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de paso en rumbo adonde les esperan honores, reputación y altas compensaciones, esto es, a los grandes centros de población. De esas competencias acumuladas en las grandes ciudades, sólo son aprovechables cada dos años para Diputados, unos pocos vecinos del Estado a que pertenece la Ciudad; y para Senador uno sólo cada dos años. El resto queda incapacitado para ser substituído por hombres de menor valía, pero vecinos del Distrito o Estado que elige. Presentemos el caso práctico: El Estado de Guanajuato es uno de los más adelantados y poblados; en su Capital hay muchas eminencias intelectuales. De ellas sólo pueden elegirse 18 Diputados propietarios y un Senador cada dos años. El resto, perdido para las altas funciones legislativas. En Guadalajara pasa lo mismo. Igual situación en Puebla. De la Capital de la República sólo pueden ser electos 12 Diputados y un Senador, y el resto de los hombres competentes quedan impedidos. Resultado: cerradas las Cámaras para muchos hombres capaces de abordar y resolver los grandes problemas nacionales, con el objeto de que simples vecinos de los lugares en que regularmente no hay competencias, vengan a ocupar las curules. Con razón se ha dicho, que mandar a las luchas del Estado hombres sin competencia, equivale mandar a la guerra soldados sin armas. Así queda realizado el peligro pronosticado para las democracias: ser el régimen de inexpertos. ¿Existe razón para la exclusión que pronuncia nuestra Constitución por razón de falta de vecindad?

ERRORES

I. La Historia acredita que un régimen de larga duración al desplomarse, abre uno nuevo a través de un período provisional, en el que el derecho y la moral no son respetados. Ese régimen interino representa con frecuencia un túnel lleno de sombras, con gases asfixiantes que conducen a la llanura saturada de oxígeno y de luz. Juzgar que ese tránsito por las sombras, con pulmones que no alcanzan respiración, es un régimen definitivo, es el error de los que no han leído en la historia la ley del progreso e ignoran que la marcha de la civilización es como la de un péndulo que avanza y retrocede. ¿Alcanzará la vida de una generación para salir a la llanura? Si una generación no sobrevive, sí sobrevivirá el pueblo. Es el peligro, el gran peligro de las revoluciones, por eso tienen las bendiciones nacionales los que en vez de hacer necesaria para el adelanto la guerra intestina, lo preparan por evoluciones pacíficas.

Al desplomarse en Francia el trono de los Capetos, se abrió la era de la revolución que trajo libertad para las opiniones, supresión de castas, e igualdad civil. Para implantar estos progresos se derramó mucha sangre, se cometieron muchos crímenes, se ultrajó la moral, se llevó al Erario a la bancarrota, se exaltó a muchos perversos. ¿Qué fué ese régimen? El túnel para llegar a un progreso;

II. El que gobierna, como puede modificar leyes, puede modificar las costumbres y las prácticas. Este error sólo lo tienen los inexpertos. El carácter nacional, los defectos populares, sólo la educación y el tiempo los puede corregir. Dice un filósofo alemán que si en nuestras costumbres estuviera el incesto, la ley que lo prohibiera sería sólo el canto de la alondra, impotente contra el mal. La pereza, la falta de empresa, la ausencia del ahorro, la debilidad en el trabajo, la indiferencia en materia pública, el despilfarro, la vanidad, etc., son vicios contra los que la ley está desarmada;

III Las virtudes privadas son garantía de virtudes públicas. Esto ha sido la base de pésimos gobiernos. César era clemente, generoso para sus enemigos, dispuesto a todo bien privado y fué el enemigo de las libertades.

El buen funcionario necesita cualidades, y algunas de ellas consideradas a la luz de criterios privados deben ser defectos. La compasión es una gran virtud, pero llevada a la gestión pública, es un dique contra el cumplimiento de la ley, contra el castigo que reclama la sociedad. Sin virtudes privadas no hay ciertas virtudes públicas que necesita un gobernante, pero las virtudes privadas no bastan para llenar las condiciones de un funcionario. El que en la vida privada es ladrón, ébrio, jugador, sensual, etc., nunca será un buen funcionario; pero no lo será bueno el que sólo sea moral;

IV. Suprimir la reelección del Presidente de la Re

pública, es asegurar su neutralidad en las elecciones, es el error vulgar en los políticos. Es evidente que el interés directo habrá disminuído, pero quedará en pie el interés del partidario, y el interés personal vinculado en el poder del amigo personal. El Presidente de Chile, Balmaceda, trajo la guerra civil: Su caída y su suicidio fueron por servir en las elecciones un interés, no el suyo directo, sino el de su amigo San Fuentes. Todos los elementos del Poder Ejecutivo fueron puestos a disposición de este candidato. El Congreso condenó esta actitud; se suspendió el pago de los impuestos etc., y la crisis terminó con la derrota del Presidente que quiso imponer al país su candidato;

V. Suprimir los periódicos es impedir la circulación de falsas noticias contra el Gobierno, tal es el común error de los gobernantes.

Napoleón I, al volver de la Isla de Elba, decía: "desde mi destierro he oído como del fondo de una tumba la voz de la posteridad; no, no consentiré ya en que la libertad de la prensa se suprima, es una gran falta política, y lo es en verdad."

La prensa libre consigna todo: lo justo y lo injusto. Se le combate fácilmente cuando el cargo consta expreso. Sin régimen libre todo cargo se difunde clandestinamente, sin presentar cuerpo para ser atacado; todo es victorioso en un medio hostil a un Gobierno que ahoga la libertad de palabra. Cerrar la prensa es renunciar a la defensa contra la injusticia, y propor cionar a los cargos injustas condiciones de mayor propagación. Cada ciudadano es fabricante de noti

cias, y ante la impopularidad, creada por el solo hecho de la supresión de la prensa, se abren con fruición a todas las almas que luchan por desprestigiar al Gobierno. La clausura de la prensa nunca aprovecha al Gobierno, y frecuentemente lo perjudica.

Ataques al Gobierno que pasarían indiferentes ante la conciencia pública, se convierten en terribles acusaciones que despiertan vivas simpatías cuando se pretende castigarlos. La persecución hace héroes, y levanta sobre el pavés social gente que no tiene más ventaja que la torpeza del Gobierno que se empeña en hacer grande a enemigos que nada valen.

Todo ataque por la prensa a un Gobierno bajo la seguridad de no ser perseguido, podrá ser justo o injusto; pero lo que sí representa con caracteres imborrables, es el elogio al gobernante por su liberalismo en respetar al enemigo, en su disciplina para reprimir deseos de venganza y resistir a las tentaciones de abusos de la fuerza que eternamente solicitan a todo Poder. Perseguir al periodista que ataca, es demoler el monumento que el mismo enemigo levanta al Gobierno por su respeto al derecho;

VI. Armar al Gobierno de la mayor suma de facultades es vigorizarlo.

La ciencia política proclama que hay dos medios para debilitar a un Gobierno:

I. Negarle facultades necesarias para su misión; II. Darle las que no necesita.

Negarle las facultades necesarias es obligarlo a no llenar su cometido o a usurpar las necesarias. En

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