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que cierto yo no tengo más noticias dél que de los más ignotos del paraíso terrenal. Pues ¿no estuvo buen disparate (dijo otro) lo que dijo, que los estivales se les pegaban á las calzas con el hielo? paréceme á mí que los estivales, siendo vapores secos del estío, más se pegarán con el calor.-Y áun á mí me parece lo mismo (dijo otro), y que no fué grande el aviso que se levanten mil hombres que marchen al puerto; porque si no se levantan y están acostados ó sentados, mal irán á mercar, que es lo que él llama marchar hablando á la soldadesca.—Pues más dijo (dice otro), si vuestras mercedes se acuerdan, que los mil hombres se alojasen en sus cuarteles, como si la mar de nuestro puerto fuera de aloja, y como si estuviéramos en Alimaña ó Flandres, donde se tejen manteles de muchos cuarteles para tanta gente. Y la gente que al puerto fuese (dice otro), ¿ iba á fiestas y momerías, que habian de tener personajes? Y el escuadron de la gente habia de tener puertas para cerrarse y abrirse? Y ¿qué alcabucería habian de sacar los soldados en las mangas?-Mas mirá (dice otro), ¿para qué queriamos acá los herreruelos de Alimaña? que áun un herrero que tenemos nos sobra; más nos hicieran al caso las tercias de Nápoles y Sicilia que dijo, pues el Rey no nos quiere dar para estos gastos las que aquí tiene del pan.-Pues ¿no estuvo muy donoso (dice otro) el término de batir la fortaleza? como si fueran huevos para freir en tortilla.-Y ¿qué culebras y serpientes (dice otro) son aquellas, que dice que no traen los moros?—Y sacres tambien dijo (dice otro), como si los hubieran de traer para matar garzas en esta isla. Aquello que dijo que no romperán los moros lienzo de

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la fortaleza, creo yo: porque si en ella hubiese lienzo, tengo para mí que el alcaide ternia más camisas, que me afirman que no tiene sino una, aunque ésa muy bien servida; porque para el servicio de ella sola, dicen que tiene media docena de gorjales y puños. Las mantas de guerra que él dijo (dice otro), querria yo que trajesen los moros; quizá rescatariamos algunas, que deben de ser grandes y de mucha lana, pues las traen para cubrirse en el campo; ingenio para combatirnos todos ellos tendrán poco.»

«Pues ¿no estuvo bueno (dijo otro) decir que se haga un bestion en el repecho? ¿Quién le ha de hacer? Hágale Dios que le hizo á él; que aquí no somos criadores para hacer criaturas. Y que se planten allí pasamuros, como si fuesen árboles y otras plantas, que estén entre cestones; mirá qué fuerza pueden dar los cestos de la vendimia por grandes que sean.—Más fuerza me parece á mí (dijo otro) que dará la trinchera, que dijo : porque si hay que trinchar estará la gente reforzada. Y esto pudieran gastar bien los cincuenta gastadores que dijo que fuesen ; y no sé yo qué otra cosa hay que gastar, para que hayan de ir gastadores al puerto.-Mas ¿qué quiso decir (dijo otro) cuando dijo que el repecho estaba á caballero del cubelo? En eso diria (dice otro, riendo) que el repecho estaba caballero sobre el cubelo; sino que no declaró si á la jineta ó á la estradiota. ¿Y qué corredurías de lonja habian de hacer los moros en nuestra tierra? Y qué alto habian de hacer? ¿Habíamosles de consentir que tratasen, y que hiciesen torres altas en que se hiciesen fuertes?-Y teniendo el Santo Oficio en esta tierra (dice otro), ¿ habiamos de dar á San

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tiago á los moros? y al matin el alma? Pues ¿no fué buen aviso (dijo otro con mucha risa) que vamos encamisados para conocernos? Como si no hubiesen de ir las camisas debajo de los sayos y jubones. Y que pillarémos el bagaje y que pelearémos en vago; mirá qué parecer tan importante. »>

Así hacen conversacion los sabios regidores de lo que proponen y tratan los expertos maestros de la guerra nueva y vieja; y pasa el negocio de tal manera, que los capitanes de la guerra vieja murmuran de los soldados de la guerra nueva; los soldados de Italia escarnecen á los fronteros de Berbería; los regidores mofan de los unos y de los otros; el pueblo ríese de todos; y el mundo puede murmurar, escarnecer, reir y mofar de todo este pueblo y ejército.

