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locar á aquella princesa los tratados de los monarcas, el enlace de la infanta doña Blanca de Navarra con el príncipe don Sancho de Castilla en 1151 en Calahorra, asistiendo á la solemnidad de la entrega los tres soberanos de Castilla, Navarra y Aragón. Doña Urraca, la viuda del rey don García, pasó también á Castilla, donde fué bien recibida por el emperador su padre, el cual le señaló el gobierno de Asturias para que pudiese vivir con el decoro correspondiente á su alta clase, y por esto y por ser natural de aquel país fué conocida con el nombre de doña Urraca la Asturiana. Época de enlaces fué esta. En aquel mismo año se concertaron también las bodas del emperador viudo con doña Rica, hija de Ladislao rey de Polonia y de Inés de Austria, que tan lejos se extendían ya las relaciones de nuestros príncipes; la cual hizo al año siguiente (1152) su entrada en Castilla, recibiéndola el emperador en Valladolid con grandes y públicos festejos, que tuvieron más solemnidad con la ceremonia de armarse caballero el primógenito del emperador, don Sancho el Deseado (1). Concertáronse igualmente otros dos matrimonios, el del nuevo rey don Sancho de Navarra con doña Sancha, hija del emperador y de doña Berenguela, que hallamos realizado en 1153; y el de la otra hija del emperador, doña Constanza, efectuado, con corta diferencia de tiempo, con el rey Luis VII (el Joven) de Francia, que acababa de divorciarse de su infiel esposa Leonor de Guiena.

Produjo este matrimonio más adelante la venida del monarca francés á España. Habíanse esparcido del otro lado del Pirineo rumores desfavobles acerca de la legitimidad de la princesa castellana, y la maledicencia había representado al emperador su padre como un hombre falto de grandeza y de gloria. Quiso el rey Luis informarse por sí mismo de la certeza ó falsedad de estas voces, y con pretexto de ir en romería á Santiago de Galicia vínose á España. Acompañóle el emperador desde León hasta Compostela (1155). Y como á don Alfonso no se le ocultase el verdadero objeto del viaje de su yerno, dispuso todo lo conveniente para darle un testimonio brillante y solemne de lo infundado de los rumores que á esta tierra le habían traído. Al regreso de Compostela á Toledo, hallábanse ya en esta ciudad el conde de Barcelona y príncipe de Aragón, los príncipes musulmanes tributarios del castellano, los prelados, nobles y ricos-hombres de León y de Castilla, todos vestidos de gala con lucido y numeroso cortejo, ostentando su destreza y gallardía en los juegos de lanzas y caballos, y formando una corte majestuosa y espléndida. Poco acostumbrado el monarca francés á tales pompas, exclamó: «¡ Por Dios vivo, que no he visto jamás una corte tan brillante, y dudo que exista otra igual en el mundo!» Cerciorado además el francés de ser su esposa hija legítima del emperador y de doña Berenguela, partió para su reino satisfecho y admirado, después de haber recibido suntuosos regalos del emperador, acompañándole hasta Jaca los dos hermanos de la reina su esposa con varios nobles y caballeros de Castilla.

Aun no pararon aquí los matrimonios entre príncipes verificados en

(1) Diósele este sobrenombre por lo mucho que se deseaba el nacimiento de un príncipe, y haber tardado cinco años en tener sucesión su madre doña Berenguela.

esta época. Veamos los antecedentes que prepararon el que después se celebró entre los hijos de los soberanos de Aragón y Castilla. Al año siguiente de haberse unido el conde de Barcelona don Ramón Berenguer IV con doña Petronila de Aragón, sintióse la joven reina próxima á ser madre. En el estado crítico que precede á la maternidad, cuando la acosaban ya los dolores del parto, hizo aquella señora un testamento notable por las circunstancias y notable por su objeto. Daba en él al infante que llevaba en su seno, caso de ser varón, todo el reino de Aragón, tal como le había poseído su tío el rey don Alfonso I, pero dejando el usufructo y administración de él al conde su marido mientras viviese. Si el padre sobrevivía al hijo, quedaba aquél dueño libre y absoluto del reino en toda su integridad; mas si lo que naciera fuese hija, sólo recomendaba al padre que procurara casarla y dotarla honorífica y convenientemente: disposición extraña, en que se ve la exclusión que hacía de las hembras para la sucesión de los reinos la misma que siendo hembra los había heredado (1). Después de esto dió á luz un hijo, que se llamó también Ramón todo el tiempo que vivió su padre, y que más adelante, trocado el nombre en el de Alfonso, había de heredar ambas coronas.

