Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Por la noche se hizo una salida de la plaza, con el fin de desalojar al enemigo de las iglesias en que se fortificara. Dirigió la operación M. César Fallet, oficial francés al servicio de España. Llevaba dos cañones de á 4 y sus artilleros correspondientes, 50 fusileros de tropa, algunos milicianos y 800 indios con lanzas. El enemigo se defendió desde sus fortísimas posiciones, y no fué posible desalojarle de ellas, no obstante durar el fuego hasta las nueve de la mañana siguiente.

Draper escribió al Arzobispo intimándole la rendición.

Celebróse con este motivo Junta de Guerra el 25, á la que asistieron, bajo la presidencia del Arzobispo-Gobernador, los oidores D. Francisco Henríquez de Villacorta, decano; D. Manuel Galbán y Ventura, D. Simón de Anda y Salazar y D. Francisco Leandro de Viana, fiscal; por el Estado militar, el maestre de campo y gobernador de la guarnición, Marqués de Villamediana; D. Martín de Goicocoa, sargento mayor del regimiento del Rey; D. Cristóbal de Ros, sargento mayor de la plaza; por la ciudad, el Marqués de Monte-Castro y Llana Hermosa, D. Leandro Rodríguez Varela, alcalde ordinario; D. José Antonio Memije y Quirós, alguacil mayor; D. Antonio Díaz Conde, alcalde provincial de la Hermandad; D. Alberto Jacinto Reyes, contador, y D. Fernando Carabeo, oficial real. Leída la carta de Draper, votaron unánimes y conformes: «Que respecto á que esta plaza se hallaba en estado de continuar su de

y 18 españoles, á más de los heridos, y la nao, ya apresada, fué remol cada hasta Cavite, en donde entró el 12 de Noviembre de 1762. Las sederías, especies, polvo de oro y demás efectos que contenía, valian dos millones de pesos fuertes».-(Mas, Estado de las Islas Filipinas en 1842, parte 1.", siguiendo, en parte, al Duque de Almodóvar.)

fensa por no haberse reconocido daño especial que hubiesen hecho los enemigos, sin embargo del mucho y vivo fuego que habían estado haciendo desde el día 23 que comenzó el asedio hasta la presente, por lo que están de sentir unánimes y conformes que se defendiese esta plaza hasta su último esfuerzo, inteligenciando así al enemigo que las armas españolas no se rendían á ninguna Potencia, porque sólo veneraban á su Soberano, cuya Real soberanía no desamparaba á sus fieles vasallos ni aun en lo más remoto de sus dominios, que lo eran estas islas, en las que era grande el amor y lealtad de sus moradores, el que les empeñaría á la defensa de esta plaza». Con este acuerdo se conformó el Arzobispo, comunicándose á Draper lo resuelto.

El fiscal de S. M., D. Francisco Leandro de Viana, recibió el encargo de atender al acopio y almacenaje de víveres para los defensores de la plaza, á cuyo efecto dirigió las órdenes oportunas á los Alcaldes de las provincias limítrofes y procuraciones de los conventos, de cuyas haciendas se recibió mucho arroz y otros efectos. Viana aconsejó al Arzobispo que confiase todo lo concerniente á la milicia á los sargentos mayores de Manila y Cavite, pero se negó á ello.

El bombardeo continuaba sin cesar, ocasionando la muerte de algunas personas y no escaso daño en los edificios. Se recogieron bombas enteras de á 18 pulgadas de diámetro, reservándolas para devolvérselas al enemigo, utilizando dos morteros que se encontraron en los almacenes reales. En la misma noche disparáronse contra los ingleses algunos cañones cargados con metralla, y se les hizo vivo fuego de fusilería, que debió producir buen efecto, porque al amanecer se vieron desde la plaza varios cadáveres esparcidos desde la ex

TOMO II

2

planada hasta su trinchera. Se recogieron algunos fusiles, y los muertos, no habiéndolos retirado el enemigo, fueron sepultados en el vientre de las zorras y de los perros famélicos que abundaban en gran número, y que en poco tiempo los devoraron á la vista de los soldados que estaban en las murallas (1).

El 26 llegaron en auxilio de Manila 3.000 indios flecheros de las provincias de Pampanga, Bulacán y Laguna (2); pero ni estos voluntarios, ni 4.000 más armados con aljabas, que posteriormente se les unieron, por su inexperiencia del arte de la guerra y primitivo armamento, eran muy temibles para los ingleses, que disponían de poderosos cañones y destructoras bombas.

