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Se introdujo el Comendador en los negocios de Real hacienda, é hizo rematar por precios ínfimos los hatos de ganado y otros establecimientos que se habian fomentado por cuenta de los Reyes, alegando que sus Altezas no eran ganaderos.

La gente sana de la poblacion, los vecinos honrados que no habian tomado parte en las conmociones públicas que se habian sucedido hasta eutonces, no pudieron dejar de reconocer en todos estos actos la malévola intencion de trastornar todo lo que habia establecido el Almirante. Vieron con escándalo el vejámen con que de tropel, sin forma de juicio, ni la menor ceremonia de cortesía, habian sido enviados á España cargados de prisiones el Almirante y sus hermanos, que acababan de apaciguar los disturbios y se empleaban en el fomento y prosperidad de la Española.

Habia sonado la hora de la desgracia para los indígenas. Es verdad que la poblacion se habia disminuido por las guerras é invasiones de los Cacicatos, de que resultaron muertos y prisioneros de guerra; mas, fuera de estos casos, no sufria alteracion notable su número, porque, dedicados hasta entonces á las labores del campo y á recojer el oro, de la manera fácil que lo habian hecho en dias primitivos con las manos y sus coas, que era el sistema de los anteriores repartimientos, gozaban de salud y se conservaban sin mayor disminucion. No sucedió así en el nuevo gobierno de Bobadilla. Decidido ya á favorecer las empresas de los partidarios de Roldan, émulos del anterior Gobierno, fueron los encomenderos realmente amos y tiranos de los indios, por lo mismo que se envalentonaron con la impunidad de sus actos y depredaciones. El derecho sobre ellos fué ilimitado; el ansia de oro y de riqueza en estos revoltosos insaciable, y virtualmente convirtieron en cruel servidumbre la sujecion de los indígenas.

Los indios de Santo Domingo trabajaban antes de la conquista muy poco, porque sus cortas necesidades quedaban sin gran esfuerzo satisfechas. Mas á esta vida de perpetua holganza sucedióse otra de verdadera esclavitud. Poníanles en las manos pesado instrumento para cavar; abrumaban su cabeza con pesos enormes del metal que se extraia, haciéndoles recorrer así considerables distancias; en vez del aire libre de sus montañas y el frescor de las orillas de sus rios, encontraban el ambiente mefítico de las profundidades de la tierra en los lugares endonde sacaban el oro; á la abundancia de sus frutos y sementeras que cultivaban sin gran trabajo, veian suceder la escasez y el hambre; la necesidad los obligaba, en las cortas horas del descanso á rastrear miserablemente las alimañas é inmundicias que encontraban por acaso; y conducíanlos, por último á muerte segura y á inmensa desesperacion, á unos su natural debilidad, á otros su índole feroz 6 su soberbia: hé aquí las verdaderas causas de la pasmosa desaparicion de los indígenas.

A tanto grado habia llegado el abandono del Gobernador para con los indios en los diversos casos que ocurrieron en su administracion, que dieron ocasion á que reviviesen las hostilidades en dias posteriores. Impunemente se cometieron bárbaros atropellos que

debieron corregirse con mano fuerte. Dos hechos que acaecieron en estos dias dirán de qué modo cumplia Bobadilla las humanas recomendaciones de la Reyna. Estaba la nueva Villa de Santo Domingo abundantemente surtida de todos los comestibles indígenas que se traian en barcas de la isla Saona (Adamanay), cuyos naturales así como los vecincs del Cacicato de Iguayagua, se dedicaban á este continuo comercio. En uno de los viajes llevaban los marineros un perro feroz encadenado, que desembarcó con ellos. Hechos los tratos entre el capitan y el Cacique sobre un cargamento de cazabe, se empleaban muchos indios en conducirlo, y el Cacique, para excitarlos al trabajo, llevaba una vara en la mano con la que los castigaba; y el perro, que veia el movimiento y la algazara de tantas personas se embraveció queriendo arremeter al Cacique. Los marineros que lo sujetaban se divertian riendo con aquel espectáculo, y entonces, fuera por descuido, 6 intencionalmente, se soltó el perro de la cadena, se abalanzó al Cacique y lo despedazó hasta sacarle las entrañas, con horror y espanto de los indios que presenciaron tan cruel excena, sin atreverse á promediar, ni menos esperar que lo impidiesen los marineros. El resentimiento fué grande, y el Cacique principal, Cotubanamá, y sus subalternos ocurrieron al Comendador, pidiendo desagravio y venganza por la injuria que habian recibido en la persona del Cacique. El Comendador se desentendió, supuesto que no adoptó providencia alguna, ni dió pasos, ni dictó medidas para castigar el delito. Estos desaires é injusticias aumentaron el encono, cuyas consecuencias verémos mas adelante.

