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dos Unidos. En mi trabajo de concentración mucho debe faltar y mucho debe sobrar, pero con todos sus defectos creo que dejará la impresión imborrable de que no es a través de la violencia que la política se engrandece; que a pesar de los malos Gobiernos, de sus constantes caídas, de sus incesantes errores, el esfuerzo privado traé el adelanto y la fuerza a las naciones, bajo las condiciones de que no se perturben las leyes del trabajo. La paz es la égida de la libertad y del progreso.

DERECHO DE INSURRECCION

Recapitulemos los males de la Revolución

I. Priva a la actividad privada de los brazos que emplea la guerra;

II. Pierde en cada soldado que muere la fuerza, y el dinero que representa cada vida;

III. Pierde en cada mutilado la fuerza del trabajo que se hace imposible;

IV. Se pierde para el progreso el capital que se consume en subsistencia de los ejércitos, en municiones que se gastan, en armamentos que se deterioran, o que se pierde en propiedades destruídas, en bestias que se inutilizan;

V. Se pierde en las propiedades ocupadas por los actos de guerra, como asaltos, defensas en reductos, atrincheramientos, etc.;

VI. Se pierde en el retraimiento o paralización privada a que obligan los combates;

VII. Se sufre con la suspensión de garantías que exige la guerra;

VIII. Se enerva el trabajo con la suspensión de comunicaciones;

IX. Se sufren perjuicios con las requisiciones forzadas, como alojamientos;

X. Se desconocen los documentos a crédito dados por el vencido;

XI. Hay mayor ocasión para los delitos y más facilidad para la impunidad;

XII. Crea en los jefes hábitos de despotimos, al tiempo que se sienten más débiles los frenos para contenerlos;

XIII. La vida se hace más cara porque aumentan las gastos de producción, porque aumentan los peligros para la conservación y transporte de los productos;

XIV. Se da derecho a reclamaciones por los daños causados;

XV. Durante la guerra se enseña con el ejemplo a cada uno de los miembros de los ejércitos, que los derechos particulares ceden ante la fuerza;

XVI. Es inseguro si se remediará el mal, para cuya supresión se hace la guerra;

XVII. Es de temerse que cada jefe que ha ejercido una autoridad absoluta, trate de conservarla sin sumisión a las leyes;

XVIII. Es muy peligroso el despertar de ambiciones de cada jefe que se cree el autor de la victoria;

XIX, Es inseguro la fecha en que volverá a reinar el orden, y es casi seguro de que tardará mucho mayor tiempo del que se creyó al dispararse el primer tiro;

XX. Los tenientes del vencedor querrán asegurar el Poder;

XXI. Expone a la impotencia para defender los intereses nacionales frente al extranjero, y somete a los peligros de acciones agresivas por las otras Naciones, sobre todo las que existen en nuestras fronteras;

XXII. Forma hábitos en los soldados de no respetar derechos, pues la guerra es la gran nodriza de los violadores de garantías;

XXIII. Ofrece peligros por contrarrevoluciones, en virtud de la ley política que descubre que en toda revolución triunfante hay un germen de contrarrevolución, peligros que exponen al país a sucesivas guerras; XXIV. Crea héroes, llamados a estrangular las libertades;

XXV. Expone a males imprevistos como los de la pobreza, que regularmente sigue a la victoria y los que puede traer la disolución del ejército vencedor y la del vencido;

XXVI. Trae enfermedades como epidemias, etc. El cuartelazo que derrotó a Madero, cuesta al país cinco años de lucha, más de 70,000 vidas y pérdidas y responsabilidades que no bajarán de .

1,000.000,000 de pesos. A esto agréguense las miserias sufridas por todos, las muertes por hambre, por venganzas, etc., etc. Todo esto cuesta haber derrocado a un Presidente legítimo.

¿Existe el derecho de insurrección? Esta tesis ha rodado en medio de grandes contradicciones entre las tormentas de las Cámaras y los odios de los escritores. Permítaseme enunciar algunas de esas opinio

nes.

Sócrates, condenado injustamente, no aceptó la fuga, y optó por cumplir la sentencia que lo condenó a muerte. Esta conducta es la proclamación de la obediencia pasiva.

Cicerón no emite opinión explícita, pero señala la expulsión de los Tarquinos como principio de la grandeza romana,

Muchos autores admiran la Constitución de Creta mencionada por Aristóteles, en la que se proclama que la sedición es la garantía de los ciudadanos contra los Magistrados.

San Pablo dice: el que se opone a los Poderes se opone a la orden de Dios.

San Pedro dice: estad sometidos a vuestros amos aunque os perjudiquen.

En el campo canónico se libra la lucha entre la soberanía de Estados con derecho a gobernar sin la intervención del poder eclesiástico, y la soberanía de Dios con el derecho de controlar los poderes de la tierra. Hasta el siglo XIII venció la Iglesia, después triunfa el poder de los Estados. Las falsas decretales

dieron derecho al Papa para destruir príncipes por violación de los derechos de la autoridad apostólica.

Santo Tomás, frente al tirano, hace un deber del derecho de insurrección. "Vertuali moverent seditionem et peccarent si non moverent," y agrega: el tirano es el sedicioso.

Lutero afirma que por justo que sea el motivo, nunca lo es la revolución.

Hobbes condena la revolución porque los súbditos no tienen derechos contra el Príncipe. Sólo en tres casos admite la resistencia. Cuando el que resiste prefiere morir, a obedecer, cuando llamado para combatir a un enemigo presenta reemplazo, y cuando la resistencia es el único medio de defensa.

Locke limita el poder por el deber. El pueblo se ha reservado un derecho: el de apelar al cielo cuando no hay a quién apelar en la tierra. (Essay On Civil Government C. XIII X.) I'rocede contra el Poder Ejecutivo cuando ataca al Poder Legislativo, que es quien mantiene la vida del cuerpo social, pues los verdaderos rebeldes son los que violan la ley. El que emplea la fuerza contra el derecho es el rebelde. Todo derecho puede cesar, menos el de defenderse.

Leibnitz frente a la revolución inglesa que derrocó a Jacobo II, dice: "Varias veces he dicho que es bueno que los príncipes estén persuadidos de que los pueblos tienen derecho a resistirlos, y que los pueblos estén persuadidos de su deber de obediencia pasiva. Creo que regularmente se debe obedecer, y agrega: "Las naciones no están obligadas a dejarse arruinar por

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