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Llegó por fin el dia destinado para discutir si habian ó no de cerrarse las puertas del funesto tribunal de la inquisicion, y abierto el debate defendiéronla el diputadó Inguanzo y el inquisidor don Francisco Riesco. Levantaron la voz en contra de la intolerancia y de la sangre derramada por ella don Joaquin Villanueva, Muñoz Torrero, Espiga y Oliveros. Puesta á votacion su existencia en 22 de Enero, quedó abolida por noventa votos contra sesenta; despreciable mayoría que manifiesta cuán profundas raices habia echado el fanatismo en una nacion en que mas de una tercera parte de sus representantes, flor y nata de la ilustracion del pais, opinaba por el sostenimiento del santo oficio en una época en que no tenia ya en Europa por suyo un solo pueblo. ¿Qué idea habria concebido de la libertad el señor Borrull, quien sostuvo en su discurso que era compatible con la Constitucion el tribunal de la fé? ¿Cómo amalgamaremos una ley que prohibe la prision del ciudadano sin resultar el delito de la sumaria previa, con unos monstruos que imponian las penas mas crueles sin defensa, sin comunicar al reo los autos ni decirle nunca el crimen de que le acusaban ni el nombre del ácusador? Y sin embargo, para abolir la inquisicion viéronse obligados los diputados á sustituirle tribunales protectores de

1813. Abolicion del

santo oficio.

:1

Créanse tri

la religion, porque les aterraba el grito de la opi- bunales protecnion pública, que les era contraria: grito consecuen- gion. te á la ignorancia general, a tantos siglos de tira

nía

y de preocupaciones; grito que no tardará en resonar uniforme y omnipotente.

Napoleon habia suprimido en parte las comunidades religiosas, y el príncipe José las habia estinguido enteramente, como hemos indicado: deseosas las Cortes de contribuir á la reforma social en un punto de tanta trascendencia, tocaron con tiento la llaga sin atreverse á profundizarla: man

Reforma de

regulares.

Ja regencia.

daron pues no dar mas hábitos, cerrar los conventos en que no hubiese doce profesos, y no consentir mas de una comunidad de la misma orden en cada pueblo. De este modo, sin pronunciarse en guerra abierta con las casas de los religiosos, asestaban los primeros tiros: halagaban á la zorra para darle la muerte; pero su astucia los dejará burlados.

La desunion que reinaba entre la regencia y la asamblea aumentóse con la cólera que á la priinera inspiraron la abolicion del santo oficio y la Discordia en- reforma de los regulares. Bajo pretesto de una constre las Cortes y piracion descubierta en Sevilla, y de la anarquía que dominaba algunos puntos, solicitaron los regentes la suspension de ciertos artículos del nuevo código, a cuya demanda no accedió el congreso. Si la regencia no gozaba de opinion liberal, tampoco se distinguian por ella algunos secretarios del despacho, cuyas sillas de Guerra, Hacienda y Estado ocupaban entonces don José Carvajal, don Cristóbal Góngora y don Pedro Gomez Labrador, á quien mas adelante encontraremos en primera fila en las bandas del furibundo absolutismo. Ni contentaban ademas á los regentes las proscripciones de las Cortes contra los empleados del príncipe francés: centinelas avanzados de un partido que no habia de satisfacerse si no nadaba en la sangre de sus contrarios, traspasaban los decretos fulminando la persecucion mas atroz, las tropelías y la crueldad. De tiempo en tiempo traslucíanse por el público las amenazas de disolver las Cortes y encarcelar á sus individuos, salidas de los labios de Villamil, que manejaba la regencia con algunos obispos; lo cual, unido á haber destituido del empleo de gobernador de Cádiz al virtuoso don Cayetano Valdés; á las tramas urdidas contra los amigos de reformas por la pandilla que presidia don Pedro Gravina, nun

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cio del Papa; á la reclamacion del mismo nunciò entregada al presidente de la regencia; todos estos motivos, junto con no haberse cumplido una orden que mandaba leer el decreto de abolicion del santo oficio en el púlpito en ciertos domingos, incitaron al congreso á pedir que conforme á un artículo de la Constitucion, se encargasen de las riendas del poder ejecutivo los tres consejeros de Estado mas antiguos. Éranlo de los existentes en el Puerto don Pedro Agar, don Gabriel Ciscar y el cardenal de Es- otros regentes. cala, arzobispo de Toledo, don Luis de Borbon, quienes subieron sin demora al supremo mando.

Nómbransc

Los obispos en guerra con

las Cortes.

