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ya no podian ocultársele, resolvió ir á España á desvanecer en persona los informes que contra él pudieran haberse dado; mas no bien asi lo pensó, que todo su proyecto fué trastornado, porque un huracan horrible, el primero que vieron los españoles en América, y que destruyó árboles corpulentos y echó á pique las cuatro naves en que vino Aguado, y otras dos mas, dieron causa á que difiriese su viaje para ocasion mas oportuna. Desde entonces trató el Almirante de componer la carabela Niña, que, aunque muy maltratada, pudo salvarla, y construir otras con los fragmentos de las destruidas para llevar á cabo su intento. Y así, mientras se ejecutaban estos preparativos, procuró desde luego todas las noticias y datos que desvirtuaran los supuestos cargos de los informantes, que en la Corte le hacian tanto daño con muy reconocida malicia. Entretanto que los vecinos de la Isabela se ocupaban de las providencias y novedades del Comisionado regio, recibia el Almirante nuevas placenteras de que los exploradores de los terrenos y rios interiores encontraban el oro por todas partes. Las cabezadas del Yaque lo tenian muy abundante en sus arenas, y lo mismo se notaba en las del Jaina, en donde aparecieron granos con profusion y mas graudes aun que los que se encontraron antes en el Cibao. Se estimó que los recojedores del oro reunian cada uno al dia hasta tres dracmas con moderado trabajo: que se habian encontrado pozos profundos y antiguos que denotaban haberse elaborado el oro en tiempos muy remotos; lo cual se atribuyó entonces á los enviados de Salomon, que, segun la historia sagrada, designaban con el nombre de Ofir, el país de donde se extrajo el oro para la construccion del Templo: opinion muy conforme á las ideas que en esta parte tenia el Almirante de estar casi sobre las Indias Orientales.

Acopiaba todo cuanto podia de esos productos, sin dejar por eso de atender á las mejoras, buena administracion y seguridad de las provincias conquistadas. Así, para evitar la invasion de los indios, mandó que además de las fortalezas edificadas y guarnecidas en Santo Tomás, en la Magdalena, en Santa Catalina, en la Concepcion, tierras del Cacique Guarionex y lugar donde se dió la batalla de la Vega, de que era comandante Miguel Ballester, se fundase otra en las inmediaciones del rio Yaque, que denominó Santiago, bajo el mando de Luis Arteaga, y otra en la Esperanza, nombrando de Alcaide á Hernando Navarro, ambas situadas en el mismo cacicato. Recibió posteriormente noticias de que en la parte del Sud habia minas ricas de oro, y para mas hacer valer en la Corte su descubrimiento, dispuso que saliese Miguel Diaz con esta expedicion y alguna gente de resguardo y los indios que las habian denunciado; y así lo ejecutaron partiendo de la Isabela, y pasando por todas las fortalezas ya mencionadas. Llegaron á las montañas cercanas al valle de constanza, y traspasadas estas, bajaron á una vega ó llanura muy poblada, cuyo Cacique se llamaba Bonao. Recorrieron varios pueblos, y se comprobó que habia mucho oro en diferentes lugares y sitios, y mas especialmente en las cabezadas del rio Jaina, con cuya nueva regresaron á Isabela.

Ya concluida la Carabela Santa Cruz, prestas las naves, y embarcados los efectos que el Almirante conducia para España con treinta indios que llevaba, entre ellos el Cacique Caonabó, su hermano Maniocatex; un hijo del primero y un sobrino, los doscientos veinte y cinco españoles que volvian para la Península; cumplida la comision de Aguado, que tambien iba en una de las naves, nombró á su hermano Don Bartolomé para Gobernador de la isla y á Don Diego, para sustituirlo durante su ausencia: á Francisco Roldan, que se habia portado honradamente, de Alcalde Ordinario, le dejó por Alcalde Mayor de toda la isla, para el ejercicio y desempeño de la justicia, pues que aunque no letrado, era hombre muy avisado y sagaz. Se embarcó el Almirante en una carabela y Aguado en otra, y se hicieron á la vela con el resto de la expedicion el diez de Marzo, yendo en compañía del primero, Don Bartolomé, con quien llegó hasta Puerto de Plata, porque queria hacerle reconocer aquel punto y fundar allí otra poblacion. Explorado que fué el lugar, prosiguió su viaje, y Don Bartolomé regresó á la Isabela por tierra en los dias subsiguientes.

