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CAPITULO V.

Ordena Carlos III la expulsión de los jesuitas.-Antecedentes de esta transcendental resolución.-La Compañía de Jesús convertida en vasta asociación mercantil.-Sus negocios y sus inmensas riquezas.-Su poderío, su orgullo, su codicia, su dominio sobre los Reyes y los pueblos; sus fines políticos.-Animadversión general contra los jesuitas.-Los expulsa de Francia Enrique IV; admítelos después á instancias del Papa, y muere asesinado.-Escandalosos abusos de los jesuitas en la América española.-Carta del venerable Palafox al Pontífice Inocencio X relatando los horrores cometidos por aquéllos. -El Rey de Portugal los expulsa de sus dominios.-Terrible ley de expulsión.-Escritos contra los jesuitas en toda Europa.—Opinión de Pascal.-El Parlamento de Francia se pronuncia unánime en contra de los jesuitas.—Es decretada su expulsión de Francia.-Carlos III decreta su expulsión de todos los dominios españoles. -Pragmática de dicho Monarca.-Son expulsados asimismo de Nápoles, Parma y Malta.-Rechaza el Papa que los envíen á sus Estados.Réplica del Rey Carlos. - Opinión de los obispos españoles respecto de los jesuitas.-Nuevas providencias de Carlos III para impedir su entrada y ocultación en España.-Carta pastoral del obispo de Córdoba (América) en contra de los jesuitas.-Breve de Clemente XIV extinguiendo la Compañía de Jesús.

El hecho más saliente del Gobierno de Raón fué la expulsión de los jesuitas, llevada á cabo en cumplimiento de las órdenes recibidas del Rey Carlos III de España, que había dispuesto y hecho ejecutar esta misma medida en la Península y en todos los dominios de

su corona.

Este transcendental suceso, que fué origen en Fili

pinas de ruidosos y apasionados incidentes, y que en toda la cristiandad produjo honda y legítima sensación, exige que le dediquemos algún espacio que sirva de explicación y antecedente de la grave resolución adoptada por el Monarca de la católica nación española.

Sabido es que la Compañía de Jesús, más que asociación religiosa, ha sido, en realidad, desde muy poco tiempo después de instituída y hasta su extinción por Clemente XIV, una grande Compañía mercantil. Sus vastos negocios comerciales en Europa, América y Oceanía, proporcionáronle inmensas riquezas (1); y en

(1) «Con ocasión del ruidoso proceso del P. Lavalette, cuyos cargos resultaron probados, se calculó la riqueza efectiva que á la sazón poseían los jesuitas en Francia en cincuenta y ocho millones de francos, no contando el capital que tenían en las colonias francesas». —(Historia de España, por D. Modesto Lafuente.)

«Hallé, y está, Padre beatísimo, casi toda la opulencia, caudal y riquezas de estas provincias de la América septentrional en poder de los religiosos de la Compañía, como los que son señores de las mayores haciendas; pues sólo dos colegios poseen oy 300.000 cabezas de ganado de ovejas, sin otras muchas de ganado mayor; y entre todas las religiones ni cathedrales, no tienen apenas tres ingenios de azúcar, y sólo la Compañía posee seis de los mayores; y suele valer un ingenio, Padre beatísimo, medio millon y más de pesos, y algunos se acercan á un millon. Hay hacienda de éstas que reditúa al año 100.000 pesos; y de este género de haciendas tiene seis sola ésta provincia de la Compañía, que consta sólo de 10 colegios.

>>A más de eso, las haciendas de trigo y semilla, que aquí son dilatadísimas y de quatro y seis leguas de distancia, se alcanzan unas á otras; las minas de plata muy opulentas, creciendo tan desmedidamente en poder, que con el tiempo, á este paso, los eclesiásticos se han de necesitar á vivir mendigos de la Compañía, y los seglares han de venir á ser inquilinos, y los regulares á pedir limosna en sus porterías; y de toda esta inmensidad, hacienda y rentas, bastante á hacer poderoso á un Principe que no reconozca superior, sustentan 10 colegios solos, porque una sola casa profesa que tienen se sustenta de limosna, y las mi

fatuados con su poderío y el dominio que sobre el espíritu de sus fanatizados clientes ejercían; apoderados co

siones de la hacienda del Rey cathólico, que les libra y paga abundantisimamente.

>A la opulencia de las haciendas (que es tan excesiva) se llega el poder y caudal de la administracion con que las van aumentando y la industria de la negociacion, teniendo públicas oficinas, rastros y carnicerías y obrajes para vender estos géneros, aun los más impuros é indecentes á su profesion, remitiendo á China por Filipinas otros, y haciendo cada dia mayor con su mismo poder, su poder; con su riqueza, su riqueza, y con esta misma la ruina y perdicion ajena». —(Carta al Pontifice romano del venerable Obispo de la Puebla de los Angeles, D. Juan de Palafox y Mendoza, en 1647.)

<Entre los documentos que poseo, hállanse gran parte de las relaciones, inventarios y cuentas de las temporalidades ocupadas á los jesuitas de España y América, y las que he llegado á reunir y sumar arrojan un total de 71.483.917 duros».

¿Qué valor no habrían alcanzado sus propiedades en las provincias del interior de la República Argentina, teniendo presente que sólo sus misiones de Corrientes y Paraguay abarcaban centenares de leguas, sin contar las de Maynas, Chile, Perú, La Sonora, California y Méjico, cuya extensión era fabulosa?

