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núm. 11.)

lenta que le arrastró á su ruina y perdió á nuestra patria. El mismo Napoleon ha lamentado las consecuencias de aquel funesto error, que llora aun la Europa y llorará largo tiempo. "El plan mas (Ap. lib. 2. digno de mí, dice (*), el mas seguro para mis proyectos hubiera sido una especie de mediacion al modo de la de Suiza. Hubiera debido dar una constitucion liberal á la nacion española, y encargar á Fernando que la pusiese en práctica. Si la ejecutaba de buena fé, la España prosperaba y se ponia en armonía con nuestras nuevas costumbres; el gran objeto estaba conseguido, la Francia lograba una aliada íntima, un aumento de poder verdaderamente formidable. Si Fernando por el contrario faltaba á sus nuevos empeños, los españoles mismos hubiesen venido á solicitar que les diese otro monarca.

(* Ap. lib. 2, núm. 12.)

Murat con sus falsas pinturas de un pais que no conocia, tentó la ambicion del conquistador, y en 27 de Marzo escribia á su hermano Luis, entonces rey de Holanda: "Seguro (*) de que no tendré paz sólida con Inglaterra sino dando un grande impulso al continente, he resuelto colocar un príncipe francés en el trono de España." No habia determinado aun definitivamente los medios; pero la imprevision y el espíritu de partido iban á allanar el camino y á facilitarle la ejecucion del funesto proyecto. No poco debió contribuir á su error la reputacion que en España se habian granjeado su nombre y sus grandes hechos de armas; y no conociendo en toda su estension el poder del clero, creyó imposible que pudiese cambiarse en aborrecimiento y desprecio la veneracion que infundia. Los frailes habian admirado en Napoleon al restaurador de los templos en Francia, y bajo este aspecto habíanle llenado de elogios; cuando vieron en sus soldados á los hijos de la revolucion fran

cesa,

á los propagadores de las doctrinas de Voltaire y Rousseau, conocieron que no era posible amalgamar la luz con las tinieblas, y declaráronles la guerra en su interior. Desde entonces principiaron á pintarlos como sospechosos al vulgo, y por una fatalidad la imprudente conducta de los franceses vino á fortalecer sus sospechas, y á unir en provecho del fanatismo al odio religioso, el odio nacional.

Pero firme el emperador ya en su idea de que Resolucion un individuo de la familia imperial empuñase el de Bonaparte, cetro español, preguntó al consejero Izquierdo un dia que con él conferenciaba, si los españoles se alegrarian de que fuese su soberano. "En estremo, respondió Izquierdo, si V. M. renuncia antes la diadema de Francia." No lisonjeó sus oidos la audaz respuesta del enviado; pero ansioso de llegar al desenlace en los asuntos de la Península, quiso acercarse al teatro donde habian de representarse, y salió de París el 2 de Abril para Burdeos.

Una sola familia recibió grandes consuelos con la llegada de Murat á la corte. El nuevo monarca habia tratado con menosprecio y crueldad á sus padres desde su exaltacion al trono; habíales intimado su destierro á Badajoz, y habia desoido los ruegos de estos ancianos, que miraban como perjudicial á su salud aquel clima. Ciegos idólatras de su privado Godoy, temiendo su muerte á cada instante, atormentado el anciano Carlos por sus dolores reumáticos, inseguros de su propio aliento, permanecian desesperados en el real Sitio, cuando el arribo de las cohortes de Murat les dió halagüeñas esperanzas. Ni el gran duque de Berg, ni el embajador Beauharnais habian reconocido á su hijo, no obstante haberlo verificado todos los individuos del cuerpo diplomático. Animados pues con este incidente los reyes padres, y ansiosos de salvar

Sale de París.

(*Ap. lib. 2. пит. 13.)

los dias de su amigo, escribieron á Murat por medio de su hija la reina de Etruria. Necesario es leer íntegra aquella correspondencia para poderse formar una idea de la humillacion de Carlos IV y María Luisa, y de sus amargos pesares. Al hablar de ella, dice en sus memorias el duque de Rovigo: "Las cartas de los reyes padres llevan el sello de la consternacion y del abatimiento; preciso era que la violencia hubiese sido muy grande y las amenazas terribles para que temiesen por su existencia y no pensasen sino en implorar un asilo donde salvar sus dias y asegurar sus necesidades fisicas. "(*) El retrato que en ella hace la reina de su hijo es digno del examen de la historia: de las pinceladas esparcidas en diferentes cartas trasladaCarácter de das fielmente resulta el siguiente conjunto. " De Fernando tra- Fernando no podemos esperar jamas sino miserias y persecuciones: ha formado esta conspiracion por destronar al rey su padre: no tiene carácter alguno, y mucho menos el de la sinceridad: es falso y cruel: su ambicion no tiene límites, y mira á sus padres como si no lo fuesen. Nada le afecta; es insensible, y no inclinado á la clemencia; promete, pero no siempre cumple sus promesas: no quiere al gran duque ni al emperador, sino al despotismo: tiene muy mal corazon: jamas ha profesado amor á su padre ni á mí: sus consejeros son sanguinarios, no se complacen sino en hacer desdichados, sin esceptuar al padre ni á la madre."

zado por su

madre.