CAPITULO XI.

EL ADELANTADO Y LA REBELION DE ROLDAN.

Desde 1496, á 15 de Junio de 1498.

Viaje del Almirante de la Española á Cádiz. Se presenta el Almirante en la Corte de Burgos, y da cuenta de sus ulteriores procedimientos. Los Reyes Católicos proveen sobre el fomento de la Española, y expiden varias Cédulas reales. Regresa Don Bartolomé Colon de Puerto Plata, y encuentra en la Isabela las naves que traia Pedro Alonso Niño. Primera remesa de indios á España. Se descubren las minas de Jaina. Fundacion del fuerte San Cristóbal. Vuelve el Adelan tado á la Concepcion y á la Isabela, recorre la costa del Sud, y funda el fuerte y Villa que denomina Santo Domingo. Visita al Cacique Behequío, y es acogido amistosamente. Descripcion de la provincia de Jaragua. Retorna el Adelantado á la Isabela, y manda construir dos carabelas. Establece cuatro fortalezas en el intermedio de Isabela y Santo Demingo. Castigo impuesto á unos indios sacrilegos. Funda otra fortaleza entre las montañas del cacicato de Bonao. Insurreccion de los Caciques de la Vega. Segundo viaje del Adelantado á Jaragua para cobrar el tributo, y regocijo de los españoles y naturales. Principio de la insurreccion de Francisco Roldan. Aportan por primera vez á Santo Domingo ó Nueva Isabela dos naves de España. Segunda insurreccion de los Caciques. Llegan al puerto de Santo Domingo tres naves enviadas por el Almirante.

Las dos carabelas, Niña y Santa Cruz, en que iban de pasaje, además de las personas mencionadas en la conclusion del capítulo anterior, el Comendador Gallego, el Comendador Arroyo, Gabriel de Leon, Juan de la Vega y Pedro Navarro, criados de los Reyes, hicieron su rumbo en Puerto Plata, via recta al Este en prosecuciou de su viaje. Se ignoraba entonces la necesidad que habia de dirigirse al Norte para encontrar los vientos del Oeste que facilitan á las naves el regreso á Europa: por esta razon, contrariado á cada momento por las mareas y por los vientos, se encontró el Almirante el seis de Abril en las islas menores. Ya escaso de municiones de boca y alimentos necesarios, hizo rumbo á la isla de Gua

dalupe, una de las caribes. Allí se proveyó de casabe y otros frutos á pesar de la resistencia que opusieron los indios al desembarque. En estas escaramuzas se aprehendieron siete mujeres que, por su denuedo y corpulencia, creyó el Almirante y los españoles que eran las Amazonas, y despues de haberlas tratado benignamente, y agasajadas y regaladas de varias prendas y avalorios, fueron restituidas á sus hogares, menos una que era la mas distinguida por su fisonomía, que con una hija suya quiso seguir la suerte de su paisano el Cacique Caonabó.

Continuó el Almirante su derrota el dia veinte, acosado constantemente de vientos contrarios y de pesadas calmas, y otras calamidades: entre ellas tuvo el disgusto de arrojar al agua el cadáver de Caonabó, que falleció de una enfermedad de pocos dias y de acortar las raciones de la gente, temeroso de mayores conflictos que los que se experimentaban; pero al fin se llenó de gusto al divisar el cabo de San Vicente, y anclar en el puerto de Cádiz el dia once de Mayo.

A su arribo encontró en el puerto tres carabelas que estaban preparadas para pasar á la Española, bajo las órdenes de Peralonso Niño, cargadas de provisiones. Al momento aprovechó esta feliz oportunidad. Escribió á su hermano Don Bartolomé, esforzándolo á que llevase á cabo la pacificacion general de la isla: que enviase á España los Caciques é indios revoltosos, y por último le recordó lo bueno y hermoso que le pareció el litoral del Sud de la isla que habia recorrido en su regreso de Cuba, y que habiendo en él muchos y hermosos puertos, era conveniente que se estableciese un fuerte en el paraje mas cercano á las minas que habia denunciado y descubierto Miguel Diaz, y que se pasase á él con toda la gente que existiese en la Isabela. Para aumentar los socorros envió de su cuenta cien cabezas de ganado menor, y Peralonso ejecutó su salida el diez y siete de Junio.