Con la propia apatía desatendió las Reales órdenes para fomento y prosecucion de las nuevas poblaciones. No hay noticia de que durante su gobierno se erigiese un solo pueblo, ni que visitase las aldeas que se habian construido al lado de los fuertes que levantó el Almirante. Aposentado en la villa de Santo Domingo, no hizo otra cosa memorable que amontonar oro, sin atender á las dificultades que esto ofrecia, y superándolas merced al trabajo y la fatiga de los desgraciados indígenas

Su natural interesado y cruel se manifestó claramente en el proceder violento empleado contra un hombre honrado, poseedor de bienes de fortuna, y que era vecino de Triana. Me refiero á Rodrigo de Bastidas. Habia pactado este con los Reyes Católicos que armaria dos naves para ir á descubrir tierras y rescatar oro y perlas (1); y siguiendo el rumbo y camino que llevó el Almirante en

(1) El Rey é la Reina: El asiento que se tomó por nuestro mandado con vos, Rodrigo de Bastidas, vecino de la Cibdad de Sevilla, para ir á descobrir por el mar Océano con dos navíos, es el siguiente:

Primeramente: que Nos damos licencia á vos el dicho Rodrigo Bastidas para que con dos navíos vuestros vaís á vuestra costa é mision, por el dicho mar Océano, á descobrir é descubrais Islas é tierra-firme á las partes de las Indias, ó á otra cualquier parte, con tal que no sea de las Islas é tierra-firme que fasta aquí son descubiertas por el Almirante Don Cristóbal Colon, nuestro Almirante del dicho mar Océano, é por Cristóbal Guerra,

su último viaje, llegó á varios puertos y playas, negociando con los

ni de las que son descubiertas é se descubrieren antes que vos por otra ó otras personas por mandado é con licencia nuestra, ni sean de las Islas é tierra-firme que pertenezcan al Serenísimo Rey de Portugal y Príncipe nuestro muy caro é muy amado Hijo, para que dellas ni de algunas dellas no trayais ni podais haber interes alguno, salvo solamente cosas que para vuestro mantenimiento é provision del navío é gente si la hobieredes me

nester.

Otrosí: que todo el oro é plata é cobre y plomo y estaño y azogue y otro cualquier metal é aljófar é perlas é piedras preciosas é joyas é esclavos é negros é loros que en estos nuestros Reinos sean habidos é reputados por esclavos é monstruos é serpientes é otros cualesquier animales, é pescados é aves é especería é droguería é otras cualesquier cosas, de cuaquier nombre é calidad é valor que sean, sacando la armazon é flete é gastos que en el dicho viage é armada se hiciere, de lo que quedare, Nos hayamos la cuarta parte de todo ello, é las otras tres cuartas partes sean libremente para vos el dicho Rodrigo de Bastidas, para que podais facer dellas lo que quisieredes, é por bien tovieredes, como de cosa vuestra, propia, libre desembargada.

Item: que Nos pongamos en cada uno de los dichos navíos una ó dos personas que en nuestro nombre, ó por nuestro mandado, esten presentes á todo lo que se hobiere é rescatare en los dichos navíos de las cosas susodichas, é lo pongan por escripto é hagan dello libro é cuenta; por manera, que no se pueda facer fraude ni engaño alguno, é que vos el dicho Rodrigo Bastidas, ni otra persona, ni personas algunas de las dichas carabelas é compañía de ellas, no podais rescatar ni comprar ni haber cosa alguna de las susodichas sin ser presente á ello la dicha persona ó personas que por nuestro mandado fueren en cada uno de los dichos navíos, so pena que cualquier persona que lo contrario ficiere, por el mismo fecho haya perdido é pierda lo que así rescatare y hobiere, é todo el interés que del dicho viage le pueda venir, é el cuerpo á la nuestra merced.

Item: que todo lo susodicho que así se hobiere é rescatare en cualquier manera, sin diminuicion ni falta alguna, se traiga á la Cibdad é Puerto de Cádiz, é se presente ante nuestro Oficial que en la dicha Cibdad de Cádiz residiere, para que allí se tome para Nos la dicha cuarta parte que dello Nos hobiéremos de haber; é para lo así tener é guardar é complir vos el dicho Rodrigo de Bastidas deis fianzas llanas é abonadas á sometimiento del Obispo de Córdoba, de nuestro Consejo, ó de su Lugarteniente.

Item: que con los dichos navíos é gente dellos os vayais á presentar á la dicha Cibdad de Cádiz, é antes que comenceis el dicho viage, ante Gimeno de Bribiesca, nuestro Oficial, para que vea los dichos navíos é asiente la relacion dellos, é de la dicha gente que en ellos van, en los nuestros libros, é haga las diligencias para ello necesarias.

Para lo cual facemos nuestro Capitan de los dichos navíos é gente que en ellos fuere, á vos el dicho Rodrigo de Bastidas, é vos damos nuestro poder complido é juredicion civil é criminal, con todas sus incidencias y dependencias, emergencias, anexidades y conexidades.

