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rosa. Y, si no, hay está el juicio que de él emite el tantas veces citado Mr. Fervel, que, si erróneo en algunos de sus conceptos, acierta en el de su carácter, revelado en la conducta que observó y en los éxitos por él obtenidos en aquella campaña con su dulzura y humanidad.

Ya hemos indicado á quién debió su nombra- Invade el miento para el mando de las armas en Cataluña

Rosellon.

y el Rosellón, á Godoy, que en los dos días en que Ricardos estuvo en Madrid le dió sus instrucciones, conformes con los deseos del Rey, respecto á los procedimientos políticos que habría de observar para con los habitantes de aquella provincia francesa, no reñidos con la energía que le sería conveniente imprimir á las operaciones de la guerra. Así es que puesto en la frontera á mediados de Abril y sin dejar de hacer traslucir á los pueblos en ella situados sus conciliadores propósitos, se decidió á maniobrar inmediatamente, comprendiendo que en la presteza y el vigor estaría el secreto de sus primeros éxitos. Y como para penetrar en Francia por la carretera general se hacían imprescindibles el sitio y toma del castillo de Bellegarde, operación que requería grandes preparativos y mucho tiempo, resolvió practicar un movimiento de flanco que le permitiese envolver aquella fortaleza y facilitar por algún otro punto la entrada de todo su material de campaña en Francia. Existía, con efecto, uno fácil de habilitar para el tránsito de la artillería y los trenes de municiones y equipajes, el Portell ó Coll de Panisas, pero tan próximo á Bellegarde que sólo dista 96 metros de las baterías más avanzadas al Oeste de la célebre fortaleza. También podía hacerse practicable el Coll de Banyuls; pero mucho más distante, como abierto en la montaña de Albera á 24 kilómetros al E. de Bellegarde, y cubierto por los fuegos del fuerte de Saint-Elme, ofrecía, por otro lado, la desventaja de no conducir su camino á los objetivos más interesantes, presupuestos en el plan del general Ricardos.

Combates de

Éste, pues, sin vacilar un momento, luego Saint-Laurent, de bien reconocidos y estudiados los puestos de Arlés y Ceret. la frontera más ó menos próximos á Bellegarde, donde los enemigos esperarían detenerle todo el tiempo necesario para organizar y establecer los refuerzos que sin cesar les llegaban, se encumbró rápidamente por la cordillera, y el 17 de aquel mes de Abril, ya citado, aparecía una de sus columnas, mandada por el general Escoffet, sobre Saint-Laurent de Cerdá, por cuyas calles penetraba á las diez de la mañana, haciendo huir y con graves pérdidas á las dos compañías francesas. Los que acudían al relevo de la guarnición, á las órdenes del teniente coronel Laterrade, un ex constituyente muy enérgico al decir de los suyos, se encontraron ya á la vista de Saint-Laurent, envueltos en el pánico y la derrota de los que pretendían socorrer; y viendo á su frente y coronando las alturas de sus flancos á los Españoles, hubieron de acogerse, no sin dejar algunos de los suyos, dos banderas y otros efectos en el campo, á los muros de Arlés, que al día siguiente evacuaban también para retraerse á Céret con el general Gautier-Kervegen, jefe de Estado Mayor de La Houlière que mandaba el ejército francés en Perpiñán.

Allí debieron esperar los Franceses, pues había ya bastantes reunidos, dar una lección á nuestros soldados; porque, formando una línea de batalla, aunque muy defectuosa por lo extensa y mal sostenida, se prepararon á defender la ciudad y su comunicación con el puente del Tech, que se halla muy inmediato y á su espalda. La columna de Escoffet acababa de obtener el refuerzo de otra que, regida por el conde de la Unión, no había podido tomar parte en el combate de Saint-Laurent, extraviada en los bosques y barrancos inmediatos del Pirineo; pero en la mañana del 20, apoderada de las alturas que se alzan sobre lo que constituía el ala izquierda francesa, amenazó desde el primer momento combatirla y aun envolverla.

En vano los Franceses, que contaban con unos 3.000 hombres, número igual próximamente al de los nuestros, trataron de defender aquel lado de su línea cubriendo de metralla las cabezas de las columnas españolas; el conde de la Unión las lanzó á la bayoneta, arrollando con tal energía á sus enemigos, que todos se entregaron á la fuga más precipitada, que por fortuna para ellos pudo apoyar el teniente coronel Sauret con su batallón de Champagne. Aun así, el pánico de los Franceses introdujo en Perpiñán la mayor alarma que sólo pudo contener la presencia de algunos representantes del pueblo, entre cuyas enérgicas medidas fueron; una de ellas, la de enviar al general Willot á Toulouse á que diese cuenta de su conducta, y otra, la de suspender del mando al general La Houlière que, no pudiendo soportar tal afrenta, se levantó, como dice Fervel, la tapa de los sesos.

