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derrite los masteles, buenos aposentos y palacios frescos para resistirle; buena aloja y obleas para refrescarse. Pues si os toma una calma en medio del mar, cuando el matalotaje se os acaba, cuando no hay agua que beber, aquí es el consuelo; el navío arfando noche y dia, vuélvese-os á revolver el estómago que estaba quieto, á subir á la cabeza los humos que estaban asentados, y veis-os á Dios misericordia, hasta que, ella mediante, vuelve á soplar el viento. A tiempos van las velas encampanadas y hinchadas, que es contento verlas; y á tiempos toman por avante y azotan aquellos masteles, y más á nosotros; porque anda el navío casi nada. Pues si el piloto es poco cursado en la carrera, que no sabe cuándo se ha de dar resguardo á la tierra, y enmararse para huir las bajas, las restringas y otros peligros, pensaréis que vais por mar alta, y en un tris os hallaréis en seco, y luego mojados, y luego os hallarán ahogados. Pues si el navío es un poco zorrero como el que nos llevaba, que aunque tenía viento á fil de roda, apénas se meneaba; ¡oh qué largo es el viaje! los compañeros cada hora se ponian á la corda pairando, y áun era menester llevarle á jorro, que no bastaba llevarle remolcando; cuando habia bonanza para ello, iba penejando, que cada dia nos almadiábamos de nuevo en habiendo un poquito de tiempo.

De dia todo es negrura y de noche tinieblas en esta ciudad, aunque á prima noche despues de la cena, á la cual llama el pregon como á la comida, se acuerda el pueblo de Dios por la voz del paje que trae la lumbre á la bitácora diciendo: «amén, y Dios nos dé buenas noches; buen viaje, buen pasaje haga la nao,

señor capitan y maestre y buena compaña.» Despues salen dos pajes y dicen la doctrina cristiana y las oraciones, Pater Noster, Ave María, Credo, Salve Regina. Luégo éntranse los pajes á velar la ampolleta, y dicen: «bendita la hora en que Dios nació, Santa María que le parió, San Juan que le bautizó. La guarda es tomada; la ampolleta muele; buen viaje harémos, si Dios quisiere.» Cuando acaba de pasar el arena del ampolleta, dice el paje que vela : «buena es la que va, mejor es la que viene; una es pasada y en dos muele; más molerá, si Dios quisiere; cuenta y pasa que buen viaje faza; ah de proa, alerta, buena guardia. » Y los de proa responden con un grito ó gruñido, dando á entender que no duermen. Y á cada ampolleta que pasa que dura media hora, hacen otro tanto hasta la mañana. Allá á la media noche el paje llama á los que han de venir á velar el cuarto que comienza de allí á la mañana, y dice: «al cuarto, al cuarto, señores marineros de buena parte; al cuarto, al cuarto en buen hora de la guardia del señor piloto, que ya es hora; leva, leva, leva.» Hasta esta hora todos velamos, empero de ahí adelante los párpados no se pueden tener; abrázanse las pestañas, y cada uno se aplica á la parte que tiene señalada para su recogimiento. Yo me metí en mi tabuco con mi gente, y nuestro dormir era dormitar al són del agua que rompia el navío. Todos íbamos meciéndonos como en hamacas, que el que entra en navío, aunque sea de cien años, le han de mecer en cuna; y á ratos de tal manera que rueda la cuna, y cunas y arcas sobre él. De esta manera navegamos solos sin otra compañía seis dias. Porque otras ocho naos que salieron con

nosotros del puerto de Santa Cruz de la isla de Tenerife, en cuerpo de flota, dejaron de cumplir los mandatos del señor juez de la Contratacion de Indias, que allí nos despachó, y soltóse cada uno por donde le pareció la primera noche que navegamos. Así que viéndose el hombre en un navío solo, sin ver tierra, sino cielo no sereno y agua, camina por aquellos reinos ceruleos, verdi-negros, de suelo oscuro y espantoso, sin ver si se menea de un lugar ni conocer la stela de un navío, viéndose al parecer siempre rodeado de un mismo horizonte, viendo á la noche lo mismo que vió á la mañana, y hoy lo mismo que ayer, sin ver otra cosa alguna diversa. ¿Qué gusto? ¿qué alivio puede tener en el viaje? ¿ni qué hora le puede dejar el enfado de tal camino y posada?