Al paso que la asamblea habia desarrollado mas sus planes, el pueblo español habia ido conociendo que la libertad no consistia en acabar con Godoy y con Bonaparte, sino que embebia principios de destruccion para la anarquía teocrática, que era el elemento del vulgo. Fortalecióse pues de dia en dia el bando absolutista, y muchos obispos, entre ellos los de Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgél, Teruel, Pamplona y Santander y otros eclesiásticos, cotnenzaron á publicar pastorales, y á sacar abiertamente la cabeza contra las nuevas leyes, y sobre todo contra la abolicion del santo óficio, emblema de su intolerancia y crudeza. El nuncio Gravina, á mas de la nota pasada, escitó el celo del obispo de Gravina. Jaen y de los cabildos de Málaga y Granada para que hiciesen causa comun contra la abolicion; pero la firmeza desplegada por el congreso en la remocion de la regencia, y la proposicion de don Miguel Antonio Zumalacarregui para que se cumpliese la lectura del decreto en las iglesias, puso fin al asunto enfrenando esteriormente al clero. Formóse sumaria á varios canónigos, entre ellos al furibundo don Mariano Martin Esperanza, vicario capitular del obispado de Cádiz, sede vacante. Tambien la regencia, despues de varias contestaciones

El nuncio

1813.

muy enérgicas, comunicó al nuncio por conducto del ministro de Estado Labrador la orden de salir de estos reinos, y de quedar ocupadas sus temporalidades, remitiéndole al propio tiempo sus pasaportes en 7 de Julio. Aqui encontramos á Labrador tan acérrimo enemigo de la Constitucion de Cádiz con el tiempo, y ministro ahora en la misma Constitucion, desterrando al nuncio apostólico con la firmeza misma con que encargaba á Zea Berinudez demostrase al emperador de Rusia las prendas y quilates del código gaditano. Entre tamañas inconsecuencias asoman la ambicion y las viles pasiones que degradan al hombre, y le hacen prostituir à los intereses de los partidos contra el, grito de su

conciencia.

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Vencido en Rusia Napoleon por los elementos, no por los hombres, habia vuelto á París perseguido por la Europa entera. En su consecuencia Soult con seis mil hombres atravesó la frontera de regreso á Francia, tomando el mando de todos los ejércitos franceses el príncipe José, que salió de Madrid el 17 de Marzo para no volver á imprimir en él sus huellas. Durante el invierno y la primavera descansaron, por decirlo,asi, los cuerpos beligerantes, consistiendo el plan de Wellington en no empeñar ni accion alguna, hasta dar principio á la campaña general que habia trazado. Encargó á las divisiones y guerrillas españolas apoderarse entre tanto de

los
puntos fortificados que los invasores habian es-
tablecido para asegurar sus comunicaciones con las
plazas fuertes, interrumpir aquellas, aumentar la
escasez de las subsistencias en todas partes, y no
trabar combate alguno de importancia. Siguieron
los nuestros con cortas escepciones la conducta que
se les habia prescripto; y por lo tanto las opera-
ciones militares carecieron de interes, reducidas á
molestar al enemigo por cuantos medios estuvieron

á su alcance. Al tiempo mismo que Bonaparte principió la liden. Alemania, movióse tambien hacia el Duero para abrir la suya en España lord Wellington. Sin dar lugar á que lo estorbasen las huestes del imperio, cruzó el rio con todas sus fuerzas, que unidas á las del cuarto ejército ascendian á muchos miles de combatientes; y forzando á los franceses á abandonar aquella línea, y á volarey retirarse del castillo de Burgos á Vitoria, pasó el Ebro, y establecióse frente del enemigo haciendo inevitable una batalla. De suerte que sus glorioso movimiento, que habia comenzado en Portugal y simultáneamente en los puntos distantes de Galicia, Asturias y Estremadura, concluyó en las provincias Vascongadas, destruyendo en los franceses la idea de defender las orillas del Ebro, alentados con la proximidad de la raya de Francia, y engrosados con el ejército del Norte.{

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El príncipe francés habia dejado en Madrid alon general Hugo, que por efecto de estos movimientos tuvo que desamparar la corte y pronunciar su retirada, custodiando un inmenso convoy en que iban las mejores pinturas de Rafael, del Ticiano, de Rubens, de Velazquez y del Corregio, y otros objetos artísticos que habian enriquecido el pais. Aunque acosado por las tropas españolas, llegó Hugo á Valladolid, donde se unió al grueso del ejército del hermano del emperador. Con la evacuacion de Madrid pudieron disponer los nuestros del ter cer cuerpo que habia avanzado á la Mancha, y del de reserva organizado en Andalucía por el conde de La Bisbal: dirigióse el primero al reino de Valencia, y el segundo á Castilla la Vieja: de suerte que todas las fuerzas se concentraron en dos puntos distintos, á las orillas del Ebro y provincias Vascongadas, ó á la parte oriental de España. Acampadas pues las tropas en las cercanías de Vi39

T. I.

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