Para lo cual todo que dicho es, é para cosa é parte dello prometemos de mandar, guardar é complir á vos el dicho Rodrigo de Bastidas, y que en todo ni en parte dello vos no será puesto impedimento alguno, de lo cual vos mandamos dar la presente firmada de nuestros nombres. Fecha en la Cibdad de Sevilla á cinco dias del mes de Junio, año del Nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil é quinientos años. YO EL REY.=YO LA REINA.=Por mandado del Rey é de la Reina. Gaspar de Gricio,

indígenas, y particularmenta por los lugares en donde se fundaron con posterioridad las ciudades de Santa Marta, Cartagena y Nombre de Dios. Sus naves sufrieron mucho por la broma y otros accidentes hasta verse en el caso de hacer rumbo á Santo Domingo, temiendo el naufragio que lo amenazaba. Arribó al golfo de Jaragua, y allí perdió las naves y se vió obligado á hacer el viaje á Santo Domingo por tierra. Habia traido Bastidas de la Costa-firme algunos indios adornados con dijes de oro, y entre ellos algunos que traian cubiertas sus partes púdicas con unos canutos del mismo metal. So pretexto de que Bastidas habia rescatado oro con los indios de Jaragua, y estando prohibido este comercio por órdenes Reales, decretó su arresto y le puso en prision hasta su embarque. Un hombre que habia obrado con legalidad, que estaba autorizado por los Reyes y que iba en derechura á España, á pagar los quintos Reales, no merecia semejante tratamiento.

No correspondieron estos extravíos á la alta opinion que tenian los Reyes Católicos de Bobadilla, al nombrarle Gobernador de la Española, pues hablando de él, se expresa el honrado Las Casas en estas precisas palabras: "Que nunea oyó entonces, quando tanto se hablaba de él, cosa deshonesta ni que supiese á codicia, ni ann despues de su deposicion y muerte"; pero la inconsecuencia de la debilidad humana, el error y las pasiones, trastornando los mas sólidos principios y las mas sanas intenciones, ofrecen á veces resultados inesperados. Este mismo gobierno tan funesto en lo político, deja á la imparcialidad de la historia el deber de hacer notar el desarrollo de los intereses materiales, en lo que no hay mas que una contradiccion pasagera para los que no alcanzan á ver tras estos aparentes beneficios un porvenir complicado y azaroso.

Estos desengaños sirvieron á los Reyes Católicos para ser mas cautos en lo sucesivo, como se advierte en las sábias indicaciones que hicieron al Comendador Ovando para el gobierno de la Española, las cuales tendrémos ocasion de conocer mas adelante, por ser un trasunto de la legislacion general de Indias, dictada por los sucesores de Isabel y Fernando, y que constituye el cuerpo de leyes titulado: Código de Indias, célebre hoy tanto por las materias que encierra, cuanto por el espíritu de sabiduría que presidió á su recopilacion.

CAPITULO XV.

CUARTO VIAJE DEL ALMIRANTE.

Desde 1502 á 1503.

El Almirante propone á los Reyes Católicos nuevos descubrimientos de tierra. Aceptan los Reyes sus proposiciones y se aprestan en el puer to de Cádiz cuatro carabelas.—Se hace á la vela y llega á la boca del puerto de Santo Domingo.-El Comendador Ovando le prohibe la entrada, mediante órdenes Reales, y amenazado por una tormenta se acoje al puerto de Ocoa.-Pasado el huracan hace viaje á la Costa-fir me. Observaciones y reflexiones sobre los principales hechos del Almirante. Las virtudes y altas prendas que le adornaban.

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Satisfecho el Almirante con la buena acogida que le dispensaron los Reyes, y complacido de ver salir del puerto de San Lúcar la nave que conducia al nuevo Gobernador, juez comisionado en su causa, y de quien debia esperar el reparo de los agravios que se le hicieron en la Española, manifestó deseos en la Corte de no permanecer tranquilo mientras se ventilaban estas cuestiones, pues tenia el propósito de descubrir muchas mas tierras en servicio de sus Altezas, y desde luego comunicó el proyecto á los Reyes de pasar hasta el estrecho de mar cerca del puerto del Retrete, que habia reconocido en su viaje anterior. Por allí creia dar vado, segun sus ideas, al otro lado de los mares, en donde pensaba encontrar aquellos lugares tan ricos, en que él suponia los estados del Gran Can, de que tenia noticias por los relatos de algunos viajeros, y esperaba por este medio acrecentar el poder y riqueza de los Reyes de España.

No dejaron estos de oir bondadosamente á aquel hombre que habia dado pruebas patentes de la realidad de sus planes y def acierto de sus cálculos y proyectos, y contestando á sus memoriales, no solo le concedieron con gusto esta gracia, sino que le dispensaron otras muchas mercedes. Para llevar á cabo su intento, pidió á los Reyes cuatro naves suficientemente provistas de todo lo que creyó necesario, en que consintieron en el acto, dándose las órdenes para el apresto de ellas.

Con esta franca proteccion no descansó un momento el Almirante, y despues de haber obtenido algunas otras liberalidades de los Reyes, ofreciéndosele que serian restituidos á su hijo mayor Don Diego todos sus derechos y privilejios, si fallecia en el viaje, salió de Granada para preparar en Sevilla y Cádiz el embarque de la

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