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CAPITULO XIII.

FOMENTO DE LA ESPAÑOLA.

Año de 1499.

Reflexiones del Almirante sobre el estado crítico de la Española. Manda publicar indulto para los sublevados; dirige á Francisco Roldan un salvo conducto para ponerse en comunicacion con él. Se frustran las intenciones del Almirante y se suspenden las negociaciones. Vuelven á entablarse las relaciones, y se firma un acuerdo con los rebeldes. Entiende el Almirante en la organizacion de los establecimientos de la Española. Nuevos motivos de discordia de parte de los insurrectos. Sale el Almirante para Azua, y se realizan las capitulaciones publicándose en Santo Domingo. Primer repartimiento de indios. Sublevacion de los ciguayos y arribo de Alonso de Ojeda á las costas de la Española. Sucesos de Don Hernando de Guevara y ejecucion de Adrian Mojica. Tranquilidad de los indios en toda la Isla; fomento de las poblaciones, aumento de la agricultura y explotacion de minas.

Luego que partieron las naves del puerto, no pudo menos el Almirante de advertir en el semblante de muchos de los que habitaban la Villa de Santo Domingo, como que daban á conocer el disgusto y desaliento de que estaban poseidos. Reconocía tambien cuán grandes y exageradas eran las proposiciones que habia traido del Bonao el comisionado Gamez, de parte de Roldan y sus secuaces. Aunque celebró el sagaz partido adoptado por Ballester, en haber quedado entre los disidentes, para recabar algo en la negociacion, se persuadia que toda esperauza era vana y que seria preciso sucumbir en aquella situacion, conformándose á pasar por lo que se le pidiera.

A veces creia que algo se podria alcanzar con la fuerza de las armas; pero el corto número de los que estaban á sueldo, los pretextos de enfermedades fingidas por algunos, y las excusas de otros, sobre el parentesco con los que seguian la bandera de Roldan, le persuadieron de la imposibilidad de practicar nada fructuoso por este medio. Consultaba por otro lado las razones de conveniencia y utilidad; veia que se habian abandonado las labranzas, que no se cobraban los tributos de los indios, y que por esta causa se habia paralizado el fomento y progreso de la isla; y por otra parte se carecia de oro y efectos útiles que diesen un producto tal, que enviado á España pudiera de alguna manera compensar los enormes

gastos que hacian los Reyes Católicos para protejer y ayudar la

empresa.

Todos estos inconvenientes le dejaron en extremo perplejo, por lo mismo que sobre él pesaba la responsabilidad del gobierno. Mas, decidido á tomar un partido, resolvió acceder á todas las condiciones que habian propuesto Roldan y los amotinados, dando cuenta á sus Altezas, como para dejar abierto este recurso de salvacion á los intereses que le estaban confiados. Mandó, en efecto, que se extendiese, publicase y fijase en los lugares acostumbrados, una carta de amnistía ó seguro general, prometiendo que no se volveria á hablar de las cosas pasadas, y que en lo sucesivo se les trataria lo mas humana y piadosamente que se pudiera: que se daria pase para Castilla á los que quisiesen volverse, pagándoles prontamente sus sueldos, concediendo por término hábil del indulto treinta dias, y apercibimiento de proceder contra ellos en caso contrario, cuyo decreto se publicó el dia tres de Noviembre. Con la propia fecha escribió una carta particular y mandó librar otro seguro para Francisco Roldan y los que le acompañaban, concebido el último en estos términos:

"Yo Don Cristóbal Colon, Almirante del Océano, Visorey y Gobernador perpétuo de las Islas y tierra firme de las Indias por el Rey y la Reyna nuestros Señores, y su Capitan General de la mar y del su Concejo. Por cuanto entre el Adelantado mi hermano y el Alcalde Francisco Roldan y sus compañeros, ha habido ciertas diferencias en mi ausencia, estando yo en Castilla, y para dar medio en ellas de manera que sus Altezas sean servidos, es necesario que el dicho Alcalde venga ante mí y me faga relacion de todas las cosas, segun que han pasado, caso que yo de algo de ello esté informado por el dicho Adelantado, como es mi hermano: por la presente doy seguro, en nombre de sus Altezas al dicho Alcalde é á los que con él viniesen aquí á Santo Domingo, á donde yo estoy, por venida, estada y vuelta al Bonao, á doude agora está, que enojado y molestado no será por cosa nieren durante el dicho tiempo: lo bra como Caballero, segun uso de este dicho seguro como dicho es. escriptura de mi nombre."

alguna, ni de los que con él vicual prometo y doy mi fé y palaEspaña, de lo cumplir y guardar En firmeza de lo cual firmo esta

Cuando Roldan hubo recibido la carta del Almirante y el seguro para ir á entablar negociaciones, salió del Bonao con algunos de los suyos y se presentó en Santo Domingo, donde se le conoció en su porte y reserva algun disimulo, porque ocultaba con maña sus capciosas intenciones. Así fué que en la entrevista con el Almirante, aunque oyó las proposiciones que se le hicieron, no convino en ellas, sino que ofreció instruir á los de su partido, para luego contestarlas, como si quisiese dar mas valor y fuerza á sus resoluciones. Volvióse incontinenti á la Villa del Bonao.