Los trofeos de aquel combate fueron cuatro piezas de artillería de campaña, de las con que trataron de contener el ímpetu de nuestros infantes, desprovistos de ella, y algunos prisioneros, á más de 200 enemigos que quedaron en el campo de batalla, muertos ó heridos, y muchos más que se ahogaron en el Tech al tratar de cruzarlo á nado, ya que el puente aparecía intransitable por la muchedumbre de los fugitivos que trataban de salvarse por él.

Allí debían contenerse los progresos de los Españoles, faltos de la artillería necesaria para continuarlos, y que habría de procurarse pasándola por el Portell, á cuya retaguardia se hallaban ya '. Aquella operación era todo lo delicada que hacen suponer lo escabroso del tránsito y la

1 Fervel dice que aquella detención debe atribuirse á la timidez de los Españoles que no supieron aprovecharse de su anterior osadía, pero es el caso, que páginas adelante, después de la batalla de Mas-Deu, vuelve á hablar de la parsimonia del general Ricardos con la que « allait perdre toul le fruit de sou audacieux début. ¿En qué quedamos? ¿fue tímido ó audaz el comienzo de las operaciones de aquella campaña? Porque el combate de Céret fué tres días después del de San Lorenzo de Cerdá.

Batalla de

proximidad del castillo de Bellegarde. Fueron necesarios 2.000 hombres y tres días para poner el camino practicable, y ésto distrayendo á la guarnición de Bellegarde con una gran batería de morteros, establecida al frente de la Junquera, y otra de piezas de sitio que, desde las alturas próximas al Portell, inutilizaban el fuego que los Franceses de la fortaleza pudieran dirigir sobre aquel paso para estorbar los trabajos que en él verificaba nuestra tropa. Naturalmente transcurrieron varios días en tal faena, los días que los historiadores franceses toman por de excesiva circunspección de parte del general Ricardos, que inmediatamente les demostraría que no era sino la falta absoluta de medios y su bien entendida prudencia, las que le detenían en Céret para, con ímpetu después irresistible, acorralar á todos sus enemigos en Perpiñán. Porque pocos días después y pasados los primeros de Mayo, toMas-Deu. dos de muy mal tiempo, avanzaba el general español al frente de 12.000 hombres sobre Elne, Thuir y Mas-Deu, donde los Franceses habían establecido su campo con objeto de cubrir la plaza de Perpiñan que tenían muy inmediata á su retaguardia. Era un movimiento, el de Ricardos, tanto más hábil cuanto indispensable; el de buscar á sus enemigos reunidos en un punto desde el que, además de defender la capital del Rosellón, vigilaban y podían socorrer los varios fuertes que él no había podido aún ocupar, atento, por el pronto, á envolverlos en su rápida invasión hasta que, disuelto el grueso del ejército francés, pudiera desahogadamente proceder á su ataque y conquista. Y el día 18 de aquel mes de Mayo levantaba su campo Ricardos para el 20 presentarse al frente del general francés Dagobert, situado en la península del Rear, entre el Mas-Conte, el convento generalmente llamado Mas-Deu y las ruinas del castillo del Rear, donde formaba su extrema izquierda. El ejército español marchaba en tres columnas; la de la derecha mandada por el du

que de Osuna, la de la izquierda por el general Courten y la central por el general Villalba que, amenazando al grueso del enemigo, servía también de reserva á las otras. El general Ricardos, á la cabeza de la caballería, apoyaba á Courten y á la vez se dirigía á cortar la derecha enemiga sobre las baterías allí establecidas, como lado el más débil de la posición francesa. Era, pues, una acción campal, una verdadera batalla la que iba á darse en aquel día, decisiva acaso para el resto de las operaciones que hubieran de poner toda la frontera en manos del ejército español.

Como el centro del francés aparecía inatacable por lo quebrado del terreno, toda la acción tenía que desarrollarse sobre los flancos, en que naturalmente uno y otro de los generales en jefe hicieron establecer la mayor fuerza de su artillería. Con esta arma, de consiguiente, se rompió el primer fuego por los Españoles, contestándolo los Francesés con uno tan violento que muy pronto se hizo superior al nuestro. Ya llevaba tres horas de duración, cuando Ricardos, impaciente y creyendo, sin duda, bastante quebrantada la derecha francesa, se lanzó á su asalto con la caballería, que hemos dicho, se propuso regir principalmente en aquella jornada. Sin embargo, la metralla enemiga logró obligar á retirarse á nuestros jinetes después de hacerles sufrir una pérdida considerable; pero la carga había hecho también su efecto, porque el general Dagobert, viendo el peligro que corría el flanco en que se daba, desguarneció su posición del izquierdo para acudir en auxilio de sus camaradas de aquél.

Dos errores, pues, había cometido el viejo y peritísimo general, que bien pudiéramos llamar el héroe francés de aquella campaña; primero, el de no haberse atrincherado en sus posiciones ante enemigo tan emprendedor como Ricardos, y segundo, el de no comprender con exactitud la ineficacia de la caballería ante la masa de piezas que había establecido sobre su derecha en posición que, además,

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