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virtió a la Nación en su patrimonio, cuando se declaró dueño de los destinos de la Patria, cuando estranguló la soberanía de Estados, la independencia de Congresos, la libertad de imprenta y la honradez de la justicia para entregar a sus favoritos y a su reelección las ventajas del poder público. El pueblo aclamó al virtuoso Porfirio Díaz, y le dió la espalda cuando se hizo el enemigo de las instituciones. Si el General Díaz hubiera seguido el ejemplo de Washington, si hubiera dejado el Poder, manteniendo su espada al servicio de la paz, si llegaba a perturbarse ¿habría un solo hogar mexicano en que su nombre no fuera bendecido? No quiso ser grande, por eso la Nación arrojó su indiferencia sobre la tumba del caudillo. Si el pueblo hubiera podido votar habría quitado del Poder a Díaz y evitado así los terribles males que trajo el borrar la voluntad popular.

Entra Lerdo al Poder como Presidente interino. La elección presidencial lo hizo Presidente constitucional. ¿En nombre de qué méritos? En reconocimiento de sus altísimas virtudes. Cuando quiso reelegirse, abusando del Poder, confundiéndose entre los hombres manchados por la corrupción política, el pueblo lo abandonó, y el país se dividió entre el caudillo Porfirio Díaz y el austero Magistrado Don José María Iglesias, símbolo de probidad y de amor patrio. No tiene nuestra historia un solo ejemplo de que el pueblo haya aceptado con placer a un gobernante que no estimara emblema de grandes virtudes. Si el pueblo hubiera votado sus Presidentes, nuestros Ejecutivos

habrían sido más o menos competentes, pero de seguro no habrían manchado la silla presidencial los hombres que a ella han llegado cubriendo de vergüenza a la Patria; ni Santa Anna, ni Paredes, ni González, etc., hubieran llevado en sus pechos la banda tricolor, ni se habrían verificado los desastres que causaron al país. La elección popular es la mejor garantía de que no llegarían al Poder los hombres de conocida corrupción, y de que si llegaran serían removidos al término de su período. En la historia universal está escrita esta antítesis: los gobernantes sostienen a los instrumentos de sus intereses, los pueblos jamás sostienen a los que reputan enemigos del bien público.

Voluntad popular o revolución, tal es el dilema que nos impone el estudio del pasado.

El voto popular ¿asegura la competencia de los elegidos? Ninguna figura popular se levanta sino sobre el pedestal de sus hechos. Si para ser popular se necesita tener historia, la tribuna libre y la prensa harán esa historia, y sólo los hechos encenderán el amor del país. ¿No es esto una garantía? Lejos, muy lejos de mi ánimo mantener que haya teoría constitucional alguna que se convierta en compañía de seguros contra los malos gobiernos, puesto que el error es humano. Los malos gobiernos son inevitables, las garantías fallan, algunas veces la bancarrota surge en todos los terrenos. La ciencia política expresa los axiomata media de Bacon, las constantes históricas de Vico, las medias de Quetelet, esto es, expresa la tendencia, señala el fenómeno común, fija lo probable

sin negar que ¡lo improbable también se realiza! Pero aun realizado, la Soberanía Nacional, removiendo al mal gobernante, evita los males.

EJECUTIVO

Funciones del Presidente de la República. Expuestas las facultades del Presidente, voy a examinar los cargos lanzados contra la Constitución por ese motivo. Don Juan José Baz declaró que debe hacerse a un lado la Constitución. Su opinión la fundó así:

"La Constitución, como no he tenido embarazo en decirlo públicamente, es de tal naturaleza, que no se puede gobernar con ella. Si se trata de seguir el camino del progreso y de las reformas, tiene tales trabas y tales inconvenientes, que es imposible que el Ejecutivo pueda marchar, porque para todo tiene las manos. atadas; si por el contrario, hay necesidad de hacer algunas concesiones al partido que durante dos años ha combatido al Gobierno de Ayutla, tampoco se puede, porque ya ha elevado a preceptos constitucionales varias de las leyes contra las cuales han protestado los Obispos; así, por cualquier camino que deba marcharse, la Constitución es un estorbo, y no hay otro remedio sino hacerla un lado, y como paso necesario, quitar también el Congreso." ("México a Través de los Siglos," tomo 5o, pág. 269, núm. 1.)

Toda la crítica supone que el Ejecutivo no es un Poder Constitucional llamado a ejecutar las leyes, y

no a darlas; que su deber no es ejecutar la voluntad del Legislativo, sino imponer la suya personal.

Don Justo Sierra en la "Evolución Social" dice así: "El Presidente es incapaz de gobernar con una Constitución que era todo límite al Ejecutivo." (Tomo I, pág. 249.)

"La Constitución hace del Presidente un simple Agente del Poder Legislativo." (Id. pág. 253.)

"La Constitución creaba un César por el sufragio plebiscitario, y luego lo desarmaba en detalle."

"La Constitución era y es un ideal." "No eran posibles las libertades, electoral, individual, de prensa etc. (Id.)

¿De dónde habrán tomado los Señores Baz y Sierra su tipo de Presidente Constitucional? Baz quiere un Presidente que pueda hacer transacciones por sí solo, que pueda señalar el camino al porvenir sin someterse a voluntad extraña. Sierra quiere un Presidente que haga las leyes, y que no tenga que ejecutar las que déel Congreso; un Presidente no sometido a las Cámaras, sin deber de respetar las garantías individuales, esto es, con facultades de disolver toda reunión, de cerrar las imprentas, de aprisionar escritores y oradores, de juzgar sin leyes, esto es, un César absoluto. ¿Sería esto Gobierno Constitucional? No hay ley alguna que consagre este tipo de Ejecutivo. La Constitución de 1812 creó la monarquía, y limitó el poder del monarca impidiéndole hacer leyes, obligándolo a ejecutar las que dieran las Cortes. Al Rey se le prohibió lo que expresa el artículo 173, que dice así:

"El rey, en su advenimiento al trono, y si fuere menor, cuando entre a gobernar al reino, prestará juramento ante las Cortes bajo la fórmula siguiente:

"N. (aquí su nombre), por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía española, rey de las Españas, juro por Dios y por los santos Evangelios, que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna en el reino: que guardaré y haré guardar la Constitución política y leyes de la Monarquía española, no mirando en cuanto hiciere sino al bien y provecho de ella: que no enajenaré, cederé, ni desmembraré, parte alguna del reino: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero, ni otra cosa, sino las que hubieren decretado las Cortes: que no tomaré jamás a nadie su propiedad, y que respetaré, sobre todo, la libertad política de la nación y la personal de cada individuo: y si en lo que hejurado o aparte de ello, lo contrario hiciere, no debo ser obedecido; antes aquello en que contraviniere sea nulo y de ningún valor. Así, Dios me ayude y sea en mi defensa; y si no, me lo demande."

Pretender un Gobierno Constitucional sin Constitución que respetar, limitado y sin límites que respetar, sin derechos los ciudadanos, sin restricciones en su acción, sin división de poderes, sin cuerpo legislativo, gobierno con una sola voluntad: la del Presidente, es lo que proclamaban los amigos del General Díaz, invocando la necesidad como disculpa de su delito liberticida.

Para los cortesanos ningún poder es efectivo si no

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