Apenado el Almirante con la tenebrosa perspectiva que se

presentaba á su vista, y deseoso de que no se paralizasen las negociaciones, envió detrás de él á Diego de Salamanca, su Mayordomo, hombre cuerdo y honrado. Importunados los disidentes por el comisionado, presentáronles en seis de Noviembre ciertas capitulaciones, algun tanto exageradas y no poco altaneras; pues que insistian en los agravios alegados y amenazaban partir para la Concepcion. Recibidas por el Almirante, volvió á librarles nuevo mensaje, con Sanchez de Carbajal, acompañado de Diego de Salamanca, en el que hacia presente á Roldan y comparsa la imposibilidad de afirmar y asentir á aquellas proposiciones, tan puestas fuera de razon como indecorosas. Envió con los comisionados un indulto general á los amotinados, reiterándoles el ofrecimiento de darles pase para Castilla y pago de sus sueldos, con apercibimiento, en caso contrario, de proceder contra ellos en todo rigor de justicia.

Llegaron los comisionados y despachos á tiempo que Roldan tenia puesto sitio á la fortaleza de la Concepcion, so color de sacar de ella á cierto reo que debia ajusticiarse. Carbajal logró con su prudencia hacerle entrar en tratos, persuadiéndole de la injusticia de los capítulos remitidos desde el Bonao. Se pregonó y fijó en las puertas de la fortaleza el indulto, de que hicieron los rebeldes gran mofa; pero al fin, despues de algunas conferencias, se concluyó el diez y siete de Noviembre en lo siguiente: Que Roldan y sus parciales se embarcarian en el puerto de Jaragua, dentro de cincuenta dias, llevando testimonio de sus buenos servicios para el pago de sus sueldos: que se les darian esclavos indios, que podrian llevar á España: que se les restituirian cuantos bienes se les habian embargado, y especialmente á Roldan, las trescientas cincuenta cabezas de ganado de cerda, con otras condiciones favorables á los derechos y á la seguridad de sus personas.

Despues que el Almirante recibió el convenio por mano de los comisionados, no solo lo ratificó, sino que les concedió una nueva gracia, para que cuantos quisiesen permanecer en la isla, bien fuese á sueldo del Rey, bien con carta de vecindad y con repartimiento de tierras, solares é indios, podian hacerlo con toda libertad: disposicion que produjo resultados muy diferentes de los que se esperaban, porque estos mismos revoltosos que se encaminaron á Jaragua con tales elementos, fueron los primeros que dieron impulso á la agricultura, en un órden mas extenso que el que hasta allí se habia practicado.

Ya libres de tan molestos embarazos, trató el Almirante de ponerlo en todas las cosas: restablecer las obligaciones y pago de tributos, entender en las labranzas y crias de ganados, disponer el beneficio de las minas y mejorar en cuanto pudiera el asiento y buena administracion de aquella república. Con tales miras pensaba dejar el cuidado de Santo Domingo á su hermano Don Diego y pasar tierra adentro con el deseo de cumplir las capitulaciones de su convenio con Roldan. Renunció desde entonces al propósito que habja hecho de enviar la carabela "Niña" y otras bajo las órdenes

de su hermano Don Bartolomé á proseguir el descubrimiento de la Costa firme, como que le necesitaba á su lado, todavía no muy seguro de las asechanzas de Roldan, y las dirigió al puerto de Jaragua para que se cumpliese lo pactado, respecto de los que debieran pasar á España.

Con este intento salió de Santo Domingo con su hermano, para la tierra de adentro: pasó por la Isabela, que llamó toda su atencion al verla ya descuidada: de allí volvió á la Vega, y mientras discurria por diversas provincias interiores, supo, allá por el mes de Mayo, que los secuaces de Roldan habian mudado de parecer, y querian permanecer en la isla á todo trance, sin sujetarse á lo pactado, pretextando frívolas excusas, como la de que no habian llegado las naves al tiempo prefijado, cuando ellos estaban en libertad de admitir las cartas de vecindad, siempre que las hubieran reclamado, asi como el cumplimiento de las demás condiciones estipuladas.

Despreció el Almirante estos subterfugios, y comisionó á Carbajal para llevar á término el embarque, á lo que no asintieron, ni surtió tampoco efecto otra carta que dirigió á los cabecillas del motin, ni menos el requerimiento formal que les hizo por ante Francisco Garay, Escribano nombrado en la comision de Carbajal.

