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Los árboles gallardos, que mostraban
Canas de nieve las humildes frentes,
Ya en todo diferentes,

Las verdes copas en el cielo clavan,
Tan altas que en su esfera
Adornan á la aurora la carrera.

Los campos, de mil flores recamados,
No envidian las estrellas á los cielos,
Y ellos, vistiendo celos,

Mirándolos cual ellos sublimados,
A sus claras estrellas

Para abrasallos, piden las centellas.

El vagaroso viento enamorado

(Que aun no es exento del amor el viento)
Dice su pensamiento

Con dulce aliento al monte y verde prado
Y como amor profesa,

Su yerba abraza y á sus flores besa.

¿No es, oh Fabio, divino, dí, á tus ojos El verano de flores revestido?

Pues burla es y lo ha sido,

Comparado á quien cuelgo mis despojos
En su divino templo,

Sol de hermosura, de virtud ejemplo.

ALVARO DE HINOJOSA Y CARVAJAL.

+1611.

CANCIONES.

I.

A la Vírgen.

Vírgen, como sois aurora

Está ese niño, que es flor,
Rociado al derredor

Con las lágrimas que llora.

Cuando quiere amanecer,

Y muestra el aurora hermosa
Su alegre cara graciosa
Riéndose de placer,

Todo el mundo se mejora, Porque ya se acerca el dia: Vos le dais tal mejoría, Vírgen, como sois aurora. Ya se muestran los colores, Y entre ellos el encarnado Se ve en clavel preciado Que es rey de todas las flores, Dando á todo el mundo olor Como encarnado clavel, Con su aurora fiel

Está ese niño, que es flor.
Es flor que bajó hasta el suelo
Allá del pecho del padre
Por tomar dél de la madre
Hoy el encarnado velo,
Y está del celeste humor
Para mostrar mas belleza,
Aunque puesto en tal bajeza,
Rociado al derredor.

Que cuando el aurora nace,
Bebe el celeste rocío

Hasta en el valle sombrío
La yerba que el bruto pace:
Y aunque está tan bajo agora,
Rocian su cuerpezuelo

Sus ojos que son el cielo
Con las lágrimas que llora.

II.

A la entrada del lugar

Está una bella aldeana

Con fruta nueva y temprana:
¡Venid todos á comprar!

Cogióla de su cercado

Que es el mejor del aldea; Y aun en cuanto el sol rodea No hay jardin mas regalado. Y pues os viene á buscar De tan buen donaire y gana Con fruta nueva y temprana: ¡Venid todos á comprar! Es fruta que no empalaga Por mas que se coma della, Es como su dueño bella Y cierto el provecho que haga.

No se hace de rogar,

Que es muy humilde y humana
Aquesta bella aldeana:
¡Venid todos á comprar!
Y porque es fruta de olor,
La tiene puesta entre paja
La cual aunque es cosa baja
Con ella cobra valor.
Bien podeis ir y probar
Que la fruta es buena y sana
Y pues tambien es temprana:
¡Venid todos á comprar!

SONETO.

Cual salamandra me alimenta el fuego,
Y cual camaleon vivo del viento:
Cual rudo pece en cieno me sustento,
La tierra busco como el topo ciego.
Si no me ablanda el piadoso ruego

De salamandra tengo el sentimiento:
Si me mudo con fácil movimiento
Del aire lo he tomado, no lo niego.
Si cual pece en el cieno del pecado
Ando sumido y si la tierra sigo,

De estos dos elementos lo he tomado.
Y pues que de ellos me compongo, digo,
Que estoy á todo mal aparejado,
Pues tengo en cada cual un enemigo.

LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA.

1565-1613.

SONETOS.

I.

Imágen espantosa de la muerte,

Sueño cruel, no turbes mas mi pecho,
Mostrándome cortado el nudo estrecho,
Consuelo solo de mi adversa suerte.
Busca de algun tirano el muro fuerte,
De jaspe las paredes, de oro el techo;
O al rico avaro en el angosto lecho
Haz que templando con sudor despierte.

El uno vea el popular tumulto

Romper con furia las herradas puertas,
O al sobornado siervo el hierro oculto.
El otro sus riquezas descubiertas

Con llave falsa ó con violento insulto!:
Y déjale al amor sus glorias ciertas.

II.

Lleva tras sí los pámpanos Octubre,
Y con las grandes lluvias insolente,
No sufre Ibero márgenes ni puente;
Mas antes los vecinos campos cubre.
Moncayo, como suele, ya descubre

Coronada de nieve la alta frente,
Y el sol apenas vemos en Oriente,
Cuando la opaca sombra nos le cubre."
Sienten el mar y selvas ya lá saña ̈ ̈
Del aquilon, y encierra su bramido
Gente en el puerto y gente en la cabaña..
Y Fabio en el umbral de Táis tendido,
Con vergonzosas lágrimas le baña,
Debiéndolas al tiempo que ha perdido,

III.

No temo los peligros del mar fiero
Ni de un scita la odiosa servidumbre,
Pues alivia los hierros la costumbre
Y al remo grave puede hacer lijero.
Ni oponer este pecho por terrero

De flechas á la inmensa muchedumbre;
Ni envuelta en humo la dudosa lumbre,
Ver y esperar el plomo venidero.
Mal que tiene la muerte por extremo,
No le debe temer un desdichado,
Mas ántes escogerle por partido.
La sombra sola del olvido temo
Porque es como no ser un olvidado

Y no hay mal que se iguale al no haber sido.

IV. *

¡Oh piadoso cristal que me colocas,
Estando en su querer tan apartado,
De aquella dulce mi enemiga al lado,
Mientras se cubre con injustas tocas!
Veo juntos los ojos, veo las bocas
Y su divino rostro no alterado;
¿Has le por dicha el corazon mudado
Y sus desdenes ásperos revocas?
En parte creo que sí; porque no puede
Causarle alteracion alguna cosa,
Mientras en tí mirare su figura.

Y estar tan cerca agora me concede
Por no turbar su vista deleitosa;

Que hasta en esto es amable su hermosura.

V.

Yo os quiero confesar, don Juan primero,
Que aquel blanco y carmin de doña Elvira,
No tiene de ella más, si bien se mira,
Que el haberle costado su dinero.
Pero tambien que confeseis vos quiero,
Que es tanta la beldad de su mentira,
Que en vano á competir con ella aspira
Belleza igual de rostro verdadero.
Mas¿qué mucho que yo perdido ande
Por un engaño tal, pues que sabemos
Que nos engaña así naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos,

Ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
Que no sea verdad tanta belleza!

* A un espejo que estandose tocando su dama reflejó en sí la imágen del autor, al entrar en el gabinete donde estaba.

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Antologia española. I.

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