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y dependiendo del rey de León á mediados del siglo x, desde cuya época data la independencia de Castilla.

Esté ó no ligada á ella la batalla de Simancas, y fuera el conde D. Vela en contra de Fernán González, ya defendiendo la soberanía del rey de León, ó la propia de Álava, resulta que abandonó á los alaveses perseguido por el de Castilla, pareciendo lo natural, si al monarca leonés había defendido, que á él se guareciese, que poderoso era; pero al ir á Córdoba con los moros, mostraba desconfiar tanto del rey como del conde; y así era. Continuaron los Velas con los sarracenos, á los que incita. ban á hostilizar al castellano, acompañándoles algunas veces en sus expediciones; hasta que esperando poco de los musulmanes, ó menos vivas las pasiones, acogióse aquella familia á Castilla, recibiéndoles bien el conde D. Sancho. Aun cuando éste restituyera á los Velas su anterior poder, le consideraría dependiendo de él; porque á no serlo, no se concibe no serlo, no se concibe que volvieran á ponerse en actitud tal, que los arrojara el conde de sus estados, é ignominiosamente, como se ha escrito. Buscaron asilo en el reino de León, cuyo monarca D. Alfonso V, no sólo les acogió benévolo, sino que les dió haciendas con que pudiesen vivir bien; y cuando más olvidados debían estar los odios de los Velas á los condes de Castilla, ó sea á los descendientes de Fernán González, se renovaron con la llegada del conde García á León á concertar con D. Bermudo su matrimonio y consentimiento para que tomara el título de rey de Castilla; mataron entonces al conde, con la rara y horrible coincidencia de que Rodrigo Vélez, que cuando estuvo reconciliado con el conde D. Sancho, tuvo en la pila bautismal al niño García, fué el asesino de su ahijado (1).

(1) Tuvo lugar este suceso el 13 de Marzo de 1029, ausente de León D. Bermudo. Para huir los asesinos del merecido castigo se retiraron al castillo de Monzón, en tierra de Campos, á donde fué á buscarlos el viejo rey de Navarra, cercó el castillo, le asaltó y degolló á sus defensores, excepto á los tres hijos de Vela que fueron quemados vivos.

Extinguida la línea masculina de los Fernán González, el condado de Castilla correspondía á la mujer de Sancho el Grande de Navarra que alzándose con la soberanía de Castilla, se encontraba el más poderoso de los monarcas cristianos. Su autoridad en Alava está probada por documentos conocidos; así como que, dividiendo el reino entre sus hijos, dejó á Fernando el condado de Castilla con las tierras conquistadas al reino de León; á González el señorío de Sobrarbe y Rivagorza; á Ramiro, habido fuera de matrimonio, el territorio que formaba el condado de Aragón; y al primogénito García, Navarra, incluyendo Alava, que ya no pertenecía ó dejó de pertenecer á Castilla, y se consideraba como parte integrante de Navarra, cuyo rey nombraba los condes que la gobernasen.

Esta dominación debía ser muy violenta para los alaveses; porque en efecto, las leyes primitivas de Sobrarbe, base del sistema político aragonés y navarro, no admitían ni era fácil avenir con ellas la independencia ó autonomía alavesa; y dicen escritores no sospechosos (1), que, si la cofradía de Arriaga no hubiese tomado por protector al rey de Castilla, uniéndose voluntariamente á él, riesgo corría de que D. Sancho Ramírez tratase á la provincia como lo exigían las leyes políticas de su país, es decir, como territorio de honor encomendable necesariamente á los ricos-hombres navarros de naturaleza y transmisible á sus hijos. Los derechos de la cofradía y la independencia de que hasta entonces habían gozado, desaparecían. »

Más aceptable y conveniente para los alaveses el dominio de Castilla, fué un acto de buena política, y un reconocimiento explícito de la mayor libertad que permitían las leyes castellanas; pues aunque no fuera más que el derecho de behetría, ya de mar á mar ó de linaje, era una garantía de sus libertades, más seguras con la protección de Castilla. De ella

(1) Los Sres. Marichalar y Manrique.

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disfrutaban en 1085 (1), reinando Alfonso VI: el VII agregó á Miranda de Ebro varios solares de Alava, disponiendo á la vez, que si algún hombre de aquella comarca, ó de Losa, ó de Valdegovia, tuviere querella con los pobladores de Miranda, y se tomasen por esta causa prendas, en este caso obliga á los de Álava á que acudan á la iglesia de San Nicolás, situada cerca del puente de Miranda, llevando consigo su alcalde de fuero, para que con el de esta villa juzgasen. En el privilegio dado á la villa de Cerezo en 1146, la concede el Emperador jurisdicción civil y criminal en 142 lugares, entre los que se cuentan muchos de Álava; apareciendo en otros documentos como reinante en Toledo, León, Álava y Zaragoza, y como conde de Álava, Lope, que parece sucedió á D. Ladrón. Vemos otra vez á los reyes de Navarra dominando en Álava, cuya gente con su rey D. García acudió á la conquista de Almería. D. Sancho el Sabio concedió á la villa de La Guardia su fuero de población, señalándole su gobernador y jefe militar.

