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han mejorado considerablemente el original primitivo. De todas suertes, me recomiendo á la benevolencia de mis suscriptores por el retraso excesivo que ha sufrido la publicación de

este libro.

Madrid y Octubre 15 de 1894.

EL AUTOR.

CAPITULO PRIMERO.

Interinidad del obispo Ezpeleta. -La Alcaicería de San Fernando.Llega el arzobispo Rojo.-Niégase aquél á entregarle el mando.Procede contra el privado de Arandia. -Suscitase con esto un largo pleito. En virtud de órdenes de la Corte, se encarga del Gobierno el Sr. Rojo.-Aloja regiamente á Ali-Mudin.-Noticias de la inminencia de una guerra con los ingleses. -Inercia del Gobernador en adoptar precauciones. -Preséntase en bahía una escuadra de la Gran Bretaña. —Desembarcan los ingleses sin resistencia.—Escasa guarnición de la plaza. —Ligeras escaramuzas. —Apresan un buque de la carrera de Acapulco.-Acuden en defensa de Manila indios voluntarios de las provincias limítrofes. —Diversos encuentros con los sitiadores.-La superioridad de las fuerzas enemigas y la mala dirección de la plaza, ponen á ésta en situación comprometida.—Decide la Junta de guerra defender la ciudad y la Audiencia confiere altos poderes al oidor Anda.—Terrible bombardeo.—Ganan los ingleses á un oficial francés y á otro americano, ambos al servicio de España, y deciden el asalto.-Efectúan la toma de Manila sin resistencia, y acuchillan á soldados indefensos. -Inhumanidad con los vecinos que abandonaban la plaza.—El Arzobispo impide que la Ciudadela haga fuego sobre los invasores.-Le intiman su rendición, y se entrega con promesa de ventajosas condiciones. -No cumplen éstas los jefes ingleses y ordenan el saqueo de la ciudad. -Fuerte contribución de guerra.-Desmanes de los indios y de los presidiarios.-Milagros que cuenta la madre Paula y confirman los padres dominicos.-Traidora conducta de los jesuitas.

Por muerte de Arandía se hizo cargo del Gobierno de Filipinas, en Junio de 1759, el obispo de Cebú, D. Miguel Lino de Ezpeleta, nacido en Manila, de padres españoles.

Por Real cédula de 7 de Septiembre de 1758, fechada en Villaviciosa y recibida por Ezpeleta, fué autorizada la construcción de la Alcaicería de San Fernando, propuesta por Arandía en carta de 16 de Julio de 1756.

El objeto de esta propuesta fué la edificación de un camarín en los extramuros de la ciudad, debajo del fuego de la plaza, donde se albergasen los chinos que fuesen á comerciar á Manila y pudieran tener guardados sus géneros. Esta obra se costeó por mitad entre la Hacienda y D. Fernando de Mier, importando 48.000 pesos. Los réditos eran pactibles entre aquélla y éste, á quien propuso el Gobernador general que se le honrase con el título de Alcaide para él, sus hijos y descendientes, con el sueldo de 50 pesos mensuales. Esta gracia la redujo el Rey por los días de la vida del expresado Mier.

El 22 de Julio del citado año 59 se posesionó del Arzobispado de Manila el electo para este cargo D. Manuel Antonio Rojo del Río y Vieyra, natural de Tula, en Nueva España, canónigo y provisor que era de Méjico.

Pretendió el Sr. Rojo que el Obispo de Cebú le entregara el mando, y reunióse el Real Acuerdo para deliberar. Dos oidores, Villacorta y Galbán, emitieron su voto en pro de la continuación del Obispo; y otros dos, Calderón y Dávila, manifestaron que debía resignar el mando en el Sr. Rojo; pero el Sr. Ezpeleta, que no opinaba de igual modo, se impuso á la Audiencia, penetrando en la Sala de Acuerdo á manifestar á los magistrados que tenía la tropa sobre las armas y la artillería prevenida, razones que decidieron en el acto la cuestión á su favor.

Su primer providencia fué revocar las célebres ordenanzas de buen gobierno, redactadas por Arandía.

