Imágenes de páginas
PDF
EPUB

das, dirigidas á la total pacificacion de este reino.» Aunque el virey envió cerca del padre y esposa de Itúrbide á una persona de confianza para asegurarles que nada tenian que temer ellos, cosa que agradeció en estremo el rebelde de Iguala, este se inquietó grandemente por la contestacion digna del virey y la noti cia de estarse reuniendo fuerzas en las inmediaciones de Méjico. Dirigióse entonces Itúrbide al rey y á las Córtes españolas, dándoles cuenta de todo lo ocurrido y remitiendo copia del plan de independencia y de las comunicaciones dirigidas á Apodaca.

dian

por

Decia á Fernando VII que los sublevados no procedesamor ó infidelidad á su persona y familia, sino por sentimiento de verlo tan lejos, por lo que le suplicaba que admitiese su plan, que atendia á la par á la fidelidad debida al rey y á la ventura del pueblo mejicano.

Hacia á las Córtes la historia de los sucesos de 1810 y la descripcion del estado presente de Méjico, y concluia con estas palabras: «Finalmente, señor, la separacion de la América Septentrional es inevitable; los pueblos que han querido ser libres, lo han sido sin remedio; llena está la historia de estos ejemplos, y nuestra generacion los ha visto recientemente materiales. Hágase, pues, señor, si debe ser, sin el precio de la sangre de una misma familia; salga el glorioso decreto del centro de la sabiduría, y sean los padres de la patria los que sancionen la pacífica separacion de la América. Venga, pues, un soberano de la casa del gran Fernando á ocupar aquí el trono de felicidad que le preparan los sensibles americanos, y establézcanse entre los dos augustos monarcas, en union de los so

beranos Congresos, las relaciones mas estrechas de amistad, pasmando al mundo entero con su dulce separacion.>

Ni las Cortes ni el rey tenian para qué entenderse con Itúrbide y nada le contestaron, pero no por eso tomaron medidas para salvar aquella sagrada herencia, aquella herencia de tres siglos que se les iba de en- tre las manos. Entregado el reino á la mas completa anarquía, convertido todo café en un club revolucionario, infestado el país de sociedades patrióticas y de lógias secretas que llamaban reaccionario al mismo Argüelles, perseguidos por el desprecio y por la hostilidad de Europa, amenazados de una intervencion que desafiábamos con fanfarronadas diplomáticas, divididos los ánimos, conspirando los unos por la reaccion, por la revolucion los otros, la fiebre política dominaba en todos, y nadie veia que entretanto se consumaba nuestra ruina en América. Dicese que así como Fernando VII tuvo el pensamiento de escaparse de España y de trasladarse á Méjico, en donde favorecian esta idea el gran número de españoles opuestos á la Constitucion de 1812, todo el clero y las autoridades, aparte de los muchos mejicanos que á la sazon pensaban como Itúrbide, los liberales españoles, en la prevision de otra proscripcion tan brutal como la de 1814, querian prepararse una retirada segura, un puerto de refugio en Méjico independiente, á la manera que lo pretendió con calaveresco heroismo, pero traidor á su patria, un valeroso guerrillero de nuestra guerra de la Independencia, el coronel Espoz y Mina, sobrino del que llegó á general entre nosotros. La historia no tiene datos suficientes para asegurar lo que se decia así de

los absolutistas como de los liberales españoles; pero la historia no conoce tampoco las medidas que adoptaran el gobierno y las Córtes liberales para retener la rica joya que se desprendia á toda prisa de la corona de España. No, no habia español entonces en España, no habia personaje alguno dentro de la situacion que conspirara conscientemente por la emancipacion de Méjico, habia ilusos, pero no mónstruos. Habia ilusos, arrebatados por un fogoso patriotismo, volcanizados por un ardiente amor á la libertad, que creian salvar y retener á Méjico, estendiendo á aquel país todos los progresos, todas las garantías, todos los derechos de 1812, que acaso poco conocedores de los beneficios que las colonias habian reportado de nuestras leyes de Indias, calumniaban la dominacion de nuestros antepasados, haciendo coro á nuestros enemigos, y ponian en sus manos por esto mismo armas, elementos, intereses, clases, sin cuyo concurso no se podia realizar la independencia. Si Méjico habia de conservarse, debia obrarse con la energía, con la rapidez y con la audacia de Venegas, que no temió arrostrar la responsabilidad de suspender en parte el planteamiento de la Constitucion en el movimiento insurreccional de 1810, cosa que pensó tambien y no tuvo valor de realizar á tiempo Apodaca; debia obrarse como obra Inglaterra en frente de los fenianos de Irlanda, como han obrado los Estados-Unidos en nuestros dias contra los Estados separatistas del Sur, ejemplos que no por tomados de pueblos reaccionarios rechazarán los ultraliberales españoles; pero estos, parecidos á la casa de Austria, en donde, por no faltarse al ceremonial de la córte, se dió el caso de que una archiduquesa, cu

yos vestidos se habian incendiado, muriera abrasada por no estar presente la dama que debia desnudarla, decian entonces: ¡sálvense los principios y piérdanse las colonias! y en efecto los principios no se salvaron, pero las colonias se perdieron.

Todas las esperanzas del gobierno y de las Córtes en este período para conservar á Méjico en la obediencia de España, estaban cifradas en O'Donojú, general que era célebre por el radicalismo de sus ideas, nombrado para mandar en Méjico á instigacion de los americanos y singularmente de Ramos Arispe, entonces de gran influencia por haber estado mucho tiempo

preso en Valencia durante la ominosa reaccion última y antes y despues y siempre enemigo de España, como que, andando el tiempo y ya vuelto á su tierra y á pesar de su carácter eclesiástico, salia trabuco en mano á matar gachupines. O'Donojú llegó á Méjico y aunque tengamos por calumnioso el rumor que corrió de que estaba préviamente comprometido á realizar la independencia, de donde le venia la singular proteccion de los mejicanos que residian en España, como iba muy cargado de libertades, pero sin un soldado para hacer respetar nuestro gobierno, en el momento de pisar tierra se apresuró á tratar con Itúrbide y á reconocer la independencia proclamada, pasando por indignas humillaciones de que en su lugar hablaremos.

XXI.

Sabida en Méjico la rebelion de Iturbide, el virey dispuso formar al punto un cuerpo de tropas de cuatro á cinco mil hombres con el nombre de «Ejército del Sur, cuyo mando se confirió al mariscal de campo D. Pascual de Liñan, soldado bizarrísimo que se distinguió en las operaciones de la última campaña, y fusiló al coronel Espoz y Mina, de quien hemos hablado en el capítulo anterior por incidencia. Al mismo tiempo, como se creia que parte de las tropas de Itúrbide iban engañadas ó para dar lugar al arrepentimiento, se ofreció un indulto general á los sublevados, á condicion de que se presentaran al ejército de Liñan para reiterar el juramento de fidelidad al rey y á la Constitucion, haciendo el virey que se dirigieran á Itúrbide su anciano padre, su esposa y algunos de sus amigos para apartarle de sus propósitos é inspirarle confianza en las buenas disposiciones del gobierno. No hizo caso Itúrbide de estas exhortaciones, y entonces fué cuando Apodaca, Gaceta mejicana del 15 de Marzo, declaró «que estaba fuera de la proteccion de la ley; que habia perdido los derechos de ciudadano español, y que toda comunicacion con él era un delito que castigarian los magistrados y jueces conforme á las leyes,» declaracion que no se ajustaba

« AnteriorContinuar »