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tas veinte y dos millas para llegar á la isla Juana. Segun este viaje y la distancia del camino, puedo asegurar que esta es mayor que la Inglaterra y Escocia juntas; porque además de las referidas millas, y por la parte que mira á occidente, restan aun dos provincias que no reconocí, y de las cuales una la llaman los indios Anam, y cuyos habitantes nacen con cola. Se extienden á la longitud de ciento ochenta millas, segun me han manifestado los que llevo conmigo, y que tienen mucho conocimiento de todas ellas. La extension de la Española es cual toda la España desde Cataluña á Fuenterabía; de lo que se infiere fácilmente que una de sus cuatro partes que corrí en linea directa de occidente á oriente ocupa quinientas cuarenta millas. Como me apoderé de un trozo de ella, y sea isla no digna de desprecio, á pesar de haber tomado posesion solemne de todas las demás á nombre de nuestro invictísimo Rey, á quien en todo queda entregado su imperio, tomé no obstante en sitio mas proporcionado, como de mas ventaja y de mas comercio, posesion especial de una ciudad grande, á la que puse el nombre de Natividad del Señor: y mandé al punto edificar un alcázar 6 fortaleza, que ya debe estar concluida, en la que he dejado cuantos hombres me han parecido necesarios, con toda clase de armas y víveres suficientes para mas de un año; les queda una carabela y constructores diestros en la marina como en otras artes, despues de haberles proporcionado la benevolencia y estimacion y amistad del Rey que manda en aquella isla. Son sus habitantes amables y benignos, en tal forma que aun el Rey se gloriaba de llamarme su hermano. Mas si varian de sentimientos é intentan dañar á los que quedaron en la fortaleza ó ciudadela, no les es posible porque carecen de armas, están desnudos y son muy cobardes: por tanto los que ocupan el alcázar pueden contener toda la isla sin peligro alguno por su parte, siempre que no quebranten las leyes y régimen que les he dado. A lo que pude saber, cada uno está casado con una sola mujer, á excepcion de los Príncipes y Reyes, á quienes es permitido tener hasta veinte. Las mujeres parece trabajan mas que los hombres, y no pude averiguar si gozan propiedades, porque observé que uno tenia á su cargo distribuir á los demás, especialmente alimentos ó manjares y cosas semejantes. No encontré entre ellos, como se presumia, monstruo alguno, sino gentes de mucho obsequio y benignidad. No son tan negros como los etiopes: sus cabellos son aplastados y caidos: no habitan donde hieren mas vivamente los rayos del sol, porque allí es terrible su fuerza, y dista al parecer veinte y seis grados de la equinoccial. En las cimas de los montes. no falta grande frio, del cual se libertan, ya por estar acostumbrados al clima, y ya con el uso de comidas y bebidas muy cálidas que toman continua y pródigamente. Así es, que no observé monstruos ni llegó á mi noticia que los hubiese, exceptuando la isla llamada Caris, que es la segunda segun se va desde la Española á la India, y la que habitan personas que son consideradas por sus circunvecinas como las mas feroces; estas se alimentan de carne humana. Poseen muchas especies de canoas con las que llegan á desembarcar en to