El caminar por tierra en buena cabalgadura y con buena bolsa es contento; vais un rato por un llano, subis luego un monte, bajais de allí á un valle, pasais un fresco rio, atravesais una dehesa llena de diversos ganados, alzais los ojos, veis volar diversas aves por el aire, encontrais diversas gentes por el camino, á quien preguntais nuevas de diversas partes ; alcanzais dos frailes franciscos con sus bordones en la mano y sus faldas en las cintas, caminando en el asnillo del seráfico, que os saludan con un Deo gracias; ofrecérse-os ha luégo un padre jerónimo en buena mula andadora con estribos de palo en los piés, y otros mejores en las alforjas de bota de buen vino y pedazo de jamon fino. No os faltará un agradable encuentro de una fresca labradorcita, que va á la villa oliendo á poleo y tomillo salsero, á quien digais : «¿amores, quereis compañía?» Ni

áun dejais de encontrar una puta rebozada con su zapatico corriendo sangre, sentada en un mulo de recuero, y su rufian á talon tras ella. Ofrécese-os un villano que os vende una hermosa liebre, que trae muerta con toda su sangre dentro para la lebrada, y un cazador de quien comprais un par de buenas perdices. Descubris el pueblo donde vais á comer ó á hacer jornada, y alivíase-os con su vista el cansancio. Si hoy llegais á una aldea donde hallaréis mal de comer, mañana os veréis en una ciudad que tiene copiosísima y regalada plaza. Si un dia comeis en una venta, donde el ventero cariacuchillado, experto en la seguida y ejercitado en lo de rapapelo, y ahora cuadrillero de la Santa Hermandad, os vende gato por liebre, el macho por carnero, la cecina de rocin por de vaca, y el vinagre aguado por vino puro; á la noche cenais en casa de otro huésped, donde os dan el pan por pan y el vino por vino. Si hoy haceis noche en casa de huéspeda vieja, sucia, rijosa y desgraciada y mezquina, mañana se os ofrece mejorada suerte, y caeis con huéspeda moza, limpia y regocijada, graciosa, liberal, de buen parecer y mucha piedad; con que olvidais hoy el mal hospedaje de ayer. Mas en la mar no hay esperar que el camino, ni la posada, ni el huésped se mejore; ántes cada dia es todo peor, y más enfadoso con el aumento de trabajos de la navegacion y falta de matalotaje que va descreciendo, y siempre más enfadando.

Yendo pues así solos llegó el primer sábado, en que á la hora de la oracion se hizo una solemne fiesta en nuestra ciudad de una salve y letanía cantada á muchas voces; y ántes que se comenzase el oficio, estando

puesto un altar con imágenes y velas encendidas, el maestre en voz alta dijo: «¿somos aquí todos?» y respondió la gente marina : «Dios sea con nosotros.»> Replica el maestre: <«<salve digamos, que buen viaje hagamos; salve dirémos, que buen viaje harémos.» Luego se comienza la salve, y todos somos cantores; todos hacemos de garganta. No fuimos en nuestro canto por terceras, quintas ni octavas, sino cantando á un tiempo todos ocho tonos y más otros medios tonos y cuartas. Porque como los marineros son amigos de divisiones, y dividieron los cuatro vientos en treinta y dos, así los ocho tonos de la música los tienen repartidos en otros treinta y dos tonos diversos, perversos, resonantes y muy disonantes; de manera que haciamos este dia en el canto de la salve y letanía una tormenta de huracanes de música, que si Dios y su gloriosa Madre, y los Santos á quien rogamos, miráran á nuestros tonos y voces, y no á nuestros corazones y espíritus, no nos conviniera pedir misericordia con tanto desconcierto de alaridos. Acabada la salve y letanía dijo el maestre, que es allí el preste : «<digamos todos un credo á honra y honor de los bienaventurados apóstoles, que rueguen á Nuestro Señor Jesucristo nos dé buen viaje.» Luégo dicen el credo todos los que le creen. Luego dice un paje que es allí monacillo: «digamos una Ave María por el navío y compañía»; responden otros pajes : «sea bien venida», y luego rezamos todos el Ave María. Despues dicen los muchachos levantándose : «amén; y Dios nos dé buenas noches», etc. Y con esto se acaba la celebracion de este dia, que es la ordinaria de cada sábado.

Otro dia domingo por la mañana descobrimos y co

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