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tincion que queria igualar el caso anormal, estraordinario, y castigado por todas las leyes, de la autoridad superior de una provincia que abusa de su mando para arruinarla con sus monopolios, con el caso natural y frecuente de los oficiales y voluntarios de tropas del país que ejercian por lo regular la profesion del comercio!

A pesar de su absolucion, Itúrbide no pudo volver á ejercer su mando de Guanajuato; pero quedó habilitado para llevar a cabo, andando el tiempo, lo que menos podian sospechar por entonces Calleja y Bataller, quedó habilitado para realizar la independencia de Méjico, siguiendo los consejos de su ambicion y haciéndose perdonar esta historia de sangre y de crueldad contra los insurgentes que rápidamente hemos trazado. ¡Ah! ¡Cuánto no hubiéramos ganado los españoles si Calleja y Bataller, cumpliendo con su obligacion, hubieran enviado entonces á España á Iturbide con el grillete de presidiario! Los elementos podridos de un país, apoyen la buena ó la mala causa, siempre son peligrosos, porque no tienen mas criterio moral que su propio interés, y se atreven á todo cuando viven entre gentes que cubren los crimenes con el aplauso y con la simpatía. No, no debe transigirse con estos elementos. Nunca serán ellos los regeneradores de un pueblo caduco ó esclavo. Jamás fundarán nada glorioso y fecundo que los inmortalice. Están condenados por Dios á la esterilidad, cuando no á ser el castigo y la espiacion de las sociedades que los toleran ó encumbran.

IX.

A fines de 1817 la formidable insurreccion de Méjico estaba completamente dominada, aquella insurreccion, cuyo triunfo, segun un escritor mejicano, nada sospechoso, como Alaman, hubiera sido la mayor calamidad que hubiese podido caer sobre el país. No fué ella, dice este insigne historiador, una guerra de nacion á nacion, como se ha querido falsamente representarla; no fué un esfuerzo heróico de un pueblo que lucha por su su libertad para sacudir el yugo de un poder opresor: fué, sí, un levantamiento de la clase proletaria contra la propiedad y la civilizacion; por esto vemos entre los jefes del partido independiente tantos hombres perdidos, notados por sus vicios ó salidos de las cárceles, á quienes en vano se esforzaban en reducir á un órden regular, los pocos hombres apreciables que entraron en aquella carrera, deslumbrados por ideas lisonjeras, cuya realizacion conocian ser imposible luego que estaban en situacion de palpar el desórden y la confusion de que se velan rodeados. Esto produjo una reaccion de toda la parte respetable de la sociedad en defensa de sus bienes y familias, que dió fuerzas y proporcionó recursos al gobierno: esto fué lo que sofocó el deseo general de independencia, y esto finalmente, por lo que combatieron bajo los estandartes reales muchos hombres cu

yas opiniones eran decididas por ella, pero no querian recibirla con el acompañamiento de crímenes y desórdencs con que se presentaba.

Así muertos, ó en el destierro, ó en duras prisiones, los principales caudillos de la insurreccion, pacificadas todas las provincias, solo en pié guerrilleros poco importantes que se sostenian al abrigo del clima mortífero por que vagaban, la Nueva España volvia á su estado normal, sus habitantes á dedicarse á la agricultura, al comercio y á la industria, el nuevo virey D. Juan Ruiz de Apodaca, planteaba una Administracion honrada y benévola, las rentas alcanzaban ya las cifras de los períodos de prosperidad, y todo hacia presumir que parecia completamente asegurado el dominio del Gobierno español en aquel inmenso territorio de América, para nosotros el mas importante.

Pero la fatalidad perseguia á España, y desde aquí, desde la metrópoli, habiamos de enviar la chispa que encendiese de nuevo el incendio para acabar de esta vez, y definitivamente, con nuestra dominacion.

Triunfantes las armas españolas en Méjico, en Venezuela, en Santa Fé, Quito, Perú y Chile, solo el Vireinato de Buenos-Aires aparecia emancipado de España, y para volverlo á la antigua obediencia dispuso el Gobierno enviar una espedicion de diez mil soldados que, operando allí en combinacion con las demás tropas de Castilla de los territorios vecinos, contribuyese á la completa pacificacion de la América española. Pero sublevado Riego y estendido el fuego de la rebelion por toda la Península, de tal manera que Fernando VII, para salvarse, tuvo que jurar la Constitucion del año 12, claro es que se levantaba un

uso de la libertad de imprenta, con los títulos mas estraños, y en los cuales, en el estilo mas propio para hacer impresion en el pueblo, se le escitaba á la revolucion, se declamaba contra la conquista y los horrores de ella, se esponia que todos los productos del reino, que apenas bastaban para cubrir sus gastos, se esportaban para enriquecer á España, dejando exhausto el país, todo con el objeto de hacer odiosa la metrópoli y prevenir la opinion contra el Gobierno. Reimprimíanse además, y eran leidos con empeño, todos los papeles que se publicaban en el mismo sentido en España. El Gobierno no podia consentir que se castigase á los autores de estos papeles sediciosos, porque la Junta de censura, compuesta de individuos nombrados por las Córtes, y que profesaban las mismas opiniones que los escritores, los declaraba absueltos, y si alguna vez los condenaba en la primera calificacion, en la segunda los absolvia completamente (1).

Huimos de juzgar por nuestro propio criterio aquellos sucesos, y apelamos ahora tambien á una autoridad irrecusable, al mismo Itúrbide, que en un manifiesto publicado en Italia, despues de su destierro, se espresa así: «El nuevo órden de cosas; el estado de fermentacion en que se hallaba la Península; las maquinaciones de los descontentos, la falta de moderacion en los causantes del nuevo sistema; la indecision de las autoridades y la conducta del Gobierno de Madrid y de las Córtes, que parecian empeñadas

(1) El mismo Alaman, tom, 5, pàg. 40.

la ley de reforma de regulares y prohi
fesiones, otra cosa que el intento solapa
pleta estincion, y todos eran otros tan:
sistema, no mirando á las Córtes ma
reunion de impíos que aspiraban á
las religiones y que no trataban ma
el culto católico, comenzando por
sus ministros.» Añádese á esto qu
bla, Perez, último Presidente de 1
uno de los Persas que invitaron
Constitucion y el Prelado con
diócesis, se veia amenazado de
dades, segun acuerdo de las C
se creia menos comprometide
jara y otros, por sus pastor
ideas, y por último, que el
to á los Jesuitas, como lo s
gunos Institutos de frailes.
que se les espulsó de las c
bajo su direccion (1).

Conmovióse la poblac pañola, porque arrebata les, y otros temiendo q fueran ocasion para qu cia, la division debilit ban como temibles á

Todos los ánimos.

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los espíritus los fol'

contribuian m1

(1) El mismo Alama

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