Imágenes de páginas
PDF
EPUB

«Es menester que te inclines Y seas al niño cortés

Pues se postran á sus piés Los mas altos serafines.>> «De eso tendré yo gran celo Si alcanzare á ser oido Y el niño que habeis parido Me entregueis por mi consuelo. >> «Recibe pues con amor

Al niño porque le adores
Y tanto de él te enamores
Que te enciendas en ardor.>>
«El trocará en fuego el hielo
Si en mi corazon anido, -
Vírgen al que habeis parido
Para universal consuelo.>>

ESTEVAN DE ZAFRA.

+ 1595.

NACIMIENTO DEL NIÑO DIOS.

Bajo de la peña nace

La rosa que no quema el aire.
Bajo de un pobre portal
Está un divino rosal,
Y una reina angelical
De muy gracioso donaire.
Esta reina tan hermosa
Ha producido una rosa
Tan colorada y hermosa,
Cual nunca la vido naide.
Rosa blanca y colorada,
Rosa bendita y sagrada,
Rosa por cual es quitada
La culpa del primer padre.
Es el rosal que decia

La Vírgen Santa Maria,
La rosa que producia

Es su hijo, esposo y padre.

Es rosa de salvacion

Para nuestra redencion,
Para curar la lision

De nuestra primera madre.

FERNANDO DE HERRERA.

1534-1597.

CANCIO N.

Al Sueño.

Suave sueño, tú que en tardo vuelo
Las alas perezosas blandamente
Bates, de adormideras coronado:
Por el puro, adormido y vago cielo
Ven á la ultima parte de occidente,
Y de licor sagrado

Baña mis ojos tristes; que cansado
Y rendido al furor de mi tormento

No admito algun sosiego,

Y el dolor desconhorta al sufrimiento.

Ven á mi humilde ruego,

Ven á mi ruego humilde, ¡oh amor de aquella

Que Juno te ofreció, tu ninfa bella!

Divino sueño, gloria de mortales,

Regalo dulce al mísero afligido;
Sueño amoroso, ¡ven á quien espera
Cesar del ejercicio de sus males

Í al descanso volver todo el sentido!
¿Como sufres que muera

Léjos de tu poder quien tuyo era?
¿No es dureza olvidar un solo pecho

En veladora pena,

Que sin gozar del bien que al mundo has hecho,

De tu vigor se ajena?

Ven, sueño alegre, sueño, ven, dichoso,
Vuelve á mi alma ya, vuelve el reposo.
Sienta yo en tal estrecho tu grandeza,
Baja y esparce líquido el rocío,

Huya la alba, que en torno resplandece
Mira mi ardiente llanto y mi tristeza
Y cuanta fuerza tiene el pesar mio,
Y mi frente humedece;

Que ya de fuegos juntos el sol crece.
Torna, sabroso sueño, y tus hermosas
Alas suenen ahora

Y huya con sus alas presurosas

La desabrida aurora

Y lo que en mí faltó la noche fria

Termine la cercana luz del dia.

Una corona, oh sueño, de tus flores
Ofrezco: tú produce el blando efeto
En los desiertos cercos de mis ojos,
Que el aire, entretejido con olores,
Halaga y ledo mueve en dulce afeto,
Y de estos mis enojos

Destierra, manso sueño, los despojos
Ven pues, amado sueño, ven liviano;
Que del rico oriente

Despunta el tierno Febo el rayo cano.
Ven ya, sueño clemente

Y acabará el dolor; así te vea

En brazos de tu cara Pasilea.

ODA Á DON JUAN DE AUSTRIA.

Cuando con resonante

Rayo y furor del brazo impetuoso,
A Encéfalo arrogante

Jupiter poderoso

Despeñó airado en Etna cavernoso.

Y la vencida tierra,

A su imperio rebelde quebrantada
Desamparó la guerra,

Por la sangriente espada

De Marte, aun con mil muertes no domada.

En el sereno polo

Con la suave cítara presente

Cantó el crinado Apolo

Entónces dulcemente,

Y en oro y lauro coronó su frente.

La canora armonía

Suspendia de Dioses el senado;

Y el cielo que movia

Su curso arrebatado,

El vuelo reprimia enajenado.

Halagaba el sonido,

Al piélago sañudo, al raudo viento
Su fragor encogido,

Y con divino aliento

Las musas consonaban á su intento.

Cantaba la victoria

Del ejército etéreo y fortaleza,
Que engrandeció su gloria,

El horror y aspereza

De la titania estirpe y su fiereza.

De Palas Atenea

El gorgones terror, la ardiente lanza;
Del rey de la onda egea

La indómita pujanza;

Y del hercúleo brazo la venganza.

Mas del bistonio Marte

Hizo en grande alabanza luenga muestra,
Cantando fuerza y arte

De aquella armada diestra

Que á la flegrea hueste fué siniestra.

A tí, decia, escudo,

A tí, del cielo esfuerzo generoso.
Poner temor no pudo

El escuadron sañoso

Con sierpes enroscadas espantoso.

Tú solo á Oromedonte

Trajiste al hierro agudo de la muerte
Junto al doblado monte;

Y abrió con diestra suerte

El pecho de Peloro tu asta fuerte.

¡O hijo esclarecido

De Juno! ¡O duro y no cansado pecho!
Por quien cayó vencido.

Y en peligroso estrecho

Mimante pavoroso fué deshecho.

Tú cubierto de acero,

Tú, estrago de los hombres, indignado,

Con sangre hórrido y fiero,

Rompiste acelerado

Del ancho muro el torreon alzado.

A tí libre ya debe

Del recelo saturnio, que el profano
Linaje, que se atreve

A alzar la osada mano,

Sienta su bravo orgullo salir vano.

Mas aunque resplandezca

Esta victoria tuya conocida
Con gloria, que merezca
Gozar eterna vida,

Sin que yaga en tinieblas ofendida:

Vendrá tiempo en que tenga

Tu memoria el olvido, y la termine;

Y la tierra sostenga

Un valor tan insine,

Que ante él desmaye el tuyo y se le incline.

Y el fértil Occidente,

Cuyo inmenso mar cerca el orbe y baña,
Descubrirá presente

Con prez y honor de España,

La lumbre singular de esta hazaña.

Que el cielo le concede

Aquel ramo del César invencible,

Que su valor herede,

Para que al turco horrible

Deribe el corazon y ardor terrible.

Vese el pérfido bando

En la fragosa, yerta, aérea cumbre,
Que sube amenazando

La soberana lumbre,

Fiado en su animosa muchedumbre.

Y allí de miedo ajeno;

Corre, cual suelta cabra, y se abalanza

Con el fogoso trueno

De su cubierta estanza,

Y sigue de sus odios la venganza.

Mas despues que aparece

El jóven de Austria en la enriscada sierra,
Frio miedo entorpece

Al rebelde, y lo atierra,

Con espanto y con muerte la impia guerra.

Cual tempestad ondosa

Con horrisono trueno se levanta,

Y la nave medrosa

De rabia y furia tanta

Entre peñascos ásperos quebranta.

« AnteriorContinuar »