Inmediatamente después abrió un proceso contra D. Santiago Orendaín, privado de aquel ilustre Gobernador, por creerle culpable de las disposiciones contrarias á los religiosos; encargo que encomendó al oidor Villacorta. El perseguido se refugió en el convento de agustinos de Tondo; mas el Fiscal, que deseaba vengarse de él por atribuirle un arresto que sufriera, pidió su extracción. Salióse del asilo, y lo pusieron preso en la fuerza de Santiago. Logró fugarse disfrazado de mujer, acogiéndose al convento de recoletos. No pudo conseguir Villacorta que el provisor ordenara su extracción, y lo hizo sacar por medio de un piquete de granaderos.

El provisor excomulgó al magistrado; la Audiencia dispuso que levantase la excomunión, y así lo efectuó en nombre de aquél el cura de la catedral, ad reincidentiam, esto es, quedando incurso en la pena impuesta si á los treinta días no devolvía el reo á la iglesia. Villacorta recusó al provisor; se recusaron unos jueces á otros, y de tal modo se embrolló este asunto, que el Fiscal recusó asimismo á los oidores Calderón y Dávila.

Puso término á tan enredado pleito la llegada de una cédula real, nombrando gobernador interino al Arzobispo, el cual, una vez en posesión del mando (Julio de 1761), suspendió el curso de la causa, dió libertad á Orendaín y envió los autos á Madrid.

La opinión general respecto al españolismo y religiosidad del famoso ex-Sultán de Joló, seguía dividida en Manila, siendo los jesuitas, sus antiguos apologistas, quienes más contribuían á mantener la duda y á dividir los pareceres, sembrando la desconfianza en contra de Alí-Mudín, no obstante las reiteradas protestas de éste en favor de España y de su veraz con

versión al catolicismo, y la rectificación que de su recelo y anterior oposición hizo el Arzobispo al permitirle de nuevo oir misa, continuar las prácticas de cristiano. y, por último, haber autorizado su casamiento (1).

(1) En el Prólogo é Introducción de un Manifiesto en defensa del Rey de Foló, Fernando I, y en su infidelidad Ali-Mudin Mahamad, bautizado en Manila, capital de las islas Filipinas; preso y arrestado en el castillo de Santiago, de la misma ciudad, por falsos testimonios de sus émulos; dado y declarado por bueno su bautismo por el Ilmo. Sr. D. Fray Pedro de la Santisima Trinidad, se lee:

«Es costumbre bien fundada de los escritos dar á entender en el prólogo de sus obras la causa y mérito que les ha motivado á tomar la pluma, y la que el de este manifiesto ha tenido no es otra que desengañar al pueblo lo mal informado que se halla sɔbre la prisión del Rey de Joló, por las calumnias que han publicado sus émulos hasta en las Gacetas y Mercurios, y defender de algún modo al mencionado Rey de las imposturas y falsos testimonios que le han levantado, etc.»

En dicho Manifiesto, conforme se indica en su titulo y prólogo, se hace una entusiasta y calurosa apología de Ali-Mudin, dando por cierto su amor á España y sus servicios á la nación, y manteniendo por innegable la veracidad del Sultán en su conversión al catolicismo. Atribúyense á la enemiga de los jesuitas todas las inculpaciones, prisión y daños sufridos por el Sultán, y á maquinación de aquéllos el a:resto de Zamboanga, diciendo respecto de su bautismo, tan combatido por los jesuitas, lo siguiente:

Tan escrupulosos estos padres sobre su bautismo, que se hizo con consulta y parecer de tantos hombres doctos, y tan poco escrúpulo que tienen en bautizar á centenares los chinos al tiempo de su expulsión en el pueblo de Santa Cruz, extramuros de Manila, sin vocación, casi sin catecismo y sin disposición, á vista de todo el mundo. Con más razón se puede decir de éstos que de su fe hablará el tiempo; como también hablará del Paraguay, de la muerte del Sr. Antequera, de las Californias, de las Marianas, etc., así como el tiempo habló y con el tiempo se averiguó la verdad sobre los ritos sínicos y los ritos indecentes malabares que tanto siguieron, practicaron y defendieron sus hermanos..

Otra tanta admiración y espanto causaría á los lectores ver por una

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