Poesías originales de fray Luis de León, revisadas por Don Federico de Onís

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García Monge, 1920 - 113 páginas
 

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Página 27 - Qué descansada vida La del que huye el mundanal ruido, Y sigue la escondida Senda por donde han ido Los pocos sabios que en el mundo han sido ! Que no le enturbia el pecho De los soberbios grandes el estado, Ni del dorado techo Se admira fabricado Del sabio moro, en jaspes sustentado...
Página 39 - El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada. Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada.
Página 58 - Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado; el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente ; despiden larga vena los ojos hechos fuente...
Página 72 - ¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, escuro, con soledad y llanto; y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?
Página 96 - Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa en el campo deleitoso, con sólo Dios se compasa ya solas su vida pasa, ni envidiado ni envidioso.
Página 47 - De do manan las fuentes; quién ceba, y quién bastece de los ríos las perpetuas corrientes; de los helados fríos veré las causas, y de los estíos. Las soberanas aguas del aire en la región quién las sostiene; de los rayos las fraguas; do los tesoros tiene de nieve Dios, y el trueno dónde viene.
Página 47 - ¿No ves cuando acontece turbarse el aire todo en el verano? El día se ennegrece, sopla el gallego insano, y sube hasta el cielo el polvo vano; y entre las nubes mueve su carro Dios ligero y reluciente, horrible son conmueve, relumbra fuego ardiente, treme la tierra, humíllase la gente. La lluvia baña el techo; envían largos ríos los collados; su trabajo deshecho, los campos anegados, miran los labradores espantados...
Página 30 - A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada me baste, y la vajilla de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada. Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insaciable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando. A la sombra tendido de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce acordado del plectro sabiamente meneado.
Página 70 - Ya dentro a la montaña del alto bien las guía; ya en la vena del gozo flel las baña, y les da mesa llena, pastor y pasto él solo, y suerte buena. Y de su esfera cuando la cumbre toca altísimo subido el sol, él sesteando de su hato ceñido con dulce son deleita el santo oído. Toca el rabel sonoro, y el inmortal dulzor al alma pasa, con que envilece el oro, y ardiendo se traspasa y lanza en aquel bien libre de tasa.
Página 46 - ¿Cuándo será que pueda Libre de esta prisión volar al cielo, Felipe, y en la rueda Que huye más del suelo Contemplar la verdad pura sin duelo?

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