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cabeza visible en la persona de san Pedro y sus sucesores, los Romanos Pontífices, para que así constituida durara hasta la consumacion de los siglos.

II

Tond MAYEUR

Dios, como autor de ambas sociedades, ha dictado las leyes fundamentales que deben dirigirlas; así que las reglas para determinar los derechos respectivos de la Iglesia y del Estado y la línea divisoria de los mismos, deben estar basadas en las Divinas enseñanzas.

B

IOS ha prescrito á todos los seres de la creacion una ley superior por la cual se conserva el órden y la armonía en todo el universo. Esta ley es la ley eterna que define san Agustin: Ratio vel voluntas Dei ordinem naturalem conver

sari juvens, perturbari vetans(1); ley que cumplen fatalmente los seres inanimados, por instinto los animales irracionales, y el hombre por la recta aplicacion de su libertad. Por ella se rigen los cielos y la tierra; en virtud de sus preceptos se verifican los fenómenos que tanto admiramos en el mundo físico; á ella obedecen los movimientos de traslacion y de rotacion de los astros y las leyes de atraccion que mantienen su equilibrio; por ella los minerales cristalizan, los vegetales germinan y florecen, los animales viven y el hombre está obligado á amar y servir á Dios en esta vida para gozar la perdurable. Esta ley es el fundamento y

(1) Ep. 22 Cont. Faust., cap. xxix.

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la fuente de todas las leyes, y de ella emanan y con ella deben estar conformes las reglas de la constitucion y vida de la Iglesia y del Estado.

La inteligencia humana es, sin duda alguna, muy limitada para abarcar todas las disposiciones de la ley eterna, pues sólo Dios es capaz de comprender las obras de sumano. Empero, debiendo los hombres ajustar sus acciones á lo en ella prescrito, nos ha dado á conocer algunos de sus detalles en los cuales se hallan consignadas las leyes y preceptos para la consumacion de nuestro fin, y como parte muy importante de ellos los principios por que deben regirse las sociedades espiritual y temporal que á él nos dirigen.

Bien que generalmente todos los

que reconocen la divinidad de Jesucristo y de su Iglesia se hallan conformes en reconocer que la constitucion y las leyes fundamentales de la Iglesia han sido dictadas y reveladas por el mismo Dios, niegan algunos que Dios haya prescrito asimismo las leyes de la existencia y desarrollo de la comunidad política, y afirman que la constitucion y organizacion de los Estados es obra del progreso humano. Mas esta teoría es absurda é injuriosa á Dios, pues no cabe suponer que la próvida y admirable sabiduría del Creador, que instituyó la sociedad política, haya dejado incompleta su obra abandonándola sin leyes fijas y seguras (1).

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(1) Encíclica Immortale Dei.

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