das las islas de la India, roban y arrebatan cuanto se les presenta. En nada se diferencian de los otros sino en llevar largos los cabellos como las mujeres, y en servirse de arcos y flechas de caña, fijas como ya se insinuó en astiles aguzados por la parte mas gruesa; y esta es la causa de que sean considerados como feroces, por lo que los demás indios les tienen un miedo incalculable, pero yo formo el mismo concepto de ellos, que de los demás. Estos son los que se unen á ciertas mujeres que habitan solas la isla Matenin, que es la primera desde la Española á la India. Estas mujeres no se dedican á labor alguna propia de su sexo, pues usan de arcos y dardos, segun se dijo de los anteriores, y se ponen por defensa láminas de cobre, de que tienen grande abundancia. Me aseguran haber otra isla mayor que la expresada Española, cuyos habitantes no tienen cabellos, y abunda especialísimamente de oro sobre las otras. Llevo de esta y de las demás que he reconocido hombres que testifiquen mi relacion. Finalmente para compendiar mi partida y vuelta, así como para referir en breve las ventajas de este viaje, prometo que con pequeños auxilios, que me suministren nuestros invictísimos Reyes, he de presentarles cuanto oro se necesite, y tanta cantidad de aromas, de algodon, almáciga, que se encuentran solo en Quio, y tanta de liñaloe, y tantos esclavos para el servicio de la marina, cuantos quisieren exigir sus Majestades. Ofrezco lo mismo de ruibarbo y de infinitos géneros de aromas, que estoy ya persuadido han hallado y hallarán todavía los que dejé en la fortaleza; porque yo en ninguna parte me he detenido sino lo que me han obligado los vientos, y lo que se tardó en edificar la fortaleza en la ciudad de la Natividad, y mientras dí las providencias necesarias para una seguridad completa. Aunque todo lo referido parezca grande é inaudito, seria aun mas maravilloso si hubiera tenido á mi disposicion las embarcaciones competentes; con todo, esta empresa digna y admirable no está en proporcion de mis méritos, sino que es debida á la sagrada fé católica, y á la piedad y religion de nuestros Reyes, pues el Señor concedió á los hombres lo que ni aun podian imaginar llegarian á conseguir. Porque suele Dios oir á sus siervos y á los que aman sus preceptos aun en lo que parece imposible, segun me ha sucedido á mí que he arribado á una empresa que no tocó hasta ahora mortal alguno: pues si bien, ciertos habian escrito ó hablado de la existencia de estas islas, todos hablaron y escribieron con dudas y por conjeturas, pero ninguno asegura haberlas visto; de que procedia que se tuviesen por fabulosas. Así pues el Rey, la Reina, los Príncipes y sus reinos felicísimos como toda la Cristiandad, tributen gracias á nuestro Salvador Jesucristo, que nos concedió tal victoria y prósperos sucesos. Celébrense procesiones: háganse fiestas solemnes: llénense los templos de ramas y flores: gózese Cristo en la tierra cual se regocija en los cielos, al ver la próxima salvacion de tantos pueblos, entregados hasta ahora á la perdicion. Regocijémonos, así por la exaltacion de nuestra fé como por el aumento de bienes temporales, de los cuales no solo habrá de participar la España sino toda la Cristiandad.

Tales son los sucesos que he descrito con brevedad. A Dios. En Lisboa á catorce de Marzo.

Cristóbal Colon, Almirante de la Armada del Océano.

Aquí terminamos la transcripcion del Diario del Almirante, con las apuntaciones referentes á su salida del puerto y ciudad de Lisboa hasta su llegada á España.

Jueves 14 de Marzo.-Ayer despues del sol puesto siguió su camino al Sur, y antes del sol salido se halló sobre el Cabo de San Vicente, qués en Portugal. Despues navegó al Leste para ir á Saltes, y anduvo todo el dia con poco viento hasta agora questá sobre Furon.

Viernes 15 de Marzo.-Ayer despues del sol puesto navegó su camino hasta el dia con poco viento, y al salir del sol se halló sobre Saltes, y á hora de medio dia con la marea de montante (1) entró por la barra de Saltes hasta dentro del puerto de donde habia partido á tres de Agosto del año pasado; y así dice él que acababa agora esta escriptura, salvo questaba de propósito de ir á Barcelona por la mar, en la cual ciudad le daban nuevas que sus Altezas estaban, y esto para les hacer relacion de todo su viage, que nuestro Señor le habia dejado hacer, y le quiso alumbrar en él. Porque ciertamente allende quél sabia y tenia firme y fuerte sin escrúpulo que su alta Magestad hace todas las cosas buenas, y que todo es bueno salvo el pecado, y que no se puede abalar (2) ni pensar cosa que no sea con su consentimiento: "esto deste viage cognosco (dice el Almirante) que milagrosamente lo ha mostrado así, como se puede comprender por esta escriptura por muchos milagros señalados que ha mostrado en el viage, y de mí que ha tanto tiempo questoy en la corte de vuestras Altezas con opósito y contra sentencia de tantas personas principales de vuestra casa, los cuales todos. eran contra mí poniendo este hecho que era burla. El cual espero en nuestro Señor que será la mayor houra de la cristiandad, que así ligeramente haya jamás aparecido." Estas son finales palabras del Almirante Cristóbal Colon de su primer viage á las Indias, y al descubrimiento dellas.

[1] Montante: la marea creciente. (Nav.)

[2] Abalar parece ha de ser avaliar, que en lo antiguo era lo mismo que valuar. (Nav.)

CAPITULO VII.

SEGUNDO VIAJE DE COLON.

Desde 1493 hasta 1494.

Desembarca el Almirante en Saltes, pasa a Sevilla y seguidamente se traslada á Barcelona.-Es recibido por los Reyes Católicos con gratitud y reconocimiento.—Refiere los sucesos del viaje y manifiesta las pruebas del descubrimiento.—Mandan los Reyes disponer los aprestos de otra expedicion para la Española.—Preparadas las naves, alistadas las personas y provistas las necesidades dan la vela del puerto de Cádiz.-Reconoce el Almirante las islas Antillas pequeñas, ó Caribes, y hace rumbo á la Española.-Reconocida la costa del Norte lleal fuerte Navidad, que encuentra destruido, y muertos los españoles que había dejado en el viaje anterior.-Renuncia á permanecer en aquel lugar, y se dirige á otro mas al Este, á propósito para su intento.-Funda la primera ciudad y la denomina Isabela.-Manda bojear la isla y explorar el interior de la tierra.-Dá cuenta á los Reyes del estado de la colonia con la armada de Antonio de Torres.