Una coleccion tan preciosa de documentos merece que fijemos la atencion en ella y que la examinemos carta por carta. La primera aparece escrita tres dias despues de la abdicacion de Carlos IV, aunque algunos pretenden que es anterior su protesta, y le dan la fecha de 21 de Marzo, que nosotros heinos adoptado. ¿Y qué importa á la verdad del hecho que el destronado rey la fir

Juicio sobre la abdicacion

mase uno ó dos dias antes; que se decidiese á mandarla á Napoleon algunos dias despues de escrita; que la estendiese á la vista misma del general Monthion, enviado por Murat, ó que aprovechase la presencia de este para que llegara con seguridad á las manos del emperador? El resultado para la historia es que en toda la correspondencia, en Ba- del rey padre. yona, en Italia y en todas partes sostuvo siempre el anciano padre lo que desde el principio dijo á su aliado de Francia: "que se vió en la necesidad de escoger entre la vida y la muerte." Por consiguiente temiendo siempre ser víctima, junto con su esposa, de la desenfrenada ambicion de sus enemigos, María Luisa principió la correspondencia por medio de una nota sin fecha dirigida al gran duque de Berg por conducto de la reina de Etruria. Decia asi:

"El rey mi esposo (que me hace escribir por no poderlo hacer á causa de los dolores é hinchazon de su mano) desea saber si el gran duque de Berg llevará á bien encargarse de tratar eficazmente con el emperador para asegurar la vida del príncipe de la Paz, y para que sea asistido de algunos criados suyos ó de capellanes.

"Si el gran duque pudiera ir á librarle, ó por lo menos darle algun consuelo, él tiene todas sus esperanzas en el gran duque, por ser su grande amigo. El lo espera todo de S. A. y del emperador, á quien siempre ha sido afecto.

"Asimismo que el gran duque consiga del emperador que al rey mi esposo, á mí y al principe de la Paz se dé lo necesario para poder vivir todos tres juntos donde convenga para nuestra salud sin mando ni intrigas, pues nosotros no las tendremos.

» El emperador es generoso, es un héroe, y ha sostenido siempre á sus fieles aliados, y aun á los que son perseguidos. Nadie lo es tanto como noso

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María Luisa af gran duque,

Carta de

tros: ¿y por qué? porque hemos sido siempre fieles á la alianza,

"De mi hijo no podemos esperar jamas sino miserias y persecuciones. Han comenzado á forjar y se continuará fingiendo todo lo que pueda contribuir á que el príncipe de la Paz (amigo inocente y afecto al emperador, al gran duque y á todos los franceses) parezca criminal á los ojos del público y del emperador. Es necesario que no se crea nada. Los enemigos tienen la fuerza y todos los medios de justificar como verdadero lo que en sí es falso.

„El rey desea, igualmente que yo, ver y hablar al gran duque, y darle por sí mismo la protesta que tiene en su poder. Los dos estamos agradecidos al envío que ha hecho de tropas suyas, y á todas las pruebas que nos da de su amistad. Debe estar S. A. I. bien persuadido de la que nosotros le hemos tenido siempre y conservamos ahora. Nos ponemos en sus manos y las del emperador, y confiamos que nos concederá lo que pedimos.

Estos son todos nuestros deseos cuando estamos puestos en las manos de tan grande y generoso monarca y héroe."

Con fecha del 22 la reina de Etruria escribió igualmente á Murat intercediendo por el infeliz encarcelado, quien dice "que no cesaba de invocar el terrible momento de su muerte." Carlos IV añadió á la carta de su hija nuevos ruegos pidiendo que se les dejase ir al pais que mas les conviniere y llevar en su compañía al príncipe de la Paz: y su esposa, conforme con los deseos de su marido, manifestó que ansiaba acabar sus dias con tranqui lidad en un clima favorable al delicado estado de (*Ap. lib. 2. la salud de ambos (*). El 23 envió el gran duque núm. 14.) de Berg al general Monthion, gefe de su estado mayor, á Aranjuez para consolar á los destronados

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