Ocupóse seguidamente de esto el conde don Ramón en recobrar de los moros la villa de Ciurana y otras fortalezas y lugares que los infieles conservaban todavía en las asperezas y riscos de Cataluña, acabando de limpiar de sarracenos aquel territorio y poblándole de cristianos. Atendió luego á lo de Bearne y de Provenza, donde recibió engrandecimiento y triunfos, hasta que con noticia de haber invadido el nuevo rey de Navarra sus Estados hubo de regresar precipitadamente á Cataluña, poniéndose sobre Lérida. El navarro, que parecía haber heredado de su padre, no sólo las pretensiones, sino también la mala voluntad al barcelonés, había aprovechado la ocasión de ver á don Ramón embarazado con las turbaciones de la Provenza. Mas el emperador, que estaba á todo y no desatendía nada, partió también para Lérida, como quien iba á hacer de mediador entre los dos contendientes. Sin embargo, si éste fué el objeto aparente, el verdadero quedó demostrado por el pacto que en aquella ciudad hizo (mayo de 1156) con el conde de Barcelona y príncipe de Aragón, renovando y ratificando el que seis años antes habían celebrado los dos en Tudela sobre la ya famosa repartición del reino de Navarra. Y entonces fué cuando se ajustaron los desposorios del infante don Ramón, hijo del conde, con la infanta doña Sancha, hija del emperador don Alfonso y de la emperatriz doña Rica. Tenía entonces el príncipe aragonés escasos cuatro años de edad, tal vez dos no cumplidos la princesa castellana: que tanto era en aquel tiempo el afán de hacer matrimonios y tan anticipadamente se concertaban. El afán decimos, puesto que no eran la más segura prenda de alianza, como se vió en los reyes de Navarra García y Sancho, á quienes el emperador daba sus hijas sin que esto fuera obstáculo para quitarles el reino ó pactar repartírsele con otro.

(1) Archivo de la Corona de Aragón, pergam. n. 250.-El testamento es de fecha de 4 de abril de 1152.-El señor Piferrer, en los Recuerdos y bellezas de España, le pone equivocadamente en 1151.

Distraída de esta manera la atención de los monarcas cristianos, y entretenidos así en ajustar y celebrar bodas, hízose en estos años con mucha flojedad la guerra á los sarracenos, y no es maravilla que los Almohades se fueran entretanto posesionándo de las principales ciudades y plazas del Mediodía y Oriente de España. Del emperador, su más formidable y su más próximo enemigo, no sabemos que hiciera en este tiempo sino dos expediciones á Andalucía, una en 1151, en que tomó y saqueó á Jaén volviéndose á Toledo sin haber podido recuperar de los Almohades á Córdoba, otra en 1155, en que se apoderó de Pedroche, Andújar y Santa Eufemia de la cual regresó para recibir á su yerno el rey Luis el Joven de Francia, de cuyo viaje á España dimos cuenta más arriba. Marchando más derechamente á su objeto los Almohades, habíanse propuesto rescatar á Almería del poder de los cristianos. Era la principal misión que había traído de África Cid-Abu-Said, hijo del emir Almumenín ó emperador de Marruecos De nuevo, pues, se vió Almería circundada y apretada por mar y tierra, no menos ahora por los musulmanes que antes lo había estado por los cristianos; y mientras éstos recibían algunos refuerzos que no bastaban á contrapesar las fuerzas de Cid-Abu-Said, aquéllos se enseñoreaban de Granada, lanzados de esta ciudad ó fugados los Almoravides. Ocupado se hallaba Alfonso VII de Castilla en celebrar el tratado de Lérida y en arreglar las condiciones del matrimonio futuro de su tierna hija, cuando supo que Abdelmumén había enviado de África numerosas huestes para apretar el sitio de Almería. Aguijón fué este que le determinó á acudir volando á Andalucía con su hijo don Sancho y muchos magnates y prelados de su reino. Esta fué su postrera expedición.

