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XVIII.

Hay exageracion y hay injusticia en estas palabras de Iturbide. En Méjico se siguió el mismo sistema, exactamente el mismo sistema que en España. La educacion católica que con esclusion de toda otra se daba en las universidades, en los colegios y en los seminarios de nuestro país por los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, esa fué la que se dió tambien en Méjico. Trasplantados fueron á América todos los elementos de educacion social, política y religiosa que España poseia para sí propia. En 1521 se conquistó á Méjico, y ya en 1525 se fundó el colegio de Infantes; en 1529 el de San Juan de Letran, y en 1533 el de San Pablo, esclusivamente destinado á la educacion de los indios. Con el primer virey D. Antonio de Mendoza llegó á Méjico la primera imprenta que pasó el Atlántico cuando muchas capitales carecian de ella en Europa. En 1584 fundó el colegio de Santa Cruz de Tlalteculco en que se educaba brillantemente á los hijos de los caciques, y las misiones que se multiplicaron y los conventos que se establecieron, focos eran de luz y de civilizacion por aquella época en las ciudades, en los campos y hasta en los desiertos. La Universidad de Méjico, fundada en 1551, se regia por los mismos estatutos y gozaba iguales privilegios que la de Salamanca, la mejor de España, y de ella salieron los mas

sábios profesores para inaugurar las cátedras de esa su hermana del Nuevo-Mundo. Innumerable seria la lista de los colegios destinados á la propagacion de la enseñanza fundados por los españoles en Méjico, de esos españoles á quienes se pinta con el bárbaro designio de perpetuar la ignorancia entre los indígenas. Innumerable tambien la lista de los mejicanos distinguidos ó ilustres que salieron de dichos colegios, de las universidades de Méjico, de Puebla de los Angeles, de Chiapas, de Guadalajara y de los seminarios de los mismos Puebla de los Angeles y Chiapas, de Oajaca, de Michoacan, de Guadalajara, de Durango, de Linares, de la Sonora, de los institutos que en diversos pueblos se establecieron y de las infinitas escuelas que se crearon para ambos sexos.

Es mas. Poseia Méjico, por los cuidados de la madre patria, un colegio de minería que esta podia envidiarle. Concibió la idea el sábio mejicano Velazquez de Leon, y aprobada por el Gobierno de la metrópoli envió á establecerle, muerto aquel, á D. José Fausto Elhuyar, natural de Logroño, que fué pensionado con su hermano D. Juan por el Rey de España para estudiar las ciencias exactas en los colegios de Alemania á fin de establecer en Madrid un colegio de minería, cosa que se aplazó entre nosotros dos veces por dar la preferencia á América, y sobre todo á Méjico, á donde fué destinado tambien D. Andrés del Rio, otro ilustre pensionado español que se habia educado en las escuelas estranjeras, con doce peritos alemanes que montaron admirablemente aquel establecimiento, tanto, que el sábio baron de Humbolt dice de él en su Ensayo histórico de la Nueva España, que no sabia

qué admirar y elogiar mas, si la bella y suntuosa arquitectura del edificio, ó la sabiduría y modestia de sus profesores.

Y hay mas aun. Las bellas artes, que no florecen grandemente en América, en Méjico rayaban á tal altura que nada tenian que envidiar á Europa. Con 12.000 pesos al año auxiliaba el Gobierno español á aquella academia. No en vano decia á propósito de esto el ilustre sábio aleman: «Se admira uno al ver que el Apolo de Belveder, el grupo de Laoconte y otras estátuas mas colosales han pasado por caminos de montañas, que por lo menos son tan estrechos como los de San Gotardo, y se sorprende al encontrar estas grandes obras de la antigüedad reunidas bajo la zona tórrida y en un llano ó cuesta que está á mayor altura que el convento del gran San Bernardo. La coleccion de yesos puesta en Méjico, ha costado al Rey cerca de 40.000 pesos.» La enseñanza era gratuita y se daba á todos los mejicanos y españoles sin distincion de clases. «Todas las noches-añade Humbolt-se reunen en grandes salas, muy bien iluminadas con lámparas de Argand, centenares de jóvenes, de los cuales unos dibujan al yeso ó al natural, mientras otros copian diseños de muebles, candelabros ú otros adornos de bronce. En esta reunion (era bien notable en un país en que tan inveteradas son las preocupaciones de la nobleza contra las castas), se hallan confundidas las clases, los colores y las razas; allí se ve el indio ó mestizo al lado del blanco, el hijo del pobre artesano entrando en concurrencia con los de los principales señores del país. Consuela ciertamente el observar que bajo todas las zonas el cultivo de las ciencias y artes

establece una cierta igualdad entre los hombres, y les hace olvidar, á lo menos por algun tiempo, esas miserables pasiones que tantas trabas ponen á la felicidad social. >>

Y no pecaba de esclusiva la dominacion española ni en Méjico ni en ninguna de sus provincias ultramarinas. Habia muchos mas empleados indígenas que peninsulares, sobre todo en Nueva España; en prueba de lo cual, véase el siguiente estado de americanos empleados en Méjico en 1811, así como de los Europeos, sin contar el ejército regular y las milicias del país, formadas de indígenas esclusivamente, lo mismo en la clase de soldados que en la de oficiales y jefes:

CUADRO COMPARATIVO

DE AMERICANOS Y EUROPEOS EMPLEADOS EN MÉJICO
EN 1811 (1).

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Cerca de medio siglo hace que se proclamó la independencia de Méjico, y que allí domina, con los fugaces imperios de Itúrbide y Maximiliano, la república, ora federal, ora unitaria. ¿Qué cultura social alcanza aquel país? El mundo sabe que existe Méjico, como sabe que existen esas turbas de cannibales en Africa por las frecuentes hecatombes humanas que entre ellos celebran. ¿Qué mayor riqueza alcanza? Arruinada está su agricultura, perdido su comercio, sus ricas minas se encuentran abandonadas, como Tejas y la California en poder de los Estados-Unidos. ¿Qué es de aquellas universidades, qué de aquellos suntuosos conventos, qué de aquellos soberbios edificios, qué de los innumerables colegios que España edificó en prueba de su barbárie? Ruinas y escombros todo, cuarte

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