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ma con que le iba á brindar la suya, pero mucho más duradera luego y risueña de la á que aquél se atreviera á aspirar, ni él pensara obtener en sus más fuertes accesos de ambición. Y, sin embargo, á los ocho años de haber abrazado la carrera militar y sin ejercer en ella otro servicio que el pacífico y cortesano de Guardia de Corps, había recorrido todos los empleos intermedios hasta el de teniente general, y alcanzado las condecoraciones tenidas entonces por las más consideradas de España y el rango social con que, y el título de duque de Alcudia, se presentaba en 1792 al frente de la nación que pasaba por una de las más severas y dignas de Europa.

Sus encomiadores y los crédulos ó deferentes con la historia que en su destierro se forjó é hizo pública para disculpa de sus extraordinarios medros y gloria de su acción política en el largo período que le cupo ejercerla, le han dotado de prendas sobresalientes de talento y educación, cultivadas, no ya sólo en los principios de su vida, sino cuando su ambición y su fortuna le animaban á esperar el encumbramiento en que muy pronto le contemplaría escandalizado el mundo. No es en una historia, como esta, general y dedicada á reseñar sus fastos á grandes rasgos y en síntesis necesariamente lacónicas, donde quepa el distraer al lector con la narración minuciosa de los primeros pasos y rápidos progresos de Godoy en la carrera militar y en la nueva que inmediatamente emprendió, asaltando, como hemos indicado, las gradas más altas de la escala social, todo por el favor, más que en su mérito, fundado en los caprichos de que ya la reina de España había dado tan irregulares como sorprendentes muestras.

María Luisa, casada con Carlos IV en 1765, Maria Luisa. cuando éste era príncipe de Asturias, y á la edad de 14 años, tres menos que su marido, había nacido en Parma, de cuyo soberano, tío del de España, era hija. Tenía hermoso cuerpo y aun cuando no pudiera decirse lo mismo de su

rostro, sus ojos, llenos de vida y animación, si de mirada audaz y hasta provocativa, dábanla un atractivo, pudiéramos decir un encanto que aún ponen de manifiesto los cuadros y esculturas existentes en nuestro Museo y el Palacio Real. Había recibido educación esmeradísima y cristiana ❝y al lado, como dice el prusiano Schépeler, de un monarca enérgico y de talento, hubiera llegado á șer ornamento del trono, 1. Pero su imaginación sobradamente exaltada, superior á su talento y mucho más á su juicio, así como la especie de abandono en que Carlos IV, aun amándola tanto, la dejaba por satisfacer su desmesurada afición á la caza, debieron provocar en ella la explosión de unas pasiones que, como de española é italiana, se desbordaron hasta inficionar la atmósfera toda que la rodeaba, haciendo de la corte de Madrid el lodazal que tan gráficamente nos dan á conocer los cuadros de costumbres de aquel tiempo. No tardó mucho, desde el día en que llegó á la corte de España, en demostrar la ligereza de su carácter y la movilidad de sus sentimientos que, sobreponiéndose á su talento, más superficial, según ya hemos dicho, que sólido, la hicieron entregarse á la satisfacción de todos sus caprichos, si vigilados, con la intención de contenerlos, por Carlos III, no así, ni menos contenidos por Carlos IV, efecto de su cariño ciego y de su ingénita debilidad. Cuando Carlos IV empuñó el cetro de España, ya hemos dicho que dió á su desacordada consorte una participación en el gobierno, más ajena del carácter de ella que del de su sexo, apareciendo puestas en las manos, tan débiles como inexpertas, de aquella mujer la dirección de todos los asuntos públicos del país, y, con ellos, la salud quizás de la patria. Y como eso no era posible por las mismas condi

1 Poseemos un libro de horas, todo él escrito de su puño y letra, en italiano por supuesto, al poco tiempo de haber llegado á la corte de su suegro, con todas las señales, por cierto, de haberse hecho bastante uso de él. Pertenecía á la biblioteca del infante D. Francisco de Paula.

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MARIA LUISA DE BORBON

ESPOSA DE CARLOS IV. REY DE ESPANA.

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