No le detuvo saber que los recién llegados africanos, incorporados ya á los musulmanes españoles, formaban un ejército formidable. Al contrario, informado de que venían en su busca, quiso ahorrarles la molestia saliéndoles al encuentro. Trabóse una pelea de las más bravas y reñidas: los Almohades perdieron en ella la flor de sus huestes: huyeron desordenados y abandonaron al vencedor el campo de batalla: más laureles que despojos recogió aquel día el monarca castellano, pero no pudo evitar que Almería se rindiera al fin á Cid-Abu-Said (1157), á los diez años de haber sido conquistada por los príncipes cristianos. De seguro hubiera todavía atajado la caída de aquella insigne ciudad, si una fiebre violenta no hubiera venido á cortar el hilo de aquella vida que por tan largos años y en tantas lides habían respetado las cimitarras agarenas y las lanzas africanas. Tan aguda fué la enfermedad que acometió al victorioso emperador, que queriendo volver á Castilla, no pudo pasar ya de un sitio llamado Fresneda, cerca del puerto de Muradal; erigiéronle allí un pabellón debajo de una encina, y después de haber recibido con edificante piedad y devoción los sacramentos de la Iglesia de mano del arzobispo don Juan de Toledo, allí entregó su alma al Criador á 21 de agosto de 1157 entre las lágrimas y sollozos de sus hijos y de todo su ejército, á los 51 años de edad. Así murió el grande Alfonso VII rey de León y de Castilla y emperador de España.

«Poseía Alfonso en alto grado, dice un juicioso historiador extranjero de nuestro siglo, las cualidades de un gran rey. Sabio y prudente, gobernó

sus súbditos con dulzura y con bondad: consagró sus cuidados y vigilias á la exaltación de la religión cristiana..... Bajo su reinado fué severamente castigado el vicio (1): sus enemigos cedieron á su valor; Navarra y Aragón tuvieron á honor rendirle homenaje, como la mayor parte de los príncipes mahometanos.» «Bajo cualquier punto de vista, dice otro moderno historiador, que se mire la vida de Alfonso VII, por todos lados aparece grande, activa, gloriosa. Verdad es que se encuentran en ella algunos lunares. No contento con engrandecerse á expensas de los moros, también probó hacerlo algunas veces á costa de los reyes sus vecinos: mas como en los últimos años de su vida comprendiese los deberes que le imponía su título de emperador, procuró sin descanso reconciliar todos aquellos príncipes rivales, y reunir las fuerzas de la cristiandad contra sus eternos enemigos. Pocos reyes se han mostrado más dignos del trono..... el nombre de Emperador no fué para él un objeto de ambición vulgar; á falta de la unidad monárquica, para la cual no estaba todavía en sazón la España, le dió por lo menos la unidad feudal. >>

Con razón, pues, lloraron su muerte todos sus súbditos. La noticia del fallecimiento apartó á su hijo don Sancho de las fronteras de los moros, así para dar honrosa sepultura al cadáver de su padre, que fué llevado á Toledo, como para encargarse del gobierno de Castilla. Su hermano don Fernando estaba declarado ya también rey de León.

CAPÍTULO VIII

LOS ALMOHADES

Su origen y principio.-Doctrina y predicaciones de Mohammed Abu Abdallah.-Toma el título de Mahedi.-Persecuciones, progresos y aventuras de este nuevo apóstol mahometano.--Abdelmumén: sus cualidades: asóciase al profeta.-Triunfos materiales y morales de estos reformadores en Africa.-Toman sus sectarios el nombre de Almohades: conquistas de éstos.-Muerte del Mahedi y proclamación de Abdelmumén.-Victorias del nuevo emir de los Almohades.-Muere el emperador de los Almoravides Alí ben Yussuf, y le sucede su hijo Tachfin.-Los Almohades conquistan á Orán, Tremecén, Fez y Mequinez.-Muerte desgraciada del emperador Tachfin.-Revolución en España á favor de los Almohades.-Conquista Abdelmumén á Marruecos: hambre y mortandad horrorosa: Ibrahim, último emperador de los Almoravides: muere asesinado por Abdelmumén.-Fin del imperio Almoravide en Africa y España.-Dominan allá y acá los Almohades.

