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Isabel; y con los recursos que les proporcionaba tener en sus manos el gobierno, hicieron triunfar su causa, no sin porfiada resistencia de sus contrarios.»

Así todos los españoles, los de aquí y los de allá, tenemos nuestra parte de responsabilidad por la pérdida primero de Méjico y despues. de toda América. La tienen las Córtes de Cádiz y Fernando VII, á quienes faltó moderacion en sus alternados dias de poder y de grandeza. La tienen los militares de la Isla de Leon y la Asamblea que se reunió despues. La tienen los españoles de las Américas que se creyeron en disposicion de emanciparse de la madre patria, ó que llevaron á las colonias el virus y el frenesí de las cuestiones políticas, cuando de esta manera vinieron á ser muy luego víctimas de los criollos. ¡Dios quiera inspirar siempre templanza y serenidad á los poderes futuros que se levanten en España en las graves crísis por que podamos pasar! ¡Dios quiera que en las Antillas, en donde hoy arde la rebelion, no ocurra lo mismo que en Méjico, y el gobierno, y los partidos, y los españoles de aquí y de allá sepamos aprovechar las duras enseñanzas de lo pasado! ¡Dios quiera que el reinado de la libertad no sea ahora entre nosotros tan efimero como de 1820 á 1823, que no venga una reaccion tan brutal como la de esta última fecha, y por término de todo una guerra civil como la de los siete años, en la infinidad de pretendientes dinásticos creados ó que vaya creando nuestra imprevision!

XXXII.

Hasta aquí hemos hablado de amigos y enemigos de la independencia, de españoles y mejicanos. Triunfantes en toda la línea, ya solo hablaremos de los primeros en adelante; y aunque fenecido el dominio español parecia como que ahora se inauguraba una edad de oro para Méjico, debemos prepararnos á presenciar luchas, miserias, apostasías, traiciones y deslealtades entre los vencedores, en mayor escala que en el último período, como si, conseguida la independencia, que era el lazo de union para todos, cada cual tirase á hacer triunfar su egoismo privado á costa de todos, haciendo verdad en esta como en tantas revoluciones aquellas profundas palabras del historiador romano: faciliorem inter malos consensu ad bellum quam in pace ad concordiam (1).

Procedióse á constituir el poder supremo que, conforme al tratado de Córdoba, debia estar representado en una Junta provisional. Tuvieron en ella representacion todos los partidos por medio de sus hombres mas notables. Desde el principio de la revolucion, y mas aún desde Córdoba, venia elaborándose esa idea de conciliacion, que fué la que triunfó,

(1) Mas fácil es á los ruines concertarse para hacer la guerra que para gozar la paz. TACITO, Anales.

bien que

la armonía del momento no pudiera sostenerse largo tiempo y contuviera en su seno el gérmen de graves dualismos y de futuras tempestades.

Esta Junta provisional de gobierno se constituyó en forma el 28 de Setiembre, y una vez instalada, su primer acto fué espedir el siguiente documento:

ACTA DE INDEPENDENCIA DEL IMPERIO MEJICANO.

La nacion mejicana, que por trescientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresion en que ha vivido.

Los heróicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y está consumada la empresa eternamente memorable, que un genio superior á toda admiracion y elogio, amor y gloria de su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo arrollando obstáculos casi insuperables.

Restituida, pues, esta parte del Septentrion al ejercicio de cuantos derechos le concedió el Autor de la naturaleza, y reconocen por innegables y sagrados las naciones cultas de la tierra, su libertad de constituirse del modo que mas convenga á sú felicidad, y con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios, comienza á hacer uso de tan preciosos dones, y declara solemnemente, por medio de la Junta suprema del imperio, que es nacion soberana é independiente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra union que la de una amistad estrecha en los términos que prescribieren los tratados: que entablará relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando respecto de ellas cuan

tos actos pueden, y estan en posesion de ejecutar las otras naciones soberanas: que va á constituirse con arreglo á las bases que en el plan de Iguala y tratado de Córdoba estableció sabiamenta el primer jefe del ejército imperial de las Tres Garantías; y en fin, que sostendrá á todo trance, y con el sacrificio de los haberes y vidas de sus individuos (si fuere necesario) esta solemne declaracion, hecha en la capital del imperio, á 28 de Setiembre del año de 1821, primero de la independencia mejicana.-Agustin de Itúrbide.— Antonio, obispo de la Puebla. -Juan O'Donojú.— Manuel de la Bárcena.-Matías Monteagudo.-José Yañez. Licenciado Juan Francisco Azcárate.-Juan José Espinosa de los Monteros.-José María Fagoaga.-José Miguel Garidi Alcocer.-El marqués de Salvatierra.-El conde de Casa de Heras Soto.-Juan Bautista Lobo.-Francisco Manuel Sanchez de Tagle. -Antonio de Gama y Córdoba.-José Manuel Sartorio.-Manuel Velazquez de Leon.-Manuel Montes Argüelles.-Manuel de la Sota Riva.-El marques de San Juan de Rayas.-José Ignacio García Illuesa.— José María de Bustamante.-José María Cervantes y Velasco.-Juan Cervantes y Padilla.-José Manuel Velazquez de la Cadena.-Juan de Horbegoso.-Nicolás Campero.-El conde de Jala y de Regla.-José María de Echevers y Valdivieso.-Manuel Martinez Mansilla.-Juan Bautista Ranz y Guzman.-José María dẹ Jáuregui.—José Rafael Suarez Pereda.-Anastasio Bustamante.-Isidro Ignacio de Icaza.-Juan José Espinosa de los Monteros, vocal secretario.

Parece imposible que O'Donojú, que Monteagudo, que Bárcena, que los muchos españoles que formaban

parte de la Junta suscribiesen un documento por el que se declaraba á su patria la opresora de la nacion mejicana durante tres siglos, hasta el punto de que ni aun el uso de la voz le habia en ellos consentido. Debiéronlo resistir aunque fuera verdad, siquiera para recordar á Itúrbide el cumplimiento del plan de Iguala, cuanto mas siendo una evidente calumnia. Ni el Méjico que encontró el gran Cortés era la nacion de 1822, porque Méjico ya no era mas que un hijo de España desarrollado en aquella zona, ni España habia establecido el plan bárbaro de conquista que, guiados por un odio estúpido hácia su primitiva madre, suponian aquellos, casi en su totalidad malos hijos de españoles, que suscribian el documento en cuestion.

Faltóles el valor, ó no se consideraron con fuerza, aunque la razon les sobraba para echárselo en cara á Itúrbide, quien si antes halagaba á los españoles, presentándoles en lontananza la creacion de una monarquía á su gusto, era porque necesitaba á toda costa de su concurso para no ser arrollado en su empresa, y ahora los iba humillando y reduciendo aisladamente, porque se consideraba ya fuerte con la posicion que se habia creado, y decidido á ser el único dueño de la situacion que se levantase. Ocurrióles entonces á los españoles que se fiaron de Itúrbide, lo que á las clases conservadoras cuando entran en una revolucion que, si las halaga al principio, porque las necesita, las humilla sistemáticamente, ó sistemáticamente las proscribe cuando la revolucion triunfa y es fuerte, bien que luego las clases conservadoras hagan lo que los españoles de Méjico, que se revuelven airadas y

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