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Coucluido el primer viaje del Almirante en la barra de Saltes, de donde habia partido en Agosto del año pasado de 1492, fué grande el regocijo de aquellos vecinos al ver realizada la empresa que tan arriesgada y temible habia parecido al iniciarse. Si magnífico fué el recibimiento que se hizo á los navegantes, al desembarcar de las dos naves que los conducian, no menos extremado fué el júbilo de los españoles al observar las maravillas sorprendentes que traian como pruebas de su increida victoria. Sobre todo, lo que mas llamó la atencion de las gentes fueron los indios, que por su figura, color y trajes movian la general curiosidad.

Realizado el desembarque, prosiguió el Almirante para Sevilla, por haber decidido ejecutar el viaje por tierra; y en aquella ciudad recibió contestacion de los Reyes, en que le felicitaban por el buen éxito de su descubrimiento, le prometian nuevas mercedes y mandábanle se presentase cuanto antes en la capital del Principado.

Ya se deja comprender cual seria la sensacion que causara en España y en toda Europa el feliz término de esta empresa. Los soberanos de varias naciones la habian considerado ántes como una

quimera y los particulares tambien se burlaron de los proyectos de Colon; y ahora que se palpaban los resultados, era aclamado el descubridor de las Indias con regocijo y admiracion, aumentándose por grados mientras mayor era el convencimiento de tan glorioso triunfo. Crecia mas y mas este interés á vista de esos objetos de los países descubiertos, de las riquezas minerales, animales y vegetales que se presentaban, y de la descripcion de aquellos lugares en donde aparecieron tantos prodigios. Tal y tan grande era la curiosidad en aquellos primeros momentos, que en el tránsito del Almirante á Barcelona, salian las gentes á los caminos á ver aquellas cosas extraordinarias y nunca oidas, y se percibian de la multitud expresiones que en cierta manera recompensaron al héroe descubridor de los sinsabores que habia experimentado y fueron para él como un tributo de reconocimiento debido á su saber, intrepidez y fortuna.

Al fin llegó el Almirante á la capital del Principado á mediados del mes de Abril, en donde fué recibido en público estrado por los mismos Reyes, el Príncipe D. Juan, la grandeza y toda la ciudad. En triunfo, rodeado de cortesanos, que no se cansaban de mirarle y de ponderar sus hazañas, llegó á los piés del Trono, besó las Reales manos y rindió allí los homenajes mas expresivos de respeto y lealtad. La Reina que miraba la empresa como cosa suya, manifestó la mayor sorpresa á la vista de aquel hombre ilustre que, secundando sus miras, la habia hecho mas rica y poderosa; y conmovida con esta excena invitó á su esposo á recibirle de pié, no permitiendo que doblase la rodilla y mandándole hablar sentado.

Colon expuso con serenidad y compostura las singulares mercedes que por su medio concedió Dios á los Monarcas. Ponderó la inmensidad del Océano, y la extension de las tierras que habia visitado: prometióles mayores y mas grandes descubrimientos. En testimonio de su informe mostróles los varios objetos que estaban de manifiesto, como tierras, aplicables á la pintura, succino, piedras metálicas, algodon, semillas de muchas clases, ramas y raíces de plantas aromáticas y medicinales, aloe, almáciga, ruibarbo, púrpura, ají de varias formas, mas picante que la pimienta oriental: hizo ver las ventajas que habian de producir estas materias al Erario y al Comercio. Recomendó lo que se sacaria del oro por las muestras de granos y arenas que presentaba: ensalzó la fertilidad del terreno que rendia frutos indígenas variados como maíz, yuca y batatas, y que prometia fecundidad para cultivar los de Europa, por la lozanía y verdura de sus campos. Exhibió ciertos géneros de animales extraños, tanto del mar como de la tierra; y por último, llamó la atencion sobre los seis indígenas que quedaban, pues que ya habian muerto los otros durante el viaje. Sobre esto discurrió largamente, ponderando su candor y simplicidad: sus costumbres, adornos y atavíos, sus armas, utensilios y artefactos; sus creencias morales y docilidad que manifestaban para recibir la doctrina y fé de Jesucristo; y concluyó con que Dios habia reservado para los Monarcas Católicos estas riquezas y la gloria de ser los primeros que inten

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