Fué preciso que las naves volviesen á Santo Domingo; pero no por eso desmayó el discreto Carbajal en su porfia. Instó con afan á aquellos hombres obstinados, hasta conseguir que Roldan se prestase á nuevo acuerdo con el Almirante. Carbajal partió con este objeto para aquella ciudad, creyendo encontrar al Almirante allí, pero luego escribióle sobre todo lo ocurrido el quince de Mayo. Agradeció este último la solicitud y esmero de Carbajal al pretender restaurar la tranquilidad pública, y para asentir al ajuste se dirigió inmediatamente á Santo Domingo, con objeto de terminar de una vez el acuerdo. Despues de muchas idas y venidas con los disidentes, se acordó por último despacharles un nuevo salvo conducto, firmado por el Almirante y otras personas, que lo fueron Carbajal, Coronel, Terrero, Malaver, Alvarado y Catáneo, sugetos distinguidos, los que prometian dar completa garantía á Roldan y sus secuaces durante las negociaciones.

No quiso el Almirante suspender la visita á las otras provincias de la isla, que aun le faltaban por recorrer; y para ganar tiempo y hallarse á mas corta distancia de Roldan, se embarcó en dos carabelas y se dirigió del puerto de Santo Domingo al de Azua, veinte y cuatro leguas al Oeste del Ozama. Para mayor seguridad y que hubiesen personas que testificasen del acomodamiento, llevó consigo al Presbítero Juan Dominguez, á Pero Fernandez Coronel, Miguel Ballester, García de Barrantes, Juan Malaver, Diego de Salamanca, Cristóbal Rodriguez el intérprete y Alonso Medel.

Efectivamente, se presentó Roldan á bordo de la capitana, y puso por condiciones del arreglo que se le nombrase Alcalde Mayor perpétuo, y que se declarase por bando que sus sublevaciones habian sido por falsos testimonios, con otras condiciones aun mas peregrinas, como la de que si contravenia el Gobernador, pudieran él y los su

yos obligarle por la fuerza, ó por los medios que les pareciesen oportunos.

No pudo menos de abrumar al Almirante el conflicto en que se encontraba. Una de dos: 6 tenía que aparecer severo, empeorando las cosas, 6 ser flexible, dejando para más tarde corregir los males presentes. Firmó por fin el convenio; pero puso por condicion en la escritura, que al efecto se extendió, que siempre serian acatadas y obedecidas las órdenes reales y las suyas. Roldan insistió en que se borrase esta última cláusula, y aun se dejó decir que ahorcaria al que le contradijese, manifestando con esto su soberbia; pero el Almirante se vió precisado á sostenerla, aunque en las demás asintiera, para evitar mayores escándalos contra su autoridad y la de los Reyes.

Concluido de esta manera el acuerdo, se dirigió Roldan á Santo Domingo, donde se publicaron con solemnidad las capitulaciones. Ya en posesion de su oficio, fué una de sus primeras providencias obligar al Teniente Gobernador Rodrigo Perez, nombrado por el Almirante, á que no llevase vara de justicia porque en toda la isla, decia, solo debian administrar esta los que él nombrase, El Almirante se hizo el sordo y disimuló el desaire, porque la situacion de las cosas así lo exigia, y mejor queria estar callado que mal vengado.

A los que desearon continuar en la isla, les ofreció solares, tierras é indios, y desde luego comenzó á repartir las cédulas de vecindad. A los parciales de Roldan, que querian establecerse en las inmediaciones de Jaragua, consiguió distribuirlos en distintos pueblos, ya de los que estaban poblados, ya de los que empezasen á establecerse. A ciento y dos que habia de ellos en Santo Domingo, sin contar otros pocos que quedaron en Jaragua, se les concedieron tierras é indios que se las labrasen. Con Roldan aun fué mas generoso: le señaló ciertas heredades en la jurisdiccion de la Isabela, otras en la Vega Real, y hasta en las de Jaragua, con facultad de servirse de los indios de Behequío. Dióle tambien de los criaderos y hatos del Rey dos vacas, dos becerros, dos yeguas, veinte puercas y porcion de gallinas.

Todo esto habia hecho el Almirante estrechado de la situacion, y quizá sin intencion de que se perpetuasen estos repartimientos de indios, ó al menos respecto á los que habia concedido á los partidarios de Roldan, sobre cuya suerte esperaba la determinacion de la Corte; porque él no habia ocultado, en sus cartas á los Reyes, cuanto habia sucedido en la isla por causa de este individuo,

Parece que por entonces no se ofreció duda en órden al derecho que se tenia para adjudicar los indios á los españoles, por un cierto tiempo; y del mismo modo para poseer sus tierras, aunque estuviesen labradas por los indígenas, como habia muchas con millares de matas de yucas, ñames y otros frutos. Se consideraba, por el derecho público de aquellos tiempos, á la isla como país conquistado, y se atribuian á los poseedores los derechos que tenian los Reyes, porque, segun se decia, los compa

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