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de estímulos al sentimiento de la libertad que lo empujaba. En el año de 1815 no se encontró un solo individuo del clero secular ni regular que quisiese pronunciar ese panegírico. Todos se excusaron alegando que Fernando VII ocupaba el trono de la metrópoli, y que en semejante circunstancia era imprudente provocar su enojo con esa especie de propaganda subversiva de su autoridad. El cabildo de Buenos Aires acudió al padre Castañeda. Este triunfó con su patriotismo del escrúpulo que aquellos fundaban, en realidad, en las negociaciones que entretenía el directorio argentino en Europa para coronar un monarca cualquiera en las provincias del Río de la Plata (1). Y contestó al alcalde de primer voto que: "aunque fuese en la punta de una lanza haría la pública profesión de su fe politica". Lo cumplió en efecto, pronunciando un elocuente sermón que le valió calurosas felicitaciones. Las autoridades directoriales se mostraron con él reservadas hasta el punto de no invitarle al Fuerte después del Te Deum, como era de costumbre. En cambio la juventud y una masa de pueblo le llevó en andas por la calle, hasta que él mismo se vió obligado á contener esta procesión patriótica que

(1) Véase mi Evolución republicana durante la Revolución argentina.

de otra manera habría llegado hasta el mismo convento de la Recolección (1).

Y la actividad del franciscano se desenvolvía bajo formas múltiples y provechosas para el común de las gentes. En su propaganda y en su acción no conocía la fatiga. Él se debía á su pueblo y le daba todo lo que tenía y sabía. Ninguno trabajaba más que él, ni enseñaba mucho más que él, porque la serie de los conocimientos era por entonces limitadísima, y los hombres que podían dedicarse á esta tarea regeneradora formaban en los ejércitos que combatían por la Independencia. La guerra lo absorbía todo. Por la boca de los cañones tronaba la gran voz de la patria nueva. La sentencia de Tácito se cumplía en el país que iba naciendo: era menester conquistar la libertad á precio de víctimas, de sangre y de lágrimas.

Para medir la acción del padre Castañeda trans. portémonos á aquella época y sigámosle á su convento de la Recolección (hoy Recoleta y Asilo de Mendigos), en la plaza pública, en la prensa, en lo recio de los combates con la pluma y en la peregrinación por sus ideales, hasta el día mismo de su fin trágico.

(1) Casi todos los sermones del padre Castañeda se imprimieron por la imprenta de Los Expósitos y por la de La Independencia.

CAPÍTULO II

EL CONVENTO

ter.

Fisonomía que caracteriza al fraile desde la conquista española. — Facilidades que encuentra en los territorios del Plata. El fraile vinculado á la política y sociabilidad de la colonia. - Circunstancias que acentúan este carácEscasez de frailes peninsulares durante la última época del coloniaje. El fraile ante la política de la Metrópoli; su rol educador. — Vinculación del pueblo con el fraile. El convento de principios del siglo XIX. - La idea revolucionaria.— Los conventos como ayudadores de la revolución.- Eficacia con que la prestigian. — Lo que era el convento de la Recolección. - Variedad de atenciones que absorben al padre Castañeda. Su pasión por la educación.- Escuela gratuita que fundó en el - El aula de dibujo. - Los soldados alojados en el convento. El padre pide cuartel para la juventud ; su solicitud al Cabildo. — El Cabildo le da un salón en el Consulado; sus epístolas á La Gaceta con tal motivo. - Inauguración de la Academia de Dibujo; el discurso del padre Castañeda; el tesoro de la patria; concepto de la enseñanza; ventajas del dibujo; proyecto de la sociedad filantrópica. - Cómo conceptuaron este discurso los letrados. Ruidoso incidente con motivo de su nombramiento de capellán de la cárcel.

convento.

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El convento en Sud América habíase caracterizado por la predicación y la propaganda, á favor de las cuales se cimentó la civilización española y se sometió medio continente al catolicismo; que tal fué el desideratum del acuerdo político-religioso entre el emperador don Carlos V y el papa don Alejandro VI.

Los frailes fueron siempre agentes militantes pro domo sua; los que sostuvieron los violentos choques con las multitudes infieles, los que realizaron al fin el propósito de la conquista de reducirlos con arreglo á las ideas y exigencias de esa empresa singular en la obra de la civilización.

A través de los mismos territorios bañados por el Plata y sus afluentes, adonde no había llegado la precivilización incana, y las tribus pululaban errantes, la tarea debió de ser menos árdua que en los antiguos imperios de México y del Perú. Siempre se ha de haber contado muy por lo alto el número de indios que existía en los desiertos y litorales del Plata. Por la vida nómade que llevaban no podían multiplicarse como los cristianos. Su aumento vegetativo debía de engañar á los calculistas de entonces, al punto de imaginar millares de millares porque veían á menudo destacarse en los distintos puntos de la llanura grande multitud, que bien podría haber sido la misma que se tras

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