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España triste gime

De la fortuna en la mas alta cumbre!
Que la sobra y oprime

De su gran majestad la pesadumbre;
Y máquinas que el cielo

No apoya vienen con su peso al suelo.
Rie Francia hollada

Del español jinete y del infante,
Su gente acaudillada

Contra sí mesma, y de su fe inconstante
Los sucesos siniestros,

Horror y asombro de los siglos nuestros.
De fruto y paz copiosa

Italia, emulacion de sus vecinas,
Sorbe con sed rabiosa

Cuanto sudan de América las minas,
Y con juicio ciego

Cansado llama y largo á su sosiego.

Allá Grecia remisa

Sufre el yugo tirano, y el pié besa
Que la cerviz le pisa,

De así gentiles pechos digna empresa;
¿Dónde tus soberanos

Ingenios, Grecia? Donde están tus manos?

Yo, si oponer conviene

En parangon á tan crecidas cosas

Lo que apena ser tiene

A sombra de provincias tan gloriosas,
Que se gozan errando,

De mi acertado error me iré gozando.

No á mi peso rendido

Ni á mi lloroso estrago así risueño,
De la paz no ofendido,

Ni alegre esclavo de tan triste dueño,

Como á dicha se precia

De errar España, Francia, Italia y Grecia;

Mas, en prision dichosa,

Asido al carro do triunfando sale

De entrambos victoriosa

La que mas que este mundo y aquel vale;
La que es de las estrellas

Emulacion y pasmo á todas ellas;
Aquella hermosa, aquella

En fuerte hora nacida para dueño
De cuantas mide al dia,

Unica en todo y sin igual María.

Alegre iré y ufano

Entre los grandes presos venturosos,
Que del ciego tirano

Ornan el triunfo, y ellos envidiosos
De mi suerte y ajenos

De emulacion irán y rabia llenos.
Verán que erré yo solo

Por fuerza de belleza mas divina,
Que fué la que dió á Apolo,

Y á Jove dió figura peregrina,
Oh yerro venturoso,

El que nació de objeto tan hermoso!

EL CONDE DE VILLAMEDIANA

DON JUAN DE TASSIS.

+ 1621.

ENDECHAS.

Escuchad, señora,

En congoja tanta
Una voz que canta
De un alma que llora.

En amargo llanto

Desató la vida

En su mal rendida

Quien os causa tanto.

Del ronco cantar

Vereis claramente
Que en mí es accidente
Cuanto no es llorar.
Ojos enemigos,

Siempre desdichados,
Si sois castigados,
¿Cómo sois castigo?
Los ausentes tristes
Del mas triste llanto
Con amargo canto
Los interrumpistes.
Estes instrumentos

Tan desacordados,
Solo están templados
Para mis tormentos.

En ánsia mortal

Sin fin y sin medio
Es solo el remedio
De mi mal mi mal.
¿Quien habrá que tuerza
Una inclinacion

Que tiene razon

Y no sufre fuerza? Mi verdad desnuda Os pone delante Un morir constante Y una razon muda. Dejemos querellas Y queden suspensas En mí las ofensas Y en vos el temellas. En daños tan ciertos No caben sospechas, Culpas quedan hechas, Los remedios muertos. Al punto mas fuerte Hoy diré que llego Pues por fuerza entrego Mi suerte á mi suerte. Y aunque esta agraviada Hablar no me deja, Ni que tenga queja De muerte buscada, Peligro es mirar

Y mayor no ver;
Dejar de ofender
Es dejar de amar.
La muerte que hallo,
Quiere amor que calle,
Para que la halle
En lo que yo cal!o.
Ya solo procuro

Que diga el secreto:
Mereció el respeto
Un morir seguro.

CRISTOVAL SUAREZ DE FIGUEROA.

1621.

ODA.

Cuando cerró los ojos

Aquella que alegraba el horizonte,
Produjo el prado abrojos,

Brotó llamas la fuente, tembló el monte:
Vistió tristeza el suelo,

Y sus luces cubrió llorando el cielo.

Los apacibles cantos

De alegres ruiseñores no se oyeron:
Solo flébiles llantos

Endechadoras aves repitieron,

Y el aire enronquecido

Dió vivas muestras de dolor crecido.
Indómitos novillos

Bramidos por los aires esparcieron,
Y simples corderillos

A sus quejas balando respondieron,
Y con acentos pios

Murmuraban las fuentes y los rios.
Alma cándida y pura!

Que en tiernos años con lijeras alas
De tu prision escura

Veloz subiste á las celestes salas,
Donde con plantas bellas

Pisando vas el escuadron de estrellas!

Acude á mi consuelo,

Y desde el rico asiento de diamante
Que tienes en el cielo,

Vuelve á mirar mi pálido semblante,
Y siente mi tormento,

Si en la gloria cupiere sentimiento.

Las gracias, los amores

Con inmenso dolor muestran sus daños:

Las plantas y las flores

Visten matices no, mas negros paños

Por tí, que siendo Flora

Cobraste ser de celestial Aurora.

Estos tristes acentos

En tus exequias doy en vez de rosas:

Suspiros y lamentos

De olores servirán donde reposas,
Y pues tanto padece

Por tu sepulcro el corazon se ofrece.

BERNARDO DE BALBUENA.

1568-1627.

IDILIO.

Qué gusto es ver un simple pastorcillo

En el campo criado

Y allí tambien con él sus pensamientos!
Tocar el caramillo

Es su mayor cuidado,

Repastar las ovejas sus contentos:
Nada le quita el sueño

Ni fuera de su gusto tiene dueño.

Viene la noche, ordena su ganado,
Cena queso y cuajada

O manteca mas blanca que la nieve:
Echase sin cuidado

Sobre la paja usada

Cuando mas nieva, mas ventisca y llueve,
Y en pellejos envuelto

Duerme toda la noche á sueño suelto.

Pues luego á la mañana con el frio,

Las manos en el seno,

Con migas el estómago aforrado,
No lleva su cabrío

Por el pasto mas bueno?

Y en su gaban metido y rebujado
Súbese á una ladera

Y allí el nuevo calor del sol espera.

Tal vez se sienta orilla de una fuente,

O de algun arroyuelo,

Donde corre el cristal envuelto en flores:

Ve sus cabras enfrente

Pacer el verde suelo,

Cantando su descuido ó sus amores,

O se queda tendido

Debajo de algun álamo dormido.

Canta entre las encinas mil canciones
Con voz sonora y clara

Donde su corazon claro se lea:
Publica sus pasiones,

O labra una cuchara

De incorruptible enebro ó roja tea,
Y guárdala escondida

Para la que es el alma de su vida.

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