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CARTA

Á UN HIDALGO AMIGO DEL AUTOR LLAMADO JUAN DE CASTEJON, EN QUE SE TRATA DE LA CORTE.

Mucho me importuna vuestra merced sobre que le escriba algo del modo, uso, trato y cosas de la córte, como si esto se hubiese de hacer tan á la corta que se pudiese encerrar y comprender en una carta. Ovillo es éste que si se comenzase á desenvolver, podrá llegar al cabo del mundo el hilo. Mas todavía, por complacer á vuestra merced en algo (pues las sentencias que se han pronunciado en los pleitos que tiene en Chancillería de Valladolid no le complacen en nada), descogeré un poco de esta cuerda: vuestra merced podrá ir devanando, y no quiero decir devaneando, porque el devanear no se hace bien en lugar tan solitario, y de tan poca gente y trato como ése: acá se hace muy

Lo mismo que «andando en devaneos. »

mejor, porque la gente es mucha, los tratos y las negociaciones muchas; las pretensiones y pretendientes muchos; los amores muchos, y mucho más los dolores.

El henchimiento y autoridad de la córte es cosa muy de ver. Porque está tan llena de las personas reales, de prelados, de dignidades, de sacerdotes, de religiosos, de señoras, de caballeros, de justicias, de letrados, de escuderos, de negociantes, pleitantes, tratantes, oficiales y menestrales, que es cosa de admiracion; y como no todo el edificio puede ser de buena cantería de piedras crecidas, fuertes y bien labradas, sino que con ellas se ha de mezclar mucho cascajo, guijo y callao, así en esta máquina entre las buenas piezas del ángulo hay mucha froga y turronada de bellacos, perdidos, facinorosos, homicidas, ladrones, capeadores, tahures, fulleros, engañadores, embaucadores, aduladores, regatones, falsarios, rufianes, pícaros, vagamundos, y otros malhechores tan amigos de hacer mal, como lo era Cimon ateniense, y es nuestro conocido el beneficiado de no hacer bien. Está la córte, allende de esto, llena de gentes extranjeras de diversas naciones; encontraréis por las calles unos 2 que os saluden con: beso la mano de vuestra merced; otros 3 os dicen: beso as maos a vosa mercé; otros 4: agur xaona orduan çagoçala; otros 5: bon giorno, mi ricommendo a la signoria

I

Era un clérigo rico que tenía poca caridad, y hacia poca limosna. (Nota del autor.)

2 Españoles.

3 Portugueses.

4 Vizcaínos. El saludo está mal escrito y debe ser de esta manera : agur, jauna, ordu onean çagoçala.

5 Italianos.

vostra; otros musieur, je me recommande à vostre bonne grace; otros 2: Got berliena huberlib den gudemdag; otros 3 gutmara gad boe. De manera que hay tanta diversidad de saludos, que parece vinieron como guarnicion y presidio á impedir el daño que el ejército de médicos cortesanos pretende siempre hacer en la gente. Y hay tanta diversidad de lenguas entre ellos, como entre los que edificaban la torre de Babel.

Andan en córte unos vestidos á la castellana, otros á la francesa y borgoñona, otros á la tudesca, y otros de otras maneras de trajes que los donados de Santa Catalina no darian un real por ellos para su traer. Barbas andan mil cortadas á la pimentela, ninguna á la azafrana, muchas á la marquesota, pocas á la condesina, ni á la duquesa. Bozos algunos al uso del buen tiempo, descubierto el hocico y el diente, y áun el colmillo. Otros traen hechos los bigotes tan largos y feroces, que quieren con ellos espantar las gentes, y poner ánimo á las garrapatas; y algunos los dividen, y se hacen dos pares de ellos, porque con aquello se tiene por experiencia dobla la braveza de los corazones. Muchos traen los mostachos tan crecidos, y tan cubiertas las bocas con ellos, que las dichas bocas, cuando acaso se descubren, parecen siesos de caballos cubiertos con sus colas muy pobladas. Son estos mostachos como guardas de puertos, que ninguna cosa entra ni sale que no la han de registrar. Y así, si por el puerto de la boca entra alguna

I Franceses.

2 Flamencos y tudescos. Así en el códice; pero habrá de leerse : Got verlei be euer libden guten tag; ó si es flamenco: goeden dach. 3 Ingleses. Debió decir: good morrow, good bye.

leche, algunas natas, yema de huevo blanco, caldo de algun guisado ó potaje, allí le detienen á la puerta, y en fin les ha de dejar en las uñas, ó derechos, ó cohechos. Si por el puerto sale alguna saliva, gargajo ó flemas, por de priesa que quiera salir, estas guardas lo detienen una hora para ver lo que sacan, que no se pueden escabullir de ellas. Y finalmente, lo que entra y sale por estos mostachos es como lino que pasa por rastrillo, que ha de dejar la estopa en las púas. Empero hallo yo que tienen otro bien, y es que, como la raposa se aprovecha de su cola empapándola en su raposina para rociar con ella y desviar de sí los perros que la siguen y van alcanzando, podrán los enmostachados empapar sus mostachos en mosto de San Martin ó Yépes, y salirse á negociar sin miedo de la sed; porque cuando ésta les fuere alcanzando, podránla remojar de tal manera con el rocío de sus mostachos que no pueda darles alcance ni hacer presa en ellos; porque podrán llover vino, como llueve agua el admirable árbol de la isla del Hierro.

Unos en esta córte se sirven á la española acompañándose de tantos criados, que cuando van por la calle parecen hombres que llevan á ajusticiar, segun van rodeados de gente de pié. Otros tienen en esto más regla y moderacion, como lo solian hacer los extranjeros, llevando consigo un solo lacayo que tenga el caballo, si se apeare, y un paje que le acompañe donde entráre. Y otros se sirven conforme al primer uso de nuestros primeros padres, mandando á sí mismos lo que les conviene. Y aun tengo yo á éstos por los mejor librados, pues no tienen que lidiar con tan capitales y des

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