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APENDICE DE ESTA EDICION

I

PARRAFOS DE UN ARTICULO PUBLICADO POR EL AUTOR DE ESTA OBRA EN EL AÑO 1911.

La Academia de la Historia, por desgracia, no estudió concienzudamente el asunto de los restos de Colon, i se limitó a repetir lo que habia dicho en un Informe oficial el Señor López Prieto, i lo que en folletos i artículos de periódicos habia avanzado otro escritor cubanc, mui intelijente, aunque inclinado siempre a ver las cosas de un modo distinto a como las veian los demas, i el cual queria congraciarse con el gobierno español, para que le permitiese volver a Cuba, de donde estaba desterrado o alejado. El Sr. López Prieto afirmó muchas cosas que no habia visto, i entre ellas dió a entender que la Catedral de Santo Domingo habia sufrido mucho con los terremotos; que las paredes de la Capilla Mayor se habían derribado i que el Presbiterio, en donde estaban las tumbas de los Colones, habia sido destruido i renovado varias veces. Ahí está la Capilla Mayor, i ahí está el Presbiterio viejo, al lado del nuevo, para demostrar a quien quiera que los examine, que núnca, nunca, la Capilla Mayor, desde que se construyó, ha sufrido nada por los terremotos. ni los hucaranes, i que el Presbiterio, si se quisiese ver como estaba en 1542, no habria que hacer sino un pequeño trabajo. Pero de la mentira siempre algo queda, i rolo los que visiten a Santo Domingo i a su bella Catedral, podrán darze cuenta de la falsedad de las aseveraciones respecto de los desastres ocurridos en el noble edificio que guardó, i guarda aún, los restos del completador del globo.

Por su parte el otro escritor cubano, sin venir a Santo Domingo, ni examinar lo que en la Catedral había, llenó de

bóvedas i de tumbas el presbiterio viejo, e inventó cajas de plomo, cuantas le fueron necesarias para su propósito. En el presbiterio de la Catedral de Santo Domingo nadie ha encontrado nunca, ni hai, sino tres pequeñas bóvedas i solo han parecido tres cajas de plomo: la de Don Diego, que se llevaron los españoles a la Habana en 1795 i que hoi está en Sevilla con el falso nombre de D. Cristobal; la de D. Luis, que está en su antigua bóveda, i la del Primer Almirante que se halla actualmente en el bello Monumento que la Reolica Dominicana ha levantado en la misma Catedral al ilustre Descubridor del Nuevo Mundo.

Mucho se ha hablado de la inventada caja de plomo de D. Cristóbal Colon i Toledo, nieto del Primer Almirante. i se ha afirmado como artículo de fe que esa caja fue la que apareció el 10 de Setiembre, después de haber sufrido modificaciones del todo imposibles en un objeto de plomo que tenía tres siglos de enterrado. ¡Asombra en realidad el poco espíritu crítico de los que tal cosa afirman! Que estén

en una caja de plomo los restos de D. Cristóbal, de su hijo Diego i de su nieto Luis se esplica perfectamente, porque los dos primeros murieron en España i el tercero en Oran (Africa) i era natural que lo que trajeran aquí al cabo de años fueran sus huesos, i que para trasladarlos los pusieran en cajas de plomo o madera. Pero D. Cristóbal Colon i Toledo, que no llegó a ser Almirante, murió en esta ciudad de Santo Domingo, en el primer semestre de 1571, i si fue enterrado en la parte baja del presbiterio, como es posible, pues tenia derecho a ello, debió serlo en un ataud de madera i no en una caja de plomo de 44 centímetros de largo. I si fue enterrado en un ataud ¿quién sacó después sus restos, i para qué? ¿Quién hizo esa caja de plomo, i por qué, si no se iban a trasladar esos restos, si estaban en sitio honroso para ellos? Doña María de Toledo, sobrina de reyes, era persona mucho mas importante que su hijo Cristóbal, i ¿por qué no se sacaron sus restos ni se pusieron en caja de plomo? Nada de eso se hizo, ni nadie lo ha dicho antes del escritor cubano que lo inventó, i los restos de D. Cristóbal, como los de su madre, Doña María de Toledo, se han consumido en la tierra de la parte baja del presbiterio de la Catedral.

Si no tuvieron ni una lápida sencilla, que recordara su nombre ¿como iban a ser desenterrados esos restos para

ponerlos en cajas de plomo? ¿I para qué removerlos, si no iban a ser trasladados a otro punto?

Alguno se sonreirá al leer lo que voi a decir, i me calificará de ultra-cándido; pero yo creo i espero que un día un sabio de la cepa de Muñoz, Navarrete i de otros tantos grandes i laboriosos investigadores que ha producido España, encuentre en los ricos archivos de Indias la prueba de que la caja de plomo en que están hoi en Santo Domingo los restos de Colon fué construida en 1655, cuando la invasion de Penn i Venables. I es tal mi confianza en la nobleza e hidalguía de los verdaderos españoles, que no vacilo en creer que publicarán el hallazgo i declararán ante el mundo que Colon reposa aun en el sitio en donde fue su voluntad repo

sar.

