sion que voy á exponer, la resolucion, que su Magestad formó, sin comunicarla á su augusta Esposa, de abdicar segunda vez la Corona, y retirarse otra á San Ildephonso, cuya residencia estimaba sobre quanto hay en el mundo, y no habia cesado de hermosear este delicioso Sitio, mirándole como parage destinado á consagrar lo restante de sus dias en el servicio de Dios.

Estando quasi siempre juntas sus Magestades Catholicas, era dificil al Rey ocultar lo que meditaba tanto tiempo habia; y para que ninguna de las representaciones de la Reyna le estorvasse la intencion de su designio, se valió de un instante, en que esta Princesa se habia retirado á su Estancia para descansar, á fin de escribir de su puño un Decreto, por el qual notificaba al Tribunal del Consejo Supremo de Castilla, que renunciaba nuevamente la Corona, mandando á este primer Tribunal de la Monarquía, reconociesse, y jurasse al Principe Don Fernando su hijo, por Key, y proclamarle en tal qualidad en Madrid luego incontinente.

Este Decreto fué confiado al señor Martinet, Ayuda de Camara del Rey, encargándole su Magestad le entregasse, sin perder tiempo, de su parte, al Arzobispo de Valencia, Governador del Consejo, á fin de que lo pusiesse en execución. Poco despues, habiendo vuelto la Reyna al quarto del Rey, y no dudando este Principe, quando la vió, fuessen yá executadas sus ordencs, la descubrió la resolucion que habia tomado, y lo hecho acerca de ella, añadiendo, que esperaba lo tomaría á bien; respecto de que la Divina Providencia lo habia dispuesto assi para su mayor gloria. Noticia tan inesperada, sorprendió en gran manera á la Reyna, reflexionando se aniquilaban, con esta determinacion, enteramente los vastos proyectos que maquinaba, y que en lo successivo se executaron con tanta felicidad.