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mandos, y hasta el nombre de inglés era profundamente despreciado. Al acabar el siglo XIX, era la gran nación de la libertad y del comercio, era la educadora del mundo en la civilización política. El nombre de inglés se llevaba con orgullo, y la bandera inglesa era saludada con respeto por todos los pueblos poderosos.

¿A qué se debió este contraste entre España e Inglaterra? A que ésta descubrió y acató las leyes del progreso, y aquélla las violó todas persiguiendo fines religiosos.

Las trece colonias inglesas de América conquistan su independencia con tres millones de habitantes, teniendo por territorio un pedazo de tierra al oeste del Atlántico. A los cien años habían llegado a una población de cien millones y a un territorio de siete grados más de latitud y treinta más de longitud del que tenían cuando su emancipación. Hoy son potencia de primer orden.

Los Estados latinoamericanos después de su independencia han llevado una vida de miseria. Se han debatido entre el lodo y la sangre, sepultando allí instituciones, honor, moral y porvenir. ¿Por qué esta diferencia? Porque las sociedades tienen leyes que observadas llevan a la prosperidad, y que infringidas conducen al aniquilamiento. Esas leyes se cumplen siempre a través de la historia, y su violación prepara las grandes catástrofes. Ineludible es el aforismo de Leibnitz de que lo presente es hijo de lo pasado.

Los Césares han defendido sus intereses, proscribiendo la enseñanza de la política. Por eso el reinado

de la tiranía del General Díaz no conoció ni una escuela política, ni un libro sobre gobiernos, ni una sola enseñanza práctica de libertad. Si aspiramos a la libertad por la democracia, debemos aceptar como urgente necesidad la educación política del pueblo. A iniciarla tienden estos elementos; ellos proclamarán que hemos tenido una democracia con César.

Un pueblo está caracterizado por su vida de solidaridad, de ayuda mutua. Gente sobre tierra no es sinónimo de pueblo. La vida de aislamiento, de preocupación exclusiva por lo que directamente nos atañe, la indiferencia para los males del vecino, la inercia ante la violación de sus derechos, es la condición de la servidumbre, es el medio en que los tiranos viven y se desarrollan.

El juramento de los peregrinos ingleses sobre La Flor de Mayo en pleno océano, de "todos para cada uno" es el vínculo social de los que viven bajo el imperio de una ley. Ese espíritu de solidaridad es el eterno compañero de los pueblos libres. El ciudadano inglés se siente libre, no porque crea imposible que sus derechos sean violados, sino porque sabe que si sus derechos fueran atacados, serían defendidos por el pueblo inglés. Los Estados Unidos tienen alguna práctica contraria a la civilización y a los principios de justicia, la que entrega el castigo de criminales a masas apasionadas, ignorantes de los hechos imputados, y sin pruebas bastantes de responsabilidad. Me refiero a la ley Lynch que en su brutalidad proclama la cohesión social, el interés que a los ciudadanos inspira la violación del

derecho de otro, interés que se manifiesta cuando se congregan gentes pacíficas, dispuestas a grandes esfuerzos activos, y con peligros personales sólo para restaurar el derecho herido, para castigar al que lo ha violado. No hay pueblo, no hay defensa social, no hay solidaridad sino cuando ya no se piensa, sino que sólo se siente que el ataque al derecho ajeno es amenaza al propio derecho, y se defiende al conciudadano como se defiende al propio patrimonio. Disminuir esa solidaridad, hacer menos intensa la preocupación por el derecho ajeno, es atacar no las instituciones, no una forma de gobierno, sino atacar la existencia del pueblo, rompiendo los vínculos de unión, inyectando el virus de la disolución social. Treinta años nos ha impuesto la tiranía ese régimen. Ante las violaciones de domicilio, ante las prisiones contra escritores, ante la ley fuga, ante el peculado, ante la persecución de los desidentes, ante los tormentos aplicados, ante las consignaciones por la leva, se nos impuso el silencio para no ser perseguidos. Así se nos ha obligado a guardar silencio, ahogar todo signo de reprobación contra lo ilegal, como condición indispensable para no ser perseguidos. Para fundar el poder de un hombre, se luchó por romper la solidaridad social.

CONSTITUCION

Dos Constituciones rigen a un pueblo: la social y la política. La primera está formada por las creencias y los sentimientos nacionales, por la religión, por el criterio, por la laboriosidad, por el respeto a la ley, por la resistencia a la arbitrariedad, por la organización del trabajo, por los frutos recogidos, por los métodos de reformas, por el hábito del ahorro, por los vínculos de familia, por los respetos sociales, por la producción, reparto y consumo de riquezas, por los conocimientos de sus grandes hombres, por la difusión de los conocimientos útiles, por su amor al progreso, por su tolerancia, por su respeto a la ley, etc.,

etc.

La Constitución política es la organización de un gobierno. Su objeto es dar las reglas para que el Pueblo ejerza su soberanía sobre nombramientos de funcionarios, determinación de las facultades dadas a éstos, la manera de resolver los conflictos entre los poderes, etc., etc. Esta es la parte esencial, a lo que se agregan comunmente dos materias más. La primera es lo que llamamos derechos del hombre, la segunda es miscelánea de materias importantes. Los derechos del hombre son: de no ser esclavos, de enseñar, de trabajar, de libertad para el trabajo, de expresar sus ideas sin estar sujeto a previa censura, de petición,

de asociación, de poseer y portar armas, de viajar, de ser juzgado sólo por leyes anteriores y por tribunales generales, la de no ser extraditado por delitos políticos, la de inviolabilidad del domicilio, familia, papeles y posesiones, la de no ser preso por deudas civiles, la de saber en todo juicio criminal quién es su acusador y el motivo del procedimiento, que se le tome declaración, que se practiquen careos, que se le dé ocasión para su defensa, y que las penas sólo las pueda imponer la autoridad judicial; que las penas no sean de mutilación, ni infamantes, ni de marca, ni de azotes, ni palos, ni tormento, ni multa excesiva, ni confiscación, etc., etc.

La parte que llamo miscelánea, comprende las reglas sobre extranjeros, sobre ciudadanos, sobre compensación de funciones, sobre rebeliones, independencia de iglesia, limitación de sus facultades adquisitivas, etc.

Nuestra Constitución ha encomendado el ejercicio de la autoridad al Gobierno Federal y a los Gobiernos de los Estados; autoridades federales y autoridades locales ejercen su poder en nombre del mismo Pueblo Mexicano. El pueblo les ha señalado las materias de sus competencias, pero federales y locales tienen el mismo carácter y el mismo origen; son nacionales y obran en representación del mismo ser moral: el Pueblo. (Artículo 41 de la Constitución.)

Ningún poder es soberano. Todo poder tiene facultades dadas por el soberano, pero la soberanía

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