CARTA DE DON EMILIANO TEJERA. (*)

Sto. Domingo, Junio 13 de 1914.

Señor Federico Llaverías,

Capital.

Apreciado Señor:

He recibido ayer a mediodía su estimada de esa misma fecha.

Considero que la mejor interpretacion de la inscripcion de la planchita de plata, es "ULTIMA PARTE DE LOS RESTOS", i diré a Ud. el fundamento de esa creencia.

Desde el año de 1879 estoi creyendo que la caja de plomo en que fueron puestos los restos de Colon en el primitivo. Presbiterio de la Catedral fué sustituida por la caja actual en el año de 1655. En esta caja hai gran número de partí

(*) Esta carta fue escrita para contestar una en que el Sr. Llaverías le pedía su opinión respecto de la planchita de plata hallada en el examen del 2 de Enero de 1878, i le manifestaba su creencia de que la inscripcion de dicha planchita debia interpretarse así: Urna patente o portante. El Sr. Laverías se basaba en que última parte podía implicar la existencia de una u otras partes fuera de la urna.

culas de plomo oxidado, que de seguro proceden de la caja primitiva que vino de las Cuevas de Sevilla.

En el citado año de 1655, en el mes de abril, el Illmo. Sr. Don Francisco Pío Guadalupe i Felles, Arzobispo de Santo Domingo, dispuso "que las sepolturas (de la Catedral) se cubriesen, para que no haan en ellas desacato e profanacion los ereges, e ahincadamente lo suplico con la con la sepoltura del Almirante viejo, que está en el Evangelio de mi sancta iglesia e Capilla". El santo arzobispo temió que la ciudad de Santo Domingo fuese ocupada por un ejército inglés de ocho o diez mil hombres, que estaba en una escuadra, a la vista, de 56 buques de guerra, i que esas tropas cometieran desmanes contra los restos de las personas notables sepultadas en la Catedral. De seguro que era infundado ese temor del buen arzobispo, pues no es creible que oficiales ingleses permitieran semejantes atropellos, i menos que marinos ingleses tolerasen ninguna especie de desacato contra los restos de un gran marino como Cristóbal Colon. Pero sea de ello lo que fuere, es lo cierto que esa disposicion del arzobispo Pio es la que ha permitido que los restos de Colon se encuentren aún en donde el queria que se consumieran: en la Española, la amada tierra de sus triunfos i de sus dolores.

Como es de suponerse, la orden del Señor Arzobispo debió ejecutarse con secreto; i la persona o sacerdote discreto que la, cumplió tuvo por fuerza que pensar que si se suprimia, como debia suprimirse, la lápida que cubria la tumba de Colon, los restos de éste no podrían ser identificados más tarde, a menos que hubiera una inscripcion en la caja que los contenia. De ahi la apertura de la bóveda i la construccion de la nueva caja, la actual, por haber encontrado danada o destruida la anterior. I como la operacion era secreta i no se queria hacer sabedor de ella a ningun artesano, se hizo una caja sin soldadura, que la podia hacer cualquiera, i se le dió forma i sujecion por medio de bisagras, formadas tal vez con balas de plomo, una de las cuales quedó en la caja. Las inscripciones debió hacerlas probablemente el mismo que construyó la caja de plomo.

Pero si el plomo de la caja anterior se habia encontrado dañado, i si el de la nueva, en el curso de los siglos, se dañaba tambien, i las inscripciones que tenia ¿cómo podrian

identificarse los restos de Colon, no teniendo en lo esterior una lápida que lo aclarase? La intelijente prevision del noble admirador del ilustre Descubridor de la América encontró la solucion en un sencillo letrero colocado en una planchita de plata, metal indestructible en las condiciones en que se encontraba la caja de plomo. I quién sabe qué bandeja de plata suministró la pequeña laminita que salvaba para siempre del olvido los restos de Colon! I como en la mente del que ponia esa planchita, el motivo de ella, el beneficio que podia producir, era para cuando estuviese destruida la caja i las inscripciones, de ahí el que pusiese en la planchita última parte, es decir, lo último que podia quedar de los restos de Colon. Esa planchita de plata, tan pequeña en sí, es uno de los más grandes testimonios de amor a Colon que nos ha legado la antigüedad. Era un escudo contra la accion destructora del tiempo. Salvaba lo único que quedaba de la persona de Colon: sus cenizas.

Por desgracia no se ha encontrado aún el documento que compruebe el cambio de caja en 1655, i cada cual tiene libertad de creer en esto lo que le parezca más conveniente. En cuanto a mí, creo, i creeré hasta que documentos fidedignos me demuestren lo contrario, que la caja de plomo en que estan ahora los restos de Colon fué construida en abril de 1655, i que la planchita de plata, con su inscripcion: última parte, fué puesta en ella por un intelijente sacerdote, tan previsor como un hombre de Estado eminente, i tan amante de Colon como el que más admira al grande cuanto desgreciado Descubridor de la América.

De Ud. atentamente,

E. Tejera.

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