Todas estas propiedades, malbaratadas como fueron, solamente produjeron 6.419.843 pesos. Si los Padres de la Compañia las hubiesen seguido cultivando y administrando, yo no vacilaría en añadir á esa cifra tres ceros, calculando así la fortuna de los jesuitas en ambas Americas en 6.419.843.000 pesos, aun sin incluir el valor de sus templos, alhajas, mobiliario, etc., etc. Y si, esforzando este cálculo, hubiesen de incluirse en él los rendimientos que en las manos de los Padres podrían haber dado las minas de California, computadas al tenor de las del Perú y Potosí, ¿cuántos ceros habría aún que añadir á la cifra?

En la época de la expulsión, había en América 2.260 jesuitas. «El número de los indigenas que á su devoción y servicio tenían en las diferentes misiones de América, ascendía á 717.000.

>>Con todos estos precedentes, si, como dicho dejo, los jesuitas hu

mo estaban del confesonario (1), dirigiendo la conciencia de Reyes y magnates; fuertes con el amor, con gran

bieran continuado aumentando el número de sus adeptos en América, con sus tesoros, que de tal manera hubieran acrecentado, y combinando con tales y tan valiosos elementos su no menos poderosa influencia y pingües recursos en Europa, creo queda suficientemente probada la posibilidad del aserto que más arriba hice, suponiéndoles capaces de haber llegado á formar un imperio jesuítico americano, que los hubiera indefectiblemente llevado á ser los dominadores del universo.

»No habían de faltarles para tal intento (la constitución de un imperio independiente en América) medios materiales, en la inmensa fortuna que iban al propio tiempo acaparando, y de la que, á no faltarme ahora tiempo y espacio, podría dar noticias circunstanciadas y minuciosos estados que detallasen los miles de leguas á que se extendía el dominio jesuítico, los millones de cabezas de ganados de todo género que sin cesar se multiplicaban en ese inmenso territorio, los pingües establecimientos, los millares de esclavos, las producciones é industrias más variadas, la riqueza, en fin, en todas sus formas útiles y lucrativas que en sus manos se reunía».- (Colección de documentos relativos á la expulsión de los jesuitas de la República Argentina y del Paraguay, en el reinado de Carlos III, con introducción y notas por D. Francisco Javier Bravo: Madrid, 1872.)

«El Colegio Máximo de Córdoba, reputado generalmente por cabeza del poderoso imperio de los de la Compañía (que así se puede llamar, porque entre indios, esclavos y sirvientes, sin incluir adictos, tienen en este dilatado país más vasallos que el Rey)».....—(Carta del Gobernador de Buenos Aires al Conde de Aranda, fecha 6 de Septiembre de 1767.-V. Colección de documentos, etc., por Bravo.)

(1) De que esto es en ellos un sistema, lo mismo en Europa que en los demás países, demuéstralo lo que sigue:

Los jesuitas, por los fines que son notorios á todos, se habían abrogado para sí el ministerio de la Sacramental Penitencia y de la Predicación Evangélica. La laxitud de su moral tenía siempre ocupados sus confesonarios de penitentes que, sin embargo de sus continuadas reincidencias, lograban de su acomodaticia theología la absolucion que buscaban, sin las disposiciones necesarias, y eran muy raros los que en esta ciudad fiaban de otros ministros la direccion de sus conciencias,

talento explotado, de la mujer, sobre la que han ejercido en todos tiempos y siguen ejerciendo una magnetizadora influencia, consideráronse señores absolutos del mundo y se consagraron á intervenir en la política, manejando con cautelosa habilidad los negocios públicos en casi todos los países, conforme á sus particulares fines interesaba.

Sus atrevimientos, sus excesos, su despotismo, su ambición; el férreo yugo con que oprimían á los reyes y á los pueblos; sus luchas con las demás asociaciones religiosas que no podían ver con buenos ojos el predominio y las riquezas de la nueva Compañía que tan audazmente explotaba la fecunda viña del Señor (1); sus

porque luego sentian la pena de su retiro en las persecuciones que les suscitaban». —(Representación del Obispo de Buenos Aires al Rey, sobre la necesidad de erigir un Colegio de misioneros apostólicos, á fin de remediar los males que habian dejado sembrados los jesuitas; fecha 14 de Noviembre de 1768.- Véase Colección de documentos, etc., por D. Francisco Javier Bravo.)

(1) Claramente resulta asimismo de muchos documentos, expedientes y cartas que paran en mis manos que, á medida que la Compañía de Jesus fué extendiendo y consolidando su dominio, fué también decayendo su celo evangélico, á la par que crecía su ambición. A consecuencia de este cambio, previsto, según parece, por su mismo fundador (*), bien pronto y en primer lugar surgieron, como antes apunté, cues.

(*) Revelación de San Ignacio sobre la Compañía.—De lo que vió y entendió en el éxtasis ó rapto de ocho días que tuvo en Manresa,

...

3.

En el tercero vió la alteza de instituto de la Compañía que Dios quería fundar per él y todo su progreso, y en esta ocasión se le dió à entender, en particular, cómo la Compañía había de degenerar de su primer fervor por los muchos defectos, principalmente por la soberbia, doblez y espíritu político de muchos de ellos.

Revelación de N. P. San Ignacio de Loyola.-En el cuarto día de su rapto vió N. P. San Ignacio la gran caída que daría la Compañía por las causas siguientes; I." Por haberse introducido en ella un gobierno político.

2.a

Por la mucha ambición.

3. Por la mucha doblez en el trato.

TOMO II

ΙΟ

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