Otra nueva raza africana ha invadido la península española, y echado en ella los cimientos de una nueva dominación. ¿Quién era y cómo se formó, y cómo vino á España este pueblo, enemigo también del nombre

(1) A propósito de esto cuenta Sandoval el siguiente ejemplo de justicia y de Severidad. Un labrador de Galicia vino á quejarse al emperador de fuerzas y agravios que le había hecho un caballero infanzón su vecino, llamado don Hernando. Mandó el monarca al ofensor que satisfaciese al agraviado, y juntamente escribió al merino del reino para que le hiciese justicia. Ni don Hernando cumplió lo que el emperador le mandaba, ni el merino fué parte para compelerle á ello. El labrador repitió su queja; sintió tanto el emperador su desacato, «que á la hora, dice el cronista, partió de Toledo, tomando el camino de Galicia, sin decir á nadie su viaje, yendo disimulado para no ser sentido. Томо ІІІ

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cristiano, pero no menos enemigo del nombre almoravide, que ha venido á destruir, á arrojar del suelo español á otro pueblo mahometano como él, y africano como él, y á fundar sobre las ruinas del imperio almoravide otro imperio y otro trono?

A principios del siglo XII, siendo Alí ben Yussuf emperador de Marruecos y rey de los Almoravides de España, un tal Mohammed Abu Abdallah, cuyo padre dicen que tenía el cargo de encender las lámparas de la grande aljama de Córdoba, con el deseo de instruirse en las cosas de su fe, después de haber estudiado en Córdoba, pasó á Oriente, y llegando á Bagdad entró en la escuela en que daba sus lecciones el filósofo Abu Hamed Algazalí, que se distinguía por sus doctrinas contrarias á la fe ortodoxa de los musulmanes. Fijóse el doctor en aquel hombre, y al ver su extraño traje le preguntó:-Extranjero, ¿de qué país sois?-Soy, respondió, de al-Aksah en las tierras de Occidente.-Habéis estado en Córdoba, la escuela más célebre del mundo?-Como Mohammed contestase que sí, le preguntó Algazalí:-¿Conocéis mi obra Del renacimiento de las ciencias de la ley?--La conozco, le respondió.-¿Y qué se dice de ella en Córdoba?-Suspenso y embarazado se quedó el extranjero; mas instado por Algazalí á que se explicase con franqueza, «Doctor, le dijo, vuestro libro ha sido condenado al fuego por la academia de Córdoba, como contrario á la fe pura del Islam, y esta sentencia ha sido confirmada por Alí, el cual ha mandado quemar todos los ejemplares de vuestra obra, no sólo en Córdoba, sino en Marruecos, en Fez, en Cairwán y en todas las academias e Occidente.» Algazalí, levantando los brazos al cielo y pálido de ira, excla mó con temblorosa voz: «Destruye, Allah, y aniquila el imperio de ese hombre, como él ha destruído mi libro!-Y que sea yo, oh ilustre imán, añadió entonces Abu Abdallah, que sea yo el ejecutor de vuestros votos! -Así sea, exclamó Algazalí: Señor, cúmplase mi deseo por las manos de este hombre!»

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Desde entonces concibió Abu Abdallah el pensamiento de acabar con el imperio de los Almoravides, y volviendo á su patria en África comenzó á predicar con fervoroso celo de ciudad en ciudad la doctrina de Algazalí, como encargado de una misión divina, declamando contra la relajación de los musulmanes, y procurando atraerse la admiración y el respeto por la severa austeridad de sus costumbres, y no ostentando otro haber que un bastón y un vaso de cuero. Dióse el nombre de El Mahedi (el conductor). No tardó el nuevo apóstol en hacer algunos prosélitos: la suerte le deparó entre los primeros á un joven de noble raza y de bella y arrogante figura, llamado Abdelmumén (el servidor de Dios). Desde luego penetró El Mahedi las grandes disposiciones naturales de aquel joven, y le hizo su compañero. Juntos se dirigieron los dos socios á Marruecos, residencia del emperador Alí. La corrupción de la capital les ofreció abundante ma

Llegó así sin que don Hernando lo supiese, y haciendo pesquisas de la verdad, esperó que don Hernando estuviese en su casa y cercóle, y prendióle en ella, y sin más dilación mandó poner una horca á las puertas. de las mismas casas de don Hernando, y que luego le pusiesen en ella y al labrador volvió y entregó todo lo que se le había tomado... Hecho esto volvióse para Toledo.>>

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