuatro veces de un cabo á otro, animando é apellidando á los demás españoles, y fué cabsa de los hacer pelear, y que á no hacello, corrieran gran riesgo con los que estaban en la dicha cibdad; y así fué ocasion de que el dicho escuadron fuese vencido y desbaratado y la dicha cibdad libre. Y que despues fuistes al cerco del peñol de Axielubilan con D. Antonio de Mendoza, nuestro Visorey que fué de la Nueva España, en que pasastes muchos trabajos y heridas; y despues habeis poblado y descubierto muchas minas ricas, en que habeis gastado gran parte de vuestra hacienda, sustentando soldados y gente de guerra por señalaros en nuestro servicio, como todo constaba y parece por cierta informacion de que ante Nos, en el nuestro Consejo de las Indias, por vuestra parte fué fecha presentacion; y me fué suplicado y pedido por merced que, teniendo consideracion á los dichos vuestros servicios, é para que de vos é de ellos quedase perpetua memoria, é vos é vuestros descendientes fuésedes más honrrados, vos mandásemos dar por armas un escudo partido en cinco partes: que en la primera parte alta de la mano derecha esté un hombre armado de armas blancas, con un estandarte Real, de color rojo, en las manos, caballero en un caballo morcillo, encubertado de oro y plata, en campo verde, y el dicho cuarto tenga una orla blanca con unas letras negras que digan:

Así como siempre he hecho,

con mi hacienda y mi persona,
serviré á vuestra Corona.

Y en la segunda parte alta de la mano izquierda estén dos lobos pardos, atados á un pino verde con piñas de oro,

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