Desde que desembarcó el Almirante, supo que los Reyes habian pasado la Corte á Burgos, con motivo de la guerra declarada á la Francia, y para que el Rey puliese desde allí y con mas comodidad dirijir los negocios de la guerra, mediante la proximidad á Perpignan, en donde estaba el ejército español, mientras pasara la Reina á Laredo á contratar los matrimonios de sus hijos, el Príncipe Don Juan con la Archiduquesa Margarita de Austria, y del Archiduque Felipe el Bello con la Princesa Doña Juana.

Participó el Almirante, oportunamente, su arribo á Cádiz, y los Reyes con su acostumbrada benevolencia le mandaron acelerar su ida y presentacion en la Corte, felicitándole sobre su buena venida (1). El Almirante, despues de un breve reposo y pasados

(1) El Rey é la Reina: Don Cristóbal Colon nuestro Almirante, Visorey é Gobernador de las Indias del mar Océano: Vimos vuestra letra que con este correo nos enviastes, y mucho placer habemos tenido de vuesta venida ende, la cual sea mucho en buen hora; y despues que este vino llegó el mensagero que nos enviastes, y hobimos placer de saber largamente lo que con él nos escribistes, y pues decis que sereis acá presto, debe ser vues

los primeros dias del otoño, realizó su viaje con toda la pompa posible, para reparar el desconcepto en que habian caido los negocios del descubrimiento de las Indias. Llevaba en su comitiva á Maniocatex, hermano del difunto Caonabó, adornado de una corona que habia sido del Cacique, y al hijo y sobrino con una cadena de oro, cuyos eslabones pesaban cientos de castellanos. Los demás indios tenian carátulas, planchas y otros adornos de oro, conduciendo en las manos muestras de la riqueza de la Española, como eran la corona que habia regalado al Almirante el Cacique Guacanagarí, granos de oro como nueces, aves curiosas como papagayos, muestras de varios metales, tierras de diferentes colores, brasil, caoba y otras maderas.

De este modo presentaba á los émulos contra el descubrimiento de las Indias, hechos palpables que hacían renacer las ideas de riqueza, hasta creerse la paradoja de haberse encontrado el Ofir de Salomon. Al fin gozaba el Almirante de una satisfaccion completa en su entrevista con los Reyes en Burgos. Fué recibido con manifiestas pruebas de regocijo y reconocimiento, y sus presentes se admitieron benignamente; pero sobre todo creyeron los Reyes que debian ocuparse con preferencia del negocio de las Indias, despreciando cuanto se habia dicho contra la Española y nuevos descubrimientos. Poco caso hicieron de las informaciones y papeles que presentó Aguado, ó porque reconocieron que las habia practicado con poca circunspeccion y cordura, ó porque el Almirante desvirtuaba los cargos y acusaciones de una manera plausible y satisfactoria. Resueltos á satisfacer las ideas de poblacion, principiaron á expedir órdenes diversas, dirigidas al bienestar de los vecinos y al establecimiento del sistema administrativo, con las reglas que debian observarse para la poblacion de la isla, y tierra-firme descubierta y por descubrir (1).

tra venida cuando os paresciere que non os dé trabajo, pues que en lo pasado habeis trabajado. De Almazan á doce dias de Julio de noventa y seis años. YO EL REY.=YO LA REINA.=Por mandado del Rey é de la Reina. Fernand Alvarez. (Está firmado).

(1) El Rey é la Reina: Don Cristóbal Colon, nuestro Almirante, Vi sorey é Gobernador del mar Océano: Las cosas que nos paresce que con ayuda de Dios nuestro Señor se deben é han de facer é proveer para la población de las islas é tierra-firme, descubiertas é puestas so nuestro Señorío, é de las que estan por descubrir á la parte de las Indias en el mar Océano, é de la gente que por nuestro mandado allá está é ha de ir, é estar aquí adelante, de mas é allende de lo que por otra instruccion nuestra vos é el Obispo de Badajoz habeis de proveer, es lo siguiente:

Primeramente, que como seais en las dichas islas, Dios queriendo, procureis con toda diligencia de animar é atraer á los naturales de las dichas Indias á toda paz é quietud, é que nos hayan de servir é estar so nuestro Señorío é sujeción benignamente, é principalmente que se conviertan á nuestra Santa Fé Católica y que á ellos y á los que han de ir á estar en las dichas Indias sean administrados los Santos Sacramentos por los Religiosos é Clérigos que allá estan é fueren; por manera que Dios nuestro Señor sea servido, y sus conciencias se aseguren.

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