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POESÍA Y ARTE

DE

LOS ÁRABES

EN ESPAÑA Y SICILIA,

POR

ADOLFO FEDERICO DE SCHACK.

TRADUCCION DEL ALEMAN

POR DON JUAN VALERA,

de la Real Academia española.

TOMO SEGUNDO.

MADRID,

IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA,

calle del Duque de Osuna, número 3.

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Quien ha visto á Sevilla, aunque sea de paso, tiene que admirarse de la multitud y variedad de monumentos que tantos y tan diversos pueblos y siglos han ido dejando en aquella famosa ciudad, ensalzada proverbialmente como una maravilla del mundo. Mientras que las columnas de la Alameda vieja hacen pensar en la dominacion de los romanos, la elegante Lonja, el Archivo de Indias y la Torre del Oro, á orillas del Guadalquivir, adonde aportaban las flotas de la recien descubierta América, traen á la memoria el esplendor de la monarquía universal de Cárlos V. Y mientras que la Giralda, graciosa á la par que majestuosa, nos trasporta á los tiempos en que el almuédano hacia oir su voz desde su altura, llamando á la oracion á la floreciente

T. II.

1.

capital del imperio de los almohades, recuerda al lado mismo la magnífica catedral el ahora no ménos decaido poder de la católica jerarquía. Pero, á par de tan importantes monumentos de lo pasado, que áun permanecen sin haberse destruido, en vano se buscan otros que debieron existir en otra edad, si no hemos de tener la historia por fábula. Han desaparecido hasta los vestigios de aquellos edificios suntuosos con que adornó su capital la brillante dinastía de los Abbadidas.

El tiempo, que no ha perdonado los palacios y quintas de aquellos príncipes, tambien ha borrado casi su recuerdo. Y sin embargo, no sólo levantaron los BeniAbbad, merced á su espíritu emprendedor y á su valor guerrero, el poder de su reino á una altura que sobresalia entre la de los otros estados contemporáneos de la península, sino que, como valedores de la ciencia y de la poesía, hicieron de su córte un centro de reunion de sabios y de poetas, con el cual apénas compite en esplendor el que hubo en Córdoba en el más glorioso período del califato. Aun hay más: un individuo de esta dinastía, Al Motamid, ocupa un distinguidísimo lugar entre los poetas árabes, y por su extraño destino, y por la trágica caida en que arrastró á todos los suyos, aparece como un héroe digno de la poesía.

De la anarquía que siguió á la caida de los Omiadas nació un gran número de pequeños estados independientes. Córdoba, Badajoz, Toledo, Granada, Almería, Málaga, Valencia, Zaragoza, Murcia y otras ciudades

fueron asiento de otras tantas dinastías, que á menudo se combatian entre sí (1). Pronto descolló como la más ilustre de estas familias soberanas la casa de los Abba

(1) Hubo tambien reyes ó estados independientes en Denia, Algeciras, Carmona, Ronda, Arcos, Huelva, Silves, Alpuente, Niebla y Moron. La historia de este período, desde la caida del califato de Córdoba hasta que los Almoravides conquistaron la España muslímica, historia que comprende casi todo el siglo XI, está escrita de un modo muy interesante y ameno por Dozy, en todo el tomo IV y último de su Histoire des musulmans d'Espagne.

Dice Schack, en una nota, que cuando escribió esta parte del trabajo que vamos traduciendo, áun no habia dado Dozy á la estampa dicho tomo IV publicado, con todo, en 1861, miéntras que la obra de Schack sólo apareció en 1865. Sea como quiera, Schack añade que las noticias que da şobre la vida de los príncipes Abbadidas las ha tomado directamente de varios escritores árabes, y que sólo son suficientes para servir de cuadro á sus poesías, remitiendo al lector que desee informarse mejor de los sucesos de aquella época, á la ya mencionada y famosa obra de Dozy.

Como esta obra, al ménos que yo sepa, áun no está traduci. da al castellano, y como los sucesos que en ella se refieren in. teresan más á los españoles que á los alemanes, no podré excusarme de ilustrar á veces con una breve nota, tomada de Dozy, lo que Schack dice en este capítulo.

La época en que vivieron los Abbadidas es en extremo interesante y curiosa por la mezcla extraña que hubo en ella de barbarie y de cultura refinada, de libertad de pensar y escribir y de tiranía feroz, de irreligiosidad y supersticion, de ciencia y de ignorancia. Los reyes y príncipes eran poetas, filósofos, eruditos, y al mismo tiempo solian ser los más sanguinarios tiranos, ebrios de vino y de sangre y haciendo con frecuencia ellos mismos, con singular deleite, el papel de verdugos. Badis, rey de Granada, mataba casi siempre él mismo á los personajes más notables á quienes condenaba á muerte. (N. del T.)

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