Atambores hay escogidos oficiales, aunque todos son negros; tocan el recoger, la órden, el marchar, hacer alto, el arma, la escaramuza, la plegaria, el arremeter, la batería, el retirar; y todo lo tocan á la sonada del gurumbe ó chanchamele y otros guinéos.

De pífaros hay gran falta, si no se toman el dia de la necesidad de los del ejército porcuno.

Dos trompetas hay para la gente de á caballo tan roncas y desacordes, que los caballos no las conocen por tales; de los caballeros muchos las entienden, y se animan y encorajan con su sonido; porque parece que van sonando en remembranza de la pasion de Nuestro Señor Jesucristo, como las que se tocan en Juéves Santo.

La gente de esta isla generalmente es muy animosa, y en especial los capitanes; de los cuales algunos luégo

en viendo que se descubre vela por la mar, aunque sea de diez leguas, encamina su mujer é hijos é cofres á la montaña; y les avisa que tomen cueva ó sitio donde él tambien pueda caber, si allá fuere.

Los soldados son unos Césares, en especial los ratiños portugueses (que hay aquí muchos), que en oyendo nueva de enemigos y viendo á cualquier hombre rico de la isla, dicen por él unos á otros ollay elle garde a sua facenda, que eu nao teño que gardar ainda mais que a miña persoa: por ende, por os evangellos, que si os enemigos veñen a illa, logo me fujo a as montiñas mais altas.

La disciplina y órden militar, ni el guardar los bandos y órdenes de sus capitanes no les da mucho gusto; porque como son gente tan belicosa y orgullosa dicen que eso de órdenes es bueno para obispos que las dan y clérigos que las reciben, y para los religiosos que las profesan y no para ellos, que ni nacieron para ordenar, ni para ser ordenados. Son diestros, airosos, y muy gallardos; las picas llevan como penitentes que llevan cruces á cuestas; los montantes juegan como yeseros las palancas con que majan las granzas; las rodelas por bajo amparando las braguetas, y las espadas tirando tajos y reveses por alto. Para tirar los arcabuces atiéstanlos hasta las bocas de pólvora; tómanlos por medio del cañon con la mano izquierda, y sacan el brazo al lado cuanto pueden, porque no les toque el fuego (que le temen mucho); y al tiempo del pegar la mecha con la otra mano, vuelven el rostro á la otra parte, como los flacos que aguardan la lancetada del sangrador y áun al disparar del tiro cierran

los ojos, y pierden el color, y tiemblan como casas viejas. Las balas que tiran son balidos, porque van balando por comer; no tiran perdigones al enemigo, que en sus cuerpos los echan cuando los tienen. Son de gentil y cierta puntería, y más con escopetas de vidrio. En tocando un arma, y diciendo ¡enemigos! andan los valientes, los Guzmanes, por la ciudad ardiendo como fuego de estopas, y en saliendo al campo para ir al ir al puesto, acábase la llama de estas estopas, y quédanse escondidos por los barrancos y quebradas de la tierra unos dicen que á proveerse; otros que á acechar á los que se vuelven; y otros afirman que quedan en celada para si los enemigos entraren la tierra

adentro.

¡Oh qué lástima y qué dolor tan grande es ver estos dias de rebatos la gente de guerra que baja al puerto, cuando se despiden de los que bien quieren! El marido derramando lágrimas se abraza con su mujer diciendo : «quedãos á Dios, mujer mia, que no sé si nos verémos más»; y pégase con ella tanto, que antes que se despegase, serian los enemigos idos, aunque estuviesen sobre la isla un año, si el general no entrase á arrancarle como á clavo con tenazas. El hijo temblando dice á la madre: «¡oh madre mia! ¿quién pudiera ahora encerrarse en ese vientre, do me trajistes, por no me apartar de vos en tiempo de tanto peligro?» El padre dice á los niños «¡ay hijos mios salidos de mis lomos, para qué me apartan de vosotros, que sois mis hijos, á quien yo amo tanto, y me llevan á ver moros, que no los querria ver más que á todos los diablos! Empero cuanto oir esto es dolor y pena, es grande contento ver

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