El 27 un pelotón de indios y mestizos se arrojó de improviso sobre las avanzadas contrarias, y las obligó á desamparar sus puestos, causándoles muchas bajas; pero los recuperaron con el auxilio de 300 fusileros. En

(1) Diario de los sucesos de la guerra con los ingleses, escrito por el Arzobispo Rojo.-MS. en la Real Academia de la Historia.

(2) De un papel de la época tomamos el siguiente dato: Razón de la gente de armas que se ha podido numerar dentro de la plaza y fuera de ella, sin incluir la tropa ni las milicias:

600

1.950

150

133

hombres de la provincia de Bulacán, en Bancusay.

pampangos en San Fernando y Cuarteles de Contaduría.
pampangos en Palacio, á cargo de Santa María.

hombres en la Casa arzobispal, los 38 con fusiles de gente
tagala.

hombres de Meycaoayan y Bocaue en casa de Dorado.
hombres de Hagonoy.

110

153

150

hombres de Bulacan.

[blocks in formation]

esto se vió avanzar un oficial inglés con bandera blanca, acompañado de un joven, y de un tambor tocando llamada: suspendió la artillería de la plaza sus disparos; pero los indios dieron muerte al oficial y al tambor, dejando herido gravemente á su joven acompañante, el cual no tardó mucho en fallecer. Era éste Don Antonio Sierra de Tagle, sobrino del Arzobispo, que iba de pasajero en la galera apresada en Navotas, y al que Draper devolvía á su tío.

Durante toda la mañana sostúvose vivo é incesante bombardeo, aumentando los ingleses con tres morteros sus baterías de la iglesia de Santiago. Al medio día fué un oficial al campo enemigo para concertar una tregua con el objeto de que pudieran retirar el cuerpo del oficial muerto por los indios, como lo ejecutaron; mas dejaron otros cadáveres abandonados. De los nuestros se recogieron algunos heridos.

En la madrugada del 28, el Jefe inglés exigió del Arzobispo la cabeza del oficial muerto por los indios, que éstos se habían llevado en triunfo, y además la del jefe del pelotón, amenazando con enviar si no la de cuantos prisioneros tenía en su poder. Disculpó el Arzobispo tan sensible accidente con la ignorancia de los indios y la torpeza de los cipayos, que no cesaban de hacer fuego sobre los filipinos, mientras el oficial avanzaba para la entrega del prisionero. Al propio tiempo le mandó con Fallet un buen obsequio para desagraviarle.

La almiranta y la capitana enemiga dispararon contra la plaza desde las cinco hasta las siete, pero sin causar daño alguno, porque las balas que tiraban horizontalmente se perdían en la arena, y las que enviaban por elevación pasaban sobre la plaza, yendo á perderse

al lado opuesto. Este mismo día se montaron dos morteros en el baluarte de la Fundición, con los cuales lanzáronse muchas bombas al campo enemigo y á sus trincheras.

El 29 continuó el bombardeo de la plaza, respondiendo con incesante fuego el baluarte San Diego.

Durante la última noche levantaron los ingleses una batería artillada con ocho piezas de á 24 y guarnecida por 2.000 hombres, cuyas fuerzas combinadas molestaban grandemente á los sitiados. «Las órdenes del Jefe de la plaza se expedían, por otra parte, sin arte ni conocimientos militares, y los puestos más interesantes estaban enteramente abandonados, dejando operar al enemigo á su placer. Mostraban, es verdad, los gobe rnantes un valor desesperado; pero ni había medios adecuados para aprovecharlo y sostenerlo, ni conocimientos vastos en el arte de la guerra para dirigir las pocas fuerzas disponibles de la amenazada capital (1). »

La escuadra inglesa recibió el aumento de tres grandes buques, entre cuyos tripulantes figuraban bastantes franceses apresados en la toma de Pondichery, efectuada en 1761. Éstos intentaron unirse á los españoles en contra del común enemigo; pero la torpeza de los sitiados malogró tan importante socorro (2). Algunos, sin

(1) Historia de los Padres dominicos en las islas Filipinas, tomo IV, pág. 626.

(2) Había en esta armada como unos 350 franceses que habían sido obligados à servir en ella en Pondichery. Estos no deseaban más que la ocasión de volverse contra los ingleses y enviaron dos confidentes à la ciudad para tratar el mejor medio de realizar su proyecto y pasarse; pero aquellos dos desgraciados fueron tenidos por ingleses, y, desconfiando de ellos, lejos de recibirlos, se les dejó matar por los indios. Entre tanto los ingleses tuvieron noticia de lo que se trataba y to

« AnteriorContinuar »