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210 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

DIEGO DE MURILLO.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

1577-1619.

¿Quien menoscaba mis bienes?
Desdenes!

¿Y quien aumenta mis duelos?
Los cielos!

¿Y quien prueba mi paciencia?
Ausencia!

De ese modo en mi dolencia
Ningun remedio se alcanza,
Pues me matan la esperanza,
Desdenes, celos y ausencia.

¿Quien me causa este dolor?
Amor!

¿Y quien mi gloria repuna?
Fortuna !

¿Y quien consiente mi duelo?
El cielo!

De ese modo yo recelo
Morir deste mal estraño,

Pues se aunan en mi daňo
Amor, fortuna y el cielo.

¿Quien mejorará mi suerte?
La muerte!

Y el bien de amor ¿quien le alcanza?
Mudanza!

Y sus males ¿quien los cura?

Locura!

De ese modo no es cordura

Querer curar la pasion,

Cuando los remedios son

Muerte, mudanza y locura.

DIEGO DE MURILLO.

+1617.

DIALOGO ENTRE DIOS Y EL ALMA DEL AUTOR.

((

Ay alma! quieres me bien?»>

Vos lo sabeis bien, mi Dios!
«No me dirás como á quien? »
Señor mio! como á vos!

Ay alma, con tantas veras
«Me he preciado de quererte,

་་

Que por solo que me quieras
«He padecido una muerte,
«Y sufriera mil mas fieras:
«Y pues conoces tan bien
«Que á un amor tan verdadero
«No se debe dar desden,
Dime, pues tanto te quiero.
«Ay alma! quieres me bien?»

Aunque en mil cosas mostrais,
Mi Dios, cuanto me quereis,
Con lo que mas me moveis
Es con ver que preguntais
Lo que vos tan bien sabeis:
Á do llega mi querer,
Mejor que yo lo veis vos,
Y pues vos lo echais de ver,
Lo que debo responder,

Vos lo sabeis bien, mi Dios.

Tu aficion, ay alma bella!

«Bien sé yo si es mucha ó poca:
«No pregunto por sabella,
«Mas porque gusto mas de ella
Oyendo la de tu boca:

«Ya sé que me quieres bien,
«Mas porque este amor tan santo
«Entienda el mundo tambien,
«Puesto que me quieres tanto,
«No me dirás como á quien?»

Si en cielo ó tierra yo hallára
Cosa alguna á que igualaros,
O á quien como á vos amára
Dios mio, yo procurára
Con alguno compararos:

Mas pues como vos no hay dos,
Porque vos sois verdadero

Unico y eterno Dios,

Sabeis como á quien os quiero?

Señor mio, como á vos!

FRANCISCO DE MEDRANO.
Murió por los años de 1617.

SONETOS.

I.

Borde Tórmes de perlas sus orillas
Sobre las yerbas de esmeralda, y Flora
Hurte para adornarlas á la aurora
Las rosas que arrebolan sus mejillas.
Viertan las turquesadas maravillas
Y junquillos dorados que atesora
La rica gruta, donde el viejo mora,
Sus driadas en cándidas cestillas,
Para que pise Margarita ufana,

Tierra y agua llenando de favores;
Mas si uno y otro mira con desvio,
Ni las ninfas de Tórmes viertan flores,
Ni rosas hurte Flora á la mañana,
Ni su orilla de perlas borde el rio.

II.

Quien te dice que ausencia causa olvido

Mal supo amar, porque si amar supiera,
¿Qué la ausencia? la muerte nunca hubiera
Las mientes de su amor adormecido.

¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido
Del acertado hierro, cuando quiera
Huir medroso con veloz carrera

Las manos que la flecha han despedido?
Herida es el amor tan penetrante,

Que llega al alma, y tuya fué la flecha
De quien la mia dichosa fué herida.
No temas pues en verme así distante;

Que la herida, Amarili, una vez hecha,
Siempre, siempre y do quiera será herida.

III.

Esta que te consagro fresca rosa,
Primicia, Galatina, del verano,
Haya virtud, tocándola tu mano,
De hablarte muda así, tirana hermosa:

«Esa faz, esa mesma, que invidiosa
Vió la mañana y admiró el temprano
Sol, con desprecio la verá y ufano
El hesperio ya mustia y mentirosa.
«Yo nací hoy tal, que á emulacion del dia
Robé los ojos; ya no soy cual era;
Que la belleza es breve tiranía. »

Y tú, ay! dirás: «Oh nunca hermosa fuera
Si así de breve marchitarme habia
Para mas llorar siempre que me viera!»

IV.

El rubí de tu boca me rindiera,

A no me haber tu bello pié rendido;
Hubiéranme tus manos ya prendido,
Si preso tu cabello no me hubiera.
Los del cielo por arcos conociera,
Si tus ojos no hubiera conocido;
Fuera su polo norte á mi sentido,
Si la luz de tus ojos no lo fuera.
Así le plugo al cielo señalarte,

Que no ya solo al norte y arco bello
Tus cejas venzan y ojos soberanos,
Mas, queriendo á tí mesma aventajarte,
Tu pié la fuerza usurpa, y tu cabello
A tu boca, Amarili, y á tus manos.

V.

Cuando invidioso el tiempo haya robado
El tu cabello, espanto ahora de Flora,
Y el verano, que alegre gozo ahora
Y la flor de mi edad haya robado,
No seré, no, Amarili, á tu sagrado

Nombre ingrato que la alma humilde adora,
Ni el fuego celestial, que en ella mora
De la edad sentirá el invierno helado;
Mas del cisne imitando la costumbre,
Con acento, por dicha mas divino,
Te cantaré, para morirme luego;
Y como llama que vigor y lumbre
Cobra cuando su fin es mas vecino,
Mas resplandecerá mi hermoso fuego.

ODA.

A N.. hermosa y astuta dama de Sevilla.

Si pena alguna, Lamia, te alcanzara
Por cada voto que perjura quiebras;
Si al ménos una de tus rubias hebras
En cana se trocara,

Creyérate; mas luego que engañosa
La fe rompes debida al juramento,
Tú, de la juventud comun tormento,
Despiertas mas hermosa.

Falta pues, Lamia bella, al siglo honrado
De tu difunta madre sin recelo,

Falta á tu vida mesma, falta al cielo
La fe que les has dado;

Pues de ver cuanto número confie

De mozos en tus juras, y que artera
Burles al mas atento que te espera,
Todo el cielo se rie.

Mas qué? la juventud para tí crece
Toda, crécente nuevos servidores,
Y de los que hoy desprecias amadores
Ninguno te aborrece.

De tí la madre teme á su querido
Hijo, teme de tí el viejo avariento,
Teme la esposa que tu dulce aliento
Detenga á su marido.

ODA.

A Fernando de Soria Galvarro.

Todos erramos, todos,

En cuantos bienes sin acuerdo amamos,
Y aunque por varios modos,

Todos, Sorino, ciegamente erramos;

Mas ¿qué jamás huimos,

O qué guiados de razon, seguimos?
Nadie principio ha dado

Con tan dichoso pié á felice empresa,
Que ne de haberla osado

Confiese malcontento que le pesa;
Ya lo muelle nos daña

De la paz, de la guerra ya la saña.

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