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del pueblo americano. Un ejemplo aclarará esto. Supongamos que deben votar tres Estados: A, B y C. A tiene 50 electores, B tiene 5 y C 70. A y B votan por Pedro y C por Juan. Es electo Pedro, que tiene el voto de dos mayorías.

Pedro ha tenido en el Estado A, 26 votos a favor. 24 en contra.

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ha tenido en el Estado B, 3 votos a favor. 12 en contra.

ha tenido en el Estado C, 31 votos a favor. 94 en contra.

Resultado: Pedro es electo Presidente de la República, porque ha tenido mayoría de votos por Estados, cuando Juan ha tenido doble número de votos a su favor.

En la lucha electoral entre Buchanan, Fillmore y Fremont, se dieron los siguientes votos:

En favor de Buchanan...

En favor de Fremont.
En favor de Fillmore...

1.838,169

1.341,264

874,534

Buchanan tenía cerca de 400,000 votos menos que la suma de los votos de los otros dos candidatos, y fué declarado Presidente, esto es, el electo por la minoría de ciudadanos fué declarado Presidente. (Twenty years of Congress t. I. Pág. 130. James G. Blaine). La mayoría quedó sacrificada, violándose el principio democrático. Esto es una prueba de la regla constante de los sajones de que la política no debe inspirarse en la lógica, sino en la conveniencia.

El poder dado a las minorías para detener a las mayorías en las resoluciones parlamentarias, comprueba la regla.

Las acusaciones contra el Presidente de la República votadas por mayorías, no producen efecto alguno si se opone una minoría superior a un tercio de los votantes. Una ley observada por el Presidente, queda sin efecto, si una minoría de más de un tercio no la aprueba después.

En elecciones presidenciales si no hay mayoría absoluta, ningún candidato tiene mayoría, y se elige entre los votados por las minorías. El principio del gobierno de mayoría, como toda regla política, calla cuando la conveniencia social exige que gobierne otra regla. Esta tendencia es uno de los elementos del carácter práctico de la raza sajona. Este criterio sano y salvador cuando se trata de política, esto es, de dar reglas de conveniencia, sería altamente perjudicial si rigiera los actos del que tiene que ejecutar una ley, esto es, del que no debe examinar la conveniencia o perjuicio de un precepto, sino que sólo debe acatarlo. Esto es aplicable no sólo al poder judicial, sino a cualquier poder que está ya sometido a una regla, y que debe obrar bajo de ella, como debe obrar todo poder constitucional respecto de la Constitución.

El Poder Legislativo ejerce las facultades que le han sido conferidas inspirándose en la utilidad, en todos aquellos puntos que la Constitución no le prohiba. Cuando hay algún precepto constitucional obligatorio para el Poder Legislativo, no se puede invocar para no observarlo la utilidad o conveniencia de proyecto alguno.

El progreso humano comienza cuando termina la unanimidad. Conformes todos en una afirmación, sin existencia de dudas en cerebro alguno, nadie examina, nadie investiga, nadie comprueba, nadie revisa. Un pensador disidente, con él comienza el progreso. Así han nacido todas las verdades: un disidente, una falange que se le une, una mayoría y luego la aceptación general cierra la marcha. Si la disidencia es errónea el trabajo de refutación permite que arraigue más profundamente la verdad combatida. Jesucristo fué el primer hereje en la religión de su tiempo. La crítica es la explosión de independencia que constituye gran virtud para un pueblo, y favorece el progreso derrocando el error. Dudar, investigar, descubrir o rectificar, son los jalones del camino de la verdad. Los latinos tenemos gran tendencia a levantar ídolos, a crear grandes hombres suponiendo en ellos al lado de méritos que tuvieron cualidades que les faltaron, y de este modo los hacemos emblemas falsos de virtudes que presentamos a la veneración popular. La investigación de sus méritos reales provoca explosiones de rencores y ataques de falta de patriotismo.

PARTIDOS

En política toda acción aislada es infecunda. La política no busca la verdad, ni la belleza, busca sólo lo útil. No se persigue el ideal, sino lo asequible. El clima, esto es el conjunto de condiciones locales,

marca el objeto y señala la ruta. Los intereses humanos no tienen la misma jerarquía, esto es, no revisten la misma importancia. La vida y el honor son más apreciables que la propiedad, ésta lo es más que algunos derechos constitucionales como el de cambiar de lugar, de expresión de ideas, de libertad de imprenta, de asociación, etc., y estas facultades tienen mayor importancia que la libertad política cuyo objeto es garantizar todos los derechos. Mediante la libertad, denunciamos los atentados, entregamos al desprecio, a la ira pública o a la acción penal a los autores de los delitos, llamamos en nuestro auxilio la acción de la autoridad o de la opinión pública, gozamos tranquilos de los derechos que nos da la ley, luchamos por las reformas de nuestro régimen, exploramos el camino de la prosperidad nacional, etc., etc. Cuando no son asequibles a la vez todos estos bienes, se retarda la lucha por los ideales inferiores y hasta se les combate para obtener el triunfo de los más importantes. Donde la vida y la propiedad están violadas, donde el honor de la mujer es el botín de la audacia y de la violencia, evitar estos males es más importante que la libre circulación de la correspondencia, que la fiel ejecución de los contratos. Los partidos nacen con programas que escriben las necesidades del momento. De aquí surge el carácter progresivo de la política representada por la acción de los partidos. Para este objeto son necesarias las corrientes de la opinión nacional, la expresión de los deseos de los gobernados, exigiéndose como condición indispensable el in

terés de todos por la gestión pública. Matar la indiferencia respecto de los asuntos nacionales, imbuir en cada ciudadano la convicción de que sólo mediante la vigilancia de cada uno se obtiene la libertad, y que al violarse ésta las primeras víctimas son los indiferentes, es el deber del que siente el patriotismo. Es un principio sociológico que nadie toma interés en aquello en que no puede influir; para despertar y mantener el interés nacional, es necesario dar a cada ciudadano interés en la cosa pública. Afirmar con hechos que las opiniones y los votos no son causas de persecuciones ni de perjuicios, asegurar la libertad para votar y la seguridad de que cada voto será computado con la influencia que dé la ley, son condiciones precisas para que el interés nacional se manifieste prácticamente. Así lo comprendió el régimen porfirista. Perseguir por opiniones y votos, imbuir en la conciencia nacional la convicción de que el precio de la tranquilidad, de la ausencia de atropellos en las personas y en la propiedad era la abstención de todo juicio sobre la política y el silencio sobre todo atentado, fueron los medios para matar el interés público y dejar al poder personal libre campo para su desarrollo. Esta práctica inspirada por intereses personales, en ausencia completa de toda idea de patriotismo, olvidó la ley que fija la filiación entre la reacción y la acción, que mide la fuerza de la primera por la violencia de la segunda. Cada acto del porfirismo en servicio del poder personal, era un llamamiento a la revolución, y entregaba a la violencia armada la

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