La Guardia, villa murada, que aún conserva los restos de su castillo, cuyo torreón se distingue desde muy larga distancia, sirve como de atalaya en el país. La fundó D. Sancho Abarca, cuya estatua se ve en el bello pórtico de la iglesia de Santa María, de estilo ojival, poseyendo algunas obras de arte. Fué plaza de armas considerable desde el siglo XII. En 1165 la aumentó D. Sancho cuando la dió el fuero, que experimentó bastantes vicisitudes, y no pocas extorsiones y violencias sus vecinos, en todo el tiempo que la villa perteneció á Navarra. Entregóse á D. Alfonso VIII de Castilla, cuando éste conquistó á Vitoria ; pero á virtud de pactos se restituyó al rey de Navarra. Como plaza fronteriza de Castilla sostuvo en diferentes ocasiones continuas escaramuzas, señaladamente por la parte de Briones.

(1) En el monasterio de San Juan de la Peña hay una escritura de donación otorgada en la era 1123, año 1085, en que se dice al fin, reinando Alonso en León, en Naxera, en toda Castilla y en Álava; el Sr. Fortunio obispo en Armentia y el conde Lope Iñiguez en Álava.-MARINE.

En 1366 constaba su población de hijos dalgo, francos, clérigos y judíos, que contribuían con 1497 florines.

Volvió á Castilla en 1367 en calidad de rehenes, hasta que en 1386 la restituyó graciosamente D. Juan I á su cuñado Don Carlos III de Navarra; fué tomada la villa por asalto en 1430 por los castellanos y aunque resistieron los navarros en la fortaleza, la cedieron también y poco después el castillo, al valeroso empuje de los castellanos. Firmada la paz en 1437 se devolvió Laguardia á la corona de Navarra que se incorporó definitivamente á Castilla en el reinado de Enrique IV, obteniendo después suerte más próspera. En las dos últimas guerras civiles, ha sido sitiada y conquistada algunas veces, y destruídas por último la mayor parte de sus antiguas obras fuertes, que no lo eran mucho para la artillería moderna.

El mismo D. Sancho el Sabio, comprendiendo las ventajas del terreno en que se hallaba situado el pequeño pueblo de Gazteiz, le aumentó y fortificó, le hizo como á La Guardia plaza de armas y la dió en 1181 el fuero de Logroño, poniendo á esta población, que reedificaba como nueva, el nombre de Vitoria, que, según Larramendi, significa cosa sobresaliente y escogida, aunque sólo ocupaba á la sazón, de la que es hoy linda capital alavesa, la parte denominada villa de Suso. Un año después concedió el mismo rey á Bernedo y Antoñana el fuero de La Guardia, que era entonces de Navarra, y con dársele, les quitaba las malísimas costumbres y sujeciones con que anteriormente se regían, y que les eximía del fuero de batalla, hierro y agua caliente,.

Á los Sanchos de Navarra debió Álava la creación de bastantes villas; los dos primeros Teobaldos echaron los fundamentos á las de Antoñana y Peñacerrada; Alfonso VII había poblado á Salinas de Oñana, y Álava toda iba adquiriendo la importancia debida.

Las perturbaciones que trabajaron á Castilla, ocasionadas en primer término por el funesto afán de dividir el reino insti

tuyendo una monarquía castellana y otra leonesa, presentó ocasión propicia al rey de Navarra para entrar con buen ejército por la Rioja, apoderándose de diferentes plazas de Castilla y de Álava, alegando á su propiedad añejos derechos, que si no eran exactos, así se les suponía. Hízole frente el castellano; contuvo al navarro la fuerza más que la razón; regresó á los lí. mites de su reino; asentáronse paces en 1158, pero duraron poco; porque las nuevas turbulencias que produjo la minoría de D. Alfonso VIII, cuya tutela fué tan disputada por los Castros y los Laras, á la vez que debilitaban el poder de Castilla, permitían que el leonés por una parte y el navarro por otra, deseando el primero vengar agravios y el segundo engrandecer y ensanchar sus estados, apoderáranse ambos de importantes plazas.

Próxima Castilla á ser unida toda á la corona de León, cuyo monarca llegó á Toledo, necesitóse de toda la energía y valer del joven Alfonso para hacer frente á tantos disturbios y desgracias. Aun sin haber alcanzado la mayor edad, convocáronse Cortes en Burgos, que se celebraron en 1170, encomendósele el reino, y diósele además esposa, la princesa Leonor, hija del rey Enrique II de Inglaterra, á lo cual contribuyó la esperanza de que por este medio viniese á D. Alfonso el condado de Gascuña, que poseía el monarca británico, y que confinaba con los dominios del de Castilla por la parte de Guipúzcoa. Tanto este territorio como el de Álava, según hemos visto, no eran á la sazón independientes como algunos han supuesto, ni pertenecían de derecho al reino de Navarra. Ocupaba este monarca algunas poblaciones por derecho de conquista; y alegando el de verdadero propietario D. Alfonso, en cuanto se concertaron sus bodas, llamó al rey de Aragón D. Alfonso II, para poner fin á la discordia que entre ambos mediaba, ajustaron en Sahagún un tratado de alianza y amistad, cambiándose mutuamente algunas fortalezas; marcharon juntos á Zaragoza; celebráronse las bodas en Tarazona, con asistencia del rey de Aragón; y

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